"Me quedo sin duda con la épica, la mística y la pureza hecha baloncesto que representan los Boston Celtics"- José María Sanz Beltrán, "Loquillo".
El camino de los viejos raíles llevaba a un territorio místico. Las escuadras adversarias conocían lo rigores de aquel edificio sin aire acondicionado en las eliminatorias por el título en verano, el jaleo y humo de su grada, los orgullosos banderines, etc. El antiguo Garden fue testigo de muchas leyendas, propias y ajenas. Hoy en día, los ecos de ese pasado resuenan en la North Station de Boston, si bien el pabellón deportivo donde los Celtics y los Bruins comenzaron hace tiempo que fue derruido. En su lugar, el más moderno TD Garden se proyecta a las personas que visitan la capital de Massachusetts.
La estación de metro refleja normalidad, más allá de una placa donde sobresale la figura de un señor que fuma el puro de la victoria. En ese rincón del bullicioso transporte se conmemora a Arnold "Red" Auerbach. Descendiente de inmigrantes rusos, tipo forjado en acero valyrio, viajó desde Washington para convertirse en el técnico del equipo de basket bostoniano allá por 1950. El resto es historia conocida. La franquicia se convirtió en una de las dinastías más famosas del deporte norteamericano, aunque su repercusión fue más allá de cualquier registro estadístico.
Una estatua en el Quincy Market de Boston es una de las atracciones donde es fácil para el/la visitante hacerse una foto con el míster que popularizó encender el cigarro cuando consideraba que el partido estaba ya ganado. Experto en todas las artes para desesperar al rival y potenciar a los suyos, Auerbach se hizo odioso para el resto de la NBA y un ídolo absoluto para "su" Garden. Incluso en el nuevo estadio, cuando un tiro libre entró de forma caprichosa en las semifinales del Este de 2008, Paul Pierce, capitán céltico, no dudó en quién estaba detrás de los duendes irlandeses: "Lo ha metido Red. Siempre está aquí cuando lo necesitamos".
"Negros, blancos...o lo que sea, me importa un bledo. Si sabes jugar, puedes jugar. De esa manera éramos"- Red Auerbach.
Hay otros dos referentes que poseen estatua. El primero es, muy próximo al pabellón, Bobby Orr, aquel formidable defensa con facilidad regateadora y un mortal stick manejado con la zurda. Orr fue el alma del hockey en Boston donde desarrolló su carrera, a excepción de un breve periplo en Chicago. La otra conmemora precisamente a un pupilo de Auerbach, nada menos que Bill Russell, el jugador con mejor palmarés en la historia de la NBA. Su caso es el más curioso, pues si bien hoy es reconocido de forma unánime, hubo un tiempo en que vivió una dualidad dolorosa.
Con el eterno dorsal 6 en la elástica verde, la NBA de aquellos días se resumía en que había magníficos jugadores (Jerry West, Wilt Chamberlain, Bob Pettit, etc.)... y al final ganaba el equipo que tenía a Russell. Defensor varios años adelantado a su época en el arte de bloquear tiros e intimidar, el pívot coleccionó 11 anillos en 13 temporadas (una de las finales perdidas por Boston tuvo su notable baja en el día decisivo). Pero su historia en las calles era bien distinta.
Desde joven, al igual que otros atletas afroamericanos, "Russ" sabía que era un ídolo cuando ganaba medallas olímpicas para su país, aunque era poco menos que un estorbo cuando estaba de paisano. Era la tristemente célebre segregación racial, cuando ciertos miembros de los Boston Celtics no podían alojarse en el mismo hotel que sus compañeros por el color de su piel. Bob Cousy, el Houdini de las canchas, lo recordaría en un emotivo libro años después: El último pase. Algunos medios de la prensa locales elogiaban al habilidoso base blanco para desprestigiar la aportación de Russell. Ambos eran demasiado inteligentes y competitivos para que eso mermase a su dupla en la pista, pero el playmaker lamentaría al mirar atrás que quienes estaban en una posición privilegiada no siempre entendieron la magnitud de un problema que estaba diezmando a todo un país.
