domingo, 24 de junio de 2012

ADIÓS CON EL CORAZÓN

 A veces la vida se parece a la ficción. De tanto en cuanto, surgen personajes que parecerían más factibles en la imaginación de un Conan Doyle que a ras de calle. Juan Luis Galiardo pertenecía a esa casta de actores de nervio, a lo Charles Laughton, tipos grandes, de voz imponente y que parecían devorar la cámara cuando les enfocaba. Hasta el último día, en "La chispa de la vida", seguía siendo un torrente de voz pegado a un cuerpo de galán teatral, Sir Álex de la Iglesia decía que era un niño grande, uno de ésos a los que solamente había que darle cariño para ganárselo.




En Amarcord no le pudimos disfrutar en directo aunque estuvimos cerca, nada menos que "El ávaro" vino a ser representada a Córdoba La Llana. Y no pudo ser por culpa de Galiardo, maldita sea. El cariño que despertaba entre el público de toda España era tan grande que las entradas se agotaron como si fuera una pelea entre Aquiles y Héctor en el Madison Square Garden a quince asaltos, en apenas un par de días, imposible disfrutarle en el tablado, ni siquiera una miserable esquina pagada como caviar. Por supuesto, la representación fue un éxito, hubo reportajes de La Sexta y el veterano caballero logró encandilar a las chicas de Wyoming, lo cortés no quitaba lo valiente y en su caso, siempre se le dio bien el cortejo.




De hecho, eso podría haber limitado su carrera, la madición del guapo, de Leonardo di Caprio, pasando por Paco Rabal, pero igual que en ambos casos, el intérprete demostró que era, no solamente un tipo atractivo, sino un excelente artista que fue mejorando con los años y ganando en empaque. Sobre la superficie, era un tipo que vivía en una Arcadia feliz y seductora, no obstante, era una persona con sus aristas y sufría más de lo que parecía, en una celebradísima entrevista que concedió en "El Reservado", mostró algunos de sus lados más humanos y me permito recomendarles que se dejen caer por Youtube esta tarde de domingo, porque les sorprenderá. Entre otras perlas, allí, ese don Juan Tenorio, guapo, ácrata y sentimental, dejaría constancia de su admiración infinita por otro de los grandes, Rafael Azcona.
 Séría, como sucede con los mejores (López Vázquez, Landa, Alexandre, González...), quedarse con una interpretación de este monstruo. Nunca estuvo más paternalista que en "Soldadito español", donde hizo de un paterfamilias para ponerle un lazo y adoptarlo, o su divertidísimo señorito en "Todos a la cárcel", a las órdenes de Luis García Berlanga; también, cómo no, "Adiós con el corazón", que le valió un Goya que pocas ocasiones ha sido más justo. Y mil más.


En México también andarán de luto, porque durante mucho tiempo pudieron disfrutar también se su presencia, generalmente en televisión. Antonio de La Torre afirmó recientemente que era tan arrollador y fascinante como Santiago Segura, que afirmaba que era una fuerza de la naturaleza, como pudo comprobar Salma Hayek durante el rodaje en el que participaron juntos y donde la garganta de Galiardo volvió a ser la que más se hizo notar, con las invenciones de su alcalde sobre monedas romanas.



Se dice que cuando colegas de profesión te quieren y el público te admira, poco más se puede pedir. No obstante, la maldita enfermedad ha ido con prisas, como si temiera dejarse embaucar por este eterno seductor si lo conocía un poco.




Hemos perdido un magisterio impagable y a un tipo especial. Hoy, el domingo es un poco más gris, aunque tal vez si nos ponemos alguna de sus interpretaciones, la cosa mejore... Gracias por todo.

domingo, 17 de junio de 2012

AMAR EN TIEMPOS DE CRISIS

Hay películas de las que el bueno de Cronos se ha olvidado. No es inusual, que un film que se ve a edad temprana, cause un fuerte impacto por su novedad y novedad. Pese a ello, a veces, al volver a verlo cuando han pasado más años, uno tiene la extraña sensación de visitar un salón vacío que antaño recordaba lleno de fiesta y vida. Afortunadamente, en otras ocasiones, uno sufre el efecto totalmente contrario; indudablemente, para mí, en esa tipología, "Lo que el viento se llevó" es una referencia casi obligatoria".






