domingo, 6 de noviembre de 2016

LA ESPADA DE DAMOCLES: EL MAL QUE HACEN LOS HOMBRES


Cuando se estrenó El mal que hacen los hombres (2015), muchas voces se alzaron de inmediato contra la propuesta que planteaba el director, Ramon Térmens. El fantasma de Reservoir dogs (1992) sobrevolaba la idea original del film. Si Quentin Tarantino encerraba en un almacén abandonado a una banda de criminales que iban llegando al punto de encuentro con la sospecha de tener un traidor entre sus filas, el film del cineasta catalán usaba el mismo recurso, en este caso, dos sicarios de distinta naturaleza de un importante narcotraficante deben esperar la llegada de un rehén en un polígono industrial abandonado. Habrán de custodiarlo a la espera de una llamada del jefe del cártel. El resultado de las negociaciones es incierto y podrían verse obligados a tener que ejecutar a la víctima de una manera salvaje, a pesar de ser apenas una niña. 



Suele obviarse el hecho de que el propio maestro Tarantino bebió para su ópera prima de otra premisa, la ejecutada por el gran Stanley Kubrick en Atraco perfecto (1956), emulando muchas de las estructuras narrativas allí contenidas. Como dijo Woody Allen, si te ves obligado a copiar, hazlo con los mejores. Y la grandeza de Reservoir dogs es que de esa deuda logra crear algo propio, un universo independiente que deja el sello de su director y la personalidad del reparto. Que Térmens utilice ese estilo para llevarlo a uno de los dramas de nuestro tiempo, el violento tráfico de drogas, no es ningún menoscabo. Lo que debe juzgarse es si logra, o no, hacer una historia con pulso firme y entidad. 



En primer lugar, debería señalarse que el casting es el adecuado. Los dos sicarios son un médico (Andrew Tarbet) a quien un golpe de mala fortuna obligó a pedir la protección del poderoso narco, y Santiago, un brazo ejecutor mucho más fiable, un asesino que comprende perfectamente cómo funciona su profesión. Daniel Faraldo no solamente encarna al segundo, sino que es el guionista de la película. Se trata de un personaje muy bien construido y que va mostrando aristas que pequeños flashbacks explican de manera convincente. Si bien los dos hombres tienen personalidades contrapuestas, el público puede comprender que cada uno de ellos ofrezca dudas de si serían capaces de ser verdugos de la inocente criatura. 


Para mayor incertidumbre, el "paquete" viene con un mensajero inquietante. Un supuesto sobrino del patrón que parece jugar a distintas bandas. Lo que los dos brazos ejecutores tienen claro es que no solamente ha venido para traer a la prisionera, sino que su cometido va más allá. Sergio Peris-Mencheta demuestra un excelente registro en un papel muy ingrato que él solventa con eficacia notable, siendo una pieza básica para dar vivacidad y suspense al viaje al que serán sometidos los integrantes de este particular triunvirato. 



A fin de cuentas, el propio título tiene resonancias del inigualable William Shakespeare, acerca de aquella premisa donde el bardo inglés afirmaba que la bondad humana terminaba en la sepultura de quien tuvo tal cualidad, mientras que la maldad tiene una capacidad única de prolongarse a lo largo del tiempo. Este inicio y nudo de la película se ve con desasosiego y agrado a partes iguales, creándose una atmósfera repleta de interés. 



No obstante, será en el tercer acto donde todo se precipite, tomándose unas decisiones a nivel de guión y rodaje discutibles, cuanto menos. La evolución de algunos de los personajes resulta forzada o inverosímil para la toma de algunas de sus decisiones; eso o afirmar que se nos han hurtado piezas del rompecabezas para que el salvaje clímax llegue de una manera que resulte lógica. Y es que, aunque algunos puedan quejarse de que el principio y núcleo de esta historia de crimen organizado no sea excesivamente violenta, Térmens tiene el gran acierto de convertir en cotidiana la monstruosidad, dando un rasgo de verosimilitud que en este género no abunda. 


Si bien su desenlace puede resultar insatisfactorio, creo que es rebatible el exceso de críticas que han incidido en los defectos de El Mal que hacen los hombres, sin reparar en ninguna de sus virtudes. Rodada en Cataluña, la recreación de algún lugar perdido de México es sobria y eficaz, estando familiarizados con el entorno desde el instante uno de la historia, algo que no es nada fácil de conseguir. 



Incluso me atrevería a decir que la sobriedad de la que hace gala durante la primera hora para enfrentarse a esta realidad resulta más cercana e impresionante que la ostentación de la que hace gala todo un maestro como Oliver Stone en Salvajes (2012). La paradoja es que la cinta falla precisamente cuando quiere coger más fuerza, confundiendo lo evidente con la capacidad de impacto. Para el estilo de Térmens, es mejor la violencia que ondea como una espada de Damocles que hacerla descender salpicando de sangre la pantalla. 



Curiosamente, le falta oscuridad a la hora de la verdad. Ello no es óbice para decir que se trata de un experimento con toques del mejor cine negro. No son pocos méritos para una obra maltratada en demasía. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://elmalquehacenloshombres.com/



-http://www.europapress.es/cultura/cine-00128/noticia-entrevista-daniel-faraldo-actor-guionista-mal-hacen-hombres-20160219182233.html



-http://www.filmaffinity.com/es/evideos.php?movie_id=391185

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