domingo, 25 de diciembre de 2011

FELICES FIESTAS, CON ACENTO BERLANGUIANO

Cuando nos adentramos en estas fechas navideñas, hay varios clásicos cinematográficos que son muy recurrentes, por ejemplo, la emblemática "Qué bello es vivir".
No obstante, sin demérito de las anteriores, hay una cinta que a mí me viene con particular fuerza, especialmente el día de Nochebuena, "Plácido", mítica obra dirigida por el gran maestro Luis García Berlanga (1961).
Durante toda su heterodoxa y espléndida filmografía, Berlanga, especialmente cuando colaboraba con el mítico Rafael Azcona, se caracterizó por una tremenda capacidad incisiva, una burla constante de instituciones, sociedades e ideologías... y una tremenda ternura y compasión por el individuo como sujeto individual, con sus grandezas y miserias. En pocas ocasiones anduvieron más fino que con Plácido, un desventurado conductor de moto-carros encargado de llevar la estrella de Belén en una campaña de Navidad para sentar un pobre en la mesa de un pueblo donde la gente bien ha organizado este espectáculo solidario que tiene mucho de hipocresía.

El humorista Cassen, se encarga de encarnar a este típico protagonista berlanguiana, obsesionado por un problema que es sistemáticamente ignorado por el resto del mundo que le rodea, trata de solucionarlo, en su caso, acabar su labor con tiempo para pagar una letra, ya que le podrían embargar...en plena Nochebuena.


Indudablemente, estamos ante uno de los mejores papeles que ha interpretado Cassen, junto con su conserje de "Atraco a las 3", el mejor. Está acompañado asimismo por uno de los mejores repartos que se podían reunir en la época, sobresaliendo José Luis López Vázquez (Quintanilla, el de las serrerías), Manuel Alexandre, Agustín González, Amparo Soler, Julia Caba Alba, Elvira Quintillá, Amelia de la Torre, Antonio Ferrandis, Luis Ciges...
"Plácido" es un retrato muy curioso y especial, una radiografía terrible del reverso de la caridad, la farsa y la pompa innecesaria, lo políticamente correcto y las mil miserias que se escondían detrás de la España franquista, bajo un duro invierno, con secuencias que es impresionante que se escapasen del ojo no demasiado clínico de los censores de aquel tiempo.
Una obra maestra que incluso tuvo la osadía de colarse entre las nominadas a los Oscars como mejor película de habla no inglesa. Aunque no se lo llevó, sentó un precedente fundamental para el cine español y, a cambio de no llevarse la estatuilla, se ganó el cariño para siempre de crítica y público.
Una maravilla.

domingo, 18 de diciembre de 2011

¿QUÉ FUE DE NOSOTROS?


Existen empleos que son armas de doble filo. Por ejemplo, los deportistas de élite, un gran sueldo, reconocimiento público y fama, eso sí, durante unos escasos años, una vida profesional muy efímera que se diluye con una velocidad increíble. De la misma forma, los actores, especialmente los más habituales de los taquillazos, pueden caerse de las carteleras sin que nadie sepa explicar ni por qué fueron tan populares ni qué justificaba su ostracismo actual.
David Trueba se dejó seducir por esa idea cuando se decidió ponerse hace unos años manos a la obra en una especie de "Desmontando a Harry" a la española. Una serie, que desafortunadamente no tuvo mucha repercusión popular, aunque sí buena acogida de crítica tras la emisión de sus seis episodios para una cadena privada.
Usando la figura de Jorge Sanz, quien fuera uno de los actores principales de una nueva oleada de intérpretes nacionales, Trueba hace una disección del paso del tiempo y lo precario de muchas de las cosas que damos por garantizadas.
El experimento es muy curioso, rodado casi con estética de documental, no deja de ser una obra de ficción, con mucho de auto-parodia y la sana inteligencia de reírse de uno mismo cuando procede.
No solamente Sanz se presta ello, varias figuras del medio cinematográfico caen en el juego de esta sátira de ellos mismos, por poner algunos ejemplos, Antonio Resines, Santiago Segura, Carlos Larrañaga... Ciertamente, Trueba lanza algunos dardos divertidos a festividades como la de los Goya, o las miserias entre colegas (incluso repartirse el precio de una corona en memoria de José Luis López Vázquez, el gran Morito, uno de los mejores intérpretes de su época). Otros "notables", como Juan Manuel de Prada, se prestan a reírse de ellos mismos, algo que es muy de agradecer. Además, está hecho de una manera muy humana, alejada de apocalípticos mensajes como "El crepúsculo de los dioses" (una obra maestra, por otra parte), simplemente tienen sus grandezas y miserias como ocurre en infinitas oficinas y centros de trabajo a lo largo de la semana.
Desde su aparición como un jovencito Conan a las órdenes de John Milius, Sanz se convirtió en un rostro recurrente y con mucho apoyo del público. Su relativa oscuridad en los últimos tiempos, está bien parodiada y él mismo se presta a ello, viendo como el 90% de la población piensa que era una pena lo de este chico que era tan guapo y ya se ha hecho mayor, mientras él se encuentra con problemas para encontrar un papel en una serie televisiva abominable pero que necesita para poder mantenerse, merced de los caóticos servicios del personaje interpretado por Eduardo Antuña, antiguo representante de quesos y ahora metido a agente de Jorge.
Es una pena que el experimento no funcionase del todo, esta especie de Larry David peninsular está muy bien y verdaderamente constituyó un soplo de aire fresco al panorama de las series nacionales. De hecho, la sensación que tiene uno al final del camino es que han quedado muchas cosas por contar y que se ha terminado notando que los episodios no fueron rodados en orden.
¿Nuestro futuro? Nuestro futuro ya ha pasado, amigos míos... Carpe diem.

domingo, 11 de diciembre de 2011

GALACTUS, DEVORADOR DE MUNDOS

El año de 1966 fue clave para el cómic norteamericano. Stan Lee y Jack Kirby se encontraban muy asentados en una colección muy especial, "Los Cuatro Fantásticas", creada unos pocos años antes y que había marcado la resurección del género súper-heroico.
La historia ha sido contada una y mil veces. Lee estaba frustrado en la antigua Timely, llegando a barajar abandonar el barco y dedicarse a otra ocupación, mientras trataba de desarrollar una carrera literaria. Sin embargo, la esposa del guionista, le propuso no tomar una decisión tan precipitada sin antes dar un canto de cisne, si pensaba que la industria estaba tan paralizada, que al menos intentase hacer la historia que le hubiera gustado contar.

Así lo hizo, contando con la increíble ventaja de tener a Jack "The King" Kirby como dibujante, Lee crearía una premisa muy tonta, aparentemente un torpe juego de palabras, "Súper-héroes con súper-problemas". Así surgieron en las viñetas cuatro individuos, Johny Storm, La Antorcha Humana, Reed Richards, modestamente llamado Mr.Fantástico, Sue Storm, La Chica Invisible y Ben Grimm, La Cosa. A pesar de tener vínculos familiares y de amistad, los protagonistas solían discutir, cuando no pelearse entre ellos, mostrando varias flaquezas que provocaban una mayor empatía de los lectores.
La colección se convirtió en un éxito de público y puso a los cómics Marvel en el ojo del huracán, prensa, radio e incluso universidades señalaban aquella nueva oleada como una especie de nueva mitología para los cómics. Lee, tenía una desventaja como guionistas, era un hombre de su tiempo, algunos de sus diálogos eran muy rimbonbantes, además de presentar un machismo paternalista que hoy los lectores/as solamente pueden leer arqueando la ceja; como fuere, todo palidecía ante su inteligencia a la hora de crear conceptos y su capacidad de superar errores (la evolución del personaje de Sue Storm demostró que podía adaptarse al devenir de los tiempos).
Como decíamos, la colección estaba asentada, además de contar con un correo de lectores que inter-actuaban con la propia editorial. Introduciendo personajes que luego fueron fundamentales para La autoproclada "Casa de las Ideas (Los Inhumanos, Los 4 Terribles, el Doctor Muerte...), uno hubiera podido pensar que Lee y Kirby irían dormirse en los laureles, con un merecido descanso del éxtasis creativo de unas musas que parecían empeñadas en llamarles todos los sábados por la noche.


