domingo, 31 de julio de 2016

HILOS CARMESÍES Y OSCUROS PARA UNA TRAGEDIA


Henry Beyle, más conocido por la Historia por su pseudónimo Stendhal, siempre escribió bien. No obstante, fue en Rojo y Negro (1830) donde brindó, quizás, la mejor de sus obras maestras. Hay ocasiones en las que un escritor alcanza un grado de comodidad tal con sus personajes que importa poco la historia que está contando, basta casi con el placer de ver la profundización psicológica que el autor ha conseguido llevar a cabo con sus protagonistas, haciendo verosímil cada diálogo que cruzan o pensamiento que albergan en su intimidad. ¿Quién puede negar hoy en día que, en no pocos sentidos, Julián Sorel fue real y existió en la Francia post-napoleónica?



Sería inexplicable sin esa complicidad entender porque las desventuras de este arribista y sus amores provincianos siguen cautivando a nuevas generaciones. Desde el principio, Stendhal dio una personalidad muy definida a su antihéroe, un personaje a quien encontramos golpeado en una de las primeras escenas por su padre, patriarca de una estirpe de fornidos campesinos, harto de que su hijo holgazanee leyendo. Siempre fino, la pluma del narrador revela que había otro motivo de ulterior inquina del progenitor por el más débil físicamente de sus vástagos: de todos los Sorel, era el único que sabía leer. 



Una destreza letrada que, unida a una prodigiosa memoria, permitirá a Julián ser nombrado preceptor de los hijos del acaudalado alcalde de Verrières. Allí, pronto aprenderá nuevas etiquetas sociales y la posibilidad de medrar, aunque su gran experiencia será el inesperado romance que fraguará con la esposa del dignatario, madame Rênal. Triángulo amoroso de folletín que Stendhal convierte en una verdadera delicia y fresco social en el Franco Condado, con una narrativa rica en matices y donde él mismo exhibió algunas de sus obsesiones (la figura de Napoleón Bonaparte como gran titán de su época, las paradojas de las carrera eclesiástica, la eclosión de los políticos liberales, etc.).


Un relato de ambición en un marco romántico que permite explorar distintas realidades. Si la pluma de Lampedusa en El gatopardo queda como uno de los testimonios más deliciosos de las transformaciones sociales en la Italia de la segunda mitad del siglo XIX, Rojo y negro ocupa un puesto de honor para cualquier acercamiento al contexto de una Francia que todavía tenía reciente el impacto de la figura de L´Empereur, con una aristocracia que miraba con el rabillo del ojo Europa y el surgimiento de nuevos aspirantes a medrar. 



Rezaba el tango "`Porque quise mucho, porque me engañaron, y pasé la vida barajando sueños...". Aunque le dotó de rasgos propios para no caer en la traslación, queda claro que Julián Sorel es colocado en varias situaciones amorosas que el propio Stendhal (figura de biografía azarosa, soldado con diecisiete años de Bonaparte, cónsul en Trieste y Civitavecchia en su madurez, etc.) vivió en sus carnes. Todo ello da mucha credibilidad a esa droga embriagadora y cambiante llamada enamoramiento. El joven Sorel será amante, amado, víctima, verdugo, seductor y burlado. La capacidad del narrador de desnudar a sus criaturas sin caer en la caricatura es digna de todo elogio y eleva lo novelesco a la categoría de arte. 



Lectura absorbente, a título personal, siempre me ha parecido que el primer arco en Verrières tiene un ritmo excelente y una capacidad descriptiva inmejorable para que pensemos que nosotros mismos hemos paseado por los jardines del alcalde; sin embargo, el ingreso de Julián en el seminario, paso previo al gran asalto del protagonista a la sociedad parisina, repleto de muchos detalles del día a día de lo seminaristas, me parece un freno, no sé si consciente, por parte de Stendhal. ¿Truco para dar mayor peso a la llegada del joven Sorel a la Ciudad de las Luces?

