domingo, 29 de octubre de 2017

UN LOBO NO QUINTEIRO


Cuando Santiago Segurola y Enric González coinciden en que un libro de periodismo es el mejor de año, hay que agudizar el oído. Fariña ha sido objeto de constantes re-ediciones desde su publicación. Tampoco obedece al azar ese dato. ¿De qué trata la narración de Nacho Carretero? Pues de un tema poco propicio para elevar el espíritu, aunque muy real. Sus páginas nos hablan de contrabando, alijos, narcotráfico y los señores do fume. De una realidad que dejó heridas abiertas en Galicia, si bien también dinero fácil y corrupción, con destacadas personalidades mirando a otro lado. 



Todo comenzó con las leyendas de la Costa da Morte. Un lugar propicio para las fabulaciones, arena de meiga y caprichos de los océanos, lugar para la astucia y en engaño, buscando propiciar el naufragio de buques para abastecerse de sus bienes. Una piratería a pequeña escala que se iría refinando, encontrando el monopolio de productos como el tabaco, fuente de riqueza para localidades económicamente deprimidas en Portugal y España durante los comienzos del siglo XX. El pulso de las descripciones, las fuentes consultadas y el humor socarrón a la gallega de Carretero convierten esos primeros capítulos en un rito de iniciación para comprender qué es lo que estaba por venir. 



El contrabando a pequeña escala se fue tornando en un gremio casi familiar, incluso con beatífica complicidad de vecindades y policía. En verdad, como en el arranque de una cinta de Scorsese, aquellas personas traían dinero, ayudaban y proveían de artículos que hubieran sido impensados de no ser por su actividad. En no pocas ocasiones, su habilidad para burlar fronteras y aduanas rozaba la genialidad. 



Con todo, nadie podía imaginar la transformación que estaba a punto de suceder. A Ría de Arousa fue convirtiéndose en un secreto a voces, un lugar donde, de la noche a la mañana, los millones volaban y la nueva mercancía estrella convirtió a los contrabandistas más audaces y con menos escrúpulos en señores del narco. Fariña tiene un añadido espectacular, unos mapas excelentemente descritos que explican con precisión de cirujano los cerrados círculos familiares involucrados y las rutas de entrada. Incluso los líderes del Cartel de Cali decidieron que debían recurrir a sus colegas gallegos para hacer penetrar su droga en Europa. 



Si alguna vez pensaron que Airbag (1997) o Agallas (2009) fueron hiperbólicas, cuando atiendan a la reconstrucción biográfica que Carretero realiza de figuras como Sito Miñanco, se darán cuenta de que ambos filmes se quedaron muy cortos. Más allá de la anécdota, la indagación del periodista lleva a morder en el nervio del asunto. No solamente comieron ricos mariscos y condujeron lujosamente coches horteras, aquellos señores del narco gallego pusieron capital para negocios, financiaron partidos políticos e incluso supusieron una inyección económica para clubes de fútbol.  



Un caudal de plata que justificaba las miradas a otro lado. Eso sí, las madres, como siempre, fueron quienes no olvidaron, las que vieron e reguero de zombificación que aquellos "benefactores" dejaban en la juventud de su tierra. Las Puertas del Pazo de Baión ejercieron el rol de mudo testigo de un gran acto de dignidad, de una valentía que empezó muy solitaria y fue avergonzando con su ejemplo al resto para evitar que se permitiera a unos pocos convertir sus casas en un narcosantuario.


En un marco de falta de escrúpulos, violencia y desconfianza, son verdaderos oasis esos pasajes para la lectura. También hay otro capítulo maravilloso, "Dejadnos vivir", una historia demasiado hermosa para ser falsa, el canto por una generación perdida. A veces, se abusa de esa coletilla para justificar políticas funestas y eludir responsabilidades, pero, sin duda, entre la década de los ochenta y los noventa se puso frente al paredón a una juventud inexperta, en un marco de desinformación sobre los efectos que realmente tenían las drogas. Es imposible leer esas líneas sin sentir un nudo en la garganta. 



Simplemente, la obra no nos da descanso. Tampoco se la pedimos como público, pues va haciéndose más adictiva a cada compás que ocurre. Veremos llegar las primeras operaciones contra el narco, las dificultades, esfuerzos, riegos, connivencias y juegos de poder entre unos y otros. No olvidemos, por ejemplo, la importancia que tuvo este escenario en la futura carrera publica del juez Baltasar Garzón. De Charlines a Oubiñas, pasando a una generación actual más cauta, menos ostentosa, que sabe escoger el par de golpes anuales para balancear su economía. 