Desde muy joven, fue el típico clásico que uno va posponiendo casi sin querer. Imaginad, novela romántica, de época, de mucho metraje, una historia amorosa que uno a buen seguro un chaval imagina empalagosa y repetida hasta el hartazgo... Sin querer prejuzgar, si algo me suscitaba la adaptación de la obra original de Margaret Mitchell, era cierto regusto a atávico y "solamente apto para personas mayores con mucha nostalgia". Afortunadamente, un buen día, cuando dejaron de recomendármela, la vi.





Igual que en el anterior entrada recomendamos (valga la redundancia) mesura en las recomendaciones que pueden causar el fecto inverso, pocas satisfacciones como espectador puede producir un descubrimiento espontáneo o bien encaminado por un buen consejo. Si te dejas llevar por la dirección de Víctor Fleming (aunque sería lo mismo mencionar a George Cukor y Sam Wood, nada menos que tres directores para esta súper-producción y que llevó a uno de los libros que han estudiado su creación a titularse "¡Este rodaje es la guerra!"), te encontrarás ante una seducción paulatina, un drama que va siempre de menos a más.
Con todo, más allá del lujoso vestuario y momentos como el incendio de Atlanta, o las batallas entre sudistas y yankees dentro del contexto de la terrible guerra de la Secesión de los Estados Unidos, lo que siempre ha salvado y salvará a la tierra de Tara, es la impresionante juventud de sus personajes, la frescura que emana de sus diálogos y una de las relaciones más fuertes, originales y creíbles jamás fabricadas, la mantenida por Scarlett O´Hara y Rhett Butler.




Verdadera búsqueda del zapato de Cenicienta, el proceso de casting fue uno de los más extensos y polémicos de la historia de Hollywood. El mismísimo Groucho Marx fue tanteado para encarnar al cínico y vividor pretendiente, mientras que Vivien Leigh terminó siendo la elegida en un aún más cruento combate por encarnar a la niña caprichosa que comienza viviendo en la idílica protección familiar y bailes de puesta de largo, hasta convertirse en una mujer curtida, experimentada y humanamente egoístia, a raíz de las penalidades de la contienda que destrozan sus sueños infantiles, especialmente su primer amor, el joven Ashley (Leslie Howard).





En honor a la verdad, aunque algunos de los candidatos eran espléndidos, no se puede negar que nadie podía haber encarnado mejor a esta pareja. Hay muchos secundarios de mérito en el show, pero todos terminan siendo excelentes comparsas de una química única e inusual, Vivien Leigh presta todas sus particularidades al proyecto, en una interpretación que cumple una de las máximas del escrito original "Scarlett no era especialmente guapa o bella, pero los hombres no se daban cuenta de ello hasta que estaban perdidamente enamorados de ella". Por su lado, "El Rey" Gable crea un personaje tremendamente ocmplejo y con muchas aristas, una mezcla de Jaime Lannister y Rick en Casablanca, un perfecto caballero y todo un sinvergüenza, un individuo adelantado a su época, Ulises, nuevamente arrastrado de su plácida y sibarita Ítaca a una absurda guerra de Troya que detesta, pero de la que se aprovecha.


Imposible desgranar en una simple entrada los muchos aspectos que convierten este clásico en una de las joyas de la Corona de lo mejor de Hollywood. Simplemente manifestar que, probablemente quienes no la hayan visto (afortunados ellos), se sorprenderán ante lo que encontrarán, una interpretación de la guerra de los sexos que no se casa con nadie y termina tomando siempre el derrotero inesperado, amparados en dos actores en estado perenne de gracia. Nunca volvieron a estar tan bien, pero es que solamente por estos dos papeles, bien se merece ya un hueco en el Olimpo de los grandes.



Eso sí, no quisiera uno dejarse a alguna actriz del talento de Olivia de Havilland, quien, como muy bien escribió Terenci Moix, logró solventar la difícil papeleta de hacer creíble con su talento a un personaje tan bondadoso como la benevolente Melanie, la rival (sin saberlo) de Scarlett por los amores de Ashley.

Una pieza maestra repleta de momentos míticos, incluyendo su original final, que, por cierto, jamás tuvo que tener secuela (y con esto cubrimos el expediente del comentario hard).

domingo, 10 de junio de 2012

¿TODAVÍA NO LAS HAS VISTO?