    
Varios análisis han incidido en el juego de contrastes pares que pueblan en el relato. Las dos amantes en la vida de Julián -Matilde y, previamente, madame Rênal-, la pragmática carrera eclesiástica tomada por el protagonista contrapuesta a sus edulcorados sueños militares, la incipiente masa social letrada que llama a las puertas del deseo aristocrático, etc. Una hábil construcción donde, además, Stendhal no duda de usar (y abusar) de citas antes de iniciar cada pasaje, alternando la ficción con biografías reales y acontecimientos históricos. 



Los capítulos finales elevan al rango de mítica a esta epopeya, generando un mar de dudas como disección de los valores y sinsentidos de toda una centuria, de unos valores y anhelos morales. Las absurdas muertes sufridas por los duelos por honor, los celos, la falsa idealización romántica que lleva a decisiones terribles, egoístas y angustiosas, una montaña emocional donde es fácil alternar compasión por sus víctimas y también desprecio por unos códigos de conducta y atávicos. 



A pesar del paso de los siglos, Rojo y negro sigue permaneciendo como un testimonio único, una de las mejores ficciones jamás escritas con un halo de realidad desconcertante...  



NOTA INFORMATIVA:



Hasta el próximo domingo 14 de agosto, el blog permanecerá sin actualizarse por vacaciones. A partir de dicha fecha, las entradas volverán a aparecer con la periodicidad acostumbrada, agradeciendo, como siempre, a los lectores, sus visitas. Feliz verano. 



EDICIÓN MANEJADA:



-STENDHAL, Rojo y negro, Austral Ediciones Especiales, Madrid, 2012. Traducción de Juan Bravo Castillo.  



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://laslecturasdeguillermo.wordpress.com/2013/08/29/rojo-y-negro-de-stendhal-seudonimo/



http://olvasoterem.com/blog/2011/03/25/stendhal-a-legrealistabb-romantikus/



http://www.dailymail.co.uk/news/article-2293722/Napoleon-love-Engagement-ring-emperor-gave-wife-Josephine-goes-auction-set-fetch-13-000.html

domingo, 24 de julio de 2016

A VECES SE GANA, A VECES SE PIERDE


¿A quién no le ha ocurrido alguna vez? Los últimos años y la situación económica casi nos ha devuelto a los días medievales, donde conceptos como el dinero con interés, crédito y banca eran vistos como algo casi mágico y maligno. Temas como las "célebres" preferentes que se colocaron a personas jubiladas que vieron abusada su buena fe en los empleados de su banco de toda la vida, esos "maravillosos" productos con los que nos animan a arriesgar por ser clientes muy especiales, préstamos de llévese la pasta ahora y pague cuando quiera, etc. Igual que la política, el mundo de la banca ha caído enteros durante la última coyuntura. Seguro que no faltan personas honradas, repletas de buenas intenciones y muy profesionales, pero parece indudable que un lavado de cara profundo de las entrañas del sistema sería urgente en el mundo real. Una cuestión de difícil solución, aunque Daniel Calparsoro nos ofreció recientemente un exorcismo en la ficción, un juego del gato y el ratón, un film de interés: Cien años de perdón



Lo primero que llama la atención de este atraco que se complica es su medido metraje: poco más de una hora y media. Eso ya refleja la inteligencia del guión de Jorge Guerricaechevarría, conciso, al grano, consciente de que el encerramiento de la historia (el 90% de todo se desarrolla en una sucursal asaltada una mañana) no hace proclive una excesiva prolongación. Si alguien quisiera, Cien años de perdón podría adaptarse sin ninguna dificultad al teatro. Ahora bien, breve pero intensa, puesto que nada, absolutamente nada, se ha dejado al azar en esta fábula irreal que sabe muy bien dónde apunta...