Escrito a calzón quitado, Carretero parece empeñado en una misión: esto no puede olvidarse. Sucedió. Libros como Fariña nos permiten recordarlo. Además, obviamente, de saber que no se ha terminado. Apasionante e imprescindible. 



BIBLIOGRAFÍA: 



-CARRETERO, N., Fariña, Libros del K.O., Madrid, 2015. [Novena Edición]



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 










domingo, 22 de octubre de 2017

ÁNGELES ENTERRADOS EN NIEVE: BLADE RUNNER 2049


La llegada (2016) era su gran aval. Quedaba claro que Denis Villeneuve era un director con estilo y capaz de sumergirse con originalidad en los cánones del género de la ciencia ficción. Sin embargo, el siguiente reto era una roca formidable: tocar un mito, aquellas lágrimas en la lluvia que dirigió Ridley Scott con mano maestra en 1982. Blade Runner era algo más que una excelente cinta, se trataba de un clásico con legiones de fans que escudriñarían de modo severo cualquier intento de secuela de la adaptación a gran pantalla de la novela de Philip K. Dick.  



La trama nos sitúa en el año 2049, justo treinta años después de que Rick Deckard desapareciera del mapa en misteriosas circunstancias. Existían dudas acerca de si Harrison Ford vendría a hacer un cameo nostálgico o con ganas de jugar más con un personaje icónico. El resultado es satisfactorio, sin bien no tiene tanto metraje como nos gustaría, sus escenas son intensas, vinculantes para el guión y con algunos de los momentos más emocionantes en el film. Quizás su presencia debió reservarse y no aparecer en los trailers, porque habría sido una sorpresa y carta ganadora para la audiencia. 



Una atmósfera gris y de lluvia insana baña estos Ángeles irreconocibles, un futuro de cambio climático constatado, repleto de macro-ciudades donde apenas hay gente. Ryan Gosling da vida a K, el simple nombre que recibe un eficaz Blade Runner, quien, al igual que en la anterior entrega, se va a topar con un caso que irá complicándose. Eso sí, Michael Green y Hampton Fancher hacen algo más que una repetición de estructura en la historia, si de algo no se puede acusar a Blade Runner 2049 es de no renunciar a aportar algo al universo, no contentarse con una contemplación beatífica de días mejores para el séptimo arte.  


La papeleta no resultaba nada fácil para Gosling. Sin embargo, es un actor que cada vez está escogiendo mejor sus papeles (por ejemplo, La La Land (2016); cierto que tiene un rictus que a veces es inexpresivo, pero en no pocas ocasiones termina empleando esa característica como ventaja. Su protagonista será una tentación para las exageraciones y los gestos hiperbólicos, por ello es tan interesante la contención si está bien llevada, dejando para el recuerdo algunos planos realmente desoladores. 



Y es que en medio de una epopeya de ciencia ficción con empaque, salpicada de noire, tenemos asimismo una historia de amor atípica y hermosa, basada en la tecnología (sorprendente Ana de Armas) que ya dio tanto rédito en Her (2013). Los guiños y referencias a este film son constantes en este universo, incluyendo una escena clave para entender la evolución del personaje. Un tipo de servicio amoroso que, por cierto, ya intuyó de manera preclara la magnífica serie Futurama. Pero no nos desviemos de la cuestión. 



Todos los detalles están cuidados, incluyendo una fotografía espectacular y una banda sonora precisa, elegante y que no quiere estorbar nunca, siempre puesta al servicio del drama que se está viviendo. El casting incluye aciertos tan notables como Robin Wright, actriz capaz de dotar de fortaleza a todo lo que se le presente. Sin alguien de su calibre, la superior de K podría terminar siendo un hecho transitorio, gracia a ella adquiere relieve. Vaya lo mismo para Sylvia Hoeks.  


En tan buen envoltorio, el tercer acto se antoja fundamental. En un mundo donde las corporaciones han logrado ser el nuevo demiurgo (que vendría a ser el personaje de Jared Leto) sería fácil caer en clichés, si bien Blade Runner 2049 se complica la vida a sí misma, con la audacia de pretender tener voz propia y no vivir de su brillante hermana mayor. Pistas traicioneras y una trama densa (163 minutos de metraje para fijar la atención en cada detalle) para, igual que sucedía en La llegada, buscar fórmulas atípicas para la resolución del conflicto. 



