lunes, 26 de abril de 2010

UNA VIDA SENTENCIADA



Autor: Camilo José Cela.

Título: La familia de Pascual Duarte.

Primera Edición: 1.942.

Fue un disparo seco y rápido. Para una criatura inocente fue el final, el castigo al único pecado de la mirada curiosa. Así muere La Chispa en la que quizás sea la parte más recordada de este clásico del tremendismo. A pesar de su indudable calidad, no es precisamente un libro que deje un regusto agradable, pues no suele ser esa la intención cuando se trata de mostrar una realidad dura.

No podía ser menos con un autor capaz de dedicar esta pieza de juventud (aunque parezca casi milagroso, la culminó con 26 años, con un "lavado de cara" en la década de los 60) a sus enemigos, un tipo que quizás junto con Fernando Fernán Gómez, allá sido el cascarrabias con más talento de su época. Pero aunque no fuese el individuo más simpático del mundo, Cela muestra una empatía enorme con Pascual, un humilde campesino extremeño que trata de desvelarnos su autobiografía, para justificar que él en realidad no es malo, sino la víctima del peor de los determinismos. En base a sus transcriptores y a las propias pistas de su relato sesgado (y en ocasiones morboso), iremos viendo que nuestro narrador no es precisamente el más fiable de los comentaristas.

Conviene decir que pese a la omnipresencia de Pascual, el título es muy oportuno, pues su núcleo familiar (humildemente, pienso que la película de Mario Camus se equivocó en este aspecto) es quien condiciona, formando una espiral de anillos que van envolviendo a nuestro protagonista. Fruto de un matrimonio turbulento (un alcoholizado y arruinado comerciante portugués y una madre que parece el paradigma de la frialdad), con sus hermanos no tendrá mejor suerte: el enfermizo Mario y la incierta Rosario, por quien sentirá un afecto, en ocasiones malsano (¿incesto?), los primeros capítulos se muestran desgarradores, con unos seres humanos reducidos a un conjunto animalizado de seres sin piedad. Una prosa desnudaa, muy acorde con la condición de quien la redacta (hubiera sido un error dotarla de muchos artificios literarios) y una brevedad que ayuda, pues sería casi agobiante continuar con tanto desgarramiento en una novela larga.

Esto pudo haber sido un problema realmente notable. Imaginen la encrucijada, si clavan a Pascual y su entorno les dirán "Sí, es muy realista, pero tiene muy poco talento lírico". Si por el contrario sacrifican la lógica por el verso, siempre les saldrán "Ya, muy bonito, pero es imposible que un presidiario sin estudios de Badajoz hable así". Para salir del paso, y con nota por cierto, Cela usará todo adorno externo que pueda ayudarle. Desde la casi obscena dedicatoria, pasando por el universo de los diálogos aparentemente inconexos y los bocadillos de pensamiento. No se engañen por su ligereza, no es ninguna estupidez releer este pequeño memorial.

¿Dónde radica pues el secreto del buen envejecimiento de La Familia de Pascual Duarte? Políticamente hablando, hay mucha gente que admira que Cela burlase a la censura y trasladase hábilmente esta coyuntura como espejo de lo que pasaba en la España de su tiempo. Mas no era Cela ningún revolucionario y tampoco se puede decir que una víctima del franquismo (de hecho, él mismo fue censor, en una historia que merecería la pena contarse) y desde luego, pese a que el último asesinato de Pascual, el que de verdad le condena, tenga mucha lectura entre líneas, la obra dista de ser un mitín de nada y como en La Colmena, se podría resumir en el hecho de que, sin ser palmero ni contrario, Cela tenía demasiada buena pluma como para no saber reflejar la realidad como un maestro cirujano.