Lee, que siempre ha sido reconocido por poder vender una nevera en tierra de los esquimales, llevaba mucho tiempo con una idea, hacer un tebeo sobre Dios. Por supuesto, sabía que no podía coger a una deidad de religión oficial para no levantar ampollas, pero sí le seducía mucho la idea de un personaje grandilocuente, con un código moral distinto al de sus protagonistas... Ni bueno ni malo, que simplemente estaba en otro plano.
Probablemente Kirby tuvo mucho que ver con el fascinante diseño de la criatura, Galactus. Con el aspecto de un titán, era una criatura espacial que surcaba el cosmos con su heraldo Estela Plateada (que venía a ser una especie de su Mesías y que luego fue tan bien representado por John Buscema), para abastecerse de la energía vital de los planetas de la galaxia. Esta premisa que es una joya para la ciencia ficción se remataba por el hecho de que Galactus no era un monstruoso villano, en realidad, simplemente actuaba por hambre, ¿quién dudaría en pisotear un hormiguero si su vida estuviera en juego?
Bajo el entintado elegantísimo de Joe Sinnot (que parecía tener el don de que todos los dibujos que pasarán por su mano cogieran una elegancia particular), Galactus y su heraldo fueron presentados durante tres números increíbles que sorprende que fueran editados hace tanto tiempo. Lo atractivo de la premisa es impresionante y realmente aún hoy levantaría expectación, además, en castellano tenemos la fortuna de contar con una reciente re-edición en Biblioteca Marvel Los Cuatro Fantásticos número 5.
En el deber de esta pionera pieza, afirmar que tanto Lee como Kirby cayeron en ese error tan frecuente de muchas obras centradas en esta temática, especialmente en el cine, vienen unos aliens y atacan New York, se produce el desembarco de unos extra-terrestres y alquilan un apartamento en Manhattan... Por supuesto, por momentos, parece que Galactus no tiene otra mejor ocurrencia que colocarse delante del edificio Baxter para personalizar una lucha que debería ser mundial, contra el cuarteto de Reed Richards, mientras la gente mira.
Superando falsas nostalgias y sin negar los defectos que posee, la trilogía de Galactus sigue siendo hoy un exponente de la imaginación al poder en el mundo de las viñetas.

domingo, 4 de diciembre de 2011

ARTHUR MILLER Y EL INSTINTO DE SUPERVIVENCIA

Durante este fin de semana, en la ciudad de Córdoba hemos podido disfrutar de la adaptación de Claudio Tolcachir de la clásica pieza teatral de Arthur Miller, "Todos eran mis hijos". Así que en grata compaña, vuestro humilde bloguero visitó ayer un pequeño pueblecito estadonunidense que apareció de la nada en el Gran Teatro de La Llana.

La obra de Miller no necesita presentación, desde "Muerte de un viajante", esa inquietante y maravillosa canción triste de Willy Loman, hasta "Las brujas de Salem", toda una osadía en plena época de la paranoia comunista norteamericana, su calidad literaria prevalece al paso del tiempo. De personalidad complicada y hasta polémica, su condición de clásico para el escenario lo coloca como uno de los más grandes autores teatrales de su generación.
La trama se centra en el hogar de los Keller, una familia compuesta por los padres y dos hijos, uno de ellos superviviente de la guerra y el otro desaparecido en el frente por más de tres años. A pesar de la fe inquebrantable de la madre, Kate, de que el añorado Larry va a volver, parece que el resto del clan y amigos, al igual que ocurría por ejemplo en "La dama del alba", han empezado el proceso de olvido. Eso se manifiesta con más fuerza que nadie en Chris, quien tras su etapa militar ahora trabaja en la industria de su progenitor y se cartea con la esposa de su hermano, de la que ha estado enamorado desde la infancia, aunque la chica vive ahora en otra ciudad, debido a que su padre tuvo problemas con la justicia y se ganó el descrédito del pueblo.
Con su habitual facilidad de pluma y capacidad de entrar en diálogos inteligentes e intimistas, Miller vuelve a sus temas recurrentes, el papel de la familia, personajes con muchas aristas, una frontera difusa entre el bien y el mal y una gran emotividad, tratando con crítica descarnada sistemas e ideologías, pero con infinita ternura al ser humano como sujeto individual, incluso en sus miserias. Hasta aquí nos quedaremos en la trama, por respeto a aquellos lectores/as que tengan pensado ver esta nueva versión de Producciones Teatrales Contemporáneas.
A nivel de montaje, el escenario planteador por Miller es muy propicio para los teatros, una casa y su jardín, con apenas algún elemento como el bosque de fondo o un árbol plantado por el hermano mayor Larry que es derribado por un rayo la noche donde comienza el relato. Bajo este marco se desenvuelve un reparto muy potente. Me gustaría aquí resalta a Jorge Bosch, espléndido en su rol secundario, creando a un personaje conmovedor y que vuelve a confirmar las palabras del maestro Woody Allen de que más valdría tener suerte en la vida que talento.
Entre los miembros del reparto más jóvenes, destacan las escenas mantenidas entre Fran Perea y Manuela Velasco, creando una pareja de interés romántico con menos tópicos de los que pareciera a simple vista. En general, la calidad media es más que notable y a buen seguro el público a lo largo de España va a disfrutar con esta gira.
En un lugar mencionar a la pareja protagonista. En primer lugar, la madre, interpretada por una gran Gloria Muñoz, que crea una progenitora muy interesante. Es una de las máximas de este tipo de obras, baste pensar en "Las uvas de la ira" o en la ya citada "Muerte de un viajante" para ver esa omnipresencia en la obra, aquí les sorprenderá.


Por último, a un majestuoso Carlos Hipólito como Jon Keller, el patriarca del clan. Habiendo seguido la trayectoria en cine de este actor, tenía buen concepto de él, no obstante, lo mismo que me ocurriera viendo en acción al gran José Luis Gil en la proximidad del escenario para "To be or not to be", la impresión ha aumentado, así como la admiración. De menos a más durante toda la representación, poco a poco se va adueñando de la obra, teniendo una manera única de gesticular, de moverse, de cambiar los registros de su voz... Un actor de una categoría impresionante.
No esperen a que sea su día fausto en el caldenario, vayan a disfrutar de esta obra...

domingo, 27 de noviembre de 2011

AS EVIL AS I LIKE

Mario Vargas Llosa es un filón, un problema que todas las editoriales del mundo querrían tener. La reciente entrega del Premio Nobel en literatura a su persona ha provocado que en muchos países, todas sus novelas, desde la primeras a las últimas, sean editadas y re-editadas en diversos formatos.
No obstante, ¿quién era este escritor peruano antes de que aquella distinción lo haya devuelto a ese foco que en realidad nunca había abandonado? Lo cierto es que tras la noticia de su recompensa a toda una trayectoria hizo que leyera con atención algunas declaraciones, lógicamente, todas ellas muy favorables. Pero hubo una que perduró con mayor fuerza que el resto en la memoria, siempre selectiva y distraída.
"Mario escribe invariablemente tres horas al día, es su gran mérito". Lo dijo su editor y creo que es la clave del éxito, la poción mágica que separa la frontera del talento y la imaginación con la del verdadero monstruo de la escritura, la distinción entre los buenos y los muy buenos. En principio puede parecer poca cosa, un trabajo cómodo y placentero, pero si uno se para a pensarlo, se requiere una gran capacidad de ser el propio jefe de uno mismo, fijarse exactamente que es lo que se debe hacer y sentarse durante esos 180 minutos a crear mundos que en un principio solamente existen en la mente. Hay muchas persona con ideas brillantes y dones que se traducen en talento del puro, pero creo que en este caballero peruano, que lo posee hasta al extremo, la clave del éxito, lo supuestamente más fácil, pero más duro del mundo, hacerse atractivo a las musas no ante una noche bohemia, sino sentado y tecleando incansablemente para seguir queriendo ser cada día de su vida uno de los mejores autores de su tiempo.
En eterna amistad/disputa con Gabriel García Márquez, indudablemente ambos son los dos exponentes y primeras espadas de un boom de la novela en América Latina que encuentra en ellos la máxima expresión artística. Tradicionalmente y simplificando mucho un debate apasionante, se ha solido considerar que aunque "Gabo" ha tenido la obra maestra de ese movimiento con "Cien años de soledad" (reseñada en este blog de Amarcord), es en la figura del peruano donde se encuentra al autor más completo, que quizás no ha llegado a culminar esa novela 100% perfecta de la centuria, pero que siempre ofrece un nivel de notable altísimo en todos y cada uno de sus exámenes, sin bajar nunca el pistón.
Al juicio del consumidor se harán testimonios a favor de uno y otro, es la ventaja de disfrutar de dos genios en el mismo espacio temporal. Como fuere, en la materia que hoy nos ocupa, nos enfrentamos a uno de sus trabajos más recientes, "Travesuras de la niña mala".
Una historia que narra las desventuras de una pasión y un desamor, a lo largo del tiempo, desde las calles de Lima hasta la París más bohemia y fascinante que uno pueda recordar, bajo el salpicón de las revoluciones que asolaron el sur de un continente y unas promesas no del todo materializadas. En ocasiones se le ha acusado a Vargas Llosa de centrarse en ese mundo, en una realidad que conoce muy bien y que ha vivido desde su infancia. Eso es, bajo el modesto parecer de este blog, una pequeña injusticia, Berlanga hacía un cine de altura, pero orientado básicamente al universo interno de un país que conocía en sus debilidades y vergúenzas como la palma de su mano, mientras que Arthur Miller respiraba el american way of life, aunque fuera para censuarlo. ¿Por qué criticar que escriba casi siempre sus historias sobre el marco peruano? La diferencia es la calidad de su prosa, es lo que convierte sus historias en algo especial.
El protagonista masculino de la trama es Ricardo Somocurcio, un joven que vive con su tía en las calles limeñas, relativamente acomodado y cuyo sueño es poder llegar el día en que viva en la Ciudad de las Luces, desarrollando una carrera como diplomático. Una ambición honorable que con su trabajo e inteligencia logrará, llegando a ese limes peligroso donde todos los seres humanos en la madurez se ven tentados de echar el freno de mano, a decir que ya han sentado la cabeza y ya están colocados, en posición de formar una familia decente y ser respetables compradores de periódico los domingos tras comilona campestre con los parientes, balbuceando acerca de qué mal está todo y que los jóvenes andan con mucho relajo. Desgraciadamente para Ricardo y afortunadamente para los lectores/as, se cruzará en su camino la niña mala, una extraña y exóticamente atractiva muchacha, cuyos constantes cambios de identidad y oficios, solamente tienen el nexo común de Ricardo, perdidamente enamorado de ella desde la niñez.
Conocida ha sido siempre y manifestada por el propio autor, la gran debilidad de Vargas Llosa ante la figura de Madame Bovary, casi más que por la de su reverenciado Flaubert. La niña mala intenta ser una traslación de ese tipo de carácter femenino invadido por el deseo y el carpe diem, caprichosa, independiente y desvalida al mismo tiempo. Sea como sea, el conocimiento del literato peruano le ha permitido escribir incluso un prefacio interesantísimo sobre la mítica personalidad de madame Bovary, en un texto que es un ensayo a fin de cuenta que todos los seguidores de Flaubert querrán conocer, por lo que la clonación es inteligente y sin caer en una mera copia, bien adaptada a su tiempo y siglo.
Como fuere, es curioso que un autor tan experimentado caiga en un fallo impropio de alguien que suele manejar también egos y mentalidades en sus criaturas (Véase el balance medido de "La fiesta del chivo" sin ir más lejos), y es tomar partido. Desde el primer renglón al último, el novelista parece tan prendado por las travesuras de la niña mala como el pobre Ricardo, hasta el extremo que uno echa en falta ese yin y yan que el gran maestro Woody Allen sí supo hacer en esa joya que es Annie Hall, mostrar las dos caras de la moneda y sin ser juez y parte de buenos y malos.
Uno perdona los toques inverosíniles por la calidad del texto, el pasar de puntillas por la época por que lo importante son los personajes... De cualquier modo, creo que más de alguna persona se quedará menos prendado de lo que el Nobel piensa que quedará por la niña mala. O tal vez, citando a un buen amigo de este blog, Chespiro, el problema esté de base, con la gran madame Bovary. "Indudablemente es un gran persona, no obstante es curioso que algunos analistas la consideren una personalidad soñadora e idealista al estilo de don Quijote. La locura del segundo le lleva a un altruismo ingenuo pero noble, mientras que en el caso de madame Bovary, obedece... a lo que obedece". Creo que es una reflexión muy acertada, y no he podido resistir la tentación de citarla.
Aquellos que decidan sumergirse en estas páginas que van desde las balas de juguete de revolucionarios de salón hasta las selvas espesas donde se trata de aniquilar a la guerrilla, bajo sombras de Yakuza en una Tokio más erótica que nunca, se van a encontrar ante una novela divertida y que mantiene el interés y la atención en todo momento del lector. Sin embargo, permitan al duende malicioso que el blog lleva dentro a decir que en esta ocasión sí que puede faltar ese elemento de la ecuación que convierte una buena trama amorosa en algo que trasciende la literatura para meterse en la piel de una forma irreversible.
Más de uno dejaría a la niña mala sin recreo... aunque no se preocupase de que cumpliera o no el castigo. ¿Cuál es el seductor encanto del exceso? Pues en ocasiones es excesivo, pero no tiene por qué ser tan sexy como a veces se vende... O vayan a saber ustedes si es que se acerca el invierno como diría Martin y las niñas malas son para el verano.