Un trasfondo bíblico de ángeles y demonios caídos, de complejos mesiánicos y búsqueda desesperada por milagros divinos. Villeneuve y su equipo lanzan una apuesta muy importante en el casino de Las Vegas, un asalto a la banca con la locura (y genialidad) que caracteriza las misiones audaces. Recibió un tesoro con el material original, aquí se pretende expandir ese universo, enriquecer lo que parecía que no podía ser mejorado. 



Habrá quienes salga totalmente convencidos. Otras personas tendrán legítimas dudas. De cualquier modo, apartando nostalgias, proyectos como este o Mad Max Fury Road (2015) demuestran que hay vida más allá del remake prefabricado o la secuela industrial. Se siguen enterrando tesoros en la nieve.  



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.slashfilm.com/blade-runner-2049-trailer-breakdown/2/



-http://collider.com/blade-runner-2049-new-images-roger-deakins/



-https://www.espinof.com/criticas/blade-runner-2049-te-atrapa-pero-no-llega-al-nivel-de-la-original-critica-sin-spoilers

domingo, 15 de octubre de 2017

SUERTE DE UN LETRADO (BETTER CALL SAUL, PRIMERA TEMPORADA)



Eran aguas peligrosas. Breaking Bad había dejado algo digno de recordarse, casi legendario. Por ello, la noticia de que Vince Gilligan y Peter Gould iban a poner la maquinaria a funcionar de nuevo para un spin off sonaba a arma de doble filo. Sí, Saul Goodman (Bob Odenkirk) fue uno de los secundarios más queridos del show, un personaje de quiebre en Alburquerque plagado de carisma. Sin embargo, ¿funcionarían sus desventuras en solitario? ¿No serían los espectros de míster White y Jesse demasiado poderosos? 



La aventura comenzó en 2015. Desde su primera escena en sórdidos casos de poca monta, entendemos que Odenkirk no ha perdido ni un ápice de pulso al protagonista. Eso sí, el riesgo era evidente. Un tremendo actor y un personaje goloso que, además, se gana la vida hablando, usando un piquito de oro para vender neveras en el Polo Norte. ¿Cómo evitar que aquello se tornase en un hábil monólogo? ¿Cuáles eran los mecanismos para que el letrado más en el filo de la ley pudiera salir ileso de semejantes cruces? 



La primera apuesta era clara. Better Call Saul comenzaría seis años antes de los acontecimientos de la serie madre. De inmediato, nos sorprende descubrir que el verdadero nombre de Saul era Jimmy McGill, un pobre y talentoso diablo que se labra el porvenir de busca-vidas. Resultaría muy sencillo imaginarle como un potencial recluta del hábil plan que Paul Newman y Robert Redford trazan en El golpe (1973). Algunos de los inicios de los diez episodios de esta primera temporada harán homenajes a ese instinto de supervivencia, la famosa picaresca que tantos ratos dio a la literatura hispano-italiana. 


Así, el staff de guionistas del show no se permite caer en la tentación de colocar todos sus cimientos en el indudable carisma de Odenkirk. No, paulatinamente las tramas se van enriqueciendo con secundarios que sean capaces de resultar tan interesante como el leguleyo, beneficiándose todo el conjunto del programa. Hay algunos guiños de altura, como las apariciones de Tuco Salamanca (Raymond Cruz). Forzado el encuentro en un inicio, el carisma y la violencia del brutal capo derivarán en consecuencias muy importantes para unir dos destinos: el de Jimmy con Mike. 



Como todas las personas fieles a Breaking Bad saben, Mike no puede ser otro que Jonathan Banks, fenomenal intérprete que ha encontrado en este complejo personaje un filón incalculable. Gilligan parece tener una debilidad especial por él, regalando al antiguo policía de Filadelfia un capítulo para él solo: "Five-O", el sexto episodio de esta entrega. Sinceramente, si se hubiera rodado en blanco y negro hace unas décadas, sospecho que hoy esa trama sería considerada una de las joyas del noire. Un agente retirado en extrañas circunstancias vive con su nuera y nieta, sabemos que el padre murió en un asunto turbio de drogas. Cuando el pasado vuelve a sacudirles, nos encontramos ante una historia absorbente y para permanecer con los ojos pegados ante el televisor. 