Por supuesto, como suele ocurrir en el género, Calparsoro se cuida de que sus ladrones caigan mal. Medidos, inteligentes y procurando evitar baños de sangre, es muy improbable que en la vida real este tipo de personas pudieran mantener ese aplomo y cuidado por sus rehenes. La falta de previsión que tenían los personajes de Al Pacino y John Cazale en la estupenda Tarde de perros, se reemplaza aquí por la astucia que exhiben esa mañana lluviosa en que El Uruguayo (magistral Rodrigo de la Serna) y sus cómplices se adentran en un banco valenciano con la esperanza de una rápida fuga que se verá complicada por inclemencias que escapan a su control. 

  
Los contratiempos inesperados, el control de los prisioneros y el estado de sitio al que son sometidos por las autoridades irán propiciando un clima de desconfianza entre los integrantes, puesto que se irá revelando que en el depósito bancario hay mucho más que un golpe fácil. Cierta información almacenada en el disco duro de un político se encuentra allí oculta y su salida a la luz pública podría poner en graves aprietos al gobierno cara a la opinión pública. ¿Estaban al corriente los criminales de ello o se trata de un feliz hallazgo que puede constituir su indulto para salir de la tensa situación?



Habida cuenta de los últimos escándalos de corrupción que ha sufrido la Comunidad Valenciana, no es un hecho al azar que aquí se sitúe la trama, pero la punzada al sistema va mucho más allá. Desde que se filtra la noticia, dos representantes de rango (frías y poderosas las interpretaciones de Raúl Arévalo y José Coronado) tomarán sus medidas para evitar que puedan peligrar los secretos de sus superiores, especialmente "la Jefa", la cual, si se lee entre líneas, no sería descabellado barruntar quién puede ser. Resulta imperdible en ese sentido la interesante crítica y teoría elaborada sobre el film por parte del usuario "Jano" en la página filmaffinity (CRÍTICA FILMAFFINITY). 



Aunque no hay tiempo de profundizar excesivamente en las biografías de los integrantes de la banda, el savoir faire de sus actores subsana con creces cualquier posible carencia en ese sentido. Luis Tosar siempre ha sido un estupendo actor, pero los últimos años lo han llevado a alcanzar un perfeccionamiento de su profesión hasta límites insospechados. Su personaje, El Gallego, desarrolla un arco propio cuando acepta la oferta de la frustrada directora de la sucursal (Patricia Vico), la cual había recibido recientemente la noticia de que iba a ser despedida tras años haciendo trabajo sucio e ingrato para sus jefes de la entidad. 



A su manera, cada miembro va recibiendo su propia tentación, ya sea por la vía de la codicia u otra. Así acontece con El Loco (Joaquín Furriel), quien se va prendando de una atractiva cliente del banco (Nani Jiménez) que, antes del atraco, estaba al borde los nervios porque el banco iba a quitarle a ella y su pareja la vivienda. Sin moralina o trazo social grueso y tosco, el ingenioso argumento deja perlitas digna de consideración y plantea una extraña revancha. Como dice bien el personaje de Coronado, a veces se gana, a veces se pierde. Pero, casualmente, parece que siempre salen indemnes los mismos y pagan el pato los de siempre. Si recibiesen un toque de guante blanco donde más les duele esos intocables, ¿no estaríamos dispuestos a conceder cien años de perdón a quien hurtase a un ladrón?



La estética resulta muy lograda e incluso hay reminiscencias a escenas parecidas en películas tan comerciales (y excelentes) como El caballero oscuro. Una atractiva carrera contrarreloj que nunca se hace larga y, por el contrario, desprende la agradable sensación de que no importaría si durase un poco más. 



Interesante propuesta que arroja reflexiones dignas de ser tenidas en consideración. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://cmonmurcia.com/2016/03/cien-anos-de-perdon/



http://www.guiadelocio.com/cine/archivo-peliculas/cien-anos-de-perdon



http://www.imdb.com/title/tt3655414/mediaviewer/rm1350230528

domingo, 17 de julio de 2016

EL MAYOR ESPECTÁCULO DE FANTASÍA HEROICA


Se abusa en exceso del término "mejor serie de todos los tiempos". La explosión del formato televisivo ha llevado a la creación de distintos tipos de obras maestras, resultando totalmente subjetivo determinar cuál resulta mejor o peor. ¿Cómo poder comparar de forma razonable Breaking Bad o Los Simpson? Al final, como en tantas otras cosas, el libro de los gustos está en blanco. Por ello, a la hora de hablar de uno de los programas de moda, Juego de tronos, atendiendo a sus especiales características, la manera ideal de evitar disputas es, sencillamente, decir que se trata de algo espectacular, quizás el mayor de los shows en cuanto a su puesta en escena. 