"Desde entonces, sé que no puedo ir al cielo. Porque cualquier cosa después de haber estado en ese vestuario sería un paso atrás"- Bill Russell sobre la campaña de los Boston Celtics 1968/69, culminada con anillo en el séptimo partido ante Los Ángeles Lakers con ventaja de campo en contra.
La figura de Russell iría saliendo reforzada con el paso de las décadas. Aquel hombre que había caminado con el doctor Martin Luther King y a quien Jackie Robinson escogió para portar su féretro sería recibido y distinguido por Barack Obama, mientras la NBA daba su nombre al trofeo del jugador más valioso. Para el recuerdo su sonrisa cómplice cuando la afición de los Ángeles Lakers le abucheaba en plenas Finales de 2010. Hay cosas que en California no se perdonan y nunca pudieron con el 6. En la leyenda de su estatua, podrán leer que también se convirtió en el primer entrenador afroamericano en la liga de basket profesional.
En la planta superior de la North Station se puede visitar la tienda oficial que comparte merchandising de los equipos de hockey y baloncesto. Aunque está francamente bien, la oferta es inferior a la que podemos encontrar en el Madison Square Garden o, sin salirnos de la propia ciudad de Boston, en Fenway Park. Por ejemplo, incluso en un mes de final de temporada como julio sorprende la poca variedad en tallas de las camisetas de uno de los referentes de los orgullosos verdes: Larry Bird, el "paleto" de French Lick más querido en el Garden, un jugador que físicamente no tenía ninguna ventaja. Pero existían dos facetas donde era único: una puntería mortal (no se pierdan su duelo contra Dominique Wilkins en 1988) y la inteligencia más rápida para entender el deporte de la canasta.
Uno de los mejores entrenadores que tuvo El Pájaro fue KC Jones, antiguo compañero de Russell en la cancha y la lucha por los derechos sociales. Jones se ganó fama de excelente ajustador de sistemas y ser capaz de dialogar con los miembros de su plantilla en todo momento. De su rivalidad/amistad con Magic Johnson, Bird reflotó la popularidad de la NBA justo a tiempo para la llegada de Michael Jordan, quien dejó en el Viejo Garden una de sus actuaciones más sonadas.
Decía Ray Allen, uno de los responsables junto a Garnett y Pierce del último anillo hasta el momento, que en pocos sitios se anima como en Boston. Razón de más para preservar esa tradición y ponerla en el escaparate. Los ecos de la North Station custodian los tesoros del pasado, pero hay que ponerlos en valor por eso.
BIBLIOGRAFÍA:
- ALLEN, R. y ARKUSH, M., From the outside: my journey through life and the game I love, HarperCollins Publishers, New York, 2018.
- ESCUDERO, J. F., Larry Bird: una mente privilegiada, Ediciones JC, Madrid, 2014.
- POMERANTZ, G. M., The last pass: Cousy, Russell, the Celtics, an What Matters in the End, Penguin Press, New York, 2018.
- REYNOLDS, B., Rise of a dynasty: the `57 Celtics. The first banner, and the dawning of a New America, New American Library, New York, 2010.
- RODRÍGUEZ, A. y ESCUDERO, J. F., La leyenda verde: historia de los Boston Celtics, Ediciones JC, Madrid, 2009.
- La última campaña de Bill Russell
- 1988 El duelo Bird-Wilkins
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
- Vista del TD Garden, barrio North End en la ciudad de Boston [Fotografía realizada por el autor del blog]
- Tributo a Red Auerbach en la North Station [Fotografía realizada por el autor del blog]
- Tienda oficial de los Boston Celtics y los Boston Bruins [Fotografía realizada por el autor del blog]
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