A nivel de justicia, sin moralina, la pieza nos presenta dilemas inquietantes. ¿Hasta qué punto podemos excusarnos a nosotros mismos? ¿Llevaba razón Ortega con las circunstancias omnipresentes en el ser? ¿Portamos una semilla del bien o del mal o, por el contrario, las adquirimos y simplemente respondemos como marionetas? ¿Cuán sincera es una confesión? ¿Queremos garantizarnos al menos el pasaje al purgatorio no ser que vaya a haber infierno o, por el contrario, verdaderamente mostramos arrepentimiento? Y de ser así, ¿hasta qué punto podemos asistir impertérritos a las atrocidades de este villano/víctima?

También es complicado encontrar entre los ejemplos de este modesto blog (salvo Quevedo con don Pablos), mayor distanciamiento entre creador y protagonista. Incluso Suskind está dispuesto a hallar cosas admirables en Jean Baptiste, por remotas que éstas sean. Especialmente en el doloroso final, con una falta de glamour que hubiera envidiado el mismísimo Azcona, vemos como no hay piedad... ninguna.

En un entramado profundamente machista, las mujeres permanecen en segundo plano, eso sí, únicamente en apariencia, porque en realidad, una vez se rasca la superficie, son el verdadero motor de muchos acontecimientos. El papel de La Madre de Pascual en sus fracasos matrimoniales, Rosario, en ocasiones admirable (su compasión por Mario) y en otras ingrata (ora ladrona, ora víctima de Paco El Estirao), con un más que evidente pasado en la prostitución, Lola ("el galanteo" con el cadáver de Mario recién enterrado no tiene desperdicio) o Esperanza (no es gratuito este nombre ni su inclusión en el relato) entre otras, componen un fascinante paisaje, sin que en sus páginas encontremos (salvo algún sacerdote o alcalde de prisiones) alguien que podamos catalogar verderamente bueno; aunque, si hacemos justicia, tampoco hay nadie tan malvado como para no comprender sus motivaciones.

La red de una novela sin tapujos que sigue igual de chocante que cuando fue concebida. Y eso, hoy poy hoy, es el mayor de los elogios posibles.

lunes, 12 de abril de 2010

UNA MIRADA FIJA

Título: Los hombres que miraban fijamente a las cabras. The men who who stare at Goats (2.009).

Nacionalidad: Estadounidense

Director Grant Heslov

Guión: Peter Straughan

Basado en: La novela original de Jon Ronson.

Duración: 93 minutos.

Reparto: Ewan McGregor, George Clooney, Jeff Bridges, Kevin Spacey,

Fotografía: Robert Elswit.

Música: Rolfe Kent

Producida por: Overture Films / BBC Films / Smoke House


Recientemente he podido ver esta curiosa película, presentada por la publicidad como una auténtica locura, cimentada sobre un colosal reparto. El segundo aspecto es incuestionable, aunque sorprende encontrar hoy en día una cinta que no presente al menos un personaje femenino de relieve. Peculiaridad que no es única en este producto que a buen seguro ha despertado no pocas voces contrarias. En otro lado, e igual de furibundos, hay gente que la defiende a capa y espada, llamándola infravalorada, subestimada por un público que quizás no siempre ha comprehendido sus matices.

Cimentada (muy remotamente) en un hecho real del ejército de los Estados Unidos, Los Hombres que miraban fijamente a las cabras es un auténtico desafío del humor, pero no absurdo, como pudiera desprenderse de título o de los propios anuncios. En primer lugar, afirmar que Heslov y su equipo juegan al esperpento, cual espejos de feria, deformando la realidad... pero no tanto como para que deje de resultarnos conocida. Bob Wilton, un periodista norteamericano cuya vida familiar se ha hecho añicos, decide perder del todo el horizonte y viajar a Oriente Próximo, en busca de la noticia del siglo, el reconocimiento y volver a su país para demostrar a quienes le tachen de gris, que es más de lo que parece.