Su recientemente expirada sexta temporada estaba llena de preguntas. George R. Martin, el genial escritor que ha creado un universo de fantasía como pocas veces se ha visto, mantenía a los lectores expectantes de la sexta entrega de sus libros, por lo que la adaptación de la HBO estaba obligada, previa consulta con él, a seguir adelante sin la referencia bibliográfica. En varias de las subtramas, los guionistas habían tomado otros caminos distintos a la obra canónica, pero ahora se trataba de iniciar, por primera vez, arcos de personajes que eran desconocidos incluso para aquellos espectadores que hubieran devorado con fruición las cinco primeras entregas de esta saga que alterna el ambiente de la Guerra de las Dos Rosas con la Tierra Media. 



Pese a tener innegables inconvenientes, esta circunstancia también juega a favor de Juego de tronos, en cierto sentido, ha permitido poder juzgarla sin establecer la eterna comparativa con el formato original, el cual tiene un listón muy alto por la inventiva de Martin. Como en las cinco anteriores entregas, hay una gran dosis de polémica, emociones fuertes y finales espectaculares. Debían despejarse muchas incógnitas, especialmente en lo relativo a Jon Nieve; sin desvelar nada, afirmar que parece haberse hecho con criterio y encaminando las piezas a llegar a ese clímax prometido que tanto se está haciendo de rogar. 



La batalla de los bastardos está destinada a perdurar entre otros momentos memorables, a la altura de La Boda Roja o La batalla por Desembarco del Rey. Asimismo, resulta muy satisfactoria la evolución del movimiento religioso liderado por el enigmático Gorrión Supremo (espléndido Jonathan Pryce); un movimiento que va consiguiendo una gran fuerza y termina convirtiéndose en un verdadero reinado del terror que puede derribar a reinas, generales y sacerdotes. Se trata de un tenso argumento que está a la altura del eclecticismo de Martin a la hora de mezclar hechos históricos con una ambientación que Tolkien o Robert E. Howard hubieran firmado en sus espectaculares narraciones.



Siento decir a este respecto que los anhelados flashbacks me han resultado decepcionantes para todo lo prometido. Robert Aramayo me parece un buen actor, pero creo que el ejercicio de casting para buscar a un joven Ned Stark debería haberse decantado por otro perfil más endurecido. Aunque imberbes, Robert Baratheon y su amigo de Invernalia se vieron obligados a asumir responsabilidades desde muy temprano. No me han transmitido eso los viajes temporales realizados en esta entrega, especialmente el épico e inútil duelo de La Torre de la Alegría, donde todos nos las prometíamos muy felices pero todo queda casi resuelto en un combate que tiene poco de la emotividad homérica del original. Es una contienda más cuando debería haber estado a la altura del combate mantenido por Eddard y Jaime en la primera entrega o el inolvidable duelo de la Montaña con la Víbora Roja.



A nivel de actuaciones, Juego de tronos sigue con todos los ingredientes para poder medirse con cualquiera en ese desafío. Aidan Gillen continúa manejando con maestría a esa joya llamada Meñique, un villanesco y maquiavélico conspirador a quien, sin embargo, resulta tan fácil admirar como despreciar a partes iguales. Por su lado, Jerome Flynn y Nikolaj-Coster han conseguido lo imposible, que el dueto de Bronn y Jaime Lannister sea igual de punzante e ingenioso que el formado con anterioridad por el mercenario y el inigualable Tyrion.


