domingo, 18 de agosto de 2019

EL LABERINTO (WESTWORLD, TEMPORADA 1)


La llamada era de las series está plagada de paradojas. Rara vez ha existido una oferta televisiva mayor de ficción. Tampoco hallamos precedentes en los presupuestos y repartos que están conformando la pequeña pantalla, algo impensable hace apenas una década. No obstante, deja la sensación de que todo transcurre demasiado rápido. Productoras y audiencia nos agolpamos en las búsqueda de lo siguiente sin dar un minuto de pausa. Los capítulos se agolpan como rosquillas, si bien muchos son casi mini-películas en sí mismos. Como resultado, prima la cantidad sobre todas las cosas. Tal vez, la primera temporada de Westworld (2016) sea la metáfora perfecta de todas esas ironías. 



Basada en los célebres film y novela de Michael Crichton con el mismo título, el programa tiene una puesta en escena que impresiona. De inmediato, nos sitúa en un parque temático futurista donde los androides están tan evolucionados que pueden ser personajes de una especie de Disneyland para adultos donde las personas visitantes pueden ir a beber al salón, perseguir forajidos y vivir aventuras propias de una obra de John Ford. Naturalmente, al tratar con anfitriones que no son humanos, los abusos están a las orden del día, disparan a las máquinas a su antojo y a las más atractivas se le da asimismo la función de placeres sexuales sin remordimientos. 



Un juguete plagado de posibilidades que el equipo artístico encabezado por Jonathan Nolan y Lisa Joy quiere utilizar con calma. La puesta en escena de ese gigantesco Far West es pausada. De cualquier modo, cada pequeña narración que vemos es importante y debemos tener mucho cuidado con pensar que es lineal. Hay reseteos continuados y trampas en el camino. En ocasiones, los argumentos de Westworld parecen muy infravalorados (tiene giros realmente brillantes en esta entrega) y, otras veces, sus responsables parecen querer huir de la estupenda serie B en la que se basan para otorgar a la historia unos ribetes pretenciosos que no la benefician. 


Sin discusión posible, el casting es el plato más fuerte de todos los servidos en el show. Evan Rachel Wood desempeña el rol de Dolores, una de las creaciones más antiguas del parque, aunque siempre tiene un aspecto juvenil y encantador como la hija de un apacible ranchero. Thandie Newton es Maeve, una de las grandes damas del salón, experta en satisfacer a la clientela de visitantes. Anthony Hopkins, por citar solamente tres de los grandes nombres de este Dream Team, hace las funciones de Robert Ford, el creador de todo el complejo, si bien tuvo anteriormente un asociado decisivo en el proyecto. 



Bebiendo sin rubor de los conceptos de Isaac Asimov (si vas a copiar, copia a los mejores) pronto queda claro que hay un debate en ciernes entre los especialistas sobre el grado de conciencia que podían alcanzar estos diseños. El hombre de Leonardo ya está presente en los títulos de crédito, además de la opción de que exista algún moderno Prometeo que algún día pueda entregar el fuego a los anfitriones para que encuentren su propio camino. 



El envoltorio, en resumen, no puede resultar más atractivo. Joyas como Paint It Black de los Rolling Stones en versión para piano en un espectacular asalto de bandoleros al pueblo de Westworld o los imponentes paisajes donde los más intrépidos jugadores/as acceden bastan para mantener la atención. Y eso resulta relevante, puesto que no todas las visitas se conforman con beber, fornicar y disparar algunos tiros. Un misterioso hombre de negro (magnífico Ed Harris) es un huésped que parece ir por su cuenta y tener unos niveles de ambición que sobrepasan los propósitos del parque. 


Para hablar del nivel de presupuesto del asunto, baste pensar que una estrella como Tessa Thompson se incorpora a mitad de la fiesta como la representante de negocios que intenta aplacar algunas de las variables demasiado innovadoras de Ford. Huéspedes, anfitriones, creadores, empresa y equipo científico se van combinando en distintas tramas de calidad heterogénea pero que parecen obedecer a un mismo fin común. 



No pocas veces podemos reprochar a sus argumentos hacer trampas, buscar atajos para lograr ese momento impactante y efectista. De cualquier modo, si el veredicto debe dirimir si merece la pena seguir con la andadura, la única respuesta posible es sí. Con virtudes y defectos, Westworld es un ambicioso plato ante el cual el paladar no debería pecar de impaciente. Apenas diez episodios que conviene ir degustando antes que esos célebre atracones a los que nos hemos ido acostumbrando. 



Uno de las obsesiones en su estreno fueron las comparativas con la joya de la corona de aquellos momentos en la productora: Juego de Tronos. Wesworld no es su sucesora ni tampoco le conviene pretender serlo. Eso sí, en caso de que en futuras entregas apueste, igual que Dolores, por mirar más allá del espejo para convertirse en lo que aspira, puede ser algo muy grande. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.carlost.net/resumen-westworld-temporada-1/



https://uproxx.com/sepinwall/was-that-anthony-hopkins-voice-in-westworld-premiere/



https://showsnob.com/2018/04/19/ed-harris-of-westworld-reveals-details-about-man-in-black/

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