domingo, 25 de agosto de 2019

IL SORPASSO


Captar una atmósfera es lo más difícil, solamente los artistas verdaderos logran ese hechizo. Tener alguna buena idea para un film sobre el verano no es tan complicado. Seguro que tarda poco en surgir alguna opción argumental que podría resultar atractiva. No obstante, lo complejo es darle autenticidad, llevar ese recurso a un marco creíble con el que se pueda identificar todo el mundo. La escapada (Il sorpasso, 1962), dirigida por Dino Risi, es de esos pocos filmes que logra poner en situación a la audiencia en apenas una escena. El sudor, el silencioso ambiente de ferragosto y cierta melancolía en la carretera son mostrados por la cámara de forma magistral. 



Uno de los protagonistas de la función es Vittorio Gassman. Un intérprete genial que defendía una tesis: la vida debía tener dos intentos. Incluso el mejor actor del mundo precisa de un ensayo previo. En esta ocasión, se puso en la piel de Bruno Cortona, un vividor romano sin una lira pero con un encanto por el que muchas personas suspirarían. Directores españoles como José Luis Garci han subrayado el magnetismo que irradia este tipo sin rumbo con su coche, un pícaro surgido de la más divertida novela, al que es imposible odiar por más desastroso que sea. Querrá el azar que en su conducción precise de la ayuda de uno de los pocos vecinos que están en la ciudad por la zona que le pilla de tránsito, un aplicado estudiante que prepara sus exámenes. 



Irónicamente, aunque sea el patito feo para muchas críticas sesudas, es precisamente este personaje el que hace que todo funcione, convirtiendo esta comedia costumbrista en algo muy especial. Que Gassman va a estar bien en escena lo sabe todo el mundo. Rafael Álvarez El Brujo, uno de los mejores juglares de la actualidad, afirmó enamorarse de la forma de improvisar del transalpino sobre textos clásicos en una exhibición que llevó a los tablados madrileños. De él se espera eso y más. Pero lo que consigue Jean-Louis Trinttignan como Roberto Mariani, un chico al que todo se le tambalea cuando llega ese huracán carismático que es Bruno, marca la pauta.


Probablemente, en caso de desaparecer la herencia de César entre ambos, Marco Antonio y Octavio no se habrían tenido por qué llevar precisamente mal. Quizás incluso Octavio le habría confesado en una tertulia improvisada en el Foro que no se atrevía a hablar con una muchacha llamada Livia que lo hechizaba con su mera presencia. Puede que Antonio, aprovechando la confidencia, incluso le admitiese que él no las tenía todas consigo, que gozaba de muchos amigos y amantes en Roma pero que dudaba sobre si nadie lo tomaba realmente en serio. Decía Cicerón que ninguna amistad podía colocar sus cimientos sin admiración, añadiendo aquí el guión de Ettore Scola, Ruggero Maccari y el propio Risi una mutua simpatía por las debilidades del otro.



Lo que suele olvidarse es que Bruno termina cogiendo real afecto por Roberto. En el largo deambular de este vividor, le intuimos muchos colegas y pocas amistades reales. Refleja la sed por la vida, una búsqueda de la fiesta constante... y puede que más soledad de la que sus admiradores intuyen. Otra cuestión es su forma de encajar los reveses. Nadie reacciona con más gracia a las negativas amorosas en este film que Gassman, incombustible al desaliento e irreductible a la pausa. Por Roberto también pasarán varias oportunidades interesantes en ese sentido, pero un cierto halo de fatalidad las preside para que no se concreten.



Por su viaje transcurren pequeños testimonios de la época. Hay instantes que se pueden colocar en Call Me By Your Name (2017) y no desentonarían en lo absoluto. Risi capta la playa y algo más: miradas, gestos, el tipo de comida, la arenisca, etc. No es cuestión baladí, son esos detalles los que permiten que una cinta pueda ser revisitada, que sepamos la historia sin que nos importe, porque hay muchos detalles ocultos.


ESTA PARTE DE LA CRÍTICA CONTIENE SPOILERS: 



Pese a sus muchas virtudes, Il sorpasso es un film descompensado. Aunque Risi quiera guardarse un as bajo la manga impactante, no es difícil intuir el final. Además, toma una solución más cómoda de la que aparenta. Fruto de una conducción temeraria, Bruno y Roberto sufren un accidente trágico que resultará mortal para el segundo. La ruptura es rápida, únicamente escuchando como un casi enmudecido Bruno dice el nombre de la víctima al policía.



En el duelo de don Carnal y doña Cuaresma, incluso directores de talento como Lubitsch o el propio Risi han parecido mostrar un síndrome de Estocolmo con la figura del pícaro. El propio Garci cuando habla de la cinta muestra la misma ternura por Bruno que la censura con el estilo vital de Roberto, aunque no es impensable que en su biografía real los tres estén más próximos al responsable estudiante que no está exento de ingenio ocultado en su timidez. Castigar con la muerte la primera aventura del muchacho y mantener el hilo de la vida de Ulises de Bruno resulta bastante convencional si superamos la sorpresa inicial.



Este ejercicio cinematográfico de altura oscila entre la tragedia y la comedia sin llegar a fusionarlas con exactitud. Deja la percepción de ser una obra magnífica pero que pudo alcanzar el rango de maestro con alguna revisión de guión. Corta abrupta, queriendo ser desoladora sin alcanzar la emotividad que para ello habría necesitado. Suele decirse que hay querer a los personajes de los que se está escribiendo. Pese a que ambas interpretaciones son soberbias, parece que la cámara del maestro Risi se decantó por Bruno demasiado rápido. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://hildyjohnson.es/?p=3308



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domingo, 18 de agosto de 2019

EL LABERINTO (WESTWORLD, TEMPORADA 1)


La llamada era de las series está plagada de paradojas. Rara vez ha existido una oferta televisiva mayor de ficción. Tampoco hallamos precedentes en los presupuestos y repartos que están conformando la pequeña pantalla, algo impensable hace apenas una década. No obstante, deja la sensación de que todo transcurre demasiado rápido. Productoras y audiencia nos agolpamos en las búsqueda de lo siguiente sin dar un minuto de pausa. Los capítulos se agolpan como rosquillas, si bien muchos son casi mini-películas en sí mismos. Como resultado, prima la cantidad sobre todas las cosas. Tal vez, la primera temporada de Westworld (2016) sea la metáfora perfecta de todas esas ironías. 