domingo, 20 de noviembre de 2011

EL SECRETO DE UN BARDO

Cristóbal Colón, Jesús de Nazaret, Mahoma, Homero... y William Shakespeare. La Historia está llena de grandes personajes que han poblado miles y miles de sesudas páginas que han tratado de acercarse a ellos, aunque, en todos los mencionados, hay muchas dudas y lagunas... incluso en no pocos casos, se cuestiona que existieran realmente, o por lo menos, tal y como la tradición nos los ha rescatado.
Roland Emmerich se desmarca de la clase de género en el que estaba asentando y se saca una curiosa historia, volviendo a recoger esa teoría que pone en duda la veracidad de que William Shakespeare fuera el verdadero autor de esas piezas teatrales que se han convertido en patrimonio, no solamente de la lengua inglesa, sino de la literatura universal.
Hemos de admitir que la cinta tiene una puesta en escena brillante. Todo un actor con mayúsculas como Derek Jacobi hace una introducción ante un teatro abarrotado y oscuro, poniendo en duda con sutileza y dobles sentidos que se sepa tan poco "de nuestro Shakespeare". Al más puro estilo de un drama griego, se nos promete sangre, traición, muerte y venganza... ¿Cómo resistirse ante un entrante de tales características?
El rodaje está repleto de una estética que recuerda para lo bueno y lo malo a lo que ya pudimos ver en la serie "Los Tudor". Una puesta en escena muy atractiva, que sabe capturar el ojo y que, verdaderamente se aleja de la verdadera suciedad que tuvo que tener el Londres de la reina Isabel. A buen seguro los que adolezcan de la deformación histórica, van a disfrutar este escenario y lo gozarán, aunque más de uno quedara disconforme con el retrato de algunos personajes y situaciones, desde la reina Isabel a Ben Jonson.
El problema es que pedir rigor en este punto nos estropearía disfrutar del fascinante juego que nos ofrece el guión de "Anonymus". Un macabro rompe-cabezas que enmarca un flasback dentro de otro flashback (recurso que por cierto en ocasiones se vuelve en su contra y a veces la torna confusa), que nos lleva a través de intrigas por el trono Tudor y muchos amoríos, traiciones y cuantos elementos componían el drama griego. La verdad histórica queda postrada ante una verdad poética emocionante, donde Rhys Ifans encarna nada menos que a un conde Oxford que es postulado como el verdadero genio tras la cortina... Teoría manejada en otras ocasiones, la verdad sea dicha.

John Orloff es quien trae esta caja china repleta de sorpresas que es un argumento que pese a no ser a prueba de bomba, sabe entretener y no se puede afirmar, tanto si es uno amante o detractor de la película, que se haga larga o no entretiene, y eso, en estos tiempos que corren para la cartelera, no es poco. Pasando al interesado, si Ifans se lleva un personaje que es una perita en dulce (es imposible no empatizar con él o tenerle simpatía), Rafe Spall tiene que bailar con la invitada menos atractiva en este juego de what if y máscaras, nada menos que El Bardo en persona.
Spall encarna a un Shakespeare engullido por los acontecimientos de la época isabelina (Reina Virgen durante la Edad Moderna y uno de los símbolos de la resistencia anglicana ante la Europa católica) y que a través de su buen amigo Ben, logra llevarse los laureles, al asumir los escritos del noble como suyos.
Pasando detalles puntillosos al margen (por ejemplo: el orden cronológico de las obras publicadas, el hecho de que Ricardo III fue modificada durante la conjura de Essex pero ya estaba hecha, etc.), este Shakespeare se aproxima al Mozart de "Amadeus" (magnífica película por otra parte), con una conducta infantilizada y egoísta; en su caso, un actor que se convierte de la noche a la mañana en el dramaturgo que barre a sus competidores y necesita un teatro nuevo para él solo.


