Lo que esconde Silver Lake (2018) no es una película agradable. Su atmósfera, estilo y puesta en escena casi dan una sensación pringosa. No obstante, si se aceptan las reglas del juego propuesto por David Robert Mitchell, la experiencia merece mucho la pena. Hay cintas que van asociadas a una ciudad, esta experiencia atípica irá siempre ligada a Los Ángeles, una urbe con mucho ocio, autopistas casi vacías y la sensación de un eterno verano, un ocio excesivo que amenaza con engullir a Sam, un joven protagonista sin excesivos estímulos en su vida cotidiana.
Andrew Garfield lo encarna con solvencia y no debe haberle resultado fácil. Con hechuras y facilidad para roles de galán, aquí da voz a una especie muy particular: un freak, pero no en el sentido entrañable que pudiera darle uno de los personajes de The Big Bang Theory. No se trata de tener una afición fuerte a cómic, cinematografía o hacia cualquier otro tema: Adam es raro y nos recuerda que de esa palabra se abusa en exceso. No obstante, se trata de un protagonista más próximo al James Stewart de La ventana indiscreta (1954) o Vértigo (1958) que al ejemplar profesor de La soga (1948).
Su universo es inquietante y nunca sabemos exactamente qué es lo que ronda por la cabeza. Un encuentro con una atractiva vecina (Riley Keough) le lleva a observar con muchas dudas la repentina desaparición de la chica. Claro que las apariencias engañan y, muchas veces, vamos a plantearnos si la visión de este narrador está próxima realmente a la realidad. Con todo, en la hipérbole y lo onírico, no es baladí decir que Mitchell ha trasladado el mito de Orfeo a Hollywood. El descenso a los infiernos en búsqueda de la persona amada.
Hay un espectro poderoso que sobrevuela todo el metraje: Mulholland Drive (2001), una película experta en levantar sensaciones de amor-odio y nunca indiferencia (LA Dreams). A título muy personal y subjetivo, me parece que esta odisea surrealista en Silver Lake no alcanza la majestuosidad de esa ópera prima de David Lynch con Naomi Watts como insuperable musa, pero sí que que es una pieza de sumo interés y que estaría muy por encima de la media.
Las conspiraciones y obsesiones sobrevuelan durante más de dos horas. En ocasiones, con un punto de seriedad y profundidad que sobrecoge. La reflexión sobre la música y bandas sonoras que presiden nuestra vida (la rebeldía adolescente, el romance, la madurez, etc.) arroja casi un escalofrío y tiene un componente metaficcional de altura. De igual forma, esas pesquisas también se reducen al absurdo, a través incluso de cajas de cereales y confirmando que, como decía Julio César, "Los hombres creen de buena gana en lo que les conviene". Adam hace todo lo posible por cuadrar sus descabelladas hipótesis y nada en la lógica le impedirá lograr ese objetivo.
De igual forma, hay un componente de simbolismo como el Rey Amarillo, una búsqueda del origen del bien y del mal. Con homenaje incluido a Rebelde sin causa (1955), hay un recorrido por el universo de los mendigos y vagabundos en los Estados Unidos, incluyendo sus códigos y advertencias sobre los distintos hogares.
En el antiguo Egipto, la familia del faraón y los nobles más poderosos se sepultaban con sus riquezas materiales, incluyendo esclavos a quienes daba tratamiento de cosas. Pese a haber sido dioses en las tierras del Nilo, la muerte y juicio del Maat les perturbaba, necesitaban pensar que pasarían la prueba de la balanza para seguir gozando de sus privilegios más allá de los designios de Osiris. Miles de años después, las élites acaudaladas siguen sintiendo ese impulso, algo que el film de Mitchell capta a la perfección.
Durante el metraje, se nos sumerge en caminos repletos de cultura pop, desde el séptimo arte a la saga de videojuegos Zelda. Un eclecticismo tan raro que lleva a momentos excéntricos, si bien, de alguna forma extraña, como habría dicho Woody Allen: whatever works. Lo que esconde Silver Lake tal vez vaya sobre un desquiciado asesino de perros o no, pero sin duda tiene la capacidad de perdurar en nuestra memoria.
Una nueva ventana indiscreta para satisfacer la curiosidad de la mujer de Lot.
Hay un espectro poderoso que sobrevuela todo el metraje: Mulholland Drive (2001), una película experta en levantar sensaciones de amor-odio y nunca indiferencia (LA Dreams). A título muy personal y subjetivo, me parece que esta odisea surrealista en Silver Lake no alcanza la majestuosidad de esa ópera prima de David Lynch con Naomi Watts como insuperable musa, pero sí que que es una pieza de sumo interés y que estaría muy por encima de la media.
Las conspiraciones y obsesiones sobrevuelan durante más de dos horas. En ocasiones, con un punto de seriedad y profundidad que sobrecoge. La reflexión sobre la música y bandas sonoras que presiden nuestra vida (la rebeldía adolescente, el romance, la madurez, etc.) arroja casi un escalofrío y tiene un componente metaficcional de altura. De igual forma, esas pesquisas también se reducen al absurdo, a través incluso de cajas de cereales y confirmando que, como decía Julio César, "Los hombres creen de buena gana en lo que les conviene". Adam hace todo lo posible por cuadrar sus descabelladas hipótesis y nada en la lógica le impedirá lograr ese objetivo.
De igual forma, hay un componente de simbolismo como el Rey Amarillo, una búsqueda del origen del bien y del mal. Con homenaje incluido a Rebelde sin causa (1955), hay un recorrido por el universo de los mendigos y vagabundos en los Estados Unidos, incluyendo sus códigos y advertencias sobre los distintos hogares.
En el antiguo Egipto, la familia del faraón y los nobles más poderosos se sepultaban con sus riquezas materiales, incluyendo esclavos a quienes daba tratamiento de cosas. Pese a haber sido dioses en las tierras del Nilo, la muerte y juicio del Maat les perturbaba, necesitaban pensar que pasarían la prueba de la balanza para seguir gozando de sus privilegios más allá de los designios de Osiris. Miles de años después, las élites acaudaladas siguen sintiendo ese impulso, algo que el film de Mitchell capta a la perfección.
Durante el metraje, se nos sumerge en caminos repletos de cultura pop, desde el séptimo arte a la saga de videojuegos Zelda. Un eclecticismo tan raro que lleva a momentos excéntricos, si bien, de alguna forma extraña, como habría dicho Woody Allen: whatever works. Lo que esconde Silver Lake tal vez vaya sobre un desquiciado asesino de perros o no, pero sin duda tiene la capacidad de perdurar en nuestra memoria.
Una nueva ventana indiscreta para satisfacer la curiosidad de la mujer de Lot.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
- https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/20181227/presentacion-estreno-lo-que-esconde-silver-lake-david-robert-mitchell-7220675
- https://www.filmaffinity.com/es/movieimage.php?imageId=807029296
- https://cinemaforumblog.com/under-the-silver-lake/
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