Basada en los célebres film y novela de Michael Crichton con el mismo título, el programa tiene una puesta en escena que impresiona. De inmediato, nos sitúa en un parque temático futurista donde los androides están tan evolucionados que pueden ser personajes de una especie de Disneyland para adultos donde las personas visitantes pueden ir a beber al salón, perseguir forajidos y vivir aventuras propias de una obra de John Ford. Naturalmente, al tratar con anfitriones que no son humanos, los abusos están a las orden del día, disparan a las máquinas a su antojo y a las más atractivas se le da asimismo la función de placeres sexuales sin remordimientos. 



Un juguete plagado de posibilidades que el equipo artístico encabezado por Jonathan Nolan y Lisa Joy quiere utilizar con calma. La puesta en escena de ese gigantesco Far West es pausada. De cualquier modo, cada pequeña narración que vemos es importante y debemos tener mucho cuidado con pensar que es lineal. Hay reseteos continuados y trampas en el camino. En ocasiones, los argumentos de Westworld parecen muy infravalorados (tiene giros realmente brillantes en esta entrega) y, otras veces, sus responsables parecen querer huir de la estupenda serie B en la que se basan para otorgar a la historia unos ribetes pretenciosos que no la benefician. 


Sin discusión posible, el casting es el plato más fuerte de todos los servidos en el show. Evan Rachel Wood desempeña el rol de Dolores, una de las creaciones más antiguas del parque, aunque siempre tiene un aspecto juvenil y encantador como la hija de un apacible ranchero. Thandie Newton es Maeve, una de las grandes damas del salón, experta en satisfacer a la clientela de visitantes. Anthony Hopkins, por citar solamente tres de los grandes nombres de este Dream Team, hace las funciones de Robert Ford, el creador de todo el complejo, si bien tuvo anteriormente un asociado decisivo en el proyecto. 



Bebiendo sin rubor de los conceptos de Isaac Asimov (si vas a copiar, copia a los mejores) pronto queda claro que hay un debate en ciernes entre los especialistas sobre el grado de conciencia que podían alcanzar estos diseños. El hombre de Leonardo ya está presente en los títulos de crédito, además de la opción de que exista algún moderno Prometeo que algún día pueda entregar el fuego a los anfitriones para que encuentren su propio camino. 



El envoltorio, en resumen, no puede resultar más atractivo. Joyas como Paint It Black de los Rolling Stones en versión para piano en un espectacular asalto de bandoleros al pueblo de Westworld o los imponentes paisajes donde los más intrépidos jugadores/as acceden bastan para mantener la atención. Y eso resulta relevante, puesto que no todas las visitas se conforman con beber, fornicar y disparar algunos tiros. Un misterioso hombre de negro (magnífico Ed Harris) es un huésped que parece ir por su cuenta y tener unos niveles de ambición que sobrepasan los propósitos del parque. 


Para hablar del nivel de presupuesto del asunto, baste pensar que una estrella como Tessa Thompson se incorpora a mitad de la fiesta como la representante de negocios que intenta aplacar algunas de las variables demasiado innovadoras de Ford. Huéspedes, anfitriones, creadores, empresa y equipo científico se van combinando en distintas tramas de calidad heterogénea pero que parecen obedecer a un mismo fin común. 



No pocas veces podemos reprochar a sus argumentos hacer trampas, buscar atajos para lograr ese momento impactante y efectista. De cualquier modo, si el veredicto debe dirimir si merece la pena seguir con la andadura, la única respuesta posible es sí. Con virtudes y defectos, Westworld es un ambicioso plato ante el cual el paladar no debería pecar de impaciente. Apenas diez episodios que conviene ir degustando antes que esos célebre atracones a los que nos hemos ido acostumbrando. 



Uno de las obsesiones en su estreno fueron las comparativas con la joya de la corona de aquellos momentos en la productora: Juego de Tronos. Wesworld no es su sucesora ni tampoco le conviene pretender serlo. Eso sí, en caso de que en futuras entregas apueste, igual que Dolores, por mirar más allá del espejo para convertirse en lo que aspira, puede ser algo muy grande. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.carlost.net/resumen-westworld-temporada-1/



https://uproxx.com/sepinwall/was-that-anthony-hopkins-voice-in-westworld-premiere/



https://showsnob.com/2018/04/19/ed-harris-of-westworld-reveals-details-about-man-in-black/

domingo, 11 de agosto de 2019

LA ÚLTIMA CACERÍA DE SERGEI KRAVINOFF


Joe Face había muerto. La suya era la historia de un maleante de poca monta, alguien que incluso traicionaba a alguno de sus compañeros de francachelas en determinadas ocasiones. Sin embargo, el guionista J. M. DeMatteis sabía que Peter Parker iría a su funeral. En una noche lluviosa y desapacible, pero el amistoso vecino no olvidaría llevarle dos monedas para Caronte a un tipo al que, en ocasiones, persiguió por callejones. Es el punto de partida de La última cacería de Kraven, una de esas sagas que no se olvidan. 



