domingo, 3 de julio de 2016

KING OF THE WORLD


Tenía 22 años de edad y habían pasado siete asaltos por el título mundial de los pesos pesados. Ninguna marca surcaba su rostro aquella noche en Florida. Aquel chico debía ser un maldito genio. Si es posible hallar la felicidad en el deporte, Muhammad Ali la logró aquella jornada de 1964, el día en que un imberbe hizo conmocionar a toda la prensa y aficionados que lo habían juzgado un fanfarrón sin sustancia. El provocador que había armado vergonzosos numeritos ante el campeón Sonny Liston silenciaba a todo un país con una exhibición inesperada. El boxeo no es bonito. Ver pegarse a dos seres humanos dista de ser un ejemplo edificante. no obstante, aquel púgil de 1´9 había bailado como si fuera Fred Astaire y golpeado con la nobleza de Héctor de Troya. 



El libro que hoy nos ocupa es Rey del mundo, un atinado ensayo de David Remnick sobre uno de los deportistas más influyentes de la Historia, Muhammad Ali. El periodista estadounidense nos brinda algo más que una crónica deportiva bien hecha. No estamos ante la narración de un combate, sino ante un trabajo biográfico al más puro estilo Plutarco. Antes de llegar al gran evento, su pluma nos dibuja a diferentes personalidades que fueron orquestando el gran drama que se desplegó por todo un país. Hubo unos días donde Ali caminaba junto a Malcolm X por las calles de Harlem, esta obra nos retrotrae a ese tiempo. A la lucha por los derechos civiles, la segregación, el odio por el color de la piel del otro, al espectáculo de los gladiadores modernos... Es mucho más que un cuadrilátero lo que abarca esta investigación. 



Un primer acierto es prestar una gran atención a la hora de dibujar los perfiles de los enemigos deportivos de Ali. Especialmente conmovedor en el caso de dos grandes en su oficio que vivieron marcados por el destino fatal, cada uno a su estilo. Lejos de seguir la visión clásica, Remnick no se contenta de presentar a Liston como una salvaje fuerza de la naturaleza y de pasado controvertido con la mafia. Sus párrafos muestran la ironía de todo un sistema, a un crío sin ayudas que termina abriéndose paso a puñetazos y al que, posteriormente, luego critican por hacer lo que mejor sabe. Su personalidad era mucho más compleja de lo narrado por la historia oficial. No es casualidad que, décadas después, un hombre llamado Mike Tyson dejase flores en las tumbas del olvidado Liston. Debió sentir que algo les hermanaba.


El otro miembro del triunvirato es Floyd Patterson. El campeón educado, curiosamente, también maltratado por motivos opuestos a los anteriores. Para sus colegas, un desertor de la causa, un amigable tío Tom que hacía la corte al poder blanco. En el declive de su trayectoria, dolorido y golpeado hasta el extremo, Patterson vio como las celebridades que peregrinaban por hacerse una foto con él o lo declaraban su paladín, le daban la espalda como un jueguete roto de tanto usarse. Tres vidas paralelas que se cruzaron en el ring, un lugar donde no cabían las mentiras, mientras guerras todavía más crueles se batallaban entre bambalinas.



Ahí es donde Remnick pone el dedo en la llaga. El nombre amenaza decían los antiguos, por ello, no era nada antinatural que muchos vieran un peligro en el tránsito de Cassius Clay a Muhammad Ali. Abandonaba el nombre que su familia debía a sus dueños, aunque, como el dato revela, en verdad, el Cassius Clay del que derivaban había sido un firme abolicionista que combatió políticamente por conseguir acabar con el horror de la esclavitud. Al hacerlo, el protagonista principal de este relato quemaba con firmeza muchas naves de comodidad a las que renunció. No iba a ser el campeón que querían que fuera.



