domingo, 31 de marzo de 2019

LA ARTISTA AMBULANTE, EL FORZUDO Y EL LOCO



El circo como metáfora. Así se plantea Mario Gas, uno de los mejores directores teatrales de la actualidad, la versión de un clásico imperecedero del cine italiano: La Strada. Firmada por Fellini décadas atrás, las desventuras de tres artistas ambulantes (Gelsomina, Zampanó y el Loco) se entrecruzan de forma trágica en una dura lucha por la supervivencia y apenas unas gotitas de felicidad entre tanta miseria. 



No es tarea fácil trasladar el lenguaje cinematográfico al tablado del escenario, aunque aquí Gas lo logra con su equipo técnico, sobresaliendo la escenografía planteada por Juan Sanz y Rocío de Labra, capaces de transmitirnos el duro camino nómada y el ansía de libertad de estos tres personajes, atraídos por la carpa y el actuar cada noche ante un público distinto para lograr la salvación. Un simple carromato en una carretera a ninguna parte así lo demuestra. 



El reto para los intérpretes es todavía más abrumador. La inolvidable Giulietta Masina (una de las sonrisas más bonitas y melancólicas que ha dejado el séptimo arte) dio vida por primera vez a Gelsomina, una chica comprada y dejada de la mano de su familia, obligada a salir adelante en un marco de hostilidad y falta de afecto. Verónica Echegui acepta el guante lanzado y toma el pequeño tambor con el que la muchacha va anunciando al forzudo Zampanó por todas las localidades, mendigando unas liras por el espectáculo. 


Alfonso Lara encarna al acompañante de la chica, alguien que vive de las proezas físicas y la generosidad de los transeúntes para poder llevarse algo de pan a la boca. Si Echegui tenía la odisea de recoger el testigo de Masina, Lara no puede envidiarle en suerte, puesto que el primer Zampanó fue nada menos que Anthony Quinn, uno de los grandes camaleones que en Hollywood se han visto. Rudo e incapaz de expresar sus sentimientos, la brutalidad del personaje causa el perfecto contraste con su pareja. 



Por último, y no por ello menos importante, queda la tercera pieza del rompecabezas: el Loco. Decían que los lunáticos debían su nombre a los efectos que la Luna les producía cada noche, aunque quizás este bufón de la carpa (aquí le da vida Alberto Iglesias, siguiendo el legado de Richard Basehart) simplemente ha buscado en el humor absurdo y la demencia su única vía de escape ante tanto sinsentido. 



Gerard Vázquez es el encargado de versionar el texto original, aquel que firmasen Tullio Pinelli, Ennio Flaiano y el propio Fellini. Un triunvirato que se empeñó en utilizar la estética circense para mostrar de forma elocuente una tragedia; Vázquez elimina las tramas secundarias y otros pintorescos personajes del film original para centrarse en el trío protagonista. 


Gas aplica con maestría todos los recursos que bien conoce para sacar el máximo rendimiento del tablado. Coloca pantallas en la parte superior que le hacen las veces de ejercicios de síntesis para comprender mejor la evolución de estas personalidades atormentadas que, pese a todo, siguen avanzando en su caminar de picaresca y viaje a ninguna parte como cómicos de la legua. 



Si bien filmada en 1954, queda la sensación de que la esencia de lo que quiso contar Fellini no ha cumplido fecha de caducidad, algo que suele ocurrir con los clásicos. Conforme se va entrando al teatro en búsqueda de las butacas, minutos antes de iniciarse la representación, encontraremos a Zampanó, el Loco y Gelsomina invitando al respetable a encontrarlas, marcando con sus linternas y animando a olvidarnos por unos minutos de la esclavitud del teléfono móvil. 



A todo esto, strada significa carretera en la lengua italiana. Y no deja de tener mucho sentido que sea ese el título. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 



- Portada del programa La Strada, función del día 29 de marzo de 2019, celebrada en el Gran Teatro de Córdoba. 



- Escenario Gran Teatro de Córdoba, función de La Strada, representación del día 29 de marzo de 2019 [Fotografía realizada por el autor del blog]. 