Ewan McGregor encarna al reportero, en una buena actuación, a la que solamente le falta más respeto de la lógica. Su supuesta desazón vital por el triángulo amoroso que forma con su mujer y su jefe rápidamente viene y se va, por lo que su resolución al desenlace casi deja indiferente. Afortunadamente, la investigación que lleva a cabo cuando conoce a un extraño soldado (un muy divertido George Clooney), que al parecer estuvo en una serie de experimentos psíquicos de alto secreto. Por qué confía en semejante lunático que afirma poder explotar nubes, pierde importancia en una montaña rusa sin frenos. Clooney parece pasárselo en grande con este antihéroe de acción y deja alguna frase para el recuerdo:

BOB: ¿Cómo vamos a escapar de estos tipos?

LYN: Por eso no eres un soldado de la Nueva Tierra. Tienes que mirar fijamente a tu oponente, penetrar en su interior, mirarle fijamente, decirle suavamente con tu mente "No voy a atacarte, no voy a atacarte"... ¡y aprovechando que está distraído le pegas una puñalada buscando que su sangre salpique sus compinches!

La preopotencia de los USA y su freakismo (aunque se abusa en exceso de las bromas referentes a Star Wars y semejantes) depararán algún momento de verdadero humor. En especial destaca el que fue el jefe de Lyn (Clooney), interpretado por Jeff Bridges. Este actor parece tener un sexto sentido para los papeles cómicos (El Gran Lebowsky), es muy espontáneo y usa su pérfil para encarnar a un particular veterano de la guerra del Vietnam que termina cayendo en el movimiento hippy y llega a convencer a algún alto mando de las opciones de los soldados del mañana, que serán capaces de buscar otros senderos para el triunfo. En este sentido, los flashback dan un toque de calidad a la obra, que en ocasiones abusa de las americanadas por todos sufridas y padecidas (explosiones, tiroteos, en fin...).

¿Azar o simples estúpidos con suerte? El caso es que algún éxito realmente milagroso convenció incluso a algún alto mando de las opciones de esta nueva brigada, pero Bridges y su equipo caerán en desgracia por las maldades de la oveja negra del escuadrón. Éste no podía ser otro que Kevin Spacey, conocido por todos por sus soberbios momentos en American Beauty, LA Confidential, Seven, Usual Suspects y tantas otras. Spacey parece no apretar el acelerador en ningún momento, pero su talento le basta para ser muy divertido (interrogatorio y juicio) y pasa sin tomarse nunca en serio la peli, pero con buena nota. De hecho, uno de los grandes atractivos del film es el duelo de intérpretes, algunos del primer nivel.

Una de las críticas más frecuentes que he podido leer (principalmente buceando en la siempre interesante Film Affinity o en revistas como Fila7), es que se lamenta que esta idea tan buena no haya caido en gente más ácida como los hermanos Coen. En cierto sentido es una buena apreciación, esta pareja podía haber dinamitado las salas con algunos de los elementos aquí construídas, hay situaciones que no llegan a prender del todo, pese a que observamos una prometedora mecha. Pero, por otro lado, es una crítica muy injusta.

Heslov y su equipo han sabido elegir el tablero, no son precisamente ajenos a la comedia (su duración es exactamente la adecuada para no estirar el chiste), parecen haber creado un buen clima de trabajo (el reparto se lo ha pasado pipa y eso se nota) y futuras labores enseñarán al director a pulirse. Los propios Coen son el ejemplo perfecto de que en ocasiones se sale de una obra maestra para chocarse, luego resurgir de sus cenizas, etc.

En cuanto a The End, como dirían los angloparlantes, lo cierto es que parece que no hemos sacado todo el jugo a la fruta, aunque ha ésta ha presentado un buen color.

PD: Una ultima apreciación de interés es que nuevamente hemos hecho alguna travesura con la traducción del título, aunque cumple a su función. En cuanto a por qué cabras, ya lo descubrirán ustedes...