Con el eficaz dibujo de Mike Zeck, aquellas viñetas sumergirían al cabeza de red, por aquel entonces con su famoso traje negro, en uno de los viajes más inesperados de su trayectoria. Corría el año de 1987. Siempre que se suele publicitar una nueva historia superheroica hay coletillas como "nada volverá a ser lo mismo" o "un Spiderman como jamás habrías pensado". Rara vez es verdad. En un porcentaje alto, al finalizar la historia casi todo habrá vuelto a su status quo. No obstante, el prometido enfrentamiento con Kraven, el nombre de guerra de Sergei Kravinoff, sí cumplió aquellas ambiciones de hacer un novedoso planteamiento sobre un personaje icónico. 



Y eso que, hablando con honestidad, el bueno del cazador no estaba en su mejor momento. No era Norman Osborn, el enigmático Duente o un señor del crimen como Wilson Fisk. Había sido un meritorio villano con Steve Ditko y algo más estilizado bajo el lápiz de John Romita, pero su fecha de caducidad estaba pasada a finales del siglo XX. Sus ademanes de señor de los monos y estética de villano surgido del Batman de Adam West llevaban a la sonrisa cómplice en el mejor de los casos. Pero DeMatteis iba a sorprendernos. 


Resultó que no conocíamos a Sergei. Nos burlábamos de lo que no comprendíamos. Aquel nuevo equipo artístico desarrolló una trama en las cabeceras de Web of Spider-Man, The Amazing Spider-Man y The Spectacular Spider-Man donde descubriríamos que los Kravinoff eran una atávica familia de la nobleza rusa diezmada de forma feroz durante la revolución. El progenitor del cazador acabó mal y su madre perdió la cordura. De repente, era menos fácil reírse de aquel villano. Kraven era una reliquia de un pasado que quería marcharse acorde a su código del honor. Buscó la presa más complicada que se le ocurrió, aquella prodigiosa araña que copaba los titulares del Daily Bugle



Un gran peso. Un tremendo honor. La rivalidad que para Spidey ya era asunto de un par de mamporros y a la que audiencia no prestaba mayor atención era algo realmente especial para el antagonista. Dicen que el boxeador su disciplina busca ganar su respeto, no arrebatárselo al contrario. El cazador tuvo ese último asalto. Al poco de terminar el funeral de Joe Face, narrado con difícil sencillez por Zeck y con las tintas de Bob McLeod, tuvo su oportunidad. Una trampa. Un tiro fácil. Igual que el señor Parker, todos los lectores/as esperábamos algo que le salvase, el típico error del malo de turno. No ocurrió. Sonó la bala y el resto fue oscuridad. 



Rara vez un cómic del trepa-muros ha sido más siniestro y absorbente. El antagonista nos llevaba a un retorcido universo donde, a su manera, había lógica. Quería demostrarse algo y nos escogía como albaceas. Paralelamente, el sobrino de May Parker debía decidir quién era: hombre o araña. Compartidos la inquietud de Mary Jane Watson, la cual tendría una escena también atípica. Obligada a matar una rata en su nuevo hogar, sola, sin saber si su pareja volvería alguna vez. No le faltó el valor a la pelirroja, pero se desmoronó en cuanto terminó la misión. La tristeza de la lucha por supervivencia. 


La última cacería de Kraven es una obra maestra lo más alejada posible de la pretenciosidad. Su equipo artístico potencia al máximo sus virtudes y oculta siempre los posibles defectos. Incluso se aprovecha el periplo de Zeck con el Capitán América para recuperar a una monstruosa criatura que viene de perlas a este relato de terror. Un abismo donde sigue existiendo una carta de amor a la supervivencia, una oda a la fe casi inquebrantable. 



Su lectura es un golpe directo al hígado. Nunca nos dejará recuperarnos la historia, una vez nos engancha nos arrastra sin piedad. No es una obra que se pueda dejar a medias. Tampoco importa que sepamos el final. Arrastra, subyuga esta ligazón entre dos perfectos desconocidos. Sergei y Peter no podrían volver a ser los mismos tras esa experiencia. 



Habría más historias con Kraven, algunas meritorias. Pero nunca habrá otra como esta. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://comicbookrealm.com/series/1964/26913/Spider-Man:%20Fearful%20Symmetry%20-%20Kraven%27s%20Last%20Hunt



https://geekrly.com/2019/05/16/losmejorescomics-spider-man-kravens-last-hunt/



https://weheartit.com/entry/181027698

lunes, 5 de agosto de 2019

UN PEQUEÑO BREAK (CRÓNICAS DE BOSTON, PARTE VII DE VII)


El reflejo de Camelot




Probablemente, nunca fue tan impresionante. Convengamos en que Arturo y Morgana reflejaban una familia un tanto atípica, eso en el mejor de los casos. Pese a su habilidad con la espada, Lancelot no es la clase de amistad a la que una persona dejaría las llaves de su piso. No obstante, evocar Camelot es hablar de un maravilloso cuento, quizás porque nunca existió realmente. Acaso uno de aquellos caudillos en la Britania post-ocupación romana tuvo un consejero llamado Merlín y la imaginación hizo el resto. Pero hay cuestiones que importan más por lo que representan que en su realidad histórica. 



No caben dudas tampoco de que John Fitzgerald Kennedy cambió muchas cosas a su paso por la Historia, algunas incluso de forma involuntaria. Sus célebres debates con Richard Nixon por la presidencia generaron controversia. Quienes los escuchaban por la radio solían afirmar que el candidato republicano daba mejores argumentaciones a sus propósitos. Por el contrario, aquellas personas que lo veían por el televisor quedaban prendadas de la buena estampa e imagen que ofertaba el demócrata. Surgido de una dinastía política de Massachusetts, JFK y su joven gobierno fueron llamados el nuevo Camelot, ratificado por la campaña por la conquista del espacio de la que hay reciente aniversario. 