- Escenario Gran Teatro de Córdoba, función de La Strada, representación del día 29 de marzo de 2019 [Fotografía realizada por el autor del blog]. 

domingo, 24 de marzo de 2019

A ESTE LADO DEL GALLINERO


Tener pasión por algo no es garantía de éxito. Sin embargo, convendremos en que elegir una profesión hacia la que sentimos vocación es una buena forma de ahuyentar el fracaso. Hace décadas  que José Luis Garci escogió la carrera cinematográfica en lugar el mundo de la banca que le podía dar eso que se llama seguridad económica. A juzgar por los resultados, perdió estabilidad financiera, pero ganó en emotividad. La primera persona española en ganar un Oscar de la Academia de Hollywood siempre ha sentido una fascinación innegable por el celuloide. 



A este lado del gallinero es un trabajo nostálgico y con una buena dosis de melancolía. A estas alturas, el cineasta siente el paso de una generación, la suya, añorando la época en que los cines de barrio podían inundar los alrededores de la Gran Vía. Lo que hace interesante el caso es el estilo de su prosa, de aparente sencillez y plagada de referencias a la cultura pop, una forma de evocar que le valió en su día los elogios del mismísimo Francisco Umbral. 



Quienes conozcan al autor por su filmografía o programas como ¡Qué grande es el cine! sabrán más o menos algunas de las consideraciones que este enamorado del séptimo arte tiene sobre Hitchcock, Kim Novak o Billy Wilder. No obstante, este trabajo incluye asimismo referencias más actuales como sus reflexiones sobre las emociones que le suscitó ver la magistral primera hora de Twin Peaks, siendo ya, de forma precoz, consciente de que el director de Terciopelo azul iba a ser una de las grandes referencias culturales durante años.


Los capítulos de esta obra (algunos recopilaciones revisadas de antiguos trabajos) pueden leerse de forma independiente entre sí, como si cada uno fuese una postal aparte de los paraísos de la infancia perdida. Particularmente inspirada es la parte de Marilyn Monroe, una actriz a la que ya dedicó uno de sus primeros trabajos, un emotivo documental. Son tan interesantes las reflexiones sobre su trayectoria y filmografía como el papel que esa mujer tuvo en la educación sentimental de toda una generación.



"¿Y por qué no iba a querer tener una novia como Marilyn?" se preguntó un compañero de escuela del director, abriéndole los ojos a muchas cosas. Tal vez a que quizás aquella figura no representaba ese pecado y las llamas del infierno de la que hablaba la moral de la época, simplemente escenificaba una libertad e ingenuidad nunca antes vistas en Hollywood. Algunas de sus páginas más inspiradas vienen de ahí. Por ejemplo, hablando del erotismo de una cinta que levantó ampollas en la reserva espiritual de Occidente como Picnic (1955), protagonizada por la explosiva pareja formada por William Holden y Kim Novak.



A este lado del gallinero es también una historia de ciudades. Por supuesto, la omnipresente New York (donde rodó parte de su film El crack) tendrá varios pasajes, aunque es algo ya bastante conocido porque Garci le ha dedicado muchas horas. Quizás en esta edición destaque más su paseo por California y la irrealidad de Los Ángeles, una especie de tierra prometida que deja una sensación extraña a sus visitantes.


Amante de las listas y en constante revisión del banco de datos de su memoria, hay curiosidades como la revisión que el autor hace de todas las nominaciones que tuvo una formidable actriz, Deborah Kerr, sin lograr la estatuilla hasta mucho tiempo después en el reconocimiento honorífico a su trayectoria. Garci repasa sus trabajos y las colegas con las que se midió a la hora de sentarse en ese tenso momento hasta que se abre el sobre con un único nombre. 



Sacando su cariño por películas como Duelo al Sol, a las que acudían de forma expectante, incluso burlando la vigilancia del personal encargado de velar por el número de rombos que tuviera el asunto,;se trata de una lectura ligera y ágil que no descubre la pólvora pero logra sacar una sonrisa. Un libro que, en no pocas ocasiones, evoca al pasado de una forma demasiado edulcorada, haciéndolo mejor de lo que fue. Pecado venial que puede perdonarse con facilidad.   



Una obra grata para las personas amantes del séptimo arte.