Mientras avanzan esas vidas paralelas destinadas a cruzarse, observamos cuál fue el entorno familiar de Jimmy antes de convertirse en el logo más reconocible de las carreteras del valle. Michael McKean caracteriza a Chuck McGill, irónicamente el verdadero lince en derecho del clan familiar, un abogado que logró crear casi de la nada un afamado bufete. No obstante, Chuck tiene varios problemas de salud que, a medida que avance la serie, irán mostrando distintas aristas, así como una relación de mutua dependencia entre ambos hermanos. 


Una señal del cuidado argumento es que nunca hay personajes gratuitos. El cameo de Tuco sirve para abrirle la puerta a Nacho (Michael Mando), un lugarteniente con ideas propias que aspira a más dentro de los ilegales negocios de su superior. De igual forma, el bufete de Chuck abre las puertas al que será el gran interés romántico de Jimmy: Kim Wexler. Una presencia extraña en este universo de carteles y gente en la frontera de la legalidad, aunque el gran talento de Rhea Seehorn logra solventar de manera excepcional la papeleta. 



Su química con Odenkirk es visible desde el primer momento, además de ser una pareja atípica, un romance más adulto del que mandan los cánones del género. Kim y Jimmy viven en mundos estresantes, aunque por motivos diferentes, encontrando un oasis de respiro en sus respectivas vidas en la compañía del otro. Lejos de caer en los clichés de cenas bajo las velas, muchas veces veremos escenas tan íntimas y cotidianas como compartir un rato juntos en el sofá ante una peli clásica o, sorprendente pero efectivo, ver que incluso la abogada participa con audacia y talento en algunos de los trucos de "Slipping" Jimmy, mostrándose como la mejor compañera posible para él, si bien no siempre será fácil. 



Otra delicia es Marco (Mel Rodríguez); un antiguo socio de fechorías del protagonista, dotado de una tremenda humanidad y a quien debemos uno de los momentos más emotivos de Better Call Saul. En resumen, desde el punto de partida de un listón muy alto, el show logra arrancar como una precuela repleta de dignidad y fuerza, capaz de respetar el legado original con excelentes añadidos. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.nybooks.com/daily/2016/04/22/better-call-saul-season-two-ballad-slippin-jimmy/



-http://www.ibtimes.com/better-call-saul-season-1-spoilers-what-will-happen-mike-episode-6-five-o-synopsis-1834288



-http://www.newsweek.com/better-call-saul-season-finale-amc-breaking-bad-jimmy-mcgill-bob-odenkirk-kim-440569

domingo, 8 de octubre de 2017

LA MÁQUINA DE LA FELICIDAD



Sigue siendo un apellido con connotaciones mágicas para la franquicia arácnida. Romita y Peter Parker entrelazaron sus caminos hace décadas, probablemente sin que el bueno de Spiderman supiera que le acababa de tocar la lotería. Corrían tiempos duros para la lírica, One more day apretó las clavijas de legiones de fans, mientras que los siguientes intentos de explicar el Mefistazo solamente constataban que el lanzarredes se iba desconectando de toda una generación, harta de reseteos y nostalgias mal entendidas, abanderando el estandarte de que el héroe nunca podría abandonar las mallas de eterno adolescente preocupado por la quebradiza salud de su anciana tía May. 



Cuando todo falla con el amistoso vecino, recurren a él. El 2008 estaba finalizando y llamaron al séptimo de caballería. Dan Slott tenía material para recuperar viejas sensaciones, Nuevas formas de morir, un arco que llevaría a Spidey a vérselas con los Thunderbolts de Norman Osborn, los cuales contarían con todas las bienaventuranzas de los poderes públicos para dar caza indiscriminada a la araña. Pero la jugada habría quedado incompleta sin él de siempre. Gracias al lápiz de John Romita Junior incluso el clímax de aquel despropósito que fue la segunda saga del clon pareció tener algún sentido y épica. 



¿Qué pensaba el dibujante estrella de aquel periplo tan extravagante, incluyendo la "feliz" decisión de mandar el romance de Mary Jane y Peter al Limbo? Con discreción lo ha evitado en entrevistas, volcándose en lo que mejor sabe hacer: brindar una narración pulcra, escenas de acción trepidantes y gran manejo de los rostros de los integrantes más importantes del círculo de Peter. 