Paralelamente, Sophie Turner sigue regalando una evolución cada vez más interesante de su Sansa Stark, la princesa de cuento de hadas obligada a crecer entre monstruos e intrigas palaciegas. Lena Headey controla las riendas de Cersei, una reina obligada a descender a los infiernos y la vergüenza pública para intentar volver a reconstruirse. Un abanico de inquietantes y poderosos personajes femeninos que van desde Arya Stark a la misteriosa Sacerdotisa Roja. En realidad, igual que acontece en la novela río original, el gran drama es que hay tantas pequeñas biografías que es imposible prestar la atención que merecen todas y cada una de ellas. 



Un explosivo cóctel que va acompañado de paisajes espectaculares, un vehículo de evasión como se recordaban pocos en una canción de hielo y fuego que, independientemente de lo satisfechos o no que nos deje su final, será muy añorada cuando termine. Hazaña nada despreciable teniendo en cuenta el listado de protagonistas muy queridos que han ido desapareciendo conforme han avanzado los capítulos. Quizás el secreto es que son muertes con efecto, es decir, que dejan un reflejo y son recordadas por los allegados y enemigos de la persona desaparecida, dejando un reguero de continuidad que hace difícil olvidar las consecuencias de cada una de las tensas decisiones tomadas por los jugadores del tablero más exigente de la ficción, el correspondiente a los siete reinos. 



Un cuidado envoltorio que tiene además un lazo final, como de costumbre, que atrapa como si fuese el nuevo asalto de miles de barcos con destino a una nueva Troya. Con virtudes y defectos a cuestas, esta nueva producción de la HBO sigue dejándonos, como al adormecido califa, expectantes de la nueva historia que tengan que contarnos sobre esas lejanas y fantásticas tierras... 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.youtube.com/watch?v=cCMaaC1tyPg



http://www.hollywoodreporter.com/live-feed/game-thrones-battle-bastards-recap-904248



http://iceandfire.wikia.com/wiki/File:Sansa-Littlefinger.jpg

domingo, 10 de julio de 2016

EL BROMANCE DEL VERANO


SPIDERMAN: ¿"Yojimbo"? Querrás decir en la peli "Los siete samuráis". 



DEADPOOL: No, era la secuela. "Yojimbo" significa ocho en japonés. 



Debió haber ocurrido antes. Spiderman y Deadpool han sido dos personajes de Marvel con un destino común que iba encaminado a cruzarse antes o después. El trepa-muros había sido el primero en inventar chistecitos y frases ingeniosas para ocultar su miedo en las peleas superheroicas, terreno poco abonado hasta entonces para esa clase de monólogos. El mercenario más bocazas de la historia ha sido el más brillante de sus sucesores, con una tendencia al humor absurdo que no desentonaría en ninguna sitcom. Todavía más, cuando fue creado en la década de los 90, quedaba claro que la máscara de Deadpool estaba totalmente basada en la de Spidey, mientras que el resto de su diseño bebía de otro soldado de fortuna carismático, en este caso del universo DC, Deathstroke. 



Por ello, una de las noticias comiqueras de este 2016 ha sido el lanzamiento de una colección de ambos lenguaraces. Más prometedor todavía resultaba el primer equipo artístico que desembarcaría allí, nada menos que Joe Kelly y Ed McGuinness, el dueto guionista-dibujante más querido en los años dorados del mutante. Si el arácnido siempre ha sido la gallina de los huevos de oro de su editorial, la reciente buena acogida del film del segundo (2016) hacía que el marketing insistiese en la necesidad de juntar ambos carismas en el mismo escenario. Una montaña rusa cuyo inicio pretendemos comentar a continuación. 