Su linaje, con sus luces y sombras, mostraría la nueva forma de hacer política, cinco años de intensa campaña que culminaban ambiciosos proyectos de generaciones, sorteando todo tipo de cuestiones, desde la condición católica del candidato al posible apoyo de la mafia en sus primeros años. Con lo que nadie contaba es que el joven Arturo falleciese en magnicidio de Dallas, uno de los episodios que marcaría el despertar de la infancia del joven país. De lo que no caben dudas con JFK es acerca de su buen gusto en varias cuestiones de la vida y su vinculación con Boston. Precisamente uno de sus restaurantes favoritos sigue hoy con las puertas abiertas: Union Oyster House. 


"No pizza, no ninja"- Michelangelo.



El lugar que tanto gustaba al trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos sigue siendo un rincón encantador y muy cuidado. Desde los manteles decorados con ilustraciones del local, posiblemente allí se sirvan los mejores calamares de la ciudad de Boston, algo que es decir mucho, habida cuenta de la calidad general de este producto en la zona o los muy populares bocadillos de langosta que se encuentran casi en cualquier calle de la zona portuaria. 



Por supuesto, todo ello acompañado de una gran variedad de cervezas, no olvidemos las raíces irlandesas del lugar. A nivel de postres está la típica Boston Cream Pie, la tradicional tarta de la región que goza de merecida fama. Eso sí, con un poco más de riesgo hay una rival de atura en la tarta de chocolate regada con "lava" (en realidad, otro chocolate ardiendo que lo atraviesa justo en medio). Una verdadera exquisitez. 



A poca distancia encontramos Little Italy, un rincón donde las pizzerías y la pasta son religión. Cuesta decidirse ante tanta deliciosa oferta, aunque parece obligatorio mencionar a Regina, nada menos que la pizza oficial de los Red Sox, un sitio que siempre está muy concurrido y donde pueden ver algunas de las celebridades que han visitado el establecimiento y cuyos autógrafos y fotografías están exhibidas en una de las paredes. 


El tercer tiempo



Con todo, Regina tiene una poderosa oponente en Antico Forno, una pizzería ubicada en la calle de Salem número 93, la cual debe su nombre al horno de leña en el que la propia clientela puede observar cómo se prepara de forma concienzuda su pizza. Para después del almuerzo, a destacar una de las especialidades de la casa: el tiramisú. 



Si por un casual acuden a algún partido en Fenway Park y no les apetece cocinar después, una solución muy cercana es el local Popeyes Louisiana Kitchen, una franquicia de comida rápida sureña que tiene varios puntos fuertes recomendables, destacando las alitas de pollo con sus variedades (especialmente la picante).



De idéntica forma, Chinatown complacerá las expectativas de los paladares más dados a lo oriental, y es que en la ciudad de Boston nunca hay inconveniente en sacar un momento para un pequeño break. 



BIBLIOGRAFÍA:



- OLIPHANT, T. y WILKIE, C., The road to Camelot: Inside JFK´s five-year campaign, Simon & Schuster, New York, 2017. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Union Oyster House [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Pizzería Regina [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Popeyes: Louisiana Kitchen [Fotografía realizada por el autor del blog]

domingo, 4 de agosto de 2019

I´M SHIPPING UP TO BOSTON (CRÓNICAS DE BOSTON, PARTE VI DE VII)


"Twenty years after and Irishman couldn´t get a fucking job, we had the presidency. May he rest in peace"- Frank Costello, Infiltrados (2006), dirigida por Martin Scorsese. 



Infiltrados (2006) es una nueva versión de la cinta Infernal Affairs (2002), un film del cine de acción de Hong Kong que tuvo gran aceptación. No obstante, existen diferencias suficientes entre ambas para disfrutarse por separado. Martin Scorsese hizo la primera basándose en la inteligente idea original (un policía infiltrado en la mafia y un delincuente que finge estar del lado de la ley se cruzan), pero llevando toda su esencia a Boston, Además, suele decirse que el antagonista de la obra oriental es un buen villano. En la del italo-americano, Frank Costello (Jack Nicholson), hombre fuerte del crimen organizado de Boston, y su mano derecha, el Francés (espléndido Ray Winstone), son, sencillamente, Satanás personificado con el carisma de un Rolling Stone. 



Precisamente es la canción Gimme Shelter la que suena en el opening, un recorrido por Boston hace unos años donde, además, contamos con la magia del cine para pensar que se ha obrado la magia de rejuvenecer a Nicholson para devolvernos al viejo diablo con toda su fuerza. Irónicamente, uno de los puntos más fuertes de la cinta es asimismo su debilidad en la coherencia. Fanático de los Ángeles Lakers, el actor obligó a retirar cualquier símbolo de los Celtics en las tabernas donde se reúnen los hombres de Costello. Algo que chirría en una ciudad portuaria donde los orgullosos verdes son esenciales. Y pensar que Jack fue a felicitar a Bird y compañía a los vestuarios tras el título de 1984. La revancha cariñosa llegó en 2008, donde el nuevo anillo hizo a los fans colocar la famosa imagen de El resplandor (1980) con un lema para el viejo rival: "¡Hemos vuelto, Jack!". 



En la película se hace un recorrido muy curioso por los barrios de Boston (Providence, especialmente), además del puerto, lugar clave de los trapicheos de los criminales del relato. Indudablemente, Scorsese y su equipo se basan remotamente en la figura de James "Withey" Bulger. Precisamente en agosto de 1975 se produjo uno de los acontecimientos más siniestros asociados a ese personaje, una trágica muestra de que la realidad puede superar a la ficción, además de no ser para nada divertida. Pero los problemas portuarios venían de mucho más antiguo, particularmente de cierto incidente con cajas del té procedentes de la Compañía de las Indias Orientales allá por el año de 1773. 


Boston Tea Party



No taxation without representation. Junto con los hurras, es una de las frases que más escucharán si se acercan por el Museo del Motín del Té. No solamente se trata de un lugar donde poder visitar recreaciones de los barcos de la época, también se permite a la persona visitante descargar tensiones arrojando algunas cajas de té a la mar, aparte que su personal ofrece un teatrillo histórico que recrea de una forma meritoria la vida cotidiana de un puñado de la ciudadanía de Boston que decidió rebelarse contra las políticas económicas del rey británico Jorge III. 