Según la propuesta de la cinta, William ni siquiera era capaz de escribir, aunque sí de leer. Podemos imaginar las quejas y protestas de buena parte de los habitantes de Stratford, pueblo natal del protagonista y que ha visto a su hijo predilecto atacado en este terremoto cinematográfico que el propio Emmerich se ha jactado en decir que es una alegría en una época en la que nadie tiene los co... de decir cosas de este tipo. Lo cierto que ni sus más acérrimos partidarios podrán negar que estamos ante poco menos que un milagro. De la misma forma, el torpe y libertino actor que se nos presenta en "Anonymus" hubiera tenido muchos problemas para sobrevivir en las espartanas en sus horarios compañías teatrales londinenses, con multas ante la indisciplina y, recordando la opinión de Henry Chettle (quien probablemente fuera el primero en hablar a William de Romeo y Julieta), el Shakespeare histórico fue un actor muy destacado de su época y que, quién sabe, quizás supo captar a la perfección lo que quería el público.
El William Shakespeare que aterrizó en Londres tenía pocos recursos y más allá de su vocación de actor, se podía dudar de que fuera capaz de desarrollar un talento como el que exhibió. No obstante, algunos analistas afirman que sus firmas son claras y con un toque gótico que refleja a la perfección la Escuela de los maestros de su pueblo, lejos del modelo italianizado que exhibían los ingleses universitarios de la época. Esta faceta como actor que después se convirtió en actor causó mucha hostilidad por parte de sus colegas dramaturgos, que no podían verlo sino como una intromisión que, para colmo de males, se daba por alguien a quien no dejaban de considerar inferior. Mucho más fácil era abrazar a alguien como Sir Francis Bacon, brillante filósofo, aunque su distanciamiento geográfico del principal escenario de los acontecimientos le resta algunos puntos como posible sospechoso.
Este tipo de prejuicio parece haber sido trasladado a algunos elementos de la trama, ya que los Cecil, linaje de grandes consejeros para Isabel son acentuados en sus malignidades y carácter plebeyo, mientras que, por lo general, los personajes de la nobleza, no solamente el conde de Oxford, que, verdaderamente era una persona con una formación muy alta para la época, los nobles son vistos con un sano prisma. Querer considerar que los humildes orígenes de Shakespeare le desacreditaban para realizar las complejas obras que hizo, no es un argumento indiscutible, baste pensar que Marlowe (otro de los "otros" Shakespeare que los teóricos han barajado) era hijo de un humilde zapatero, lo cual no le impidió en lo absoluto ser un dramaturgo refinado, un documentado espía durante un tiempo de la reina Isabel y un notable de la época.
Dicho sea de paso, tampoco querría uno caer en el otro extremo, es decir, negar ese importantísimo papel y que no es descabellado que algún noble por juzgar deshonroso para la mentalidad de la época que hiciera obras de teatro, pagase a un miembro de las compañías para firmar de su nombre. Algunos de ellos eran personas de tremenda valía y agudizada sensibilidad, sabido es que el conde de Southampton abrió su biblioteca a un joven Shakespeare, que no solamente pudo disfrutar de su mecenazgo monetario, sino que al fin tuvo acceso a unas obras que no eran conocidas por el común del público en unos días donde la gran mayoría de la población era analfabeta.
Otros personajes como Thomas Kyd salen paraodiados hasta el extremo, convirtiéndolos en delatores sin escrúpulos a la autoridad de sus colegas por envidias y celos. Este fenómeno de escritores haciéndose la vida imposible no es en exclusivo de los días isabelinos, durante el Siglo de Oro, Francisco de Quevedo, Góngora, Cercantes y la ilustre compañía, convivían a apenas un par de calles y con mucho gusto se dedicaban, aparte de componer versos, a hacerse la vida imposible por las cuestiones más terrenales. Es curioso que el guión no incida en un aspecto muy interesante, la posible autoría de Kyd de una obra que hubiera sido un claro antecedente de Hamlet.
Debates literarios al margen, creo que los espectadores/as que se acerquen a esta montaña rusa se lo pasarán muy bien y tendrán animados debates a la salida del cine, como ya hemos apuntado, no escasa victoria en estos tiempos que corren. De nuevo en la brecha, amigos míos...
Buscando que los lectores/as de Amarcord saquen sus propias conclusiones y disfruten con las hipótesis, les invitamos a dos enlaces, el primero desmonta con buenos argumentos muchas de las teorías de conspiración y optan por pensar que sí, que en una ocasión llegó un provinciano que con un gran talento natural, trabajo y contacto con excelentes maestros, supo erigirse como uno de los grandes literatos universales. En el otro, vemos como con igual sapiencia y picardía, se ponen argumentos que nos hacen sospechar de que quizás hubiera algo tras la firma de Will... Lo que nunca nadie nos podrá quitar son esas obra universales.

domingo, 13 de noviembre de 2011

LA QUE SE SUCEDE

"La que se avecina" es una de las pocas series españolas que hoy en día se ha ganado un buen share de público y es fácilmente identificable por una gran cantidad de espectadores. Ciertamente, en una época donde productoras como la HBO están creando verdaderos golems de calidad y en formato cine, el panorama nacional parece en clara desventaja por muchos factores, no es poco éxito.
No obstante, más de uno pensaría que las desventuras de Mirador de Montepinar vienen a ejemplificar aquello de ser cabeza de ratón o cola de león. Amparada en el tremendo éxito cosechado por "Aquí no hay quien viva" (reseñada también en este blog), Tele 5 logró hacerse con buena parte del reparto original de la calle Desengaño, buscando repetir fórmula. No obstante, comenzarían la carrera un poco cojos, careciendo de inmediato de la presencia de puntales tales como Luis Merlo o Fernando Tejero, a la par que otros como Santiago Ramos, Diego Martín o María Adanez hacía mucho que habían partido.
Como era de esperar, muchos incondicionales de la serie dieron la espalda a una producción que era poco más que un clon defectuoso del modelo original, donde más allá de los cambios de nombres se aportaba muy poco nuevo. Afortunadamente, la calidad del reparto (por ejemplo: José Luis Gil) la mantuvo con cierta discrección, aunque tempraenas bajas como la de Malena Alterio o Emma Penella (recordemos que la gran actriz de "El Verdugo" falleció precisamente por aquellos días) no daban a intuir un futuro muy pujante. Así, a pesar de un buen nivel global, en balance existía diferencia de calidad de repartos entre una y otra.

No deja por tanto de ser gracioso pensar que ahora las tandas se han invertido. Que ahora hay una nueva generación de público, generalmente joven, que no tiene ni idea de "Aquí no hay quien viva" y ha terminado seducido por esta fórmula y sin el prejuicio de tener en mente el original. Expresiones de sus personajes (salami dixit) han sustituido al "Ésta nuestra comunidad, un poquito de por favor, Radio Patio, etc...".
Varios factores explican la ecuación, el principal de ellos la introducción de personajes que se han ganado muy tempranamente el cariño del público, como Antonio Recio, el mayorista conservador que no limpia pescado, impecablemente interpretado por un gran actor, Jordi Sánchez, quien saltara a la palestra como excelente actor de comedia en la serie catalana "Plats Bruts". Igual que acontece con otros monstruos ficcionales como Bender Doblador Rodríguez o Sheldon Cooper, son una bendición y una pesadilla a la par para los guionistas, ya que se puede acabar cayendo en sobre-explotarlos.


Absolutamente caracterizado como un tipo desagradable, egoísta y ultra-conservador, Recio cala fácil porque es un personaje visceral donde el actor pone mucho, especialmente gracias al complemento atemperado que encuentra con la señora Recio, caracterizada por Nathalie Seseña, quien ya destacara hace tiempo a las órdenes de Alex de La Iglesia. De cualquier modo, bien pudiera ser por nostalgia, uno no deja de pensar que si bien los Recio hubieran encajado a la perfección en "ANHQV", no hubieran podido tener el monopolio que sin duda ostentan en esta producción de José Luis Moreno (cuya jugada por cierto en el traspaso de cadena no dejó de ser, cuanto menos, polémica).
Un grave problema del formato de la serie y que es un defecto que arrastran muchísimas comedias producidas hoy en día, es la excesiva duración de su metraje. No en vano algunas de las mejores comedias para la pequeña pantalla están amparadas en el sistema de 20 minutos largos. No es un hecho casual y sí muy medido. No poniendo en duda que "La que se avecina" tiene momentos muy divertidos y de mente fría, sorprende que pase con tanta holgura de una hora, lo cual hace resentirse el ritmo.
Con todo, tiene la fortuna de contar con buenos personajes y una cota de público fiel que va garantizando su supervivencia e, incluso sus principales detractores, deberían admitir que hay una mejoría evidente desde las primeras temporadas a las actuales, probablemente porque paulatinamente se ha ido alejando de su clon mejorado.
Probablemente, en muchos otros momentos una serie como "La que se avecina" hubiera pasado en un correcto lugar, pero tal vez más discreto; sin embargo, en unos momentos de horas bajas, ha alcanzado una relevancia muy notable dentro de las comedias españolas.

domingo, 6 de noviembre de 2011

UNA SOGA PARA LOS DALTON

De la mano de Achdé y Gerra basándose en el mítico jinete solitario de las viñetas creado por Morris, vuelve una nueva aventura de Lucky Luke, con un título que evoca a aroma a western: "Con la soga al cuello".
Lo primero que llama la atención esta revisitación al salvaje Oeste de Luke, es un brillante planteamiento inicial, finalmente, los Dalton, la Némesis por excelencia del protagonista, han sido condenados a muerte, tras sus años de fechorías y el fuerte gasto que generan a la penitenciaría. Principalmente de la mano de los inimitables guiones de René Goscinny, los Dalton se auparon como uno de los motores cómicos de la saga, hasta el punto de reconocer el mérito de estos dos continuadores de atreverse a plantear una desventura de los cuatro hermanos.
Ciertamente, el potencial de la condena máxima a los Dalton es enorme. Con la excepción de su caballo, Jolly Jumper, Luke es uno de los personajes más solitarios por excelencia, a diferencia de Astérix o Tintín, no solamente es su eterna soltería (acentuada décadas atrás por cierta misoginia paternalista), es el hecho de que no tiene ningún vínculo fuerte en su viaje itinerante deshaciendo entuertos a lo largo y ancho de unos incipientes Estados Unidos. La teatrarquía de sus forajidos favoritos es uno de los pocos nexos que posee, ¿cómo le afectaría dicha decisión? ¿A quién perseguir después de ellos? ¿No marcaría un poco el final de una época del Far West?
Pese a ello, nuestros dos autores no exploran esta línea que nos llevaría a un cómic cercano a "La residencia de los dioses", más bien optan por el modelo clásico de van los Dalton, se llevan el tebeo con sus gracias y Luke prácticamente queda a la altura de espectador en muchas secuencias. Esto no es una crítica negativa, ya que estamos ante una aventura fresca, graciosa y que tiene muchos elementos clásicos que harán las delicias de los nostálgicos, especialmente, por su buen dominio de personajes anteriores a esta adaptación de la serie (por ejemplo, la inefable Mamá Dalton).
Con un esquema similar a "Siete novias para siete hermanos", los condenados deberán ampararse en la triquiñuela de contraer esposa para poder eludir el beso de la Parca, mientras Luke colabora, entre aliviado por salvarles la vida y temiendo que abrazar de nuevo la libertad los coloque de nuevo en su papel de principal amenaza. Paulatinamente, la situación se van complicando, de una forma eficaz, aunque en la traducción de los diálogos de la edición en castellano hay algunas expresiones que, imagino que tratando de ser juveniles, olvidan que usan frases que eran dichas por los jóvenes... de hará unos veinte años. Detalles al margen, el cómic no tiene nada que envidiar a muchos de sus predecesores, sacando nuevamente una espléndida nota estos continuadores del legado de Morris, Goscinny y cía, aunque esperamos que en las próximas obras sigan tirando de la manta e incluso se atrevan a ser más rocambolescos, a dejarse llevar por la montaña rusa sin echar el freno de mano.
Una historia altamente recomendable para los seguidores del pobre cow-boy solitario que está lejos de su hogar. Alterna sana nostalgia con elementos novedosos.

