Nunca volvieron a ser los mismos. Independientemente de la versión que cuente su romance y desamor, la historia de Jasón y Medea comenzó a truncarse desde el viaje de regreso, acompañados de los míticos argonautas. ¿Cómo era posible que una llama de pasión tan brutal como la que había surgido entre esos dos desconocidos se mantuviera, una vez pasada la excitación y conseguido el vellocino de oro? La princesa que traicionó a su pueblo por el apuesto marinero. El héroe que en su regreso, lejos de ser honrado, descubrió que ya no había lugar para él en su Yolco natal. Dos exiliados a quien su prole no pudo permitir mantenerse mutuamente unidos, germinando el enfriamiento, el desapego, los celos y, como acto final, la venganza.
Vuelve el teatro de Mérida a brindar un verano de clásicos con aroma a nuevo, aprovechando, como siempre, el incomparable escenario que le da ese tono romano, nunca viejo, sino con el sabor de lo antiguo. No podía faltar en el programa Medea, tantas veces contada, maldecida y compadecida. En España, fue la célebre Nuria Espert quien más la representó, descubriendo en cada representación una nueva faceta de un personaje femenino que hizo devanarse los sesos a nombres como Eurípides, Apolonio de Rodas o Séneca, entre otros.
Desde este julio, se unen a esa ilustre nómina Vicente Molina Foix y José Carlos Plaza. Una veterana en estas lides como Ana Belén presta su voz y casi su alma a la princesa de la Cólquide, una mujer en una tierra que no es la suya, la cual abandonó a sus dioses y familia por seguir los pasos de un héroe que se convirtió en su amante, a cambio de los secretos que esta hija de reyes y hechicera, para volver con el vellocino y su fama intacta. Ana Belén da su fuerza y prestancia a la atormentada madre y esposa, cansada de la lejanía de lo que le era familiar y alejada del tálamo de un marido que prefiere amoldarse a la nueva sociedad que encuentran en Corinto.
En este sentido, el papel de Jasón siempre me ha parecido muy ingrato para la posteridad dramática y digno de revindicarse. Adolfo Fernández presta su presencia para un héroe cansado, pero no un mito de pacotilla o un farsante, como a veces se dice en determinadas lecturas. Creo que la pausa y casi desidia con la que este intérprete acompaña los pasos del atribulado aventurero obedecen a una estrategia premeditada y la visión de Foix y Plaza, un nuevo prismático para mirar el paisaje. El Jasón de Corinto está lejos del hombre a quien escogió el mismo Hércules para ser el capitán de su navío, se trata de un guerrero exhausto, cubierto de polvo y con la mancha de su exilio; como hubiera dicho un poeta malogrado y muerto muy joven: "De tu propio solar quedaste fuera".
Las leyendas greco-latinas sabían mucho de los seres humanos, más allá de los dragones y el Olimpo. Casi nadie vuelve triunfante. Ulises solamente es reconocido por su fiel perro al volver a su hogar abandonado. Hécuba es castigada a injustas humillaciones, simplemente por ser una mujer que quiere expresar sus lamentos por todas sus pérdidas. Aquiles advierte desde el Hades que no hay ninguna grandeza en ser el monarca del infra-mundo, prefiriendo el más humilde puesto entre los vivos. Jasón y Medea no son la excepción. Uno queda aplacado y buscando la comodidad del agasajo de quien fue importante; la segunda no puede soportar el abandono, que sus sacrificios fueran en vano.
Solamente de las fuertes pasiones pueden surgir odios tan desgarradores. Filipo de Macedonia y Olimpia de Epiro podrían haber escrito un tratado al respecto. De ello se percata uno de lo apoyos secundarios más importantes del relato, Consuelo Trujillo se deja envejecer y cubrirse de modestos ropajes para ser la fiel nodriza de Medea, uno de sus pocos apoyos, la confidente de una mujer dolida y que va consumiéndose. Ella es una de las pocas que teme e intuye lo que pueda desencadenar un nuevo matrimonio de Jasón con la princesa de Corinto, porque conoce, quiere y teme el reverso tenebroso de su señora.
Otro hallazgo e interesante añadido del libreto es la mayor preponderancia del preceptor de los hijos de Medea, interpretado por Luis Rallo, un docto hombre de Mesopotamia que ha sido contratado por la célebre pareja para educar a sus vástagos en los avances que se están dando por todo el mundo conocido. Racional, educado y tolerante, alguno de sus diálogos con la nodriza son los puntos de cordura de una ciudad enloquecida, donde una mujer trama la peor de sus venganzas. "Es difícil tratar con reyes. Se acostumbran rápido a mandar, pero no así a obedecer...". Poika Matute da mucho de eso con su soberano corintio, de discurso populista y ansioso de sus poderes, pero también capaz de ternura con su hija, prometida a Jasón.
Un juego de poderes donde hay siempre víctimas colaterales inocentes. No fue el genial George RR Martin el primero en darse cuenta de que las bodas pueden ser carmesíes y que los truenos, a veces, resuenan con fuerza, mientras serpientes, culebras y otros reptiles brotan de la nada para seguir las pautas y dictados de fuerzas oscuras. Sin embargo, las deidades mitológicas quedan en segundo plano ante el mundo intimista de los protagonistas, destacando alguna experimentación buena del montaje (el flashback donde Medea recuerda al joven y apuesto Jasón, mientras se escucha la voz del ya envejecido marido, cansado, recordando el día en que se conocieron).
Seguimos debiendo mucho a Grecia. Conviene en estos tiempos, donde son noticia por tantas cosas negativas, que recordemos ese legado fascinante y lo mucho que han enriquecido el imaginario popular, no ya de un continente, sino de todas las artes. Y, entre esas figuras, la desdichada, malvada, contradictoria y destrozada Medea sigue siendo uno de sus reflejos más brillantes.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
http://www.eldiario.es/eldiarioex/cultura/Medea_Ana_Belen_Merida_0_404909525.html
http://www.culturamas.es/blog/2015/07/03/esplendida-medeaana-belen-en-una-version-extraordinaria/
http://madridesteatro.com/61-festival-de-merida/
No hay comentarios:
Publicar un comentario