domingo, 25 de noviembre de 2018

RENÉ: DEL PANTEÓN A BUENOS AIRES


¿Qué fue primero, las lágrimas o la risa? Con esta elocuente pregunta culmina Anne Goscinny el prefacio del libro de su padre, titulado Del Panteón a Buenos Aires: crónicas ilustradas, una esperada edición en castellana de algunos de los textos de René Goscinny, uno de los más célebres guionistas que ha dado la fecunda escuela franco-belga. Como buena hija, demuestra haber aprendido con astucia gala las lecciones paternas, firmando un emotivo y tierno prólogo que advierte el tono de nostalgia que va a presidir la lectura. 



La edición bonaerense ha sido cuidada hasta el más pequeño detalle, con el mismo celo que el creador de Astérix ponía en sus juegos de palabras para los diálogos. Ilustradores europeos de la talla de Cabu, Druillet, Margerin o Cestac, entre muchos otros nombres destacados, acompañan los irónicos textos de aquel prodigio nacido en París un 14 de agosto de 1926. Vino al mundo muy próximo a Panteón de las personas heroicas de su patria, sin saber que pronto cruzarían el océano para marchar a Argentina y Estados Unidos. Él mismo nos lo cuenta de una forma deliciosa. 



Si algo transmiten de inmediato sus pequeños relatos es un gusto por la vida en general y la buena mesa en particular, afición que comparte con Obélix, aquel personaje secundario que su amigo y mejor socio, Albert Uderzo, consiguió que se convirtiera en principal. Todo ello contaba con un único e ineludible propósito: lograr la sonrisa cómplice, una búsqueda de la carcajada que ya encontró como antídoto de la timidez cuando estaba en el colegio. 


Indudablemente, se trata de una lectura muy agradable y de apariencia simple. Debe insistirse en eso porque él mismo bromea en las páginas con el hecho de que tantos años escribiendo en revistas infantiles le hacían añorar a sus colegas indescifrables, esos que dejaban al público enfadado consigo mismo por no ser capaz de alcanzar los códigos presentados. En realidad, el nivel de narración de Goscinny era tan bueno que su apariencia en el escaparate era de una falsa sencillez, la cual escondía horas y horas de trabajo frente al teclado. 



La cuidada traducción que se exhibe en esta versión permite percibirlo. Hay fragmentos graciosos que se convierten en sublimes a través de las notas a pie de página. Nuestro protagonista se permitía hacer juegos de palabras con algunos de los personajes de Los miserables que, inevitablemente, se pierden al pasar de la lengua francesa a otras. Igualmente sigue ocurriendo hoy con algunos de sus mejores momentos en series como Iznogud. Traducidas son muy buenas. En versión original, alcanzan la excelencia. 



Curtido en los pupitres del Colegio Francés de la capital argentina, Goscinny terminó siendo un trota-mundos que vería otras ciudades importantes como Montevideo o New York. Todo para terminar volviendo a casa para convertirse en uno de los puntales de la industria del cómic. Como su querido Astérix, no llegó a casa como el mal viajero; por el contrario, aprendió mucho de otras culturas para aplicarlo a su aldea. 



En bastantes sentidos, estos pequeños y divertidos pasajes recuerdan a obras similares de otros maestros del humor (especialmente Cómo acabar de una vez por todas con la cultura de Woody Allen). Siempre capaz de sacar punta a todo con ingenio, resulta de particular moraleja la vida de cierto rebelde burgués que está torpedeando el sistema desde dentro. Llega a tener tanta pericia en su intento que en todos las facetas de su vida es un conservador acomodado y que tiene engañados a propios y extraños sin hacer absolutamente nada. 



También plantea un futuro delirante donde turistas de otra galaxia reciben una visita guiada sobre los restos de Francia, con delirantes interpretaciones acerca de los significados de los objetos y lugares presentados. Aunque algunas referencias a su actualidad (por ejemplo, el general Charles de Gaulle) han caducado, sus reflexiones acerca de las dietas burguesas no parecen haber cambiado ni un ápice. 



Un libro imprescindible para las personas seguidoras del célebre guionista, aunque también para un espectro de público más amplio: el de cualquier búsqueda de una lectura que invite a la sonrisa. 



