Todos tememos algo. A fin de cuentas, incluso las bravas personas moradoras de cierta aldea en la Armórica recelaban, Tutatis no lo permita, con que algún día el cielo caería sobre sus cabezas. Pero eso no iba a pasar mañana. En realidad, a la altura del álbum que hoy nos ocupa, Astérix en Bretaña (1966) marcó el camino inverso: dos audaces galos, de nombres René y Albert, fueron capaces de acariciar el cielo con sus propias manos. Estamos en los años dorados de una colección icónica dentro del santoral del cómic franco-belga.
En aquel momento, Uderzo había conseguido salirse con la suya y fijar a Obélix como el imprescindible co-protagonista del ingenioso guerrero galo. Un acierto mayúsculo que permitía a Goscinny tener una pareja formidable que se complementaba a las mil maravillas en sus personalidades individuales. Con una hábil explotación de los tópicos (que nada tienen de malo si se emplean con dosis de ironía y savoir faire), el marco de la expansión romana en la Tardía República Romana les permitía llevar sus andanzas por distintos rincones del Mare Nostrum.
En esta ocasión, llegarían a la flemática tierra de los bretones, con el firme propósito de ayudar al pueblo de Buentorax, primo-hermano de Astérix, cuyas gentes habían oído hablar de la legendaria resistencia de sus colegas al otro lado del canal. En la realidad histórica, Julio César hizo dos campañas (dificultosas y con menos éxito del que acostumbraba el procónsul) desde el Puerto Icio, encontrando guerreros indómitos y tatuados de azul que fascinaron al mismísimo Marco Tulio Cicerón. Naturalmente, Goscinny no pretende hacer una tesis doctoral y se dispone a jugar con guiños a la cultura británica insertada siglos antes de su verdadero origen.
El cómic es una verdadera delicia donde Goscinny vuelve a confirmar su habilidad para ir sembrando paulatinamente las miguitas para lograr llegar al sendero que ha trazado para el arco de la historia. Una cuestión bastante curiosa es la rápida decisión de los galos de dejar en tierra a Ideafix, el cual sería un secundario muy importante en futuros álbumes.
Entre cerveza tibia y sacudidas de manos, Uderzo se permite despliegues gráficos solamente al alcance de un puñado de artistas europeos de la época. Basta ver cómo aprovecha la torre de Londinium y a un Obélix prisionero para lograr uno de los gags más recordados de esta aventura, además de la locura persecución al vecindario del ladrón de carros, donde, una vez más, podremos apreciar la serenidad y humor british de los habitantes.
Goscinny aprovecha el elemento del barril con la poción mágica que los galos envían a sus aliados bretones para provocar una confusión que obligará a variadas catas que supondrán un desafío para Obélix y sus enemigos romanos. Aunque haya aventuras magníficas con otros adversarios como los normandos o los godos, queda claro que los grandes antagonistas de Astérix son y serán siempre esos impagables payasos serios que son los esforzados legionarios de César.
La popularidad de esta saga se multiplicó en 1986 a través de la adaptación a la gran pantalla dirigida por Pino Van Lamsweerde. La animación era realmente meritoria para la época, además de añadir todavía más carga épica al asunto. Es de particular interés la escena donde las catapultas romanas logran destruir el tonel, inundando de poción mágica el Támesis. La línea de Astérix "No, Obélix, se acabó. Esta vez han ganado a los romanos" habría sido digna del propio maestro Goscinny.
En esta ocasión, llegarían a la flemática tierra de los bretones, con el firme propósito de ayudar al pueblo de Buentorax, primo-hermano de Astérix, cuyas gentes habían oído hablar de la legendaria resistencia de sus colegas al otro lado del canal. En la realidad histórica, Julio César hizo dos campañas (dificultosas y con menos éxito del que acostumbraba el procónsul) desde el Puerto Icio, encontrando guerreros indómitos y tatuados de azul que fascinaron al mismísimo Marco Tulio Cicerón. Naturalmente, Goscinny no pretende hacer una tesis doctoral y se dispone a jugar con guiños a la cultura británica insertada siglos antes de su verdadero origen.
El cómic es una verdadera delicia donde Goscinny vuelve a confirmar su habilidad para ir sembrando paulatinamente las miguitas para lograr llegar al sendero que ha trazado para el arco de la historia. Una cuestión bastante curiosa es la rápida decisión de los galos de dejar en tierra a Ideafix, el cual sería un secundario muy importante en futuros álbumes.
Entre cerveza tibia y sacudidas de manos, Uderzo se permite despliegues gráficos solamente al alcance de un puñado de artistas europeos de la época. Basta ver cómo aprovecha la torre de Londinium y a un Obélix prisionero para lograr uno de los gags más recordados de esta aventura, además de la locura persecución al vecindario del ladrón de carros, donde, una vez más, podremos apreciar la serenidad y humor british de los habitantes.
Goscinny aprovecha el elemento del barril con la poción mágica que los galos envían a sus aliados bretones para provocar una confusión que obligará a variadas catas que supondrán un desafío para Obélix y sus enemigos romanos. Aunque haya aventuras magníficas con otros adversarios como los normandos o los godos, queda claro que los grandes antagonistas de Astérix son y serán siempre esos impagables payasos serios que son los esforzados legionarios de César.
La popularidad de esta saga se multiplicó en 1986 a través de la adaptación a la gran pantalla dirigida por Pino Van Lamsweerde. La animación era realmente meritoria para la época, además de añadir todavía más carga épica al asunto. Es de particular interés la escena donde las catapultas romanas logran destruir el tonel, inundando de poción mágica el Támesis. La línea de Astérix "No, Obélix, se acabó. Esta vez han ganado a los romanos" habría sido digna del propio maestro Goscinny.
Todo para llegar a un tercer acto donde Goscinny y Uderzo, encantados de conocerse a sí mismos, aprovechan su estado de gracia para dejarnos uno de los clímax más importantes que se recuerdan en la colección. Desafortunadamente, también contaríamos con una libre versión en imagen real Astérix y Obélix: Al servicio de Su Majestad (2012) que se aleja todo lo posible (y más allá) de ese espíritu original.
Una verdadera joya para llevarse a una isla desierta. Cuando dos creadores irrepetibles tocaban el cielo con las manos.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:Una verdadera joya para llevarse a una isla desierta. Cuando dos creadores irrepetibles tocaban el cielo con las manos.
-http://iowey.route134.me/index.php?page=148
-http://www.ozom.cl/comic-recomendado-asterix/
-https://www.tebeosfera.com/documentos/asterix._la_gran_coleccion_de_un_clasico.html
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