Cordiales saludos

lunes, 5 de abril de 2010

INCAPAZ DE GOBERNARSE A SÍ MISMA (Parte II de II)

Si la primera temporada se había valido de las peripecias de Pullo y Voreno para explicar los grandes acontecimientos de la época tardorrepublicana, la segunda ronda de Rome va a hacer lo contrario, basándose en el contexto histórico, se nos revelan nuevas aventuras de Pullo y Voreno.
Tras el asesinato de Julio César, en la urbe tiende la más absoluta anarquía. Nos sorprende la inteligencia de sus guionistas, cuando pensamos que vamos a ver una versión más del famoso discurso de Marco Antonio, dan un giro de tuerca. Lo escuchamos a traves del "corre ve y dile" de las gentes de las tabernas. Si la primera temporada se ha centrado en los acontecimientos con mayúsculas, ahora cultivarán la intrahistoria. Al más puro estilo Scorsese, nos veremos arrastrados a la lucha callejera más vil. Si creen que exageran, lean las crónicas de los días de Publio Clodio y Milón.
Los dos antiguos legionarios de la XIII serán el verdadero motor de las aventuras de este producto televisivo. Si creíamos que la estación predecesora había roto moldes con su forma de presentar la esclavitud o la violecia de una batalla en la Galia, ahora no valen cinturones y se toman curvas.

