"Esto está muy bien escrito. Eres un Shakespeare...", el responsable publicitario estaba encantado con lo que le había llegado, aderezado con una redacción impecable. Sin embargo, miro con más detalle a aquel hombre de escasa estatura, sin reprimir una maliciosa ironía. "Bueno, un Shakespearito...". La anécdota tiene cierto aroma de ironía dulzona, un humor blanco, propio de quien se encargó de contar el relato para las futuras generaciones, el receptor del elogio-pulla: Roberto Gómez Bolaños.
Hace algunas semanas hicimos un repaso a El Chavo del 8, uno de los programas más emblemáticos y que mayor longevidad han tenido en esa jungla de las audiencias que es la caja mensa, digo, la caja tonta. Desgraciadamente, entre otras noticias, este fin de semana viene marcado por el fallecimiento de don Roberto, uno de los autores más polifacéticos (series de TV, películas, teatro, libros de poemas, etc.) y talentosos. Sin duda, basta asomarse por la repercusión que ha tenido en toda América Latina la noticia para hacernos una idea de la dimensión pública del protagonista.
Como modesto homenaje, parecía oportuno que el blog se ocupase hoy del primo-hermano del Chavito, nada menos que El Chapulín Colorado, el gran héroe de la factoría de Bolaños; pese a ello, se trata de un paladín atípico. Si bien tiene una serie de características especiales (las antenitas que le hacen la vez de sentido arácnido, pastillas para reducir su tamaño, el martillo sonoro, etc.), el Chapulín tiene un punto cobardón y precavido, no puede evitar ser un poco torpón en ocasiones y dejarse llevar por instintos (entre otros, ser un pelín mujeriego, para qué nos vamos a engañar).
No obstante, en la medida que el personaje es capaz de superar ese miedo se convierte en un auténtico ideal hidalgo, fallos al margen o que se aprovechen de su nobleza, impregnándose de esa ternura que es tan típica de las producciones de esta marca registrada que fue la carrera de Bolaños. Trayectoria tardía como él mismo reconocía, pues empezó a destacar a una edad en la que muchos de sus compañeros estaban plateando retirarse del espectáculo por la ausencia de esa oportunidad que se presenta en muy escasas ocasiones.
Por supuesto, tal popularidad no fue alcanzada en solitario. Como en tantas otras ocasiones, el intérprete se vio rodeado del mejor equipo posible de actores. Su inseparable Rubén Aguirre, Edgar Vivar (quien ha subido una emotiva foto vía twitter de su último encuentro con su director de escena y maestro), la Chilin... perdón, quería decir María Antonieta de las Nieves, Ramón Valdés, el tipo que más hizo reír a Chespirito, Carlos Villagrán (los cachetes más célebres de la historia de la TV), Florinda Meza (quien además ha compartido matrimonio las últimas décadas con Bolaños)...
Un reparto de unas características únicas e irrepetibles. Piratas, mafiosos, caquitos y otros rufianescos villanos no contaron con la astucia del héroe del martillo (Thor aún habría de esperar un poquito para ser emitido por las antenas aztecas), a quien pusieron a pruebas en muy diversos retos, aunque siempre con muchas carcajadas. Puede parecer extraño en estos tiempos que corren del digital y revoluciones constantes, pero uno de los grandes atractivos de este show fue su gran cantidad de innovadores y pioneros efectos especiales.
Curiosamente, puede haber sido de lo que peor haya envejecido del inefable y altruista guerrero escarlata; poco importa, ya que su benigna ingenuidad y divertidas ocurrencias siguen haciendo su visionado un paseo nostálgico por aquella época donde aquel puñado de mexicanos con pocos medios y mucho talento se colaron para siempre en el imaginario popular de todo un continente. Una huella que sigue bien visible hoy en día.
Chapulines y chapulinas invadieron las gradas de los estadios de Brasil cuando jugaba su país, mientras que en lugar tan dado a la veneración del talento como Argentina, la idolatría alcanzada por los Chavos, señores Barrigas, profesores Jirafales, ron Damones, Brujas del 71, rulos y Chimoltrufias (quizá el mejor regalo que hiciera Bolaños a Florinda) abarca desde a Susana Jiménez, pasando por todo el Mar de Plata, Maradona y Andrés Nocioni incluidos.
Y Chapulín Colorado, este cuento se ha acabado. Pero no estén tristes. Volveremos a abrirlo para seguir riéndonos palabra por palabra, tal y como lo recordábamos. Sin duda, aquel hombre era todo un Shakespeare, bueno, mejor dicho, un Chespirito...