Slott consigue que nos olvidemos de la resurrección de Harry y los mil desaguisados que jalonan este rincón del universo Marvel, metiéndonos en una persecución trepidante con muchos guiños a lo que supusieron los Seis Siniestros de Stan Lee y Steve Ditko. Incluso se permite un hermoso guiño a un recuerdo que Norman Osborn tiene en la retina de cómo su Némesis siempre logra convertir en ventaja que le ataquen grupos numerosos de adversarios, echando la vista atrás a su efímera alianza con los Forzadores. 



Sin embargo, Norman es listo y sabe adoptar tácticas innovadora para sorprender a tan escurridiza presa. Romita Junior lo define de manera magistral cuando afirma que los guionistas hacen el pan y él tiene libertad de extender la mantequilla del cuchillo como estime conveniente para la deliciosa tostada. Esa libertad para coreografiar nos brinda duelos como el mantenido contra Bullseye, estampa de tiempos pasados que intuimos mejores. Aunque conviene que nos detengamos aquí. 



¿Acaso Nuevas formas de morir es otra manifestación de aquello sobre lo que satirizaba South Park en su temporada veinte? Allí, muchos se veían afectados por unas añejas uvas pasas que hacían dormirse en los laureles a sus consumidores, recordando sin mucha profundidad pelis antiguas que les gustaban. Pero no desarrollan, solamente quieren recordatorios simples de aquello que les agradaba en la infancia, aterrados ante lo nuevo o analizar aquello de antaño. ¿Sobrevive esta saga, Anti-Venom mediante, a ese escrutinio?


Sinceramente, creo que sí. Eddie Brock encaja en la trama (brillante prefacio de Mark Waid y Andi Granov mediante) de manera fluida, además de encontrar acomodo a May en un nuevo e interesante marco, el cual permite profundizar en una organización sin ánimo de lucro para las personas sin techo. Las tintas de Klaus Janson son las idóneas para dar ese toque de noire que tan bien viene a esa aventura contrarreloj. 



Incluso creo que el no tomarse demasiado en serio a sí mismo ayuda al experimento. La profundización en Lil incluso nos hace pensar que hay vida más allá del carisma de Mary Jane, así como Mac Gargan en una faceta que lo eleva en la cota de peligros a los que debe hacer frente Spidey. Osborn, por más que fastidien sus regresos de la tumba, es un villano muy digno de la era Trump, un magnate con recursos para convertir el agua en vino mientras se gana a la opinión pública. La sensación de amenaza es real y sin renunciar a la comicidad inherente de Peter, incluso en las condiciones más adversas. 



Como buen hijo, Romita Junior honra a sus progenitores, mientras también lanza guiños a Ditko, Gil Kane y otros colosos del lápiz de Spiderman. En definitiva, Nuevas formas de morir se eleva como un digno islote en una época donde no florecía la empatía con uno de los iconos de la Casa de las Ideas. La pregunta aterradora es, ¿nos habría gustado tanto sin él como dibujante? Interesante cuestión. Por suerte, no tendremos que responderla en esta ocasión. Estaba ahí el de siempre en la hora más baja, la máquina de la felicidad para todos los fieles del amistoso vecino. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://comicvine.gamespot.com/the-amazing-spider-man-568-new-ways-to-die-part-on/4000-136022/



-https://comicvine.gamespot.com/the-amazing-spider-man-571-new-ways-to-die-part-fo/4000-138255/



-https://comicvine.gamespot.com/the-amazing-spider-man-571-new-ways-to-die-part-fo/4000-138255/

domingo, 1 de octubre de 2017

LA GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS



Se fueron jóvenes y entusiastas. Muchos de ellos volvieron a su hogar en fríos ataúdes de zinc sellados, en medio de controversia y muchos silencios. A lo largo de una década, entre 1979 y 1989, un millón de tropas soviéticas combatieron una guerra en Afganistán, conflicto plagado de sinsentidos, verdades ocultas entre las montañas cuyo eco no interesaba publicitar a los gobiernos de turno. Svetlana Alexiévich (1948, Bielorrusia), es una de esas autoras que analiza los grandes eventos de su tiempo (Chernóbil, Stalingrado, etc.) mirando en los pequeños detalles, dando voz a quienes suelen permanecer enmudecidos.  