Esa noche se infiltraron en los buques para arrojar la valiosa mercancía que era el té en aquel momento. Como de costumbre en la Historia, discrepancias con los impuestos eran el más poderoso motor del cambio. Ironía asimismo el hecho de este acto lo realizaron con plumas y vestidos como las tribus indias, los verdaderos nativos a quienes se los implicaba sin comerlo ni beberlo en un asunto que era entre ingleses... y descendientes de colonos ingleses. Un curioso paralelismo con el rol que la élite criolla tuvo en la emancipación de las colonias que habían sido posesión ultramarina española. 



Aquel acto fue la mecha de una rebelión que se expandió por las otras colonias. Dejó asimismo episodios curiosos como la habilidad de algunos de los perpetradores para borrar sus huellas y la poco edificante locuacidad de otros que juzgaron divertido relatar la hazaña en tabernas que eran frecuentadas también por los casacas rojas de Su Graciosa Majestad. El primer encuentro armado se produjo en Lexington, donde las milicias americanas sufrieron graves perdidas. Con todo, mostraron una notable habilidad para ir adaptándose a uno de los mejores ejércitos de Europa y lograr el objetivo de que las Trece Colonias no dependieran de los designios de la antigua metrópoli. Lógicamente con subjetivismo (seguro que la historiografía británica no disfrutaría de algunas de las visiones aquí presentadas), el museo es una ruta que permite conocer bien las líneas maestras que tuvo la ciudad de Boston en la revolución. 


Black Mass



Aunque la figura de Costello sea peligrosa en la gran pantalla, su álter ego real, Bulger logró superar con creces cualquier acto cometido por el personaje de Scorsese. A través de su amistad con John Connolly, un chico con el que había hecho muy buenas migas en las duras calles de South Boston, cambió el organigrama del "negocio" familiar. Connolly terminó siendo agente del FBI. Buscando solucionar sus problemas con la mafia italiana, protagonizó un pacto con el diablo, únicamente para comprender que el demonio siempre va cuatro o cinco jugadas por delante. 



La investigación periodística que surgió a la caza de este drama de raíces irlandeses, reflejó cómo Bulger logró usar su papel de informante para desembarazarse de la competencia que más problemas le daba, reforzando su posición en todos los negocios ilícitos que se movían en los muelles de Boston. La corrupción alcanzó esferas muy altas y sirvió para volver a cuestionar si el fin de cualquier empresa justifica los medios. 



Si vuelan a la ciudad, todavía es frecuente que, entre otras películas ofertadas para el viaje, se oferte Black Mass, protagonizada por Johny Depp y dirigida por Scott Cooper, la cual explica precisamente esos episodios en la década de los 70 del pasado siglo. 



BIBLIOGRAFÍA:



- LEHR, D. y O´NEILL, G., Black Mass: La impía relación entre el FBI y Whitey Bulger, uno de los gángsteres más famosos de la historia de EE.UUU, Editorial Stella Maris, Barcelona, 2015.



- WHITE, T., RICHARD, R. y WORCESTER, W., The last good heist, Globe Pequot, Boston, 2016.



FILMOGRAFÍA:



- Infiltrados. Director: Martin Scorsese. Reparto: Leonardo DiCaprio, Matt Damon, Jack Nicholson, etc. Año: 2006. 



- Black Mass. Director: Scott Cooper. Reparto: Johny Depp, Joel Edgerton, Benedict Cumberbatch, etc. Año: 2015. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Museo del Motín del Té de Boston [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Museo del Motín del Té de Boston [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Puerto de Boston [Fotografía realizada por el autor del blog]

sábado, 3 de agosto de 2019

VERITAS (CRÓNICAS DE BOSTON, PARTE V DE VII)


"Bueno, Harvard también comete errores, ¿sabes? Kissinger estudió allí"- Woody Allen.



Fundada en el año de 1636, la universidad de Harvard se encuentra muy próxima Boston, en la ciudad de Cambridge. Institución de enseñanza privada, surgió durante la época colonial y debe su nombre definitivo a John Harvard, un clérigo que hizo mucho por dotar de recursos al lugar. Es muy frecuente que decenas de turistas se hagan fotos tocándole un pie, lo cual se supone que da fortuna. No es tan sabido que el rostro es falso, puesto que carecemos de descripciones físicas del personaje en sí y el homenaje, como suele suceder, se produjo tiempo después de su muerte. 



Lógicamente, todo en el campus gira alrededor de esta vida universitaria, donde se incluyen las célebres casas/hermandades. Si hemos de creer a cierto género cinematográfico estadounidense, esos lugares son lo más alejado a la cultura y cordura que podría hallarse, si bien se comprende que será una hipérbole y que entre vulgares novatadas o fiestas, incluso se abren los libros. No en vano, Harvard conserva todavía a día de hoy una reputación que hace a muchas personas soñar con ingresar allí debido a su prestigio. 



De forma gratuita (aunque recuerden que la propina es un arte), se ofertan algunos recorridos y visitas guiadas que informan a las personas visitantes sobre las singularidades y anécdotas que se han generado en una institución con siglos a sus espaldas. Presten atención al "gran experimento", una buena demostración de lo que les costó el ingreso a las estudiantes a esos niveles de educación. Y también hubo instantes al comienzo donde en esos templos del saber hubo esclavos/as sin que se cayesen los anillos. 


"Ha llegado un momento en mi vida en que estoy más orgulloso de los libros que he leído que de los que he escrito"- Jorge Luis Borges. 



