El teatro está hecho para pensar. Pocas personas lo saben en la actualidad mejor que David Mamet, perro viejo de olfato fino que sabe que la verdad tiene no pocas aristas. Por ello, La culpa es claramente una hija predilecta del dramaturgo, una nueva oportunidad de cuestionar si eso de la ética tiene cabida en un mundo como el de hoy día. Tras su estreno en New York, el artista dio licencia a la compañía TalyCual para que la llevase a los tablados españoles.
Juan Carlos Rubio dirige con sobriedad (y recordando en muchas ocasiones a Doce hombres sin piedad) un relato enmarcado en los problemas de un psiquiatra a quien reclaman acuda a defender a un paciente tras un horrible crimen cometido por el mismo. La cuestión es delicada porque los medios de comunicación han puesto grandes titulares en el asunto y un paso en uno u otro sentido le condicionaría para siempre.
Pepón Nieto da vida al especialista, una persona atribulada y que se expone a ser diseccionada en los tabloides ante cada paso que emprenda. Sin saberlo, acaba de iniciar una partida de ajedrez donde no solamente se juega su reputación, un paso en falso irá arrojando flechas también a la mujer que ama y el único amigo de la pareja.
El escenario, simple y eficaz, va haciendo la metáfora de un laberinto que se cierra sobre el protagonista. Nieto es un actor de gran experiencia y versatilidad, estando muy cómodo y haciendo que el auditorio le tenga empatía, puesto que cualquier persona podría caer en el problema que él tiene de forma involuntaria. Ante el escrutinio público, ni su religión ni vida privada podrán quedar a salvo.
Bernabé Rico adapta el libreto con talento, sin que en ningún momento desaparezca el influjo de Mamet. Todo se presta a múltiples lecturas conforme avanzamos en el recorrido. Esto queda de manifiesto con el personaje de la abogada del antiguo paciente, Magüi Mira. Lejos de ser una antagonista o "la villana" del asunto, expone unos argumentos convincentes y el derecho de cualquiera, incluso del alma más monstruosa, de tener derecho a defensa.
El juramento hipocrático, los secretos de confesión y los códigos de distintas profesiones se colocan en entredicho. En vísperas de comparecer al estrado, el protagonista se llegará a plantear hacer desaparecer las notas redactadas sobre su paciente. Además, hay otros componentes como la sexualidad del incriminado, lo cual es aprovechado de forma sensacionalista por varios periódicos.
Con todo, las otras dos partes del triángulo las conforman las interpretaciones de Ana Fernández y Miguel Hermoso. La primera es la esposa del psiquiatra, quien se verá igualmente asolada por el terremoto que va a retorcer su intimidad. El segundo, amigo y confidente de la familia, tampoco podrá escapar a la vorágine. Ninguno de ese cóctel volverá a ser el mismo tras el estallido del asunto.
En una alquimia no fácil de lograr, esta versión de La culpa tiene algunos momentos de humor negro y socarrón, un alivio que se agradece en una pieza donde casi hay claustrofobia conforme todo se va cerniendo hacia un pesimismo muy de Mamet. Muy dotado para la comedia, Pepón Nieto sabe dar ese aire de resabio cínico sin salirse del tono de la obra.
Realmente, costaba pensar mejor despedida para el Gran Teatro de Córdoba de este 2018.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
- Representación de La culpa en el Gran Teatro de Córdoba. Función del día 22 de diciembre de 2018. [Fotografía realizada por el autor del blog].
- Representación de La culpa en el Gran Teatro de Córdoba. Función del día 22 de diciembre de 2018. [Fotografía realizada por el autor del blog].
- Representación de La culpa en el Gran Teatro de Córdoba. Función del día 22 de diciembre de 2018. [Fotografía realizada por el autor del blog].
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