¡Pero bueno! ¿Aún no has visto la segunda temporada de Juego de Tronos? Cuidado con la respuesta, pues según sea, el entrevistado puede terminar siendo una especie de paria televisivo, un inadaptado que no sabe lo que es bueno. Conste, que quien escribe, es un humilde y entusiasta aficionado del universo de Martin y que disfruta de esta adaptación de la HBO, no obstante, su calidad, originalidad y novedad, también la han convertido en una recomendación arrojadiza, un verdadero dolor de muelas para muchas personas que escucharán una y mil veces, "tienes que verla, tienes que verla...".





En ocasiones, el problema no está en el producto, sino en los críticos, los profesionales y los blogueros, los amiguetes y los aficionados que no dejamos de dar la tabarra. La insistencia, entonces, se torna en un arma de doble filo que terminará resultando contra-producente. Pero no, el fenómeno de Desembarco del Rey no ha sido único ni lo será, este equivalente a los best-seller de la caja tonta, que no tiene ninguna culpa de que a veces se sobre-exploten a las gallinas de los huevos de oro.





Las series, por sus características (mayor duración, capacidad de desarrollar personajes y arcos argumentales), terminan provocando una fuerte complicidad con el espectador que arrancó con ella desde el primer capítulo. Esto lleva, cuando se recomienda, a dar por sentado que otro público tendrá el mismo proceso y viaje, pero eso no siempre es así. A veces, deberíamos ser capaces de tener la paciencia de dejar la siembra, quizás una semilla, menos estruendosa que los adjetivos hiperbólicos, pero, que puede ser la diferencia entre dar la pista del problema al alumno para que lo resuelva, o darle la solución sin explicación.

Viene a la mente el fenómeno de dos programas, curiosamente también de la HBO, "The Wire" y "Los Soprano". Extraordinarios y divergentes entre sí, a su manera (ya hemos hablado en alguna entrada previa de ambas) son un testimonio único de los Estados Unidos de su tiempo, han tardado pocos varios fans en contrastarlos. No es tema baladí, ya que no pocos piensan que esta pareja debería disputarse el título de mejor serie de TV de todos los tiempos. Y, por ahí, empiezan las discusiones rabínicas sin mucha utilidad, más allá del apasionado debate.





Es un fenómeno que va sucediendo cada cierto tiempo. Cuando surgió "House" en la FOX y hasta que la gente empezó a inventarse que estaba en decadencia, asimismo se vio asediada con esta carga adicional absolutamente innecesaria. Los nostálgicos tampoco se libran, la pobre "Yo, Claudio", una serie estupenda basada en las novelas de Robert Graves, se ha convertido en no pocos casos en un incordio total para los más jóvenes, recomendada hasta la saciedad pero no explicando que hay que superar primero su cartón piedra en los decorados y su ritmo pausado comparado con el tempo actual, para ver la verdadera joya que esconde.






Otras, estarán en litigio por unos pocos años más hasta que el impacto repose. "Lost", una de mis asignaturas pendientes más acuciantes, me provocó el efecto de víctima y no recomendador plomizo. No tuve con los perdidos de la isla la fortuna que tuve cuando una persona cuyo criterio siempre tengo en alta estima, me dijo que había unas novelas que me podían gustar mucho y que debería pasarme por la librería Beta para ver si tenían el primer tomo, había más, pero mejor empezar suave, por si no me gustaba. Evidentemente, el libro era obra de Martin y se trataba del comienzo de "Canción de Hielo y Fuego", prometo que no tuve necesidad de enfrentarlo a Tolkien durante todo el proceso.

No tiene que estar lejos el verano en el que me ponga al día con este programa que causó verdadero estupor entre muchos amigos y que hacían que te dieran ganas de verla; nuevamente, el apelativo de "mejor serie de la Historia" coleaba en el horizonte. Por supuesto, perdió su esencia y terminó teniendo un final apresurado y poco merecedor de los clímax planteados previamente (puede ser cierto y habrá de verse, pero no deja de ser curioso como el círculo se va repitiendo).




En ese sentido, pocas cosas son más fiables para el medidor que la tranquilidad del efecto de Cronos que todo lo cura y va dejando reposar las emociones del público. Superando el esnobismo casi obligatorio que exige decir que el mejor cine se está haciendo en televisión, o que, para algunos "Los Simpson" son lo mejor de la historia de TV (es la primera vez que utilizamos esta categoría en todo el domingo), el quid podría radicar en la coyuntura.