Hace tiempo existía en televisión un programa sobre literatura que comenzaba con el entusiasta lema: "Todo está en los libros". Podríamos afirmar que es una hermosa mentira. Por desgracia, por lo que la realidad enseña, el camino para la felicidad suele ser bastante más corto desde la ignorancia. Eso no quiere decir que sea una inconsciencia positiva. Así, si bien la cultura no da todas las llaves, sí que se trata de una gratísima compañera de viaje, un escudo elegante que se desprestigia cuando se utiliza como arma de ataque. 



Por supuesto, Harvard está bien nutrida de libros. A destacar la Harvard Book Store, un buen exponente de organización por temáticas y con precios realmente razonables. A destacar joyas como las memorias del general Ulysses S. Grant o secciones de política sobre una gran cantidad de países extranjeros. En definitiva, un rincón muy agradable donde las matemáticas se encuentran a apenas un pequeño pasillo de las grandes obras teatrales.  



Bastante cerca de la misma, también se puede disfrutar de una librería de segunda mano muy cuidada: Raven Used Books, la cual se caracteriza asimismo por una excelente organización por temas y donde, como el propio título indica, podemos ver cuervos en sus estanterías. Naturalmente, se trata de un homenaje al gran Edgar Allan Poe, un magnífico escritor adelantado a su tiempo, pero víctima de una vida profundamente azarosa y dramática. 


"La cuestión importante es no dejar de hacernos preguntas. La curiosidad tiene su propia razón de existir"- Albert Einstein. 



Hubiera sido excepcional en cualquier sitio. El MIT (Instituto de Tecnología de Masachussetts) puede presumir de que Sabrina González Pasterski escogiese a la prestigiosa institución para realizar su Doctorado. Joven estadounidense cuya familia es de origen cubano, su vocación por la Física ha llevado a algunos mentideros importantes de Harvard a afirmar que se trata de la próxima Einstein. Al igual que él, parece no ponerse límites en pensar a lo grande y estar dispuesta a equivocarse. En una época donde algunas luminarias quieren construir muros, conviene recordar que algunos de los mejores éxitos de las universidades del país se lograron con la máxima de un mandamiento que debería ser obligatorio en educación: honrarás al talento por encima de todas las cosas sin importar su nacionalidad o creencia. 



Originario de Alemania, Einstein es hoy un logo tan reconocible en tazas y demás merchandising como Marilyn Monroe o el Che Guevara. Hábilmente rescatada la anécdota para la ocasión por un guionista hábil como Alan Moore, no es tan conocido que este genial físico judío dejó una frase inspirada cuando descubrió los efectos que tenía la aplicación práctica de muchas de las cuestiones tratadas en las académicas pizarras: "Si lo sé, me hago relojero".



A mediados del siglo XX, Harvard era el perfecto exponente de una educación orientada para élites socioeconómicas, un engranaje bien retro-alimentado. Actualmente, es de justicia hablar de sus programas de becas que han permitido una apertura que prima las capacidades y esfuerzo, si bien su tasa de ingreso sigue siendo una de las más reducidas. Deja tantos exponentes brillantes como polémicas sobre algunas cuestiones de financiación.



Cuando visitamos este templo del saber, conviene que mantengamos siempre una mirada de profunda admiración que no debe estar reñida con un espíritu crítico, esa curiosidad que tiene un motivo de existir. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Estatua de John Harvard [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Harvard Book Store [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Adams House [Fotografía realizada por el autor del blog]

viernes, 2 de agosto de 2019

IS IN THE FENWAY SECTION OF BOSTON, ISN´T IT? (CRÓNICAS DE BOSTON, PARTE IV DE VII)


"Hay momentos donde no te apetece jugar, pero cuando miras a toda esa gente poniendo tanta ilusión en verte actuar... eso convierte a Boston en un lugar muy especial"- David Ortiz.



Como la gran mayoría de las cuestiones que suscitan nuestra detallada atención e interés, el béisbol no deja de ser una tontería muy grande. Una trivialidad que, cuidado, requiere bastante inteligencia y habilidad para saber practicarlo o entender como espectador/a el jueguecito. Con todo, no hace falta ser ducho en la materia para olfatear en apenas unos días que la ciudad de Boston adora este deporte y que vive en permanente romance con su equipo, los Red Sox, los cuales fueron la evolución del nombre de los Boston Americans. Como un propietario avispado determinó un día, como la escuadra jugaba en el área de Fenway, lo más fácil es que el estadio se llamase así. 



Lo primero que llama la atención de Fenway son sus dimensiones. Relativamente pequeñas para albergar a un equipo de esa división y con la repercusión que tienen los Red Sox. Su diseño arquitectónico se debe a las singularidades del área que le rodea. Como ocurre en ocasiones, de una posible traba, se creado una mística especial, porque otorga originalidad y una sensación de olla a presión que da muchas fuerzas a la escuadra local. Mitos como el Monstruo Verde o la única silla roja son pequeñas leyendas que refuerzan la sensación de club histórico. 



Con todo, la idea genial que cambió la percepción sobre los medias rojas se dio en 1993, cuando el personal del pabellón ofreció tours guiados para las visitas turísticas y aficionados/as que quisieran conocer los entresijos del estadio. Con varios pases y fácil acceso en verano, es la pieza que hace distinguirse a Fenway por encima de otros pabellones y estadios a los que brindar un vistazo. Los guías conocen todos los recovecos y anécdotas del campo, además de disponer de un museo sin límite de tiempo donde echar fotos. Es complicado, aunque a uno no le guste el béisbol, no salir con muchas simpatías por los Red Sox, aunque solo sea por la deferencia con la que agradecen que personas de todos los rincones del globo les muestren curiosidad.


