Cuando nos adentramos en estas fechas navideñas, hay varios clásicos cinematográficos que son muy recurrentes, por ejemplo, la emblemática "Qué bello es vivir".
No obstante, sin demérito de las anteriores, hay una cinta que a mí me viene con particular fuerza, especialmente el día de Nochebuena, "Plácido", mítica obra dirigida por el gran maestro Luis García Berlanga (1961).
Durante toda su heterodoxa y espléndida filmografía, Berlanga, especialmente cuando colaboraba con el mítico Rafael Azcona, se caracterizó por una tremenda capacidad incisiva, una burla constante de instituciones, sociedades e ideologías... y una tremenda ternura y compasión por el individuo como sujeto individual, con sus grandezas y miserias. En pocas ocasiones anduvieron más fino que con Plácido, un desventurado conductor de moto-carros encargado de llevar la estrella de Belén en una campaña de Navidad para sentar un pobre en la mesa de un pueblo donde la gente bien ha organizado este espectáculo solidario que tiene mucho de hipocresía.
El humorista Cassen, se encarga de encarnar a este típico protagonista berlanguiana, obsesionado por un problema que es sistemáticamente ignorado por el resto del mundo que le rodea, trata de solucionarlo, en su caso, acabar su labor con tiempo para pagar una letra, ya que le podrían embargar...en plena Nochebuena.
Indudablemente, estamos ante uno de los mejores papeles que ha interpretado Cassen, junto con su conserje de "Atraco a las 3", el mejor. Está acompañado asimismo por uno de los mejores repartos que se podían reunir en la época, sobresaliendo José Luis López Vázquez (Quintanilla, el de las serrerías), Manuel Alexandre, Agustín González, Amparo Soler, Julia Caba Alba, Elvira Quintillá, Amelia de la Torre, Antonio Ferrandis, Luis Ciges...
"Plácido" es un retrato muy curioso y especial, una radiografía terrible del reverso de la caridad, la farsa y la pompa innecesaria, lo políticamente correcto y las mil miserias que se escondían detrás de la España franquista, bajo un duro invierno, con secuencias que es impresionante que se escapasen del ojo no demasiado clínico de los censores de aquel tiempo.
Una obra maestra que incluso tuvo la osadía de colarse entre las nominadas a los Oscars como mejor película de habla no inglesa. Aunque no se lo llevó, sentó un precedente fundamental para el cine español y, a cambio de no llevarse la estatuilla, se ganó el cariño para siempre de crítica y público.
Una maravilla.