Henry Beyle, más conocido por la Historia por su pseudónimo Stendhal, siempre escribió bien. No obstante, fue en Rojo y Negro (1830) donde brindó, quizás, la mejor de sus obras maestras. Hay ocasiones en las que un escritor alcanza un grado de comodidad tal con sus personajes que importa poco la historia que está contando, basta casi con el placer de ver la profundización psicológica que el autor ha conseguido llevar a cabo con sus protagonistas, haciendo verosímil cada diálogo que cruzan o pensamiento que albergan en su intimidad. ¿Quién puede negar hoy en día que, en no pocos sentidos, Julián Sorel fue real y existió en la Francia post-napoleónica?
Sería inexplicable sin esa complicidad entender porque las desventuras de este arribista y sus amores provincianos siguen cautivando a nuevas generaciones. Desde el principio, Stendhal dio una personalidad muy definida a su antihéroe, un personaje a quien encontramos golpeado en una de las primeras escenas por su padre, patriarca de una estirpe de fornidos campesinos, harto de que su hijo holgazanee leyendo. Siempre fino, la pluma del narrador revela que había otro motivo de ulterior inquina del progenitor por el más débil físicamente de sus vástagos: de todos los Sorel, era el único que sabía leer.
Una destreza letrada que, unida a una prodigiosa memoria, permitirá a Julián ser nombrado preceptor de los hijos del acaudalado alcalde de Verrières. Allí, pronto aprenderá nuevas etiquetas sociales y la posibilidad de medrar, aunque su gran experiencia será el inesperado romance que fraguará con la esposa del dignatario, madame Rênal. Triángulo amoroso de folletín que Stendhal convierte en una verdadera delicia y fresco social en el Franco Condado, con una narrativa rica en matices y donde él mismo exhibió algunas de sus obsesiones (la figura de Napoleón Bonaparte como gran titán de su época, las paradojas de las carrera eclesiástica, la eclosión de los políticos liberales, etc.).
Un relato de ambición en un marco romántico que permite explorar distintas realidades. Si la pluma de Lampedusa en El gatopardo queda como uno de los testimonios más deliciosos de las transformaciones sociales en la Italia de la segunda mitad del siglo XIX, Rojo y negro ocupa un puesto de honor para cualquier acercamiento al contexto de una Francia que todavía tenía reciente el impacto de la figura de L´Empereur, con una aristocracia que miraba con el rabillo del ojo Europa y el surgimiento de nuevos aspirantes a medrar.
Rezaba el tango "`Porque quise mucho, porque me engañaron, y pasé la vida barajando sueños...". Aunque le dotó de rasgos propios para no caer en la traslación, queda claro que Julián Sorel es colocado en varias situaciones amorosas que el propio Stendhal (figura de biografía azarosa, soldado con diecisiete años de Bonaparte, cónsul en Trieste y Civitavecchia en su madurez, etc.) vivió en sus carnes. Todo ello da mucha credibilidad a esa droga embriagadora y cambiante llamada enamoramiento. El joven Sorel será amante, amado, víctima, verdugo, seductor y burlado. La capacidad del narrador de desnudar a sus criaturas sin caer en la caricatura es digna de todo elogio y eleva lo novelesco a la categoría de arte.
Lectura absorbente, a título personal, siempre me ha parecido que el primer arco en Verrières tiene un ritmo excelente y una capacidad descriptiva inmejorable para que pensemos que nosotros mismos hemos paseado por los jardines del alcalde; sin embargo, el ingreso de Julián en el seminario, paso previo al gran asalto del protagonista a la sociedad parisina, repleto de muchos detalles del día a día de lo seminaristas, me parece un freno, no sé si consciente, por parte de Stendhal. ¿Truco para dar mayor peso a la llegada del joven Sorel a la Ciudad de las Luces?
Varios análisis han incidido en el juego de contrastes pares que pueblan en el relato. Las dos amantes en la vida de Julián -Matilde y, previamente, madame Rênal-, la pragmática carrera eclesiástica tomada por el protagonista contrapuesta a sus edulcorados sueños militares, la incipiente masa social letrada que llama a las puertas del deseo aristocrático, etc. Una hábil construcción donde, además, Stendhal no duda de usar (y abusar) de citas antes de iniciar cada pasaje, alternando la ficción con biografías reales y acontecimientos históricos.
Los capítulos finales elevan al rango de mítica a esta epopeya, generando un mar de dudas como disección de los valores y sinsentidos de toda una centuria, de unos valores y anhelos morales. Las absurdas muertes sufridas por los duelos por honor, los celos, la falsa idealización romántica que lleva a decisiones terribles, egoístas y angustiosas, una montaña emocional donde es fácil alternar compasión por sus víctimas y también desprecio por unos códigos de conducta y atávicos.
A pesar del paso de los siglos, Rojo y negro sigue permaneciendo como un testimonio único, una de las mejores ficciones jamás escritas con un halo de realidad desconcertante...
NOTA INFORMATIVA:
Hasta el próximo domingo 14 de agosto, el blog permanecerá sin actualizarse por vacaciones. A partir de dicha fecha, las entradas volverán a aparecer con la periodicidad acostumbrada, agradeciendo, como siempre, a los lectores, sus visitas. Feliz verano.
-STENDHAL, Rojo y negro, Austral Ediciones Especiales, Madrid, 2012. Traducción de Juan Bravo Castillo.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
https://laslecturasdeguillermo.wordpress.com/2013/08/29/rojo-y-negro-de-stendhal-seudonimo/
http://olvasoterem.com/blog/2011/03/25/stendhal-a-legrealistabb-romantikus/
http://www.dailymail.co.uk/news/article-2293722/Napoleon-love-Engagement-ring-emperor-gave-wife-Josephine-goes-auction-set-fetch-13-000.html