"Tenemos juntos a Bugs Bunny y el Pato Lucas. Hay que aprovecharlo". La promesa de lanzamiento ya invitaba al optimismo. Tras muchas etapas oscuras y guerras de los clones de sí mismo, ha sido necesario que una generación de autores se empeñasen en recordar que, pese a las dosis de drama, el asombroso Spiderman tiene un componente divertido que no se puede dejar de lado. Entre los escasos contendientes que puede tener Masacre en el intercambio de diálogos rápidos, el alter-ego de Peter Parker es uno de los pocos que mantiene su ritmo. Eso lo entiende muy bien Kelly, quien además juega con la fórmula de La extraña pareja para mostrar una relación tensa que va derivando en un increíble e hilarante bromance. 


Para ello es fundamental el trazo McGuinness, quien, aparte de un dibujante excelente, tiene un cierto toque de dibujos animados clásicos en su trazo que para esta saga es el ideal. Lo expresivo de ambos enmascarados y la atmósfera a lo cartoon network que genera acompañan de una manera fluida el ingenioso estilo de Kelly. Igual que ocurría en su etapa en solitario con Masacre, el guionista a veces embarulla las cosas y deja flecos por desarrollar, pero siempre deja en sus lectores la sensación de que él sí sabe donde va a desembocar esta locura, una gamberrada con arte que alterna finas ironías con un toque mucho más escatológico y chabacano.  



Si la cosa funciona, como diría el maestro Woody Allen, no conviene mirarle el dentado a este simpático caballo que supone este Spiderman/Deadpool en las librerías. Incluso hay momentos para profundizar un poco en el verdadero carácter de Wade y Peter, algo muy importante, sobre todo para el caso del canadiense, en aras de humanizarlos ante el público. A comienzos de este arco, Deadpool está empeñado en hacer buenas migas con Spidey, el cual no puede tener peor concepto de partida del mutante. Dos amistosos vecinos obligados a entenderse, todo un regalo de vacaciones para sus legiones de fans. 



Referencias que van desde las pelis de Akira Kurosawa a los efectos psíquicos que se pueden producir en un ser humano al ver demasiado la televisión de las hermanas Kardashian, todo pasa por las afiladas, ingeniosas y enfermizas mentes de dos paladines incapaces de mantener la boca cerrada por un instante. La mejor manera de afrontar la travesura de Kelly, McGuinness y su equipo es abrocharse el cinturón en la atracción y disfrutar de la elevada velocidad del espectáculo. 


Habrá varios momentos memorables en este inicio, desde una inusual cita a ciegas con pleitos asgardianos a estampar un horrendo coche en las cercanías de los dominios de Misterio. Todo vale para dos autores que son especialistas en usar la cuarta pared y las referencias metaficcionales. Entre tantas guerras secretas, reseteos de personajes, multiversos alternativos para alternantes cosmos, es de agradecer un arco que únicamente pretende hacer pasar un muy buen rato al esforzado público. 



Sin subestimar el potencial de los futuros artistas que vayan llegando, es una pena lo pronto que Kelly y McGuinness abandonan el proyecto. Quizás vuelvan, pero es un reflejo de algo que últimamente le está faltando a los tebeos estadounidenses. Es decir, la agradable sensación de poder recitar de memoria el equipo artístico de tu personaje favorito en la actualidad, dando sensación de continuidad. Tal vez Marvel debería haber puesto número concreto a esta aventura (quizás una quincena de números) con el tádem original, puesto que Kelly parecía muy bien saber a dónde iba y muy poquitos le siguen con el talento de McGuinness.  



Deadpool y Spiderman es un cóctel explosivo y con visos de duración si está bien llevado. No obstante, corren asimismo el riesgo de Marvel Team-Up (cabecera donde el lanzarredes compartía mensualmente desventuras y hazañas con otros colegas de profesión); cuando tenían profesionales bien establecidos durante meses (especialmente, Claremont-Byrne) se exploraban sagas muy jugosas; cuando no, tramas moderadas y con la incómoda sensación de explotar la popularidad de héroes icónicos sin excesivo deseo de profundizar. El tiempo disipará o confirmará sospechas. De momento, lo firmado por Kelly y McGuinness confirma que el bromance el verano en viñetas tiene indiscutibles capos. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.batanga.com/comics/57512/spider-mandeadpool-1-por-estrenarse-en-enero