Hablando de las mismas -con perdón-, esta segunda entrega nos traerá a la rena del Nilo, aunque quizás pilla de nuevas la caracterización de Lyndsey Marshal, una Cleopatra que por inusual, no deja de ser muy divertida. En efecto, pese a las exuberantes faraonas imaginadas por Hollywood, la versión que tenemos aquí de la hermana de Ptolomeo extrañamente inquietante, ingeniosa, extravagante y capaz de seducir a todo un Marco Antonio, aunque por motivos distintos a los que en ocasiones nos han contado.
Lástima que muchos otros aspectos fuesen omitidos. Igual que en la primera temporada, la prole de Pompeyo se reduce a un desagradable hijo (un Rick Warden que hubiera podido ser un excelente Cneo Pompeyo junior en Munda) que constituye un vacío histórico difícil de superar. Un joven que sí está maravillosamente recreado es Octavio, Mark Pirkis ya nos advertía de que aquel pariente de cara aniñada escondía muchos Césares. Ahora, Simon Woods es un Octavio muy crecidito, un joven de salud deficiente (véase su nefasta actitud en Filipos, donde Bruto y Casio alcanzarán la muerte en el final de la República), frío como el hielo, sin escrúpulos y que usará su familia con una inteligencia sin precedentes para erigirse con el poder supremo, castigar a los asesinos de su padre adoptivo y reinar sobre una ciudad tan omnipotente como caótica, a la que piensa domar con su puño de hierro. Lástima de esa escena tan controvertida con Livia y es que, en esta serie nunca puede falta cama.
Como era de esperar, Voreno terminará, ante la inminente guerra civil, luchando en el bando de Antonio (impecable James Purefoy) y Pullo ligará sus desventuras a Octavio. Tras haber -eso sí, salpicándola de sangre- dominado a las hermandades de Roma que, en efecto, no eran otra cosa que bandas armadas y bien disciplinadas para la lucha callejera, los dos hermanos de la XIII terminarán distanciándose. Pullo será incapaz de mantener a su joven y hermosa esclava, una vez más por no saber decir no a sus apetitos, mientras que Voreno está parece maldito desde haber fallado en la protección de su comandante en jefe y propiciado, indirectamente, la muerte de su amada primera mujer. Ahora, cuando los hilos del destino vuelvan a unirles, ¿será como amigos o enemigos? Y si es la segunda, ¿quién de estos dos supervivientes natos será el más fuerte?
Mientras se desarrollan tramas secundarias muy importantes. La poderosísima Servilia verá el oscurecer de sus días cuando fallezca su querido hijo Marco Junio Bruto. Polly Walker nos seguirá regalando una Atia tan inolvidable como históricamente deficiente, en un ejemplo de que una buena actriz puede salvar la peor de las papeletas. David Bamber nos sigue regalando a un grandioso Cicerón que cotiza cada su minuto. Su triste final -que solamente enturbia, como acertadamente dice siempre Raf Wallace, no haber sucedido de noche bajo su villa- es la mejor aproximación televisiva al estoicismo, en una escena que eleva a la serie a la máxima potencia. Son estos momentos de conjugación de Historia y entretenimiento los que convierten a Roma en algo único, aunque el masoquismo, la sangre y el sexo más explítico la hagan retroceder en ocasiones a marchas forzadas.
Nicholas Woodeson nos seguirá regalando a Posca, el liberto que acompañaba a César en tierras de Astérix y ahora liga su carrera a Antonio. Cuando el joven y ambicioso Herodes llegue a Roma para financiar su corona, nos encontraremos con una de las negociaciones más divertidas, especialmente por los atinados comentarios del príncipe sobre la amistad que une a los triunviros Lépido, Octavio y Antonio. Lee Boardman, también otro semita que reside en Roma -llegaron a ser un gran número- verá que la venida de este futuro tirano, le recuerda cuánto ha cambiado desde que se halla en la Ciudad Eterna. Junto con su radical hermano, tendrá que decidir una pequeña cuestión que hubiera cambiado la historia... incluso la sagrada.
Así podríamos ir desgranando montones de situaciones, tan rico es el tapiz que se nos presenta, aunque mucha de la información debe ser pasada por el escáner. El romance de Atia-Antonio, la "verdad" sobre Cesarión, la imposible relación de Agripa-Octavia... demasiadas licencias que enfurecen más por ser realizadas con toda la intención, que por ser fallos de documentación. Todo vale en este tramo, que ha hecho que los más aficionados a la Historia se tiren de los pelos, considerando por este hecho a la primera temporada como muy superior a la presente, mientras que los telespectadores que no lloran por Suetonio solamente opinan que se han divertido de lo lindo.
Como fuere, en apenas two seasons que dirían los angloparlantes, esta producción trajó algo de cultura antigua, política y filosofía (sí, en serio, no filosofía en el sentido más técnico, pero no es casual el impresionante carisma que tienen Pullo y Voreno con dos psiques tan distintas, ambos simbolizan a Roma) a la pantalla pequeña. ¿Con violencia? A raudales. ¿Con morbo? Casi tanto como el de los romanos originales. ¿Con fallos? Muchos. Pero, y ésta es la cuestión, hay está... ha provocado no pocas producciones que han querido emularla sin conseguirlo y, muchos de su equipo, nos regalan ahora los Tudor.
Incapaz de entenderse a sí misma, esta serie merece ser conocida por todos los que amen el espectáculo... y la arena.
Por último, un pequeño regalo, las mejores frases del tándem Pullo-Voreno:
"Mis antepasados lucharon con Escipión en Zama, mi padre cabalgó con Sila... y a mí me roban el caballo unos crios". - Voreno en la Galia.
"Encontraron mi águila perdida. El tesoro de Roma. Son los dos únicos supervivientes de un naufragio y se encuentran en la costa con Pompeyo El Grande. No sé que dioses les protegen pero no pienso ofenderles". - Julio César tras el re-encuentro con los dos legionarios.
"¿Cuándo fue la última vez que estuviste con una mujer que no gimiera o llorase?"- Voreno a Pullo.
"¿Tantos años sin acostare con una mujer por fidelidad? Vaya, por los dioses, tu mujer tiene que ser una buena... mujer del hogar"- Tito Pullo a Voreno.
"Cuando vayas a la líneas enemigas, dile a Lucio Voreno que sus hijas están bien y pregúntale cómo está mi hijo... es una broma, él lo entenderá"- Tito Pullo, pero no es tan broma.
"Te he visto matando gente... y créeme muchacho, tienes madera de líder"- Tito Pullo a Octavio.
"¿Tu padre? Era muy glotón, a veces le he visto comer cosas enteras. Pero es el mejor para estar en combate con él"- Voreno a Pullo.
"He estado con ese hombre en muchos peligros en el frente... y solamente hablaba de una cosa, su familia"- Pullo.
Una de las mejores amistades que se han recreado en TV.