Cuando un perro viejo de olfato fino como el guionista Ed Brubaker participa como productor y quiere meter su pluma en un proyecto ajeno, algo hay. Mencionábamos hace unas semanas el fascinante remake televisivo que es Westworld (El laberinto), llegando hoy el momento de hacer lo propio con su segunda temporada. Pese a las acusaciones de arrancar lento, el show culminó con la última gran narración de Ford (imperial Anthony Hopkins), el gran demiurgo de un parque de atracciones de alta tecnología, una Disneyland donde se puede disparar a los forajidos y hacer con los anfitriones cualquier cosa que se antoje.
En esta ocasión, con Jonathan Nolan y Lisa Joy continuando como maestros de ceremonias, exploramos nuevos parques, incluyendo uno ambientado en la época de los shogunes. Con inteligencia, el argumento demuestra que incluso escritores experimentados como Lee Sizemore (Simon Quarterman) caen en la tentación de repetir libretos que vuelven a hermanar a vaqueros y samuráis (algo que el cine ha confirmado desde hace décadas). Todos estos territorios inexplorados nos llevan a mantener la atención, sabemos algo más del laberinto, pero ahora el juego consiste en hallar puertas para nuevos mundos.
Una metáfora de dicha libertad será Dolores (Evan Rachel Wood). En crecimiento constante, su personaje adquiere aquí ya los ribetes de estrella que se intuían desde su primera aparición. Desde Cleopatra al Che, cualquier liderazgo que se precie a tenido una dosis de carisma que sobrepasa a su ideología. La estampa de Wood con su rifle y montando a caballo es una propaganda revolucionaria que la hace creíble desde el primer momento. Como cualquier alzamiento, pronto habrá disidencias sobre la represión ejercida y si un régimen de abuso va a sustituir a otro de idéntico signo. Teddy (James Marsden), un personaje shakespiriano en su nobleza, se verá debatido entre el amor incondicional que profesa a la hija de Abernathy y su propio código de honor.
Esta entrega se basa, fundamentalmente, en las odiseas personales que distintos personajes realizan. Una de las más importantes será la de Maeve (Thandie Newton), quien ya era uno de los pilares del asunto al comienzo, alcanzando aquí ya cotas inclusive superiores. También se da más cancha a Akecheta (Zahn McClarnon), quien tiene un capítulo espectacular titulado "Kiksuya", una verdadera revisión del mito de Orfeo y que permite conocer un poco mejor a este eterno superviviente indio del parque.
Como de costumbre, Westworld se debate entre la más honesta ficción de serie B (dicho a modo de elogio, es decir, trepidante, rápida y original) y cierto aire pretencioso que, en ocasiones, le perjudica. Si bien "Kiksuya" es una pequeña maravilla, muchos giros de argumento y formar de alterar la narración lineal parecen obedecer más bien a un efectismo modernista que a verdaderos fines creativo. Una lástima porque no precisa de esos adornos para captar nuestra atención Lo acontecido con Bernard Lowe (Jeffrey Wright) quizás se revele como una obra maestra en próximos episodios, pero ahora mismo es una búsqueda de la confusión sin más propósito que el caos.
Salvo pequeñas excepciones, el show mantiene el Dream Team espectacular que tanto golpeó a la audiencia, y es que esta facturación de la HBO no muestra reparos en fichar a lo mejor del mercado. Se mantienen nombres como Tessa Thompson o Ed Harris, o sea, de calibre Hollywood. Precisamente el personaje del segundo recibe uno de los caramelitos de la segunda temporada, aunque su gran aportación va a quedar un poco eclipsada por una invitada de lujo.
Hacemos referencia a "Vanishing Point", un capítulo que nos permite conocer más cuestiones sobre el círculo familiar alrededor de Billy, más conocido como El Hombre de Negro, uno de los jugadores más hábiles sobre el tablero. No obstante, Ford puede haberle hecho un regalo envenenado al darle a este adicto a emociones fuertes una partida con muchos más riesgos de los acostumbrados. En un intenso flashback, conoceremos a su esposa, interpretada de forma magistral por Sela Ward. Ante tanto disparo y pirueta, despierta curiosidad el hecho de que uno de los momentos más dramáticos y emotivos coloque sus cimientos sobre cuestiones tan simples como buenos diálogos y lenguaje no-verbal.
Los temas musicales siguen siendo escogidos con el mismo y esmero que caben esperarse, incluyendo bonitas variables de temas clásicos ya conocidos del poblado del Oeste. Probablemente, con menos trampas en algunas de las narraciones, Westworld se elevaría a unas cotas de calidad inclusive superiores a las que, de momento, posee.
Entramos en sus laberínticos vericuetos y hemos abierto sus puertas. Queda ver qué más sorpresas nos aguardan y si el puzzle resultante tendrá lógica. Eso sí, indudablemente la tercera temporada ya tiene toda nuestra atención.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
- https://www.silenzine.com/ver-segunda-temporada-westworld/
- https://www.nytimes.com/2018/02/05/watching/westworld-season-2-trailer.html
- https://pressfrom.info/us/news/entertainment/-156417-sela-ward-reveals-whether-shell-stick-around-on-westworld.html
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