Philippe-Auguste fue una trampa constante. Esquivo para sus biógrafos, el auto-proclamado conde de Villiers vivía de una exhibición provocativa e ininterrumpida. Su extraño árbol genealógico era fruto de ensoñaciones y realidad, de pasados románticos y estrecheces económicas presentes. Siempre tuvo talento, hijo único de mente rápida y pequeño Luis XIV de sus parientes, entregados a sus veleidades y extraña personalidad. Vivió en un siglo XIX que le enfurecía por su mentalidad burguesa en el campo de las artes, a las que se consagró de forma clara.
Tocó muchas cuestiones, incluyendo los tablados del escenario. Probó las mieles del éxito temprano de crítica y la amargura del olvido. Sin embargo, donde siempre permanecerá en el recuerdo es en el género de los cuentos, donde el conde de Villiers (1838-1889) brilló con la luz tenebrosa que había aprendido de su admirado maestro, Edgar Allan Poe, cuya obra conocía y le inspiraba de manera profunda.
Apenas un puñado de páginas para generar sobresalto y pellizcar el alma. Vera se convirtió en el pequeño suspiro que supone esa narración en todo un clásico. Cuesta pensar que existiera Vértigo (1955) sin haberse narrado antes la incapacidad de un noble viudo para aceptar la muerte de su joven esposa. Villiers no se recreaba en sus atmósferas, nos colocaba en ese micro-cosmos como curiosos intrusos y luego nos hace salir para que perdure en nuestro recuerdo el viaje realizado.
Tal vez, su máximo exponente sea El tormento de la esperanza. Prácticamente, un cuentecillo sin ataduras del tiempo que nos lleva de verdad a las entrañas del poder inquisitorial cuando es hábil. En unos cuantos párrafos, veremos un desilusionado recorrido que termina con una pregunta, en apariencia inocente, destinada a resonar en nuestros oídos. A día de hoy, sigue siendo una referencia absoluta para provocar la empatía lectora de inmediato.
A pesar de sus pretensiones heráldicas y buscar matrimonio conveniente a su rango, la mano literaria terminaba traicionando al orgulloso aristócrata. Cuando está en la celda del Santo Oficio, se pone en la piel del hereje. Al pensar en los cambios del turbulento París, da voz a un pobre mendigo ciego que se sienta invariablemente en las puertas de Notre Dame, sin importar la forma de gobierno que en ese momento se haya adoptado en tierras galas.
Igual que Chejov, el maestro de maestros en esta destreza, Villiers se servía de las situaciones más cotidianas para dejar una honda huella bajo la presunta facilidad de su narrativa. Una lluvia en las cercanías del Sena llevará a uno de los protagonistas a entrar en una casa burguesa con extrañas consecuencias tras pasar la puerta acristalada.
Un nuevo movimiento estaba apareciendo y no tiene nada de extraño que algunos de los relatos estuviesen dedicados a personalidades como Víctor Hugo o Richard Wagner, entre otros. De hecho, si les fascinan series como Black Mirror, leyendo a Villiers descubrirán que ya hacía centurias atrás que se planteaban severas dudas acerca de los riesgos de progreso científico si era deshumanizado.
Con todo, si hay una predilección por parte de nuestro narrador es el tono sombrío. En pocos casos se ha logrado más con menos que con cierto amor cortesano entre la reina Isabel y uno de sus favoritos en el marco de la Guerra de los Cien Años. Junto con Gustavo Adolfo Bécquer, nadie ha firmado despliegues más intensos en su brevedad sobre esta perversión en las reglas del romance.
Apenas un vuelo de pájaro sobre las muchas maravillas escondidas en la esquiva figura del conde de Villiers. Un noble oscuro, la máscara perfecta sobre la que se escondía el ansía de búsqueda de la belleza por parte de Philippe-Auguste.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
-https://es.wikipedia.org/wiki/Auguste_Villiers_de_L%27Isle-Adam#/media/File:Auguste_de_Villers_de_L%27Isle-Adam.jpg
-https://www.casadellibro.com/libro-vera-y-otros-cuentos-crueles/9788420661452/1129077
-https://jackmoreno.com/2017/03/10/cuentos-crueles-de-villiers-de-lisle-adam/