domingo, 30 de octubre de 2011

DUERMES Y ME OLVIDAS

Fue un instante, un brillo inesperado durante una oscura noche, la leyenda que se contaba bajo las hogueras cada vez con más adornos y mentiras en el cielo estrellado babilonio...Un individuo tan grande que futuros generales y monarcas se ampararon bajo su sombra para aspirar aunque fuera, a las migajas de su gloria, tan efímera como homéricamente resplandeciente.
Mary Renault no necesitará presentación para muchos lectores/as, experta conocedora de la Grecia clásica y espléndida novelista, no tiene nada de extraño que se animase a hacer un ensayo sobre la figura de Alejandro Magno, eje principal de tres de sus mejores escritos: "El fuego del Paraíso", "El Muchacho Persa" y "Juegos funerarios".
Editada en cómodas ediciones de bolsillo, lo cierto es que más de uno pensará, no sin razón, qué necesidad hay de hacer otra reflexión sobre una vida que ha sido biografiada una y mil veces, en millones de páginas que se suceden y que incluye varias adaptaciones cinematográficas. Como fuere, creo que los amantes del tema no harán una mala inversión apostando por esta revisión de la autora, narradora amena y llena de perspicacia en sus hipótesis.
El tópico ha acosado al hijo de Filipo II de Macedonia y Olimpia de Epiro. Es uno de los pocos personajes clásicos que suele ser identificado con suma facilidad por cualquier público no especializado pero con buena cultura general. Muy distinto sería el retrato que tengan esas personas de quien fuera hegemón de los griegos y conquistador de Asia, hasta su dramática muerte en el 323 a.C, en ocasiones representado como un aventurero muy afortunado cuyo imperio fue un gigante de pies de barro evaporado poco después de su muerte.
¿Quién puede culpar a nadie cuando los propios personajes que compartieron espacio con él no se pusieron de acuerdo? Como la propia Renault admite en una hipérbole no tan exagerada como pudiera parecer, el mundo tal vez debería considerar que fue un milagro que no hubiera salido como un precedente de Nerón tras ser el fruto de la unión de dos personalidades tan fuertes como Filipo y Olimpia. Su madre era una mujer con rasgos que las fuentes clásicas elogiaban activamente en los hombres, es decir, fuerte carácter, imparable ambición y crueldad si el momento lo requería, pero que en una reina consorte (una más de las que tuvo el polígamo Filipo) la tachaban de poco menos de una bruja drogada en ceremonias dionisíacas que no sabía encajar con humildad los constantes cuernos y humillaciones de su marido.
Filipo, por el contrario, para los patrones de su tiempo, era todo lo que se podía pedir de un rey. De hecho, como la propia autora admite, de no haber sido Alejandro su hijo, hubiera pasado a la historia bélica y política como el estadista más brillante de su tiempo, una figura comparable a lo que el mismísimo Julio César es para Roma. Particularmente, yo veo más a Filipo como un precedente mejorado y con todos los recursos a su alcance del príncipe elogiado por Maquiavelo. Aunque era brutal en ocasiones por sus excesos, tenía una visión muy superior a la del pueblo al que mandó, muy sometido a sus vecinos e ignorado por las ciudades-estado griegas que los veían como poco menos que bárbaros con pieles de oso. En apenas unos años, el nuevo soberano puso su tierra en el mapa, ganó las guerras tan con la espada como con hábiles alianzas matrimoniales y mostró un gran aprecio por la superior cultura helena, a la que se adaptó y finalmente gobernó.
Renault saca una conclusión muy interesante y nunca lo suficientemente ponderada sobre esa tormentosa relación. Filipo era demasiado inteligente para no comprender que tras aquel muchacho sensible y de cabellos rubios con voz cantora, estaba su gran esperanza como su sucesor, por encima de su sobrino al que supuestamente regentaba el trono y su otra prole. Paralelamente, conforme el muchacho crecía y aprendía de un progenitor al que quizás nunca llegó a amar como lo hacen los hijos con los padres, pero del que bebió de todas sus enseñanzas militares y de gobierno, Olimpia trató de apartarlo con violencia y chantajes emocionales propios de un matrimonio divorciado en todo salvo de hecho. ¿Quién puede culpar a Alejandro de refugiarse en la amistad?
Fue una decisión que debió tomar con toda firmeza en la temprana niñez y que probablemente le acompañó hasta el final de sus días. Rara vez una persona ha depositado tanta confianza y dependencia de sus amigos, con los que probablemente le unió un vínculo mucho más sano (por lo menos al principio) que el mantenido con sus padres. Hefestión (principalmente él, quizás el hombre más subestimado en cuanto a talento se refiere dentro de su círculo, sería absurdo que Alejandro hubiera mantenido como amante, compañero y confidente a alguien vacuo o cuyo único talento era un hermoso rostro), Pérdicas, Cratero, Tolomeo... Con ellos rió, combatió, asesinó, sufrió, fue herido y compartió todo, tanto los botines como los castigos y los rigores de la campaña.
A la muerte de Filipo en una conjura que nunca quedó desvelada del todo y que incluso le salpicó a él (aunque no es probable su participación en dicho acto, apuntando más los restos a una conjura ateniense auspiciada por Demóstenes o los propios persas), Alejandro tuvo que convivir con el espectro de su tuerto y agresivo padre, así como a una red de enemigos que amenazaron que sepultar su nombre para la Historia. Ambos hombres eran muy distintos, Filipo era capaz de tener ingenioso sentido del humor, confraternizar y rebajarse como el común de los mortales, Alejandro era más frío salvo con su círculo más íntimo, su sentido del humor no parece haber sido propicio para las bromas y cuidó su imagen hasta el extremo.
El relato de Renault toma entonces el rumbo de campañas donde Alejandro mostró haber sido un discípulo aventajadísimo de su padre y de Parmenio (el más veterano general macedonio). Capaz de aceptar buenos consejeros como el veterano Antípatro y también de imponer su opinión cuando creía que estaba en lo correcto, baste decir que en su primera campaña como comandante logró el sueño de cualquier estratega y que es uno de los escasísimos ejemplos en los dominios de Ares que cualquier pacifista hubiera firmado: una maniobra sorprendente y una marcha rápida que provoca la rendición del enemigo sin sufrir ninguna baja ni inflingirla.
Tomando el rumbo de su padre, que logró colocar a su nación a la cabeza de los griegos unidos cara a Asia, Alejandro no solamente retomó el sueño sino que lo adulteró para un propósito aún más amplio, una mezcla de generosidad y megalomanía. Aristóteles no solamente le educó para ser un hombre racional y perfecto conocedor de lo que le rodeaba, sino que el afamado discípulo de Platón le reprodujo el fuerte odio de los helenos a los persas, tachados como poco menos que escoria. Cuál fue la sorpresa de sus educadores cuando conforme avanzaba su conquista, no solamente se rodeaba de ellos sino que los equiparaba a sus otros súbditos, para escándalo de muchos de sus militares de viejo cuño.
Es una pena que en el relato de sus encuentros en el campo de batalla, sea uno de los pocos frentes donde no explora los detalles Renault. Muy curiosa hubiera sido su opinión sobre el asedio de Halicarnaso, impresionante fortaleza bajo la estrategia de Memnón de Rodas, jefe de los mercenarios griegos que luchaban por el Gran Rey Darío y que fue el mejor rival a nivel táctico que conoció el macedonio. Memnón había sido junto con su hermano un soldado de fortuna trota-mundos que había terminado emparentado con la aristocracia persa, entre los muchos lugares que estuvo se encontraba Pella, donde tuvo la fortuna de conocer a Filipo e hizo una muy atinada radiografía del potencial de su ejército, enseñanzas que lo convirtieron en un brillante borrador de Kutuzov en cuanto a la tierra quemada y cuyo mayor elogio probablemente sean las pocas páginas que le dedicó el lisonjero sobrino de Aristóteles, cronista palmero del Magno y con quien solamente se enemistó tras verle adoptar la defenestrada cultura persa. En cuanto al rodio, fallecido por enfermedad mientras trataba de llevar a cabo otra de sus impresionantes operaciones (quiso llevar la guerra a la tierra de Antípatro obligando a Alejandro a tener ojos en la nuca), siendo sus herederos distinguidos por el monarca, quien siempre los trató con respeto y hasta casó a una de sus nietas con uno de sus mejores almirantes.
Apenas pasando de los treinta años y dueño del imperio más grande que se conocía en la Oikumené, la tierra enmudeció ante su presencia. Se sabía mucho de su forma de comportarse en una crisis, de sus estrategias más célebres, de como cabalgaba a Bucéfalo, de su valor rayando en lo temeraria, de los desastres que habían provocado sus guerras y su extraña piedad cuando aquello había transcurrido. El problema en aquel momento que lo tuvo todo fue que quiso seguir adelante.
Las campañas que allí se sucedieron eran una mezcla de sueño y megalomanía, el mejor ejército del mundo conocido en aquellos días no comprendía porque su soberano ahora vestía ropajes persas y se proclamaba vengador del Gran Rey al que había derrotado. Desiertos asfixiantes y la incursión en la India (probablemente uno de los episodios mejor narrados por Renault, con fascinantes descripciones y cotejo de fuentes) le llevaron a tener su primer divorcio con sus tropas. A diferencia de Aníbal Barca u otros grandes caudillos, el macedonio se vio en la humillante tesitura de sufrir varios motines de unos soldados que le censuraban por mandarlos a los confines de la tierra y que lo amaban porque verdaderamente a diferencia de muchos otros privilegiados, él nunca había pedido a nadie bajo sus órdenes algo de lo que él no fuera capaz. Tanto era así, que empezó a tener gravísimos problemas respiratorios, cicatrices por todo el cuerpo y al igual que su padre (un espectro con el que le unía amor-odio) un incremento de su afición por el vino, probablemente la causa que le llevó a la pelea de taberna que mantuvo con Clito El Negro, oficial de la época de Filipo que le había salvado la vida en el Gránico y al que terminó matando en una disputa donde el nombre de su padre, los delirios de su madre y el desprecio a los persas fueron solamente la punta del iceberg de una celebración que se fue de las manos y donde viejos odios salieron a la luz.
Fueron muchos episodios, algunos tan notables como el de la conjura de los pajes, donde Filotas y el mismísimo general Parmenio aparecieron salpicados. Con precisión de cirujana, Renault recolecta datos de esos oscuros momentos, destacando la frialdad de un Alejandro que iba tomando su papel de Gran Rey antes que hegemón, con la frialdad del joven Octavio o la de Michael Corleone, tomando un distanciamiento de las cosas que contrastaba con la pasionalidad de las antiguas discusiones con sus padres.
Las fuentes helenas no quisieron complicarse con aquella criatura que Gisbert Haefs definió como "el señor de las diez mil almas", era más fácil afirmar que su antiguo caudillo se había vuelto un loco déspota seducido por orientales indeseables, así como sus nefastos vicios y relaciones sexuales... Es curioso que en ese aspecto su desinterés fuera casi total, había desesperado a sus padres por su lentitud en buscar matrimonio (la decisión fue finalmente sorprendente con la enigmática Roxana) y las únicas relaciones estables y positivas que se le conocen reconocidas como algo más que un efímero affaire, son Hefestión y Bagoas. A juzgar que ambos le permanecieron leales hasta la muerte y que no le traicionaron donde muchos otros lo hicieron, su elección fue acertada, así como es curioso que ni él ni autores posteriores se mostrasen muy interesados por el que sería el futuro Alejandro IV, su heredero y asesinado por Casandro, el ambicioso hijo de Antípatro y que trató de borrar el nombre su antiguo soberano en vano, delatándose él mismo al tener sudores cuando veía una estatua del ya por entonces difunto rey.
Para muchos, empezó a valer más muerto que vivo. Es curioso como rescata Renault el dato de que Sisigambis, madre del Gran Rey Darío que siempre le estuvo agradecida por cómo trató a su familia cuando la destronó, se dejase morir en apenas cinco días después al saber de la muerte de aquel muchacho que la había llamado madre y la trataba con suma deferencia. Olimpia sobrevivió siete años a su hijo y participó activamente en el reparto de su herencia. Viejos amigos como Pérdicas que habían compartido peligros y estocadas, empezaron a preocuparse más de portar su anillo que de su curación... Hefestión había ya muerto partiendo el corazón de su Aquiles, mientras que Cratero tuvo una de sus últimas demostraciones de lealtad al encerrarse en el templo de Serapis rezando por la curación.
Mientras algunos fieles como Tolomeo empezaban a poner sus miras en Egipto, fue la soldadesca (tanto la macedonia como la griega, la persa, los feroces agrianos...) quienes comprendieron que no despedían a un dios como harían los lisonjeros, sino a un hombre, excepcional, brillante, contradictorio, terrible, sensible y frío... Desfilaron ante él como hiciera Alejandro en tantas ocasiones para despedir a sus heridos, embebido por la piedad que trasmite esa joya universal llamada Ilíada...
Lo que trae Mary Renault no es la interesante biografía de un monarca elevado a la altura de dios. Es algo mucho más fascinante, rescata los sueños y temores de un hombre al abordar su futuro...

