Siempre había estado allí. Durante siglos, la Alhambra fue uno de los mejores exponentes de lo que debe ser un viaje al pasado, un complejo que haría las delicias de cualquier turista. Sin embargo, cuando el por entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, le declaró sus floridas palabras sobre su anochecer, la demanda se incrementó. Y es que, la publicidad también juega, incluso en las obras maestras.
Maureen Ryan, del Chicago Tribune, siguiendo nuestro símil, también debió sentirlo así, no le bastaba con elogiar un magnífico show televisivo creado en el 2002, tuvo que apostillar una frase de las que se graban en la memoria: "Si sólo dispones de una hora a la semana para ver la televisión, concédesela a "The Wire"". Algo tendrá el agua cuanto tanto la bendicen, dice el refranero, pero no ha sido hasta recientemente cuando he visto la primera temporada de este programa que hoy tiene tintes de clásico.
Lo cierto es que nunca he estado en las calles de Baltimore, pero se nota desde el primer momento, que David Simon estudió con atención los entresijos de su sistema judicial y administrativo antes de lanzarse a esta aventura, la explicación de un mundo desde el punto de vista coral.
La creación de Simon nos lleva a una serie de policías y "ladrones", pero desde una perspectiva nueva. Las fronteras acaban siendo difusas y uno no sabe exactamente quién es peor que quién. Muchos miembros de los diferentes Departamentos y fiscalías son presentados como personas celosas de ascender, tratando siempre de evitar lo políticamente incorrecto.
En los escalafones intermedios, un detective, Jimmy McNulty, que no es precisamente tampoco la persona más moral que uno esperaría encontrar, interpretado por un heterodoxo pero estupendo Dominic West, empieza a buscar medios más efectivos para desarticular los verdaderos resortes del tráfico de drogas en una de las peores zonas de la ciudad. Por desgracia, pronto comprenderá que sus jefes, jueces y políticos, no tienen intención de picar tan alto, siguen estando a la orden del día los arrestos de simples camellos e incluso algún palo a delincuentes de poca monta, pero los verdaderos hacedores del lucrativo y beneficioso negocio permanecen indemnes.
Como es lógico, McNulty irá haciendo aliados dentro del cuerpo, en ocasiones a costa de enemistarse con sus propios compañeros de brigada, poco deseosos de compartir el pástel. A destacar a Bunk, su compañero de fatigas y juegas en esta primera temporada. Wendell Pierce retrata a este policía ya muy veterano, de diálogos divertidos y que está tan fatigado de su rutina como de su matrimonio, disfrazándolo todo con su cinismo, elemento básico para sobrevivir, ya que el idealismo de McNulty no encaja con sus jefes, hartos de los quebraderos de cabeza que da el histriónico detective sin respetar las normas burocráticas (orden rotrario resolviendo los casos, respeto de la cadena de mando, etc).
Hasta aquí, con sargentos duros muy bien interpretados y tenientes celosos de trepar en la escala de mando y jueces asustados de que les encasqueten casos muy complicados o polémicos que les puedan enemistar con gente a la que visitan en banquetes y comuniones, "The Wire" sería una serie estupenda de género, sin más pretensiones. Pero, gracias las investigaciones de Simon y a contar en su equipo de guionistas con antiguos policías y gentes de Baltimore, puede contar la historia secante, el otro lado, el punto de vista de los tipos en tierra de nadie como Bubbles (Andre Royo), de los camellos, de la élite que sí saca renta al negocio, de los pobres diablos que tienen que mantener a seis hijos a costa de vender esa mierda por la calle...
La realidad de las Torres donde se vende ese mercado llevará a McNulty y sus camaradas a lograr a regañadientes establecer una escucha telefónica. Un alto objetivo que busca descabezar a Avon Barskdale (Wood Harris), un tipo sin antecedntes ni ficha policial, pero que está a la cabeza del negocio desde hace años, en un secreto a voces en Baltimore.
Comienza un juego del gato y del ratón donde no sabes muy bien cuál es el mensaje, todo es muy cotidiano, como ocurría en "Los Soprano", a veces parece que toda la trama transcurre lenta para que te estalle una bomba de relojería en el instante menos inesperado. Al igual que el personaje del detective Lester, Clarke Peters, quien bajo sus maquetas y aspecto de rata de biblioteca en oficina, esconde un agudo olfato e inicia prometedores cazas, no en las calles donde queman coches, sino en las listas de donativos electorales en las últimas campañas de la ciudad.
Por buscarle tres pies al gato, casi jugando a ser polémico, afirmar que aunque la serie es muy buena, no dejó de pensar que a veces nos mostramos acertadamente empáticos con los demás y escasamente en las series de cosecha propia. Imagino que el éxito mundial de The Wire no radica a que guste solamente a las personas criadas en Baltimore, es decir, aunque esté muy bien explicada, hay una paciencia en los espectadores, especialmente para coger el tempo narrativo en los primeros capítulos, que a veces dudo que tuviéramos por ejemplo en "La chica de ayer".
Mas, a pesar del carisma de McNulty and cía, la verdadera riqueza de este show se encuentra en secundarios de la calidad de Omar, una de las figuras más curiosas del género y con una personalidad arrolladora. Un elenco de secundarios que va desde el juez al testigo... Espero impaciente tener hueco para hincar el diente a esa segunda temporada...