31 de marzo. La fecha está marcada en rojo (color que será muy importante esta temporada), por muchos, muchos seguidores. Con algún trailer espectacular como el que presentamos en el blog, la adaptación a la pequeña pantalla por parte de la cadena HBO de Tormenta de Espada de George R.R.Martin, parece predestinada a ser uno de los grandes objetos de atracción de las audiencias repartidas por todo el globo.
Aprovechando la oportunidad, resulta irresistible la tentación de recordar la mítica tercera parte de una de las sagas de fantasía heroica que mejor ha sabido aunar dos criterios en ocasiones tan enfrentados, como popularidad y calidad, Canción de Hielo y fuego. Aunque pueda sonar hiperbólico, podría considerarse como un hito en el género esta precipitación de acero que fusiona a Tolkien y Shakespeare en un universo riquísimo, creado por esa (dicho con todo el respeto) versión artística de Santa Claus, un veterano literato y guionista de televisión que ha empezado a recibir un reconocimiento que, probablemente, ya hubiera merecido previamente.
Aunque hoy pueda parecer inconcebible que una persona no haya escuchado la expresión Winter is coming (en un acoso y derribo que me hace no culpar a quienes han decidido no acercarse a este fenómeno de masas hasta que no haya pasado un poco una fiebre que podría hacerse hasta cansina pese a sus innegables méritos), no debe olvidarse que Juego de tronos comenzó a escribirse a comienzos de la década de los 90, pasando con una relativa discrección. La carrera de Martin ha estado mucho más próxima a la de Publio Ventidio que la de Belisario, en el sentido de llegar a la cresta de la ola en plena madurez, lo cual probablemente haya hecho a este gran artesano, amante de la buena comida, el fútbol americano y viejo lector de los cómics de la Edad de Plata de Stan Lee, tomarse con buena naturalidad el éxito y ese tono de entrañable abuelo freak que parece trasmitir en sus entrevistas.
Tras crear una versión más adulta y oscura de la mitología de La Comarca y alrededores con Juego de Tronos, donde el autor sembró las bases de su éxito (narrativa desde la óptica de diferentes personajes para dar perspectivas muy subjetivas y atractivas, finales al más puro estilo culebrón, siempre en el momento de clímax y gran capacidad de pulso para eliminar a protagonistas muy carismáticos si es necesario para evolucuonar la trama de Westeros), la secuela fue Choque de Reyes, que para algunos supone un pequeño bajón que después se reveló como los imprescindibles cimientos para tener todas las bases que llevan a Tormenta de espadas, algunas de las páginas que más adicción pueden crear, especialmente peligrosos en coyunturas como estas vacaciones que muchos inician este Domingo de Ramos.
Sin querer desmerecer a Festín de cuervos (el más bizantino de los libros, el soñado por Littlefinger y que hubiera hecho bostezar a Robert Baratheon) o Danza de dragones (que tarda mucho en arrancar aunque vuelve a elevar el nivel de la saga), el tercero de los libros es donde los personajes alcanzan probablemente su mayor crecimiento, cuando Martin se muestra más empático con ellos y los lectores empiezan a sentirlo casi como si fueran miembros de su familia. La lista es interminable, Jaime Lannister, ese extraño y fascinante híbrido entre César Borgia y Tiran Lo Blanc, Tyrion Lannister, el ojito derecho del autor por sus brillantes diálogos, Catelyn Stark, lady Macbeth y Cordelia a partes iguales, etc...
A pesar de la confianza que suele dar la HBO en este tipo de lides y el excelente casting del que se ha revestido Game of Thrones, a la par de contar con la supervisión de Martin en los argumentos, será un reto muy interesante para abril contemplar cómo se ha intentado trasladar la atmósfera opresiva de esta Guerra de las dos rosas en la Tierra Media, el momento culminante del pulso de los 4 emperadores (Daenerys, Stannis, Joffrey y Robb), donde cada capítulo puede ser el último, en una partida de ajedrez fascinante propuesta por un verdadero genio de este género literario.
Con presencias de villanos tan geniales como Tywin Lannister (aunque lo divertido es que para no pocos lectores, este personaje no será un malvado) y los acontecimientos de más allá del Muro de Adriano... perdón, quería decir de La Guardia de La Noche, una de las creaciones más fantásticas de los últimos tiempos en las letras, Tormenta de espadas es un relato poderosísimo, oscuro y que justifica la inversión de tiempo que exige por su gran extensión.
No obstante, y buscando ser exigente casi sin motivo, afirmar también que quizás esta tercera parte suponga el punto de inflexión más alto de A song of Ice and Fire. Sin afirmar que sean malos libros (ni muchísimo menos), en la cuarta y la quinta entrega, puede que empiece a intuirse que Martin haya bajado el ritmo en cierta medida, pero no solamente por la falta de acción de las últimas entregas (que puede subsanarse holgadamente con su habilidad en los diálogos y crear atmósferas), sino por una capacidad casi alarmante de no saber cortar. Conocido es que Martin ha temido siempre que Juego de tronos no encontrase el desenlace adecuado para poner el broche de oro, como le ocurrió a Lost... No obstante, la multiplicación de personajes y un detallismo extremo en viajes y desarrollos están ralentizando una trama que, antaño, se movía con una velocidad endiablada y que, misteriosamente, no estaba para nada reñida con la profundización en personalidades de estas novelas río tan ricas.
La gallina de los huevos de oro que se ha creado con esta franquicia pocas veces ha producido mejor que en A storm of a swords, aunque confio de corazón que cuando acaben los 8 (u 80 al ritmo que se están doblando en dos ante lo inabarcable de las mismas) libros, no sea citada como la mejor, señal inequívoca de que el desenlace ha sido el esperado por Martin y sus legiones de fans.