A veces la vida se parece a la ficción. De tanto en cuanto, surgen personajes que parecerían más factibles en la imaginación de un Conan Doyle que a ras de calle. Juan Luis Galiardo pertenecía a esa casta de actores de nervio, a lo Charles Laughton, tipos grandes, de voz imponente y que parecían devorar la cámara cuando les enfocaba. Hasta el último día, en "La chispa de la vida", seguía siendo un torrente de voz pegado a un cuerpo de galán teatral, Sir Álex de la Iglesia decía que era un niño grande, uno de ésos a los que solamente había que darle cariño para ganárselo.
En Amarcord no le pudimos disfrutar en directo aunque estuvimos cerca, nada menos que "El ávaro" vino a ser representada a Córdoba La Llana. Y no pudo ser por culpa de Galiardo, maldita sea. El cariño que despertaba entre el público de toda España era tan grande que las entradas se agotaron como si fuera una pelea entre Aquiles y Héctor en el Madison Square Garden a quince asaltos, en apenas un par de días, imposible disfrutarle en el tablado, ni siquiera una miserable esquina pagada como caviar. Por supuesto, la representación fue un éxito, hubo reportajes de La Sexta y el veterano caballero logró encandilar a las chicas de Wyoming, lo cortés no quitaba lo valiente y en su caso, siempre se le dio bien el cortejo.
De hecho, eso podría haber limitado su carrera, la madición del guapo, de Leonardo di Caprio, pasando por Paco Rabal, pero igual que en ambos casos, el intérprete demostró que era, no solamente un tipo atractivo, sino un excelente artista que fue mejorando con los años y ganando en empaque. Sobre la superficie, era un tipo que vivía en una Arcadia feliz y seductora, no obstante, era una persona con sus aristas y sufría más de lo que parecía, en una celebradísima entrevista que concedió en "El Reservado", mostró algunos de sus lados más humanos y me permito recomendarles que se dejen caer por Youtube esta tarde de domingo, porque les sorprenderá. Entre otras perlas, allí, ese don Juan Tenorio, guapo, ácrata y sentimental, dejaría constancia de su admiración infinita por otro de los grandes, Rafael Azcona.
Séría, como sucede con los mejores (López Vázquez, Landa, Alexandre, González...), quedarse con una interpretación de este monstruo. Nunca estuvo más paternalista que en "Soldadito español", donde hizo de un paterfamilias para ponerle un lazo y adoptarlo, o su divertidísimo señorito en "Todos a la cárcel", a las órdenes de Luis García Berlanga; también, cómo no, "Adiós con el corazón", que le valió un Goya que pocas ocasiones ha sido más justo. Y mil más.
En México también andarán de luto, porque durante mucho tiempo pudieron disfrutar también se su presencia, generalmente en televisión. Antonio de La Torre afirmó recientemente que era tan arrollador y fascinante como Santiago Segura, que afirmaba que era una fuerza de la naturaleza, como pudo comprobar Salma Hayek durante el rodaje en el que participaron juntos y donde la garganta de Galiardo volvió a ser la que más se hizo notar, con las invenciones de su alcalde sobre monedas romanas.
Se dice que cuando colegas de profesión te quieren y el público te admira, poco más se puede pedir. No obstante, la maldita enfermedad ha ido con prisas, como si temiera dejarse embaucar por este eterno seductor si lo conocía un poco.
Hemos perdido un magisterio impagable y a un tipo especial. Hoy, el domingo es un poco más gris, aunque tal vez si nos ponemos alguna de sus interpretaciones, la cosa mejore... Gracias por todo.