BIBLIOGRAFÍA: 



- GOSCINNY, R., Del Panteón a Buenos Aires: crónicas ilustradas, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2018. Traducción: Laura Fólica y Julia Gómez Sáez (revisión). 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 










domingo, 18 de noviembre de 2018

1980 WIMBLEDON CHAMPIONSHIPS-MEN´S SINGLES FINAL


A diferencia de muchos otros deportes, el tenis mantiene siempre una cercana lejanía con el contrincante. Una fría red separa a las dos personas que se disputan el juego. Por ello, no tiene nada de extraño que sea una disciplina con un fuerte componente de soledad a la hora de asumir los errores y aciertos. Ya sea en tierra, cemento o césped, es un diálogo con uno mismo que ha llevado a autores como David Foster Wallace a afirmar que su practica es casi una experiencia religiosa. 



Durante horas, el sueco Björn Borg y el norteamericano John McEnroe se observaron en la gran Catedral de hierba, justo cuando se decidía si el primero iba a lograr su quinto entorchado consecutivo o, como le ocurrió a Lucio Cornelio Sila con Pompeyo, descubrir que la mayoría de la gente venera al Sol naciente antes que al menguante. El marketing de aquel año de 1980 sabía perfectamente que tenía un producto de primera magnitud. Magic versus Bird, Alí contra Foreman o tantas otras rivalidades que han atraído audiencias millonarias por presentar dos figuras de estilos antagónicos, aunque complementarios. 



La noticia de que Janus Metz Pedersen iba a dirigir un film que adaptaría el partido más mítico (con permiso del duelo Roger Federer-Rafael Nadal) fue acogida con interés y cierta polémica. Naturalmente, McEnroe, el torbellino de emociones y destroza raquetas, pronto se quejó del poco parecido físico que veía entre él mismo y su intérprete en la gran pantalla, Shia LaBeouf. Una pena que el famoso deportista afirme no haberla visto, puesto que sí que se capta muy bien su forma tan peculiar los partidos y convertir en una visita al dentista el jugar contra su heterodoxo estilo.  


La producción sueca es de hermosa factura. La fotografía difuminada pega mucho con la atmósfera casi de documenta que se respira en bastantes momentos. Una clara influencia de esta historia paralela al estilo Plutarco es la estupenda Rush (2013) de Ron Howard. Asimismo, el metraje es el idóneo para narrar lo que desea sin hacerse en ningún momento pesada. 



Conforme ambos protagonistas van avanzando en el torneo, la cinta nos lleva a través del recurso de los flashbacks a comprender los pasos que les llevaron a llegar hasta ahí. Un veterano de lujo como Stellan Skarsgard da vida al mentor del joven Borg (Sverrir Gudnason), una promesa que irá cumpliendo cada uno de los pronósticos sobre él para convertirse en una máquina de victorias. Pero eso le trae mucha más presión que felicidad. Es inevitable recordar la magnífica biografía de Andre Agassi, Open, puesto que hay algún punto en común notable. 



La documentación que llevan a cabo director y colaboradores (especial mención a Niels Thastum, responsable de todo el apartado fotográfico) es digna de notaría, puesto que la recreación de la época es excelente y nos sumerge de forma rápida en tierras británicas. Unas Islas donde el impulsivo McEnroe chocaba de inmediato con el público por su emotividad a raudales. 


Presionado hasta el extremo por la federación de su país y con una vara de exigencia que convertía las victorias en algo rutinario, la frialdad de Borg tendrá que buscar fuego si quiere sobrevivir deportivamente a un duelo con muy poco que ganar y muchísimo que perder. Por su lado, McEnroe se medirá a un rival que le exigirá estar concentrado con los cincos sentidos, no pudiendo permitirse ni dos décimas de segundo en malgastar energías protestando con árbitros o aficionados. 



Si el general Montgomery tenía un retrato del mariscal Rommel, ambas figuras irán obsesionándose con el otro hasta estudiarse al milímetro. Las cuatro horas del choque son resumidas con habilidad. El material era lo suficientemente apasionante para no tener que caer en clichés, resultando un montaje sobrio, eficaz y que contagia la sensación que tuvo la afortunada audiencia del momento al verlo en directo.  