Su abrazo con los Musulmanes Negros resulta aquí un instante crucial. Como muchos otros afroamericanos, Ali encontró una revindicación del orgullo, un sentimiento de pertenencia que se remontaba a días ancestrales y a otro continente, no a plantaciones de algodón. Allí se asoció a una figura que todavía hoy despierta muchas dudas, el honorable Elijah Muhammad, quien llegó a ser terriblemente influyente en buena parte de la comunidad, incluyendo luminarias como el propio boxeador. Junto con una gallarda actitud ante los sinsabores que les hacía un sistema que los aplaudía cuando ganaban medallas olímpicas y les escupían cuando intentaban sentarse con ellos en el autobús, "El Más Grande" cayó en la pasión del converso. En duras declaraciones para una extensa entrevista para Playboy, habló contra los matrimonios mixtos, perpetuando los mismos tabúes contra los que al principio se había alzado.


Como en tantas otras ocasiones, su inteligencia natural le permitió salvarse. Incluso en los peores momentos de presión grupal, Ali siguió confiando en su entrenador Angelo Dundee, pese a los insidiosos rumores que le llegaban de que le terminaría boicoteando porque, a fin de cuentas, era un blanquito. Fue su instinto el que le llevó a plantarse ante la guerra del Vietnam, desoyendo una tentadora oferta del poder de hacerse unas cuantas fotos como recluta, ir a lugares seguros y servir de propaganda. Si bien se privó del título que tan duramente logró ante Liston y perdió algunos de los mejores años de su trayectoria deportiva, podríamos preguntarnos ¿en qué le afecta a un hombre perder el mundo si al final salva su alma? Ali traspasó cualquier frontera emocional, de raza o credo, brindando una imagen que sirvió de guía para muchos.



Todo ello está contado de forma minuciosa en este relato, la forja de un icono que traspasó fronteras. También lo malo, fruto de las propias entrevistas del autor a Ali. Dos especialmente, su manera alejarse de Malcolm X cuando la facción de Elijah Muhammad le dio la espalda con un veto digno de Baruch Spinoza; su posterior asesinato impidió que ambos amigos se reconciliasen. Hasta el final, Ali llevó eso a cuestas, de la misma manera que el divorcio de su primera esposa, Sonji, una mujer que no tuvo problemas en aceptar las creencias de su marido, mientras que este sí terminó poniendo graves reparos a valores tan atávicos como la forma de vestir de ella o que, en pleno ejercicio de su libertad, Sonji observará con preocupación la radicalización de la comunidad a la que pertenecían su cónyuge. Fueron los días de sus vaivenes más fuertes, aunque Ali terminó encontrando la interpretación de la fe que más le benefició: una religión de paz y firme repulsa a la mentira.



Por irritantes que fueran para algunos de sus esforzados rivales sus juegos mentales y trash talking, el púgil terminó cimentando una de las personalidades más atractivas de su siglo. Hubo un tiempo enfermizo en que el FBI escuchaba a escondidas una amigable conversación de Ali con el doctor Martin Luther King, como si fueran dos elementos subversivos, en lugar de dos personalidades fascinantes. Es una pena que Remnick termine su ensayo con las inmediatas consecuencias de sus luchas con Liston y Patterson, así como un epílogo a vuelo de pájaro de la carrera de su objeto de estudio. Lo mejor que se puede decir de esta obra es que es terriblemente dura con el boxeo y totalmente tierna cuando habla de los boxeadores; implacable con los problemas sociales de aquel contexto y, como diría otro añorado, el Doutor Sócrates, muy blanda con las personas a título individual.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://sport.bt.com/pictures/boxing/cassius-clay-beats-sonny-liston-february-25-1964-41363879318600



http://rarehistoricalphotos.com/malcolm-x-kidding-around-muhammad-ali-new-york-1963/



http://www.dailytelegraph.com.au/sport/boxing-mma/angelo-dundee-and-muhammad-ali-shared-an-unbreakable-bond/story-e6freygr-1226261289294

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