domingo, 23 de octubre de 2011

CHERCHEZ LA FEMME

El recientemente abierto teatro Góngora ha traído durante este fin de semana la obra clásica de Molière, "Las mujeres sabias". Con la fortuna de poder asistir al evento con la siempre grata compañía de amigos, me alegra poder dar una pequeña entrada extra este domingo al blog de Amarcod, centrada en el marco teatral del que siempre es un placer hablar.



Hay que aplaudir la iniciativa de la Compañía Cordobesa de Teatro Par, sacando nuevamente a la luz este texto del autor de "El ávaro". Les Femmes Savantes es un relato que al igual que le ha sucedido a otras piezas de autores míticos (vienen aquí a la mente por ejemplo "El mercader de Venecia" o "La fierecilla domada"), que se debe ver con cierto filtro y contextualizado.
Gentilhombre burgués de buena pluma, Molière era un buen analista de su tiempo, dentro de su estilo, era imposible escribir mejor o con más gracia, pero también estaba condicionado por la mentalidad de sus días, su ya por entonces avanzada edad y sus propios prejuicios. En un fresco que se desarrolla en un único emplazamiento -una casa donde un paterfamilias galo es incapaz de gobernar a sus díscolas hijas y sabihonda esposa-, Molière carga las tintas sobre el intelectualismo fatuo y la hipócrita elevación de ideales.
En primer lugar resaltar que el teatro tuvo buena factura, acogedor, bastante más íntimo de lo que pueda ser el complejo del Gran Teatro, hay una sensación de mayor aproximación familiar a los actores del reparto. La acústica también fue más que aceptable y, en líneas generales, podría decirse que la representación se llevó a cabo sin grandes incidencias.
El montaje fue hábil, más teniendo en cuenta que el propio texto de Molière es muy propicio a ello, simplemente un salón que puede hacer las veces de estudio, campo de batalla de poetas espantosos que pueden cambiar halagos en difamaciones por una simple objección, donde dos hermanas se enfrentan, una por haber abrazado la filosofía y la vertiente espiritual de las cosas y, la otra, Enriqueta, un amor mucho más terrenal con un antiguo amante despechado de la mayor.
Antonio Barrios dirige con buena mano una obra con diálogos graciosos -aunque es un Molière en este caso muy terrenal, casi disfrutando de hacer partícipe al gran público de su odio a enemigos y situaciones que aborrece-, personajes que caen en un excesivo blanco y negro, recordando que los genios también tienen sus fobias y que son tan presa de los atávicos momentos históricos que le tocan vivir.
El nivel actoral es bueno y hay que tener siempre en perspectiva en los niveles que se mueve una Compañía de carácter local que mucho mérito tiene que vaya sobreviviendo una década en la coyuntura tan gris y mediocre en la que se está moviendo la economía de los territorios artísticos. Las actuaciones son positivas -por ejemplo: algunos diálogos del padre-, aunque algún momento parece sobre-actuado y -esto en realidad es un reproche al argumento, no a las representaciones-, la solución del conflicto -que no desvelaremos por respeto a quienes no la hayan visto aún o leído- siempre me ha parecido facilona y poco inspirada, más en el nivel de escritor que nos estamos moviendo.
Y es que en definitiva, al igual que con otro individuo muy listo, Molière se equivocaba al no olvidar el látigo para azotar a la filosofía en tanto en cuanto se acercaba al bello sexo... y es que los genios también se equivocan como todo hijo de vecino. Y por supuesto, asimismo han errado muchas mujeres sabias a lo largo de los tiempos.

SE ESCUCHARON LOS RAYOS, PERO...