En resumen, nos encontramos ante un biopic deportivo que revindica el género, narrado de forma inteligente y sin otra pretensión que mostrar el drama existencial de dos leyendas del tenis que quedan conveniente humanizadas para lograr nuestra empatía más cómplice. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 









https://elpais.com/cultura/2018/05/17/actualidad/1526538303_605048.html

domingo, 11 de noviembre de 2018

MUCHA TONTERÍA


Las tonterías juegan un papel fundamental en nuestro día a día. Las que que hacemos y recibimos en nuestra vida cotidiana van marcando, en buena medida, el devenir de eso que llamamos lo cotidiano. Berto Romero es consciente de eso y hace ya tiempo que le saca fruto a través de destrezas como el monólogo, ese espejo donde algunos artistas exhiben sus milagros y miserias ante el respetable público, buscando el efecto de la carcajada que surge cuando se empatiza con el otro. A lo largo de más de una hora y media, Mucha tontería es un espectáculo donde nos reímos un poquito de él, aunque fundamentalmente lo hacemos con el "sobrino" de Andreu Buenafuente, porque nos proyectamos en lo que cuenta. 



Con muchas tablas ya a sus espaldas, pocos secretos le presenta ya el escenario a nuestro protagonista de hoy. Una cita que depende de su habilidad propia para no hacerse pesado y mantener la sonrisa cómplice, contando, eso sí, con el apoyo de la guitarra de cierto Lagarto y la técnica del empleo de luces para invocar al mismísimo Dios si fuera necesario, para entablar un diálogo que incluso nos recuerda afinidades con el maestro Woody Allen (incluyendo la perspectiva de que en aquel asunto de Abraham e Isaac hubo una falta de comunicación tremenda). 



Una de las grandes sorpresas son los números musicales que incluye el asunto, donde Romero además demuestra más destreza de la esperada. Y es que para parodiar a alguien que canta mal hay que tener cierta noción del ritmo y él la posee, llevando varias letras de mérito e incluso un improvisado rap orientado a los progenitores de edad madura que se echan una vista un tanto desconcertada cada mañana ante el espejo. 


A este respecto conviene recomendar ver antes Mira lo que has hecho (2018), creación de Carlos Therón y el propio Berto Romero. Bastantes de los materiales y gags allí planteados son re-utilizados con habilidad en el show. Como el propio protagonista afirma, cogiendo experiencias propias y otras prestadas, se trata de un tipo de "basado en hecho en hechos reales" pero acondicionados al objetivo de lograr la carcajada (en esa escuela también encontramos la magnífica El fin de la comedia de Ignatius). 



Si hace unas semanas hablábamos de la visita de La vida moderna al Cartuja Center, la comparativa con Mucha tontería se antoja pertinente. En el primer caso estamos ante un programa de radio que se encuentra en la más rigurosa moda, justo lo que recetó en botica a la generación de lo políticamente correcto. En el caso de Berto, su onda va más por una atinada reflexión en clave sarcástica de eso llamado madurez, a esa incómoda sensación que una persona tiene cuando mira en el grupo de WhatsApp de padres del cole que tiene 120 mensajes sin leer. 



Se nota también la influencia de la fina pluma de Rafael Barceló con quien Romero ha escrito varios guiones de forma conjunta. Un hábil empleo de la ironía y el sarcasmo, aderezada por la capacidad de improvisación de un comediante experimentado que sabe reconducir su texto según sea la predisposición del auditorio. 


Asimismo, es la oportunidad de ver al Berto más subido de tono, sorprendentemente escatológico incluso en algunas ocasiones. Probablemente, sea un peaje bastante frecuente en los monólogos, porque no deja de ser un terreno común que garantiza el mayor porcentaje de complicidad posible, incluso a costa de cae en algún "cuñadismo". 



Cuando comenzó, en Berto Romero se veía una gracia más que suficiente para ser el compañero perfecto en los programas de Buenafuente (de hecho, se nota que el presentador de Reus siempre imagina sus espacios con secciones para explotar a su descubrimiento). Aunque esperamos que esta complicidad televisiva se mantenga mucho tiempo, estas oportunidades muestran que es capaz de igual manera de tener vuelo propio sin problemas. 



Por ejemplo, ante el reto de estar más de una hora y media sin que el respetable se aburra con la única ayuda del ingenio propio y un guitarrista. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Teatro Cartuja Center, función del día 9 de noviembre de 2018. 



- Mucha tontería, función del día 9 de noviembre de 2018.