BIBLIOGRAFÍA:



- GARCI, J. L., A este lado del gallinero, Reino de Cordelia, Madrid, 2018.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.reinodecordelia.es/producto/a-este-lado-del-gallinero/



https://loeildelaphotographie.com/fr/london-gentlemen-prefer-blondes-starring-marilyn-monroe-par-milton-h-greene-douglas-kirkland/



https://www.bfi.org.uk/news-opinion/news-bfi/lists/deborah-kerr-10-essential-films

domingo, 17 de marzo de 2019

¿QUIÉN ES EL SEÑOR SCHMITT?


Conócete a ti mismo. Así rezaba el gran lema del oráculo de Delfos, al que miles de personas viajaban en la Antigüedad buscando que les adivinase el porvenir. Frase fácil de pronunciar y complicada de llevar a cabo. Entender cómo somos es un ejercicio de objetividad que cuesta, más que nada por aquello de ser jueces y partes interesadas del asunto. Sébastien Thiéry, heterodoxo y provocador autor teatral, se preguntó sobre ello en ¿Quién es el señor Schmitt?



No parece nada casual que un actor como Sergio Peris-Mencheta se haya animado a la compleja tarea de adaptar y llevar al tablado la idea de Thiéry. Habiendo sido él mismo Marco Antonio en el Festival de Mérida o un peculiar Rodrigo Díaz de Vivar en El Ministerio del Tiempo, Mencheta habrá tenido muchas veces a sensación de los protagonistas acerca de vivir existencias que no son las suyas. La apacible rutina del matrimonio Carnero se ve alterada con una simple llamada telefónica que pone en tela de juicio todo lo que creían saber. 



Marido y mujer son dos intérpretes de primera fila en el panorama nacional. Nada menos que Javier Gutiérrez, quien se halla en un estado de forma muy dulce tras sus últimos papeles, Cristina Castaño, actriz con un don natural para la comedia (baste recordarla en La que se avecina). Ambos tienen química y se siguen maravillosamente el juego para lograr diálogos chispeantes y reacciones ante el hiperbólico absurdo en que va degenerando todo. 


Ese original arranque genera unas expectativas francamente altas en el público, quedando la audiencia con el interrogante de cómo se resolverá el embrollo de la crisis de identidad y si la representación podrá mantener el ritmo de gags que se van sucediendo con solvencia en un escenario tan limitado como el salón de los Carnero/Schmitt/vaya usted a saber su apellido real. 



Curt Allen Wilmer exhibe dominio de la escenografía para que ese hogareño lugar en algún punto de Andorra vaya amoldándose a las dudas de los protagonistas, quienes, al igual que Hamlet, se van a ver abocados a considerar que no hay certezas que les salven. Para aliviar el peso que recae sobre sus hombros durante más de hora y media, cuentan con el apoyo de Quique Fernández (quien hace papel doble), Xabier Murua (el portero del edificio) y Armando Buika (cuyo rol no es conveniente revelar en esta reseña por evitar el spoiler). 



Las vicisitudes por las que pasen y el talento para la comedia del elenco ya garantizarían una agradable velada. Gente como Castaño o Gutiérrez necesitan apenas un leve gesto para conseguir la complicidad, quedando la carcajada casi asegurada. No obstante, a medida que se tira de la madeja se aprecia una complejidad más dramática de lo que dictaba la primera media hora. 


Quizás aquí radique la grandeza y parte más polémica del libreto. De la ligera comedia de enredo que comienza siendo, busca una reflexión más aguda de lo que cabría esperarse acerca de la identidad. Siguiendo las pautas de maestros como Lovecraft u Oscar Wilder, los personajes se van sumiendo en una crisis de auto-percepción que deja momentos de intenso dramatismo. En sí, bien ejecutados, aunque, personalmente, no percibo el eclecticismo que me lleve a conectarlo con el planteamiento del inicio. 



Incluso podríamos pensar que tenemos dos obras en una, independientes respectivamente. Individualmente, cada una de ellas funciona con la fiabilidad de un reloj suizo. Pero comparando las notas que afloran en ambas podemos incluso albergar la sensación de argumento que no es del todo honesto con el auditorio. 



Se disfruta mucho, gracias a su elenco y dirección. Probablemente, no terminemos sabiendo quién era el señor Schmitt, lo cual no impide que hallamos disfrutado del viaje. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 



- Portada programa de la obra teatral ¿Quién es el señor Schmitt?, función del día 16 de marzo de 2019. Gran Teatro de Córdoba. 