Premio Nobel de Literatura en 2015, la escritora disparó aquí al corazón de una generación perdida. Jóvenes reclutas, enfermeras, cirujanos, sargentos, madres, padres, viudas, amantes, etc. Todos ellos se vieron golpeados por un terremoto que nunca olvidarían. Cuando hablaron con ella en entrevistas, Alexiévich se vio con un material de primer orden. La enésima demostración de la habilidad del poder para pintar como seductora la guerra. De sus transcripciones surgía un relato donde no había héroes y villanos, soviéticos y afganos compartían la perdición del caos. 



La Gran Guerra Patria dejó maltrecha a toda una sociedad. En sus páginas observamos que hay colores grisáceos en los dominios de Ares, con todos buscando sobrevivir. Quienes pudieron regresar por su propio pie, no pudieron volver a sentirse cómodos en ningún lugar, tampoco en sus círculos más íntimos. No acertaban a expresar qué había ocurrido. Tal vez se alistaron motivados por algún pariente cercano, enamorados de ideales y con el deseo incipiente de hacer algo para cambiar el mundo. Esperaban minas, emboscadas, asesinatos de civiles, etc. 


A diferencia de antaño, Alexiévich es una de las periodistas que mejor nos han recordado que sí, por supuesto, que la guerra tiene rostro de mujer. Algunos de los testimonios más impactantes de los que se nutre esta obra coral son las declaraciones de las madres, tanto de las que recibieron el frío ataúd como las que casi se toparon con unos ojos extraños al volver a ver a sus hijos. En la lúcida reflexión del dolor, muchas de ellas se vieron reflejadas en las progenitoras de Kabul. Sentían que su progenie había caída abatida a tiros por gente que nunca los conoció. 



Los muchachos de zinc habla también de otro tema tabú: la adicción por matar. Algo oscurecido en la naturaleza humana, pero un motor del que se han nutrido las naciones desde el principio de los tiempos. Fusileros, sargentos y demás soldados que admiten haberse asustado de sí mismos al reconocerse en el goce de la supervivencia. Cuando solamente tu muerte importa y has traspasado cualquier frontera. 



Apenas dos muestras de porqué es una obra que se debe leer pero nunca resulta cómoda. Determinadas entrevistas asfixian, otras cartas resultan angustiosas... Afirmaba Chéjov que en su tierra siempre hubo abundancia de jueces y verdugos, pretendiendo que las personas que se lanzasen a la literatura huyesen de dichas profesiones cuando plasmasen en el papel sus pensamientos. Naturalmente, muchos apellidos fueron modificados y hallamos el problema de la subjetividad en la creación de la narración histórica cuando se recogen declaraciones de primera mano. 


Si les fuera posible, busquen alguna edición de Los muchachos de zinc que incluya los anexos de la polémica que existió alrededor de su autora con diferentes instituciones. Se la colocó en el disparadero en años muy delicados, justo en época de Gorbachov. Hubo asociaciones de derechos humanos que la defendieron, aunque no eran pocos los vientos poderosos que levantaba este testamento de la guerra contra los dushmán



Estremecedores y más grises fueron sus discusiones judiciales con las víctimas. Familiares que se vieron avergonzados por lo que dijeron en un momento de flaqueza contra sus finados, quedando con la sensación de que una gran escritora había sacado a luz el interior de su intimidad, mientras el gobierno los cuestionaba como traidores a la patria. Un enfrentamiento muy duro y donde también hubo polémicas con los dobles sentidos de algunas frases. Igual que les ocurrió a los veteranos de los horrores de Vietnam en Estados Unidos, sus colegas de profesión soviéticos volvieron asimismo con la sensación de legiones malditas, incómodas para la opinión pública y los poderes que antaño les empujaron hacia una causa gloriosa en tierras extranjeras. 



Se cierran sus páginas de manera agria. 



EDICIÓN MANEJADA: 



-ALEXIÉVICH, S., Los muchachos de zinc: Voces soviéticas de la guerra de Afganistán, Debolsillo, Barcelona, 2017. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://www.casadellibro.com/libro-los-muchachos-de-zinc/9788466339674/5320295



-http://www.universocentro.com/NUMERO77/Zinc.aspx



-https://www.megustaleer.com/libro/los-muchachos-de-zinc/ES0141266