Durante mucho tiempo, "El Capitán Trueno" ha sido uno de los tebeos más representativos dentro del panorama español. Creado por Víctor Mora para la editorial Bruguera, en muchas ocasiones se lo ha acusado de ser un exponente de valores atávicos, de un "¡Santiago cierra España!" que recuerdan a lo peor del oscuro páramo que fue el franquismo para las corrientes artísticas españolas.
Esta apreciación tiene su fundamento de verdad innegable, no obstante, limitar a este héroe de ficción enmarcado en la época de la III Cruzada (aunque las licencias son muchas y se mezclan personajes que no se corresponden con el contexto), pero en verdad hay que ponerse en perspectiva de la época. Tanto Mora como Ambrós no eran precisamente sospechosos de ser muy afines al régimen, mientras que algunos de sus compañeros como Escobar incluso eran acusados de todo lo contrario, por lo que muchos de sus diálogos deben entenderse en la época que fueron concebidos. Por el contrario, "El Jabato", un personaje de muy similares características y mismo creador, por estar ambientado en los días de la Roma imperial, se salvaguardó en buena medida de esos requisitos censores.
Con todo y a pesar de ello el personaje prosperó y prosperó, en una sucesión de aventuras de capa y espada donde el desarrollo de los pérfiles de personajes quedaba sacrificado por una sucesión ininterrumpida de entuertos, viajes exóticos, hechichería y brujería. Tan bien le fue a la creación de Mora que junto con Mortadelo y Filemón, Súper-López y muy contadas excepciones más, sigue en funcionamiento a través de los sucesores del creador original, ya que el señor Mora, nombre clave en la historia del cómic hispano, es uno de los pocos iconos de la historieta que se mantiene bien en venta y cuenta aún con su fiel legión de seguidores.
Más, honestamente, pienso que tanto esos nostálgicos como aquellos espectadores que no conozcan los antecedentes y vayan a la gran pantalla a verlo, no se van a sentir muy complacidos con la adaptación dirigida por Antonio Hernández. Largamente postergada (es una pena que Mora no haya podido disfrutarla estando en una edad más joven y habiendo pudido influir más en su desarrollo), la versión en la gran pantalla de Trueno y su ahora improvisada búsqueda del Santo Grial (como vemos, Indiana Jones fue un mero continuador) parece adolecer de todos los defectos que hacen a muchos cargarse de prejuicios con el cine nacional.
Sergio Peris Mencheta encarna al mítico capitán, conocido por ser el modelo de héroe perfecto medieval, valiente con el enemigo pero noble y defensor de los débiles, uno no va a esperar que en el guión de Pau Vergara, encontrar ahora un Trueno lleno de aristas y complejisimo, pero el retrato de espadachín bravucón y con el que uno piensa tener muy poco en común; por cierto que según dicen en los mentideros, ahora Mencheta se encuentra de pleitos por motivos de honorarios con la productora.
Le acompañan en la trama Manuel Martínez como el titánico Goliat (aunque mucho nos tememos que es bastante peor actor que buen deportista y atleta) y el joven Adrián Lamana como Crispín, escudero y paje del capitán. Como era de esperar, se cruza en su camino de regreso a Castilla la bella Sigrid de Tule, durante mucho tiempo se barajó el nombre de Elsa Pataky como la futura belleza nórdica, aunque finalmente ese rol ha ido cayendo en las redes de Natasha Yarovenko. Este atractiva actriz que saltó a la fama por abrir las puertas del cielo en una habitación romana, representa a una Sigrid que verdaderamente se encuentra muy perdida en la película, en una historia de amor con Mencheta que de tan casta, pura y tibia... se queda en un glacial tono donde uno no sabe qué pensar, la verdad.
En un ejemplo de exceso de ambición, uno, siempre desde la cómoda barrera, no deja de preguntarse por qué no se ha aspirado a menos para poder hacer más. Trueno tiene suficientes aventuras originales de luchas con rivales poco sobrenaturales y en emplazamientos exóticos pero asequibles para un presupuesto que no puede compararse con los ricos fuegos de artificio de Hollywood, una trama más modesta pero bien hecha y medida hubiera podido terminar en una cinta correcta, que hubiera satisfecho a los incondicionales y que, desde luego, hubiera evitado terminar siendo una comedia involuntaria, como sucede con esta búsqueda del Grial y donde las sobre-actuaciones rivalizan con unos decorados donde parece que los castillos y fortalezas están hechos pedazos como si fuera hoy, y los árabes tienen un acento que rivalizaría con el de los lusitanos de la no menos improvisada "Hispania".
Sienta mal, honestamente, tener que hablar así de un proyecto que ha tratado de devolver a un personaje muy representativo del cómic español, pero después del visionado no queda más remedio, casi agradeciendo que haya terminado una sucesión de gags poco inspirados y donde uno se cuestiona por qué si una de las bazas de los villanos es un ejército demoníaco, éste actúa a plena luz del día con un Sol de justicia, en vez de aparecer alguna noche por sorpresa, para variar. Sobre los elementos mágicos, mejor no hablar.
Y es que, verdaderamente uno duda que esa prometida secuela vaya a terminar rodándose... y lo peor, es que uno se alegra, porque no están los pocos héroes que quedan para la península para muchas montañas rusas de este tipo.

domingo, 16 de octubre de 2011

BLACK AND WHITE

Hoy por hoy, el formato televisivo no parece estar muy propicio para alegrías en el panorama nacional. Por lo que llevamos visto de la re-visitación de Cheers, el futuro no invita al optimismo precisamente. Por ello, no tiene nada de extraño por ejemplo que el reciclaje del que probablemente fuera el mejor programa de cine en la pequeña pantalla, sea uno de los enlaces de Youtube más recurrentes para los interesados en las tertulias cinematográficas con un poco de enjundia.
Hace ya varios años, en la segunda cadena nacional, José Luis Garci dirigó "¡Qué grande es el cine!", programa que ya hemos comentado en alguna reseña anterior y que verdaderamente supuso el acercamientos para muchos espectadores de películas tan magníficas como "El empleo" o "El general de La Rovere". Alternando tertulianos de muy variada condición, el grave inconveniente de sus coloquios era muy básico, horarios de madrugada y entre semana, lo cual hizo que más de uno y de dos tuviera que recurrir entonces a los antiguos VHS.

Recuperado el formato íntegro para Telemadrid, más allá de que ahora se limita el surtido a obras en blanco y negro, parece que poco hemos cambiado...
Sigue dirigiendo Garci, haciendo sus medidas introducciones del contexto histórico, muchos tertulianos repiten, aunque algún otro se incorpora... pero es que hasta las películas se repiten, dirán algunos, como si le sonara a una agradable música de jazz muchas veces oída. El acento firme y elegantemente homérico de John Ford, Billy Wilder y esa maravilla llamada "Testigo de Cargo", basada en un relato de la mítica Agatha Chirstie, etc.
Igual que el humo que salía del lugar donde Eddie Relámpago y el Gordo de Minnesota se medían en una partida interrumpida bajo tacos de billar, esta versión noir del antiguo programa satisface a nostálgicos y tal vez cree algún espectador más al maravilloso séptimo arte en la capital española, pero, a pesar de ser un declarado admirador de este tipo de iniciativas, uno sigue preguntándose por qué no ha acontecido ese relevo generacional, porque estos cow-boys de medianoche no encuentran relevo.
De hecho, una de las alegrías más considerables, por novedosa, es el hecho de que se colase "Manhattan" porque el bueno de Woody Allen tuviera a bien rodarla sin color. Soplo de aire fresco, dirían algunos, pues este cine en blanco y negro, hecho con todo el amor y la afición del mundo a este arte, a veces se pierde en ejercicios de nostalgia de la época dorada de Hollywood, donde Elia Kazan deslumbraba (por su capacidad de adaptar obras teatrales y dirigir con una sensibilidad única a sus repartos) y asqueaba (por su papel en la Caza de Brujas norteamericana durante la Guerra Fría).


Y es que, con el paso del tiempo una piensa que esa idea redonda no llega a concluir. "Cine en blanco y negro" es un digno y respetable clon de su predecesora "Qué grande es el cine", capaz de producir coloquios muy interesantes como los efectuados para "El hombre que mató a Liberty Valance" o "El Verdugo" entre otras, pero inferior al original en el sentido de que se limita absurdamente en el espectro a elegir y en ocasiones reitera contenidos, quedándose en lo muy bueno conocido antes que explorar territorios menos habituales pero con potencial novedoso.



¿Dónde quedan esas luces de Oriente? Incluso la lengua maliciosa e irónica de Carlos Boyero termina siendo insuficiente en la oferta que se tiene hoy en día, hasta el programa que hoy comentamos sigue pareciendo varios peldaños por debajo de ese primer programa emitido con más valentía que espíritu de audiencia unos lunes de madrugada...
Mientras seguimos esperando, entre tanta salsa de vanidades para heridas que cicatrizan en norias y cajas salvadoras...Esperando viejos estrenos de cintas ya olvidadas que para muchos, son un regalo sin abrir.

domingo, 9 de octubre de 2011

TAN GUAPOS DE UNIFORME

Un repaso, aunque sea apresurado, a la producción televisiva, cinematográfica, literaria, de video-juegos y cómics sobre la II Guerra Mundial, mostrará una impresionante montaña de información; y eso, sin contar los libros propiamente históricos, biografía de sus grandes personajes, póster y hemerotecas de prensa.
La I Guerra Mundial, más conocida como la Gran Guerra para quienes la vivieron, no produce el mismo efecto. Aunque hay alguna buena y honorable excepción como la magnífica "Senderos de gloria" de Stanley Kubrick, vibrante recreación del infierno de una guerra de trincheras, por lo general, ha sido más desatendida por los autores de ficción a la hora de emplear su contexto para ambientar sus relatos.
Gracias a un buen amigo, tuve recientemente prestado un cómic de curioso título, "Arrowsmith: Tan guapos de uniforme", obra de un tándem de autores verdaderamente notable, el veterano y siempre fiable Kurt Busiek y el dibujante español Carlos Pacheco, hoy por hoy, uno de los mejores artistas de las viñetas en lengua castellana que han cruzado el charco del Atlántico. A pesar del peculiar título, la atractiva propuesta de recrear el poco tratado conflicto en un marco que es una mezcla de la más clásica tradición súper-heroica con elementos fantásticos con cierto toque al gran maestro Tolkien, el trabajo prometía.