- Escenario antes de la obra teatral ¿Quién es el señor Schmitt?, función del día 16 de marzo de 2019. Gran Teatro de Córdoba. 



- Escenario después de la obra teatral ¿Quién es el señor Schmitt?, función del día 16 de marzo de 2019. Gran Teatro de Córdoba. 


domingo, 10 de marzo de 2019

LA MUJER CRUCIFICADA


Hay películas públicas y otras que son íntimas. Sin duda, la filmografía de Kenji Mizoguchi se encuentra dentro de la segunda categoría. El maestro nipón es un artista en la ciencia de colocar la cámara de forma que su audiencia se sienta una intrusa en casas ajenas, logrando transmitir la sensación de que nos colamos en la privacidad de sus personajes. Pocos ejemplos son más representativos que La mujer crucificada (1954), una obra que ahonda en la relación entre una madre (Hatsuko) y su hija (Yukiko). 



Un vínculo que es muy intenso y nunca es fácil. Más cuando la progenitora es la reconocida dueña de una casa de geishas en la ciudad de Kioto. Hace tiempo que Yukiko dejó el hogar materno, pero retorna en condiciones muy particulares tras haber protagonizado una intentona de suicidio. Yoshiko Kuga da vida a una joven con más cicatrices de las que debería por su edad, en una de las mejores interpretaciones de su carrera.   



Nada tiene que envidiarle la actuación de Kinuto Tanaka, realmente espléndida como la madura dueña de la casa, una mujer plagada de contradicciones. El inteligente guión firmado por Masashige Narusawa y Yoshikata Yoda nos la presenta como una personalidad compleja. La veremos tener muchas aristas, alterando protección por las muchachas y una feroz crueldad, una extraña mezcla de emociones. 


La nueva convivencia pronto irá encontrando obstáculos. Y es que la regente de la casa de geishas está en relaciones con un joven doctor con aspiraciones de lograr viajar a la capital, Tokio, beneficiándose de la generosa ayuda que le brinda Hatsuko. Tomoemon Otani ejerce el rol del médico, un personaje que irá evolucionando a lo largo de la trama y, de forma más sutil, también sabe aprovecharse y explotar a las mujeres del establecimiento. 



Mizoguchi logra explicar de forma sencilla las distintas ataduras que obligan a estas geishas a seguir en ese oficio. La propia ciudad parece oprimir para ellas, no dejando ninguna otra posible salida. Es de sumo interés comparar esta pieza con La calle de la vergüenza (1956), donde este mismo cineasta volvió a poner sus miras en esta realidad social incómoda ante la que se solía mirar hacia otro lado. 



Por su forma de presentar a los clientes masculinos del local, de igual forma son factibles los paralelismos con El sabor del sake (1962), dirigida por Ozu. El licor como refugio de un sector social importante y su común aceptación, llevando a esos trabajadores de empresa a entregarse a ese foco de fácil olvido tras cada sorbo a la copa. 


Pese a hallarnos ante una película de atmósfera recogida, su director no abusa del empleo de los primeros planos, sin que ello vaya en menoscabo de lograr que nos vayamos implicando paulatinamente en el día a día de estas peculiares inquilinas. Elementos como los tacones, la pintura o la vestimenta que les exige su desempeño son empleadas con habilidad para transmitir la condena con la que cargan bajo sus hombros. 



Como cierto joven Corleone, a medida que su existencia avanza, la hija va comprendiendo que todos los pasos que ha dado, incluso involuntariamente, la abocan a recoger la herencia materna. Para salir de esa senda deberá provocar una ruptura que se refleja en un tenso triángulo amoroso, una mezcla de sonara de invierno y la estival donde incluso unas inofensivas tijeras pueden convertirse en un factor de peligro. 



