Había vuelto y seguía siendo tan deliciosamente malvado como siempre. Quizás más. No es que sus últimas óperas carmesíes hayan sido menores en intensidad (Kill Bill, Malditos bastardos...), pero parece que cada entrega en cartelera acentúa filias y fobias de Quentin Tarantino hasta límites insospechados. Los odiosos ocho es una película que ha generado un único consenso: no provoca indiferencia. Se la odia y aplaude a partes iguales. No extraña nada, teniendo en cuenta la personalidad de su autor, uno de los enfants terribles que se sientan detrás de una cámara.
Desde el arranque inicial, su premisa atrapa: coger Diez negritos de Agatha Christie y fusionarla con el spaghetti western al más puro estilo Sergio Leone. Por cierto, a pesar de ser sabedor de las críticas en concreto que ha recibido por esta banda sonora, no puedo sino entusiasmarme el regreso de Ennio Morricone y el maestro vuelve a demostrar su talento en esos simples tonos que se escuchan cuando los personajes salen de sus diligencias. Atrapados en una ventisca en Wyoming, una forajida buscada por la ley, su captor, un ex mayor del ejército norteño y otras personalidades variopintas se ven forzadas a refugiarse del inclemente tiempo en la mercería de Minnie. Un casual azar que no lo es tanto, puesto que parece que algunos de los protagonistas querían estar justo ahí para lograr objetivos ocultos.
Así pues, Tarantino nos sumerge en un cóctel donde coge el apartado teatral que tenía Reservoir Dogs (mucho indeseable obligado a compartir un espacio reducido con desconfianza creciente), pero con menor proliferación de los flashbacks para sacar del agobio. Cuidado, hablamos de 167 minutos, un tiempo que a muchos se les hará excesivo con tan pocos exteriores. Una apuesta arriesgada y en la que el colt del cineasta se ampara en dos de sus armas favoritas: el talento de sus actores y, cómo no, su excelente y heterodoxa mano para firmar diálogos.
Como casi siempre, su casting resulta muy poderoso. Vuelven dos rostros reconocibles de sus primeros filmes, Tim Roth y Mark Madsen, quienes brindan sus usuales y buenos servicios como impagables secundarios. En un altar muy especial colocar a un Samuel L. Jackson al que Tarantino siempre saca el máximo jugo. Aquí, utiliza la poderosa presencia de uno de sus intérpretes fetiches para realizar un monólogo descarnado, dispuesto a levantar ampollas y que no tiene ningún desperdicio. Como en Django Desencadenado (enlace reseña), el clima de la Guerra de la Secesión late como telón de fondo.
Uno de los duelos más notables se produce entre el veterano caza-recompensas John Ruth (Kurt Russell) y su prisionera Daisy (Jennifer Jason Leigh). Cazador y presa que podrían ver cambiados sus papeles en apenas un instante. Leigh cuaja una excelente caracterización en un papel muy exigente, ingresando de inmediato en el Panteón de villanas del universo tarantiniano. Walton Goggins repite por segunda vez consecutiva con el director, recordando, curiosamente, un papel muy parecido al sureño de su anterior entrega, aunque aquí la evolución de su personaje es diferente.
Todo funcionaría sin problemas hasta ese punto. El cansancio de los briosos caballos de esta diligencia puede llegar a medida que avanza este viaje. Lo malo no es que esta interesante historia negra dure casi tres horas. Su principal inconveniente es que si se recortase a dos horas no sucedería absolutamente nada. Por bueno que sea un gag o un diálogo, si su eliminación no afecta a la trama, en no pocas ocasiones, es conveniente quitarlo. Hubiera sido muy interesante conocer la opinión de Sally Menke, la tristemente fallecida y legendaria montadora de Tarantino, a la hora de ensamblar esta alargada, aunque adictiva historia.
Como casi siempre, su casting resulta muy poderoso. Vuelven dos rostros reconocibles de sus primeros filmes, Tim Roth y Mark Madsen, quienes brindan sus usuales y buenos servicios como impagables secundarios. En un altar muy especial colocar a un Samuel L. Jackson al que Tarantino siempre saca el máximo jugo. Aquí, utiliza la poderosa presencia de uno de sus intérpretes fetiches para realizar un monólogo descarnado, dispuesto a levantar ampollas y que no tiene ningún desperdicio. Como en Django Desencadenado (enlace reseña), el clima de la Guerra de la Secesión late como telón de fondo.
Uno de los duelos más notables se produce entre el veterano caza-recompensas John Ruth (Kurt Russell) y su prisionera Daisy (Jennifer Jason Leigh). Cazador y presa que podrían ver cambiados sus papeles en apenas un instante. Leigh cuaja una excelente caracterización en un papel muy exigente, ingresando de inmediato en el Panteón de villanas del universo tarantiniano. Walton Goggins repite por segunda vez consecutiva con el director, recordando, curiosamente, un papel muy parecido al sureño de su anterior entrega, aunque aquí la evolución de su personaje es diferente.
Todo funcionaría sin problemas hasta ese punto. El cansancio de los briosos caballos de esta diligencia puede llegar a medida que avanza este viaje. Lo malo no es que esta interesante historia negra dure casi tres horas. Su principal inconveniente es que si se recortase a dos horas no sucedería absolutamente nada. Por bueno que sea un gag o un diálogo, si su eliminación no afecta a la trama, en no pocas ocasiones, es conveniente quitarlo. Hubiera sido muy interesante conocer la opinión de Sally Menke, la tristemente fallecida y legendaria montadora de Tarantino, a la hora de ensamblar esta alargada, aunque adictiva historia.
Con respecto a la violencia, reconozco que no es nada sorprendente. Sin embargo, creo que la dureza de los filmes de este autor es menor que la de otras películas que, quizá, son menos hiperbólicas pero mucho más realistas a la hora de mostrar heridas o luchas. Tarantino adopta una estética muy comiquera a la hora de sus tiroteos. Todo parece un espejo deformado de feria, real y bien rodado, pero creo que su provocación es más un humor negro que una tendencia al gore o hacia lo desagradable; si bien, hay compases en esta melodía donde parece haber empachado del gusto por ella (le ocurría lo mismo en el tercer acto de Django).
Todavía así, creo que tras ajustar el ábaco, salen las cuentas en esta segunda inmersión directa en el western por parte de Tarantino. Hay prometida una tercera, la cual nos deja expectantes, si bien, cada vez será más complicado elaborar una fórmula que siga manteniendo las expectativas de la audiencia. Sin embargo, si hay una manera de lograrlo es con el estilo que le ha llevado hasta allí y esos magníficos elencos de los que siempre se hace acompañar.
Los odiosos ocho supone una inmersión y desconexión de todo durante buena parte (no toda) de su extenso metraje, con una dosis nada despreciable de diabólico ingenio.
¿Cine del oeste o teatro del oeste? (Carlos Boyero)
Tarantino, el cineasta sin límites (Quim Casas)
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
http://blogs.indiewire.com/criticwire/could-the-hateful-eight-kill-film-instead-of-saving-it-20151203
https://wall.alphacoders.com/big.php?i=672642&lang=Polish
http://www.wpaperhd.com/wallpaper/movies/the-hateful-eight-daisy-domergue/zqvy/480/800