- Mucha tontería, función del día 9 de noviembre de 2018.

domingo, 4 de noviembre de 2018

AZUFRE Y FUEGO: GOMORRA (TEMPORADA I)


Nápoles es una ciudad que deslumbra con facilidad por su belleza. Sin embargo, en cada uno de sus quartieri se esconden rincones de tristeza. Una hermosa estatua puede estar rodeada de pintadas y paredes desconchadas. A apenas unas calles de un festejo local divertido con buena comida transalpina se puede escuchar una sirena de policía. Una gran ciudad de contrastes, de éxitos y fracasos, sacudida especialmente en las épocas de turbulencias económicas como la que hoy nos ocupa. 



Roberto Saviano comenzó observando el puerto napolitano. Lo hizo con ojo de notario, recogiendo información y sorprendiéndose por los hallazgos que descubría. Paulatinamente sabía más de su tierra y de sí mismo, del orgullo y la vergüenza, de un entramado donde la temible Camorra se había convertido en dueña y señora. Todo terminaba pasando por sus manos para comisiones, desde el fichaje de Maradona hasta las aduanas. Un relato tremebundo que debía terminar cayendo, cómo no, en una adaptación televisiva que se estrenó en 2014. 



Gente como Stefano Sollima, magnífico director italiano, olfatearon que aquí había material para algo grande. Tal vez Gomorra no alcance la belleza triste de esa obra maestra que fue Roma criminal, no obstante, sí que muestra los suficientes ingredientes para atraparnos en sus redes con una calidad que nada tendría que envidiarle a ninguna serie de moda al otro lado del Atlántico. 


Desde el primer momento la cámara nos adentra en las profundidades del clan Savastano, una familia criminal insertada hasta el corazón de la mafia local. Mucho poder, lujo y dinero que debe ocultar las tropelías realizadas para lograrlo. Aunque es una historia coral, el motor del arranque del show es el oscuro personaje de Ciro (Marco D´Amore), un soldado de la asociación de gran astucia y pocos escrúpulos para lograr sus objetivos. 



Los cabezas de familia son don Pietro (Fortunato Cerlino) y la signora Immacolata (Maria Pia Calzone), quienes han empezado a preocuparse por la evolución de su único hijo, Genny (Salvatore Esposito), un joven agradable, algo caprichoso y sobreprotegido que, en algún momento, deberá dejar de pedirles motos nuevas a papá y empezar a involucrarse en la organización. Debido a su amistad con él desde jóvenes, Ciro verá ese aprendizaje como una oportunidad para utilizar al joven en su propio beneficio, aunque cuanto más se acerque a los patronos más riesgos tendrá de quemarse. 



Debido a la riqueza del dialecto madre, estamos ante un programa que debe verse, siempre que se pueda, en versión original. El realismo del rodaje, las callejuelas donde se trafica con la droga, las viviendas en suburbios que están a pocos metros de palacios de emperadores modernos del crimen, etc. Gomorra no va a desbancar a Los Soprano de su trono, pero transmite veracidad y trata a su audiencia con respeto a su inteligencia de una forma envidiable.


Ti fidi di me? Las amistades peligrosas y el dinero fácil para jóvenes impresionables están a la orden del día. Saviano ya participó en la película del mimo título sobre sus investigaciones, las mismas que le han llevado al exilio, tener escolta y chocar con el actual gobierno de su patria. En la versión televisiva el equipo artístico tiene más tiempo para desarrollar las tramas, profundizando poco a poco en cada pieza del rompecabezas de un universo que parece desagradablemente real.



Con una banda sonora exquisita, está primera temporada resulta de visionado atento, puesto que las conjuras y los movimientos entre unos y otros son bastante complejos. Uno de los grandes rivales de los Savastano es Salvatore Conte (excelente Marco Palvetti), un personaje de muchas aristas. Atención también al papel de España en algunos de los episodios y que refleja cómo el problema de la corrupción no atiende a nacionalidades y sí al color de los billetes. 



Dicen que Gomorra se perdió en azufre y fuego. Otros piensan que simplemente está esperando la primera oportunidad para volver a resurgir tras un tenso descanso. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://blogs.20minutos.es/solo-un-capitulo-mas-series/2014/11/27/la-realidad-vergonzosa-de-gomorra/



-https://tvzap.kataweb.it/news/171028/gomorra-2-alleanze-sempre-piu-pericolose-anticipazioni/



-https://it.wikipedia.org/wiki/Episodi_di_Gomorra_-_La_serie_(prima_stagione)