Hecha con una aparente (pero muy complicada de lograr) sencillez y una reflexión aguda sobre la sororidad como único escudo en un ambiente de discriminación. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://cgai.xunta.gal/es/filmes/la-mujer-crucificada



http://voxultra.blogspot.com/2015/01/la-mujer-crucificada-uwasa-no-onna-1954.html



https://www.vertigocine.com/proyecciones/2017/7/27/la-mujer-crucificada

domingo, 3 de marzo de 2019

VERGÜENZA PROPIA (PARTE I DE II)


En ocasiones, la fórmula es muy sencilla. Sumarle talento al talento no garantiza el éxito, pero desde luego aleja mucho al espectro del fracaso. Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero querían hacer una serie que devolviese un género que casi parecía en peligro de extinción en la llamada "era de las series" donde hay dragones, vikingos y recreaciones de época en cada escena: la comedia situación. En ese panorama, las desventuras de una pareja española podrían parecer lo menos interesante del mundo en el amplio abanico de oferta televisiva.



No obstante, el tema de una obra de ficción rara vez es malo. Todo depende del enfoque, el punto de mira con el que se haga. Los guiones del programa pretendían reflejar los sinsabores cotidianos de un matrimonio de mediana edad, especialmente en tono agridulce. El tremendo acierto de casting fue conseguir a Malena Alterio (dotadísima para el género y el medio como demostró en Aquí no hay quien viva) y Javier Gutiérrez (intérprete de gran versatilidad).



La química entre los dos es impresionante y natural desde el minuto uno. El esfuerzo de cada integrante del dueto beneficia siempre al otro, dándoles toda su presencia en pantalla a Jesús y Nuria, unas personas tan normales en su andar diario como cualquiera de nosotros. Y por ello también con sus rarezas, manías y penurias como toda persona hija de vecino. Además, en este caso, tienen el heterodoxo don de ponerse expuestos a situaciones comprometidas.

Suele emplearse el término vergüenza ajena cuando alguien de alrededor genera una sensación incómoda de la que no somos responsables, pero con la que empatizamos e incomoda. En el caso de este show, la percepción es incluso suprior, puesto que casi sentimos los pequeños reveses de los protagonistas como sufridos en carne propia. Sobre todo por su capacidad para ilusionarse en repetidas veces, únicamente para recibir el siguiente golpe. 



Asimismo se hallan tremendamente bien rodeados. Destacan veteranos de lujo como Miguel Rellán y Lola Casamayor, quienes hacen las veces de los progenitores de Nuria, combinando este hecho con no tener especiales simpatías a su yerno. En su descargo, Jesús se irá postulando en estos primeros episodios como un pretencioso aspirante de artista, no complacido del todo con su actual puesto de fotógrafo de bodas, bautizos y comuniones. En no pocas ocasiones, casi pareciera que se busca las situaciones embarazosas que se le van generando. 



Pero la habilidad de Vergüenza es que mete muchos golpes a su pareja, pero nunca deja de apreciarla en la manera de describirlos. Con todas las movidas en las que le veremos o pese a sus torpezas, no dejamos de ponernos en su lugar porque bien podríamos vernos envueltos en algo parecido. Son particularmente elocuentes las situaciones de Nuria en su empresa y temas de tanta actualidad como los grupos de WhatsApp de la oficina. 


Movistar + deja, en resumen, una apuesta que sabe funcionar en su simplicidad bien entendida, mostrando la cámara el lado más cotidiano, apoyado en unas actuaciones superlativas y la brevedad de su metraje, más que adecuada para este género. Además, el contexto de las secuelas que todavía arrastramos de la crisis económica permite que las subtramas y penurias surjan sin problema. 



También permite conocer en la pequeña pantalla caras como la de Francisco Reyes, quien luego tanto ha destacado en una cinta tan estupenda como El reino. O Vito Sanz, quien hace de Óscar, el desventurado compañero que suele tener Jesús en sus reportajes fotográficos, a la par que posee él mismo pretensiones cinematográficas que darían mucho juego en la segunda temporada. 



Javier Gutiérrez y Malena Alterio se echan sobre sus capacitados hombros el peso del programa, destacando en cada fotograma por la tragicomedia de la que saben rodear sus creaciones, lo cual explica la renovación para una nueva entrega que analizaremos dentro de cuatro semanas. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://adhocstudios.es/es/movistar-estrena-trailer-verguenza/



https://www.espinof.com/series-de-ficcion/verguenza-seguira-incomodandonos-la-serie-es-renovada-por-una-segunda-temporada



https://www.diezminutos.es/teleprograma/series-tv/g1922786/verguenza-movistar-series/