Pese a ello, lo cierto es que salvo por su buen nivel gráfico, el arranque hace que uno piensa que se ha colocado en una especie de "Pearl Harbor" (2001), donde hay un idealista muchacho llamado Fletcher que desobedeciendo la autoridad paterna se incorpora a un peculiar grupo volador para ir a Europa, un fiel camarada, una hermosa enfermera que luego resulta ser de excelente familia, el chulo de la compañía que luego no es tan mal tipo...
Afortunadamente, Busiek está a cargo del guión y aprovecha estos estereotipos para narrar una guerra con muy poco glamour, pese a los elementos sobre-naturales que la rodean. En este sentido, el hecho de que sea la I Guerra Mundial es estupendo, ya que existía una mayor complejidad a la hora de ver quiénes eran los "buenos" y quiénes "los malos". Ese relativismo moral sería imposible con el espectro del nazismo y sus derivados.
De cualquier modo, el fresco que va mejorando a pasos agigantados conforme avanzan las páginas, parece haber quedado muy desaprovechado, aunque es elogiable cómo se introduce al lector/a en el infierno de la contienda, en tincheras muy peculiares, repletas de nigramancia y donde los soldados caen a puñados ante dirigentes que, a fin de cuentas, son como crueles dioses nórdicos inconmovibles ante la sangre y fuego que han invocado.

Un perfecto exponente de la imaginación de Pacheco, el mundo de la propaganda y la caricatura encontraron su máximo exponente a partir de los terribles conflictos de principios del siglo XX y que hallaron la máxima hipérbole de la barbarie y la destrucción en la década de los 40.
Un proyecto curioso que desgraciadamente no encontró continuidad y tiene la mala fortuna de arrancar más tarde de la cuenta, más que explotar los tópicos y pervertirlos, tal vez Busiek y Pacheco debieron apostar por tirar la casa por la ventana desde el inicio.
Con todo, una pequeña joya por originalidad y capacidad de andar caminos no trillados.

domingo, 2 de octubre de 2011

BIOGRAFÍA DE UN NIÑO PRODIGIO

Durante los últimos años, la figura de Manuel Vázquez, quien fuera uno de los dibujantes de cómic español más importantes de Bruguera, ha quedado totalmente revalorizada.


Todo giró alrededor del estreno de la película "El Gran Vázquez", donde el popular Santiago Segura interpretó al picaresco artista, tan célebre por sus viñetas como por su vida ácrata y al margen de las convenciones, aún a costa de ser un moroso y vivir prácticamente al día.
Tener una película de Vázquez animó a Ediciones B y a Glénat para re-editar algunos de sus trabajos (ver la reseña "Lo peor de uno de los mejores"), a la par que uno de los grandes historiadores del cómic hispano, Antonio Guiral, elaboraba una biografía con su minucioso estilo clásico del artista.

Probablemente, lo último haya sido el broche de oro para lo que ha sido esta incuestionable figura, "El Gran Vázquez: coge el dinero y corre", coordinado por J.J.Vargas (a quien ya conocerán los lectores/as del blog por virtud a su espléndido trabajo sobre Alan Moore, también editado por Dolmen), es sin duda el colofón a la recuperación de la producción del creador de Anacleto.
Este estudio se trata de una obra coral donde hay un desfile de algunos de los mejores conocedores de la época, abordando distintos aspectos de Vázquez, desde sus inicios cuando era el niño prodigio de Bruguera, hasta la época donde en Glénat orientó su estilo a un humor más adulto y escatológico. Así encontramos a Miguel Fernández Soto, quien ya ha efectuado algunos de los mejores estudios sobre los emblemáticos "Mortadelo y Filemón", o unas palabras de Paco Roca, quien fuera el creador de esa joya que es "El invierno del dibujante".
Lo interesante de esta obra es que se complementa a la perfección con el estudio de Guiral, muy académico e impecable en sus análisis sobre la creación de los personajes con firma by Vázquez (las hermanas Gilda, la familia Cebolleta, el inspector Yes y un amplio etceterá), pero quizás sin esta versatilidad que presenta esta edición de Dolmen, prácticamente un libro que uno puede empezar por el capítulo que prefiera consultar, además de estar aderezado con muy curiosos complementos que harán las delicias de los aficionados (entrevista Jaume Rovira, a Vicky Vázquez, una de las hijas de la prolífica vida familiar y de amantes del artista brugueriano...).
Desde su más temprana infancia, Vázquez fue una curiosa mezcla. Criado en un clima de pobreza y donde se pasaba mucha hambre, su vida, gracia al trabajo de su padre, también le permitió codearse con círculos de artistas muy brillantes, lo cual convirtió al muchacho en una mezcla de sibarita y alguien acostumbrado a sacarse las castañas del fuego, viajando hasta Barcelona para convertirse desde el principio en el niño mimado de Bruguera. Muy inteligente, perspicaz e imaginativo, en el páramo realmente poco fecundo de la censura franquista, by Vázquez fue un verdadero innovador, Escobar por ejemplo fue un brillante exponente de alguien que dinamitaba los tópicos desde dentro y que también merece cuantos estudios se hagan de él, el dibujante de Angelito, se colocó en un extremo del absurdo donde usaba la hipérbole para crear divertidísimo contrasentidos.
Como se desgrana de sus propias entrevistas y testimonios, Vázquez siempre vivió un poco con la ironía como refugio. En el clima espartano de Bruguera, concebida como un negocio tan efectivo como represivo por parte de Rafael González y sus patronos, el dibujante, pese a ser con diferencia el más consentido gracias a sus propias añagazas y el consentimiento que generaba su talento, pero jamás se tomó en serio ni a sus superiores ni a sus propias criaturas. Siempre pensó que la historieta española se pudo poner en la delantera, era el momento, había cerebros (Escobar, Cifré, Mora, etc) y talento, pero el poco propicio clima para la libertad de expresión y las timoratas morales de la época le enfurecían, hasta el punto de buscar refugio en "Los cuentos del tío Vázquez", una sátira moral donde enseñaba a los españolitos medio una vida poco ejemplarizante y muy divertida, con sastres que portaban garrote y deudores irredentos.

Hablando precisamente de deudas destacar las reflexiones de José Ángel Quintana (alias Chespiro, viejo amigo de este blog), acerca del legado de la obra de Vázquez en Francisco Ibáñez. Eternamente considerados la liebre y la tortuga de Bruguera, la superior ética de trabajo del segundo permitió adquirir el estatus de dibujante estrella de la compañía, rango que aún hoy ostenta, ya que sus dos agentes de la TIA son los dos personajes más reconocibles del panorama de las viñetas españolas.



Chespiro, reconocido admirador de Ibáñez a cuya obra ha dedicado el blog "Corra jefe, corra", no cae en el eterno debate bizantino que para algunos ha sido Ibáñez versus Vázquez, cuando en realidad tal pulso no es necesario. El propio carácter anárquico del más veterano le llevó a no exprimir sus creaciones al máximo (su producción es mucho más interesante por su calidad e innovación que por su cantidad), mientras que el otro con una gran intuición, supo ser el discípulo aventajado (por ejemplo: "La Historia ésa vista por Hollywood) que llegó a sacar con su propia marca ese legado, reconociendo siempre la originalidad de aquella personalidad contrastada con él, y es que en by Vázquez, el personaje pronto se apropió de la persona.
Y es precisamente en ese rico anecdotario donde el biografiado ha sido aún más célebre que en el mundo del cómic. Capaz de enterrar tres veces a su padre para cobrar adelantos, artista del escaqueo laboral y sablista profesional, ese personaje brumoso y canallesco generó una extraña admiración dentro de muchas de las personas que convivieron con él, llegando incluso a límites malsanos. Aún hoy sorprende que algunos de los timos de Vázquez sean tan aplaudidos como si fueran producto de una obra de Quevedo, pero en verdad, la realidad tuvo que ser mucho menos divertida para quienes tuvieron que sufrirla. Es precisamente ese séquito que en ocasiones le rodeó quien en ocasiones fomentó esa imagen algo cansina del eterno estafador; curiosamente, él mismo no dudaba en reírse de sí mismo colocándose como villano de sus propias historia, incluyendo secuestros de sus creaciones para no tener que dibujar.
Los aficionados a este singular artista pueden estar de enhorabuena, el presente estudio de Dolmen es, hasta la fecha, el estudio sobre su carrera más documentado, mejor redactado y cubriendo aristas poco conocidas de su trabajo (por ejemplo: su época en la prensa escrita o aquella ocasión en la que el director de El Jueves, rendido admirador de su persona, tuvo que decirle que no a contratarlo por su mala actitud...). Y es que, año tras año, la figura de Vázquez siempre emerge con fuerza para nuevas generaciones de lectores...
"Vázquez no puede morir. Vázquez no perdía nunca"- Francisco Ibáñez, sobre el legado de su vida paralela.
Autores de la obra: J.J.Vargas, Miguel Fernández Soto, Miquel Esteba, Jordi Canyissa, Antonio Tausiet, Alfons Mollné, Francisco Javier Alcázar, José Ángel Quintana, Koldo Azpitarte, Enrique Martínez Fuentes y Jaume Capdevilla.