La maldición del bambino



En los años dorados de los Red Sox, el club tomó la fatídica decisión de no aceptar las demandas de su mejor jugador, Dave Ruth, quien quería un mayor reconocimiento por sus aportaciones en el campo al haber incorporado más destreza. 1919 marcó el inicio de "la maldición del bambino", una leyenda supersticiosa popular con tanta polémica y miga como el supuesto malfario que Béla Guttmann dio a otra escuadra histórica: el lisboeta Benfica. De todos los rivales, Ruth fue a los Yankees, el eterno adversario de New York. Si hay un oponente al que gusta ganar en Boston, no hay duda que son ellos.



Por desgracia para sus intereses, en muchas ocasiones vieron al eterno oponente irse con la sonrisa de oreja a oreja. Durante la significativa cifra de 86 años sin un título mundial, había motivos para la preocupación. Como Dios no juega a los dados con el universo, existía una explicación para una larga sequía. Ningún parroquiano/a del Fenway daría esa andadura por el desierto por mala si se les explica lo que estaba por venir en 2004. 3-0 abajo ante los Yankees por el billete a las finales. Rara vez se levanta ese marcador en las series al mejor de 7. Pues la caprichosa estadística decidió que todas las malas fortunas y derrotas en el último suspiro se iban a compensar en una remontada antológica.



Con su dorsal 45 retirado, Pedro Martínez tiene un pedazo del cielo ganado en el parque. Bendecido como Dennis Rodman o Dani Alves del don de la inconsciencia para ser un showman en los momentos de mayor presión, aquel prodigioso pitcher surgido de Santo Domingo sabía que en la vida había muchas mayores desgracias que perder un simple juego. Sus duelos de puntería con Roger Clemens siguen en la hemeroteca del buen aficionado. Aquel 2004 se saldaron viejas deudas y los Red Sox no tardarían tanto en volver a descorchar el champán, aunque eso no significa que en las épocas de sequías no hubiera espacio para los mitos.


"Todo lo que los Red Sox son hoy se lo deben a la escuadra de 1967. Ese equipo nunca sería lo suficientemente honrado por lo logrado"- Bob Ryan.



Un bonito conjunto de estatuas de jugadores se encuentra en una de las salidas del estadio. Entre otros, sobresale la figura de Ted Williams. Veterano de la II Guerra Mundial y Corea, este bateador ganó leyenda sobre el césped al levantar la gorra de un aficionado de New York con su disparo y permitir calcular la increíble fuerza y la distancia que logró al conectar aquella bola. Cuando vayan en coche al aeropuerto de Boston, pasarán por un túnel que honra a este deportista. Con todo, si hubo un Rubicón en el imaginario colectivo fue el verano de 1967, el momento en que el idilio entre la ciudad y sus Red Sox se puso a prueba.



Tras años de catástrofes y calamidades, nadie esperaba que el conjunto de Boston fuera capaz de protagonizar un rendimiento que fue la épica en estado puro. Con un entrenador como Dick Williams, jugadores como Carl Yastrzemski o John Wyatt, se empezó a hablar en los mentideros de Fenway sobre "The Impossible Dream Season". El desenlace ante los potentes Cardinals tuvo un final que Hollywood habría negado, pero que es el que permite a un gran equipo pasar al imaginario popular. Forzaron el séptimo y lo perdieron. No se llevaron el título pero aquella plantilla que pasó del noveno puesto en liga a acariciar la gloria se convirtió en el ojito derecho de toda la urbe.



Un ejemplo maravilloso de todo eso se puede encontrar en una escena muy interesante de la película El indomable Will Hunting (1997). En ella, el personaje interpretado por Robin Williams narra al protagonista cierta noche de las finales de 1975 que cambió su vida. Merece la pena hasta el último segundo.



Aunque tengan simpatías por otros conjuntos de béisbol, tengan cuidado si sacan un ticket para el tour de Fenway Park. Sin darse cuenta, quizás salgan con otra camiseta del estadio.



BIBLIOGRAFÍA:



- FROMMER, H. y FROMMER, F. J., Red Sox versus Yankees: The Great Rivalry, Taylor Trade Publishing, New York, 2014. 



- PETROCELLI, R. y SCOGGINS, Tales from the Red Sox Dugout, Sports Publishing, New York, 2017. 



- SINIBALDI, R., 1975 Red Sox American League Champions: Images of Baseball, Arcadia Publishing, Charleston, 2015. 



ENLACES DE INTERÉS:



El indomable Will Hunting: Escena del sexto partido



Revirtiendo la maldición del Bambino (documental de 2005)



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Exteriores de Fenway Park [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Vitrina en el museo de los Red Sox en el interior de Fenway Park [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Campo de Fenway Park [Fotografía realizada por el autor del blog]

jueves, 1 de agosto de 2019

EL ESPÍRITU DE SALEM (CRÓNICAS DE BOSTON, PARTE III DE VII)


"La única evidencia que veo del diablo es el deseo de todos de que esté aquí"- Fray Guillermo de Baskerville, El nombre de la rosa (1986), película basada en la novela del mismo titulo, escrita por Umberto Eco.



A pesar de ser un agradable trayecto en ferry el que separa Boston de Salem, una extraña sensación de inquietud suele apoderarse de quienes contemplan este paisaje. No es sorprendente que Martin Scorsese, uno de los grandes directores de siempre, escogiese esa ubicación para las primeras escenas de la perturbadora Shutter Island (2010), película donde muchas cosas no son como parecen a simple vista. Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la ciudad ubicada en el condado de Essex comparte ese hábito.



En la plaza principal de Salem hay una estatua que les sonará mucho. De inmediato, debido a las connotaciones del lugar, esa figura cubierta por sombrero nos abre las puertas de la imaginación. Desde inquisidor a mortífago, estaríamos dispuestos a admitir cualquier oficio en este personaje que tuviera que ver con la hechicería o su erradicación. Es la maldición que porta el pobre Roger Conant, uno de los primeros y más activos colonos del lugar. Si bien no tenía nada que ver con asuntos posteriores a su muerte, es el precio a pagar por estar tan próximo al museo que nos lleva a un concepto que seguro alguna vez escucharon: las brujas de Salem.



