Llegamos a creerlo al pie de letra, probablemente porque una mentira hermosa siempre es más apetecible que la cruda realidad. Hollywood hizo surgir un imperio de fantasía de la nada, una marca registrada de palomitas y derecho a final feliz. Dentro de la utopía, el género musical era la evasión máxima, el rincón donde Fred Astaire y Ginger Rogers hacían levitar a la audiencia. Nunca se podría fallar. El chico bueno y la mujer adecuada se cruzaban en el momento preciso. Ninguna estrofa hablaría de la hipoteca, los problemas para encontrar un buen colegio para la prole y el precio del seguro médico.
La La Land (2016) es un film que se niega a ser acomodaticio, aunque le hubiera ido muy bien de habérselo permitido. Y es que este giro de tuerca al género del pasado curso cinematográfico tiene el don de la oportunidad. En primer lugar, un acierto de casting incuestionable, pocas parejas existirán ahora en la industria con la química en pantalla que pueden generar Emma Stone y Ryan Gosling. Los intérpretes idóneos para hacer una historia de amor clásica sin que el sonido pareciera cursi. No serían ya pocos méritos para reventar en taquilla, pero hay algo más, un embrujo muy particular en la historia que ha creado la mente detrás de todo, Damien Chazelle.
El romance se nos cuenta para las cuatro estaciones, sin atajos ni soluciones fáciles. Mia aspira a ser una actriz de cine mientras se gana el jornal como camarera en la ciudad de Los Ángeles; por su lado, Sebastian, un músico de jazz, afronta algunos de sus retos más acuciantes en un momento de grave crisis personal. El kismet diría que no les conviene cruzarse en ese momento, sin embargo, las cosas no salen precisamente cómo las teníamos planteadas en la hoja de ruta.
Y en ese trazado hay un envoltorio espléndido. Como cabe esperar en una industria con recursos, desde a primera y original coreografía creada en algo tan rutinario y pesado como un atasco en hora punta, cada movimiento y canción están pensados para un propósito. La factura es magnífica, pero lo que lleva a La ciudad de las estrellas a ser algo aparte es que, cuando abrimos el regalo, podemos observar que lo que hay dentro es todavía más valioso que le simple bella factura de venta y embalaje.
Sebastian y Mia son interesantes. Reflexionen por un instante en las últimas comedias románticas que hayan visto recientemente. ¿Cuántas veces podrían decir que les cayó bien la pareja protagonista, que se tomarían con agrado un café con cualquiera de los dos? Ojo, no habló de que no parecieran atractivos, encantadores o idílicos. En este caso, es algo más. Son reales, seres de carne y hueso con inquietudes, dudas en su esfera laboral y con miedo ante el vértigo que se siente en ese estado etéreo que es caer bajo las flechas de Cupido.
Chazelle y su equipo lo consiguen. Una vez se obtiene esa renta, ni importa el metraje, se puede contar lo que venga en gana, porque el público lo va a sentir como propio. Los amantes del jazz se sentirán complacidos por esa oda a un género muy especial que corre los riesgos del desuso, una carta de homenaje a algunos de los nombres claves de esa música repleta de mística. Si no, tampoco se alarmen. No hay que ser erudito en la materia para comprender la pasión que despierta el jazz en Sebastian.
A medida que la melodía avanza, vamos intuyendo que esta cinta no va a ser el uso, que la hermosa sinfonía que está mezclando los sueños con la cruda realidad no va a traicionarse a sí misma al final. Y es que esta apuesta tiene un toque que no abunda, la capacidad de recordar que en la ficción también debe haber un lugar reservado para la tristeza y la melancolía.
Aunque sean diferentes, en muchos sentidos, Café Society (2016) y la obra que hoy nos ocupa son primas-hermanas. Ambas logran la nada despreciable alquimia del encanto sin caer en lo cursi, son el reflejo mejorado de un espejo, pero que no ocultan la verdad de las contradicciones que tiene toda relación en pareja.
Premio arriba o premio abajo, creo que La ciudad de las estrellas consigue algo más que un elocuente palmares. Al final del día, un rincón destacado en Sunset Boulevard, como una de esas extrañas joyas donde Hollywood habla de las promesas incumplidas de la vida, precisamente de aquellas que han fraguado en buena medida su fortuna, sin negarse por ello la fascinación al amor, la música y la belleza.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
-http://www.breezejmu.org/life/reviewing-the-films-at-the-virginia-film-festival/article_dc4c0966-a8f9-11e6-9b8c-8b0d86b98b53.html
-http://www.imdb.com/title/tt3783958/mediaviewer/rm909193984
-http://submergemag.com/tv-and-film/la-la-land/
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