domingo, 11 de febrero de 2018

LOS CAMINOS DEL DUCE


Vittoria mutilata. Una expresión que acuñó un poeta italiano muy particular, Gabriele D´Annunzio, para referirse al sentimiento imperante en su país tras la Gran Guerra (1914-1918). Se trataba de una etapa de grandes cambios, Italia vivía de un pasado glorioso pero un presente escaso. El Risorgimento hacía aguas y en la fiebre colonial (aquel etnocentrismo brutal que llevó a las naciones europeas a repartirse África como si fuese el jardín de juegos de unos niños caprichosos), el canciller Bismarck dejó una frase que se incrustó en el orgullo transalpino: "Italia tiene un apetito voraz pero una mala dentadura". Era el caldo de cultivo para nacionalismos mal entendidos, tiempos violentos e inciertos que solamente esperaban que surgiese una figura como el Duce. El doctor Álvaro Lozano nos sumerge en ese fenómeno histórico de manera concienzuda en Mussolini y el fascismo italiano



Hoy en día, fascismo es una expresión que solemos utilizar en cualquier discusión política cuando queremos desprestigiar al oponente. No obstante, el concepto tiene unas raíces complicadas y es bastante menos fácil de interpretar de lo que parece. Maestro de escuela con pensamiento socialista fruto de la herencia paterna (llegó a ser el director de la revista Avanti), Mussolini buscaba ser una figura de gran prestigio en Italia; incluso en el extranjero hubo personalidades como Winston Churchill que llegaron a considerarlo un "gran hombre" antes de la II Guerra Mundial. Por ello, más allá del trazo grueso, son convenientes trabajos como el que hoy nos ocupa, los cuales intentan explicar por qué se producen esta clase de fenómenos. 



Teniendo en cuenta su carácter divulgativo, podría pensarse que el autor coloca unos antecedentes demasiado lejanos para hablar del Partido Nacional Fascista (PNF) que se reunió por primera vez en el Sepulcro de Milán en marzo de 1919. Sin embargo, es un repaso más que conveniente para entender la confluencia de intereses que llevaron a que una formación minoritaria y de métodos violentos (su fundador se inspiraba en la formación juvenil Camelots du Roi de la extrema derecha gala) a convertirse en una fuerza política organizada y temible. La tendencia historiográfica del materialismo histórico siempre ha reprochado a un sector de la burguesía transalpina haber financiado la carrera de Mussolini por juzgar que sus camisas negras eran el perfecto contrapeso para apagar el incendio de las constantes huelgas en la península itálica y que hacían otear el espectro de una revolución bolchevique en un horizonte que el rey Víctor Manuel III, escaso entusiasta del parlamentarismo, veía siempre con honda preocupación.   



Debido al carácter global de la visión que este libro proporciona, quizás algunos de los eventos principales se vean un tanto resumidos. Por ejemplo, es muy recomendable complementar las consideraciones de Lozano sobre la Marcha sobre Roma con el exhaustivo repaso del profesor Emilio Gentile, cuya monografía sobre esta manifestación que terminó llevando al PNF a poder ya se encuentra bien traducida al castellano. La bibliografía que utiliza el autor está muy bien actualizada y recurre a importantes trabajos extranjeros, especialmente de la escuela anglo-sajona y, lógicamente, la propia historiografía italiana. 



Hay un acompañamiento de un aparato gráfico realmente notable, incluyendo varias curiosidades, además de un conveniente corpus de mapas que reflejan las distintas evoluciones de la difícil unificación transalpina. Particularmente interesantes son algunas ilustraciones políticas de la época, las terribles trincheras en la I Guerra Mundial (donde, según los diarios de los oficiales las rocas de las montañas eran tan afiladas que perforaban las botas) o las insensatas campañas en Etiopía, Libia y Albania. 



También sirven sus páginas para hacer un justo tributo a la figura de Giacomo Mateotti, diputado socialista, quien se atrevió a denunciar en el Parlamento que las reformas electorales de 1925 iban encaminadas a justificar la fascistización del estado. Ese mismo año, como este político comprometido había predicho, fue asesinado, dejando un ejemplo de dignidad en tiempos muy difíciles. Ingrato consuelo la posteridad para uno de los pocos adversarios que fue capaz de poner en entredicho a Mussolini frente al pueblo. Los días posteriores a su muerte fueron los más tensos para el Duce (palabra cuyo significado en italiano viene a ser "guía), el cual terminó logrando, con el beneplácito de la Corona, mantenerse en el poder. 


Durante décadas, el nuevo dirigente y su equipo marcaron el rumbo de la nación italiana. Sufrieron desobediencias, por ejemplo, como solía afirmarse en tono jocoso, la sociedad transalpina nunca siguió sus dictados en el lecho. Mussolini soñaba con conseguir una potencia demográfica y trató de dar ayudas a las familias más numerosas, si bien la edad de contraer matrimonio entre su ciudadanía seguía siendo una de las más elevadas de Europa, así como los índices de soltería. Para entender el papel que el nuevo estado fascista tenía reservado a la mujer es muy recomendable un magnífico film titulado Una giornata particolare (1977), cinta dirigida con maestría por Ettore Scola e interpretada por el clásico dueto Sophia Loren-Marcello Mastroianni. Por cierto, bastante ingratitud la suya con el género femenino, puesto que fue Angelica Balabanoff, joven marxista de origen ucraniano, quien le ayudó sobremanera en su juventud exiliada en Suiza para aprender los resortes de la política social. 



De particular interés son las indagaciones de Lozano sobre la política económica. Los efectos del corporativismo son bastante matizados, puesto que, a la hora de la verdad, la élite industrial siguió siendo la voz cantante en las disputas. Hubo asimismo aciertos como el Instituto para la Reconstrucción Industrial Italiana (IRI), respuesta a los efectos de la crisis de 1929. Varios de los integrantes de aquella institución jugaron un papel muy notable como asesores en el futuro milagro económico italiano en la década de los 50. Lo más nefasto, sin duda, fue su entrada en guerra con Adolf Hitler (asociación que terminó con el Duce y su amante Clara Petacci colocados ante el pelotón de fusilamiento partisano en abril de 1945); Italia siempre estuvo supeditada al coloso bélico teutón y quedó en jaque tras el desembarco Aliado en Sicilia. Además, la constitución del Eje trajo a la península itálica la feroz purga de las minorías que no comulgaban con el enfermizo culto racial del III Reich (judíos, gitanos, homosexuales, eslavos, etc.). 



Como bien recuerda el libro, el 15 de octubre de 1940 se estrenó la película El gran dictador, dirigida por el genial Charles Chaplin, quien encarnaba una clara parodia de Adolf Hitler. Algunas de las escenas más divertidas del film fueron protagonizadas por el protagonista en compañía de un excelente Jack Oakie, quien se convertía en una hábil parodia de Benito Mussolini (llamado para la ocasión Benzino Napaloni). El film fue prohibido en las zonas de influencia fascista, aunque tanto el Führer como el Duce tuvieron acceso a ella. Es probable, como bien señala Lozano, que tuvieran un extraño déjà vu



BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA: 



-GENTILE, E., El fascismo y la marcha sobre Roma: El nacimiento de un régimen, Edhasa, Barcelona, 2015. 



-LOZANO, A., Mussolini y el fascismo italiano, Marcial Pons, Madrid, 2012. 



-PARIS, R., Los orígenes del fascismo, Sarpe, Madrid, 1985. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 











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