Un lugar como otro cualquiera hasta febrero de 1692. Desde esa fecha y hasta mayo de 1693, aquel espacio se convirtió en una histeria colectiva, un trágico episodio que simbolizaría todo el mal que puede hacer una sociedad cuando se deja gobernar por el fanatismo. En el museo de las brujas hallamos una explicación bastante teatral y lograda con juegos de sombras, una explicación de los inquietantes sucesos desencadenados por lo que era poco menos que una chiquillada.


"Este libro sigue a seis personas, todas mujeres, porque en la cultura occidental la brujería se asociaba a ese sexo. Aunque en 1692 hubo algunos acusados varones de hechicería, buena parte de las acusadoras, las supuestas brujas y las víctimas fueron mujeres"- Marilynne K. Roach.



Toda esta misteriosa trama comienza con una mujer venida a Salem desde tierras lejanas, Tituba. Algunas voces afirman que llegó desde las Barbados, otras, que era de origen indio. Sea como fuere, privada de su libertad, estaba encargada de cuidar a la familia y amigas de su amo, el reverendo Samuel Parris. Como cualquier persona que trabaja con gente tan joven y tiene un poco de inventiva, Tituba aprovechó las cosas que conocía para narrar exóticas historias a las muchachas, quienes, lógicamente, quedaron encantadas con los relatos.



En una edad impresionable y en un marco de educación puritana, algunas de las recetas, frases y gestos que imitaron de Tituba llevaron a las muchachas a ser severamente interrogadas por Parris. La situación llegó a ser especialmente grave para su hija, Betty, y sobrina, Abigail Williams. A juzgar por los hechos posteriores, la segunda demostraría ser la más carismática y líder del grupo de amigas. Al denunciar a la esclava, colocaron a su cuidadora en severos interrogatorios y presiones. En un micro-cosmos machista y donde solamente podían esperar que se les lograse un buen matrimonio, aquellas muchachas vieron que inculpando a otras personalidades de Salem no solamente se salvaguardaban; de repente, tenían un protagonismo que ni habrían soñado.



Lo que era menos que una trivialidad fue una sucesión de disparatados procesos de una Salem que en aquellos días tenía tensiones con las tribus indígenas de sus alrededores, las malas cosechas y el riesgo de las incursiones francesas. Siglos después, un escritor con talento llamado Arthur Miller decidió escribir una pieza teatral llamada Las brujas de Salem, que luego reconvertiría en novela, donde alteró algunos hechos pero mantuvo intacta la esencia. El dramaturgo tiene la ventaja sobre los historiadores/as de poder imaginar aquellos vacíos de las fuentes. Con instinto, pensó que muchas de aquellas acusaciones escondían revanchas personales, desamores, disputas familiares, etc. La obra tenía doble lectura, puesto que Miller equiparaba la persecución puritana a la que él mismo y otras personalidades del espectáculo estaban sufriendo con el senador Joseph McCarthy, un furibundo buscador de comunistas en suelo americano.


Juez: ¡Os acusamos de brujería irredenta... a todos! ¡Seréis colgados al alba! ¡Que Dios esté con vosotros! 

John Proctor: Siempre lo está, mi señor... es por vuestras almas y las de estas pobres niñas por las que temo.

Marvel Team-Up, # 43 (Marzo de 1976)



La fascinación que ejerció aquella cacería en la cultura americana llegaría incluso a los cómics, destacando la labor del guionista Bill Mantlo y el dibujante Sal Buscema en la célebre saga "El viaje en el tiempo", publicada por Marvel en 1976, donde Spiderman y un puñado de acompañantes selectos revivían aquel sangriento episodio. Buscema era un narrador muy sólido y logró en apenas unas viñetas explicar como pocos las verdaderas motivaciones que aquellas "brujas" y "salvadores" puritanos encontraron para llevar a todo su mundo a la deriva. Dentro de una amplia producción historiográfica, una buena manera de iniciarse son los apasionados trabajos de Marilynne K. Roach, quien ha llegado a analizar día por días aquellos escandalosos juicios, además de profundizar en las mujeres de la comunidad de Salem en su día a día.



No es el único hito literario-histórico del lugar. Otra visita recomendable es La Casa de los Siete Tejados. En efecto, aquella casa en el centro de la ciudad que narró Nathaniel Hawthorne en la novela del mismo título, una construcción propia del realismo mágico que habla de la evolución de una familia y más allá, casi una radiografía de toda una época. Nuevamente, sería un marco donde algunos ilustres iconos se dejaron caer. En la Edad de Oro del Cómic Wonder Woman se las vería contra los nazis en este mítico emplazamiento.



Por último, no podemos abandonar este territorio mágico sin probar el último de sus embrujos. Junto con los locales portuarios que cultivan la especialidad del bocadillo de langosta, hay una parada obligatoria: Captain Dusty´s Icea Cream. Una delicia que no admite controversias. 



BIBLIOGRAFÍA:



- MILLER, A., Las brujas de Salem y El crisol, Maxi Tusquets Editores, Barcelona, 2013.



- ROACH, M. K., Six Women of Salem: The Untold Story of the accused and their accusers in the Salem witch trials, Da Capo Press, Boston, 2013. 



- ROACH, M. K., The Salem witch trials: A day-by-day chronicle of a community under siege, Taylor Trade, Boston, 2004. 



ENLACES DE INTERÉS:



Estudio 1: Las brujas de Salem (1965)



FILMOGRAFÍA:



- El crisol. Director: Nicholas Hytner. Reparto: Daniel Day-Lewis, Winona Ryder, Paul Scofield, Bruce Davison, etc. Año: 1996. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Estatua de Roger Conant en Salem [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Museo de las brujas de Salem [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Entrada a la Casa de los Siete Tejados de Salem [Fotografía realizada por el autor del blog]