http://www.vox.com/2016/2/12/10979782/deadpool-explained



http://www.tumbnation.com/tumblr-tag/Miles%20Morales?page=1460906322

domingo, 3 de julio de 2016

KING OF THE WORLD


Tenía 22 años de edad y habían pasado siete asaltos por el título mundial de los pesos pesados. Ninguna marca surcaba su rostro aquella noche en Florida. Aquel chico debía ser un maldito genio. Si es posible hallar la felicidad en el deporte, Muhammad Ali la logró aquella jornada de 1964, el día en que un imberbe hizo conmocionar a toda la prensa y aficionados que lo habían juzgado un fanfarrón sin sustancia. El provocador que había armado vergonzosos numeritos ante el campeón Sonny Liston silenciaba a todo un país con una exhibición inesperada. El boxeo no es bonito. Ver pegarse a dos seres humanos dista de ser un ejemplo edificante. no obstante, aquel púgil de 1´9 había bailado como si fuera Fred Astaire y golpeado con la nobleza de Héctor de Troya. 



El libro que hoy nos ocupa es Rey del mundo, un atinado ensayo de David Remnick sobre uno de los deportistas más influyentes de la Historia, Muhammad Ali. El periodista estadounidense nos brinda algo más que una crónica deportiva bien hecha. No estamos ante la narración de un combate, sino ante un trabajo biográfico al más puro estilo Plutarco. Antes de llegar al gran evento, su pluma nos dibuja a diferentes personalidades que fueron orquestando el gran drama que se desplegó por todo un país. Hubo unos días donde Ali caminaba junto a Malcolm X por las calles de Harlem, esta obra nos retrotrae a ese tiempo. A la lucha por los derechos civiles, la segregación, el odio por el color de la piel del otro, al espectáculo de los gladiadores modernos... Es mucho más que un cuadrilátero lo que abarca esta investigación. 



Un primer acierto es prestar una gran atención a la hora de dibujar los perfiles de los enemigos deportivos de Ali. Especialmente conmovedor en el caso de dos grandes en su oficio que vivieron marcados por el destino fatal, cada uno a su estilo. Lejos de seguir la visión clásica, Remnick no se contenta de presentar a Liston como una salvaje fuerza de la naturaleza y de pasado controvertido con la mafia. Sus párrafos muestran la ironía de todo un sistema, a un crío sin ayudas que termina abriéndose paso a puñetazos y al que, posteriormente, luego critican por hacer lo que mejor sabe. Su personalidad era mucho más compleja de lo narrado por la historia oficial. No es casualidad que, décadas después, un hombre llamado Mike Tyson dejase flores en las tumbas del olvidado Liston. Debió sentir que algo les hermanaba.


El otro miembro del triunvirato es Floyd Patterson. El campeón educado, curiosamente, también maltratado por motivos opuestos a los anteriores. Para sus colegas, un desertor de la causa, un amigable tío Tom que hacía la corte al poder blanco. En el declive de su trayectoria, dolorido y golpeado hasta el extremo, Patterson vio como las celebridades que peregrinaban por hacerse una foto con él o lo declaraban su paladín, le daban la espalda como un jueguete roto de tanto usarse. Tres vidas paralelas que se cruzaron en el ring, un lugar donde no cabían las mentiras, mientras guerras todavía más crueles se batallaban entre bambalinas.



Ahí es donde Remnick pone el dedo en la llaga. El nombre amenaza decían los antiguos, por ello, no era nada antinatural que muchos vieran un peligro en el tránsito de Cassius Clay a Muhammad Ali. Abandonaba el nombre que su familia debía a sus dueños, aunque, como el dato revela, en verdad, el Cassius Clay del que derivaban había sido un firme abolicionista que combatió políticamente por conseguir acabar con el horror de la esclavitud. Al hacerlo, el protagonista principal de este relato quemaba con firmeza muchas naves de comodidad a las que renunció. No iba a ser el campeón que querían que fuera.