Me explico, hay momentos en Springfield donde la familia amarilla ha logrado elevar su mentira al cuadrado, cuando la perfección de sus guionistas (quizás de la temporada 3 a la 10, discutible, por supuesto) ha hecho que varios episodios, determinados momentos y chistes hayan disfrazado a esa gran serie de la perfección, siempre esquiva, se acaricia y desvanece. Eso ocurre con la primera temporada de "Roma", algún momento de "Downton Abbey", aconteció en "Los Soprano", "The Wire" y a buen seguro habrá sucedido con "Lost", que vuelvo a reiterar en mi intención de ver superado el efecto oleada.




Son esos instantes los que justifican la carrera y la capacidad de reconciliar a público y crítica. Hay momentos donde ese espectro de grandez envuelve también a "Fringe", o a "Big Bang", a "Historias para no dormir" o lo que ustedes quieran.






Mil y un géneros, infinitas maneras de interpretar y enfocar personajes... ¿Cómo? ¿Qué todavía no has visto Juego de Tronos, la segunda temporada? Caray, qué envidia, quién pudiera arrancar de cero. 

domingo, 3 de junio de 2012

RENÉ, ALBERT Y EL BUEN SALVAJE


Antes que Astérix existió él. Los cimientos del éxito, la fórmula infalible, se encontró desde aquel inicio. Las aventuras y desventuras del indio Umpa-Pá, fueron la primera participación sería con mayúsculas de un tándem legendario, la medalla de honor de la colaboración, los Stockton-Malone de las viñetas, hoy me complemento contigo mejor que ayer, pero menos que mañana, René Goscinny y Albert Uderzo.



Merced a la generosidad bibliotecaria de mi buen amigo Chespiro, al fin pude acceder a este personaje al que, honestamente, conocía, pero exclusivamente a través de diccionarios del cómics y citas a pie de página en biografías de dos autores a los que admiro profundamente. Aparecido y editado por primera vez en 1958 Umpa-Pá es un personaje carismático que quizás haya sido injustamente eclipsado por la fortuna de sus dos creadores.





Así, pareciera que Lucky Luke y Astérix hayan oscurecido sin pretenderlo a este gran antecedente, brillante boceto que ya ofrecía muchos de los elementos que los dos personajes punteros llevaron magistralmente a buen puerto. Ambientada con sus irónicas licencias en la colonización francesa, René y Albert, tanto monta, monta tanto, ya encontramos muchos de los rasgos que definirán la trayectoria de ambos y la esencia de sus series.




Umpa-pá viene a ser el reflejo de lo que Rosseau hubiera definido indiscutiblemente como "buen salvaje", un guerrero piel roja de buen corazón, gran habilidad física, campechanía (en ese sentido muy Óbelix) y poco corrompido por la civilización de la pérfida Albión (aunque en este caso sería con acento galo). No obstante, eso no le impide conocer y hacerse amigo de Pasta de Hojaldre, un estirado joven oficial de Su Majestad Versallesca (confiamos en que el nombre francés original fuera más serio) de "doble cabellera" que también se sorprende al encontrar un gran amigo en este supuesto enemigo.



Con su fino sentido del humor, Goscinny aprovecha esta extraña pareja y el tamiz inocente de las viñetas para narrar con brillantes muchos de los estereotipos de la época. Especialmente debe resaltarse su manera de burlarse de la caballeresca forma de hacer la guerra de las dinastías europeas, con los ejércitos prusiano y francés invitando al otro a empezar la carga y los balazos, mientras alianzas y pactos en El Viejo Continente van resolviéndose entre partidas de cartas.





En otro fino antecedente con el pequeño Odiseo de la Galia, también habrá una aventura contra los piratas, en la cual, los buenos seguidores de los irreductibles, verán muchos de los clichés que se hicieron célebres. Desgraciadamente acabada antes de tiempo, los cinco cómics de tapa dura se antojan escasos para este interesante personaje y ese tono aventurero y desenfadado.





A nivel artístico, es digno de lamento que los brillantes lápices de Uderzo no hayan encontrado más huecos en la agenda para narrar westerns, porque su capacidad para recrear fuertes, campamentos indios y desiertos, es digna de los grandes maestros, a la altura de Morris y los mejores dentro del género.




En definitiva, la enésima demostración de una de las mejores parejas artísticas de este medio.