domingo, 11 de diciembre de 2016

EL CIUDADANO ILUSTRE


"Escribo para que me quieran más mis amigos"- Gabriel García Márquez



Las cicatrices son una de las formas más peculiares que tiene la naturaleza de hacernos recordatorios. Probablemente, todos tenemos alguna en especial, aquella que nos recuerda un momento donde las cosas se complicaron. No tienen por qué ser físicas, pueden estar en nuestra cabeza. Para Daniel Mantovani, protagonista de la película El ciudadano ilustre (2016), la marca indeleble es Salas, un pequeño pueblecito argentino que vio nacer a un talentoso escritor que llega a alcanzar el Premio Nobel de Literatura. Una carrera exitosa que lo alejó de sus humildes orígenes, aunque ya saben lo que se dice: puedes salir de tu pasado, pero el pasado se niega a hacerlo de ti. 



En una situación que recuerda mucho a algunos puntos de partida del maestro Woody Allen, Mantovani (un imperial Óscar Martínez) se encuentra en un fuerte bloqueo creativo tras su destacado galardón. De un modo un tanto impulsivo, un arranque de nostalgia le hace querer volver a su tierra, abandonando su periplo europeo y buscando viejas sensaciones. Es el punto de partida de una deliciosa montaña rusa dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat. 



Con un inteligente guión planteado por Andrés Duprat, el film está repleto de juegos metaficcionales, con muchos homenajes al campo de las letras, guiños cariñosos a aquella generación del boom de Latino América que tanta popularidad y excelencia alcanzó. Mantovani está planteado de una manera en la que resulta muy fácil para los espectadores conocer sus defectos y virtudes, lo cual suele ser sinónimo de encariñarse con rapidez con el personaje. A medida que avanza su estancia, va percibiendo la extraña paradoja que siente el hijo prodigo cuando vuelve a la que fue su casa.


"La ficción es una mentira que encubre una profunda verdad"-Mario Vargas Llosa.



El ciudadano ilustre es una película estructurada en pequeños capítulos, los cuales podrían ser estimados inclusive como cuentos comunicantes entre sí. Desde la narración bajo una hoguera de la historia de dos gemelos a una noche de cacería con un antiguo amigo, el ingenioso argumento va moviendo a sus piezas con habilidad. En ese sentido, la película se refuerza por un casting espectacular. Los intérpretes que dan vida a la localidad de Salas se mantienen sin afectaciones ni agrandes, da igual que tengan apenas un pequeño diálogo, cada uno da lo mejor de sí. Un generoso esfuerzo que permite beneficiarse en mucho a la estructura coral.



Un problema grave podría presentarse a este respecto es el referido al salto entre géneros. Lo que parecía iba a ser una comedia costumbrista de contrastes se va tornando en una aguda reflexión de temas más profundos, sin obviar nunca un delicioso sentido del humor negro, aunque con buenas dosis de drama. Hay que lograr un tremendo eclecticismo para mezclar tantos ingredientes y que salga un plato de buen gusto. No obstante, se logra por un planteamiento bien hilado y que provoca dos sensaciones.



La primera es que los avatares que va sufriendo Mantovani nos sorprenden, divierten y preocupan. Son inesperados mas acordes con la coherencia del relato construido. En otros casos, hay capítulos que intuimos, sabemos qué va a pasar exactamente. Y ello no está mal, porque llegan como ese pasaje que más nos gustaba que nos leyeran nuestros padres de pequeños. No importa ahí qué va a pasar, eso ya lo sabemos, simplemente deseamos ver cómo se nos narra.


"Creo que los cuentos de hadas, las leyendas, incluso los cuentos verdes que uno oye, suelen ser buenos porque, a medida que han pasado de boca en boca, se los ha despojado de todo lo que pudiera ser inútil o molesto"- Jorge Luis Borges.



Una tentación muy comprensible en los guiones que evocan esta clase de fabulaciones sería el atajo de la trampa. Un elemento onírico, algún deus ex machina que resuelva el entuerto sin ulteriores explicaciones o, simplemente, un final tan abierto que pueda ser cualquier cosa. Siendo sorprendente, El ciudadano ilustre no puede ser acusada de tramposa en su planteamiento. Por más giros que se produzcan, siempre tienen un código interno que los explica.



No parece gratuito el elogio que Carlos Boyero, crítico agudo de buena pluma y colmillo afilado, le brindó hace poco a Mantovani: "No hay que volver a Ítaca" (carlos boyero crítica). Como sucederá a muchos, esta evocación argentina lleva a Boyero a pensar en otros genios literarios que vivieron un extraño síndrome de Estocolmo con su cuna natal. Desde el Macondo cruel y mágico de Gabo hasta la Santa María de Onetti. Al acabar todo, sentimos que Salas es tan real como Fuente Obejuna.



Los ancianos druidas no debieron explicar a Mantovani que cuanto más poderoso es el conjuro realizado, mayor precio se cobran los dioses. Él bien lo sabe y, a cambio de las musas literarias, lleva la cicatriz de Salas, consciente de que nunca podrá olvidar ese recuerdo.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://estrelladastv.com.ar/2/7815adelanto-el-ciudadano-ilustre-con-oscar-martinez



-http://destinoarrakis.com/ciudadano-ilustre-2016-gaston-duprat-mariano-cohn/



-http://www.infobae.com/teleshow/en-cartel/2016/09/10/hoy-se-conoceran-los-ganadores-del-festival-del-venecia-expectativa-por-el-ciudadano-ilustre/

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