Su abrazo con los Musulmanes Negros resulta aquí un instante crucial. Como muchos otros afroamericanos, Ali encontró una revindicación del orgullo, un sentimiento de pertenencia que se remontaba a días ancestrales y a otro continente, no a plantaciones de algodón. Allí se asoció a una figura que todavía hoy despierta muchas dudas, el honorable Elijah Muhammad, quien llegó a ser terriblemente influyente en buena parte de la comunidad, incluyendo luminarias como el propio boxeador. Junto con una gallarda actitud ante los sinsabores que les hacía un sistema que los aplaudía cuando ganaban medallas olímpicas y les escupían cuando intentaban sentarse con ellos en el autobús, "El Más Grande" cayó en la pasión del converso. En duras declaraciones para una extensa entrevista para Playboy, habló contra los matrimonios mixtos, perpetuando los mismos tabúes contra los que al principio se había alzado.


Como en tantas otras ocasiones, su inteligencia natural le permitió salvarse. Incluso en los peores momentos de presión grupal, Ali siguió confiando en su entrenador Angelo Dundee, pese a los insidiosos rumores que le llegaban de que le terminaría boicoteando porque, a fin de cuentas, era un blanquito. Fue su instinto el que le llevó a plantarse ante la guerra del Vietnam, desoyendo una tentadora oferta del poder de hacerse unas cuantas fotos como recluta, ir a lugares seguros y servir de propaganda. Si bien se privó del título que tan duramente logró ante Liston y perdió algunos de los mejores años de su trayectoria deportiva, podríamos preguntarnos ¿en qué le afecta a un hombre perder el mundo si al final salva su alma? Ali traspasó cualquier frontera emocional, de raza o credo, brindando una imagen que sirvió de guía para muchos.



Todo ello está contado de forma minuciosa en este relato, la forja de un icono que traspasó fronteras. También lo malo, fruto de las propias entrevistas del autor a Ali. Dos especialmente, su manera alejarse de Malcolm X cuando la facción de Elijah Muhammad le dio la espalda con un veto digno de Baruch Spinoza; su posterior asesinato impidió que ambos amigos se reconciliasen. Hasta el final, Ali llevó eso a cuestas, de la misma manera que el divorcio de su primera esposa, Sonji, una mujer que no tuvo problemas en aceptar las creencias de su marido, mientras que este sí terminó poniendo graves reparos a valores tan atávicos como la forma de vestir de ella o que, en pleno ejercicio de su libertad, Sonji observará con preocupación la radicalización de la comunidad a la que pertenecían su cónyuge. Fueron los días de sus vaivenes más fuertes, aunque Ali terminó encontrando la interpretación de la fe que más le benefició: una religión de paz y firme repulsa a la mentira.



Por irritantes que fueran para algunos de sus esforzados rivales sus juegos mentales y trash talking, el púgil terminó cimentando una de las personalidades más atractivas de su siglo. Hubo un tiempo enfermizo en que el FBI escuchaba a escondidas una amigable conversación de Ali con el doctor Martin Luther King, como si fueran dos elementos subversivos, en lugar de dos personalidades fascinantes. Es una pena que Remnick termine su ensayo con las inmediatas consecuencias de sus luchas con Liston y Patterson, así como un epílogo a vuelo de pájaro de la carrera de su objeto de estudio. Lo mejor que se puede decir de esta obra es que es terriblemente dura con el boxeo y totalmente tierna cuando habla de los boxeadores; implacable con los problemas sociales de aquel contexto y, como diría otro añorado, el Doutor Sócrates, muy blanda con las personas a título individual.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://sport.bt.com/pictures/boxing/cassius-clay-beats-sonny-liston-february-25-1964-41363879318600



http://rarehistoricalphotos.com/malcolm-x-kidding-around-muhammad-ali-new-york-1963/



http://www.dailytelegraph.com.au/sport/boxing-mma/angelo-dundee-and-muhammad-ali-shared-an-unbreakable-bond/story-e6freygr-1226261289294