domingo, 24 de marzo de 2013

GUÁRDATE DE LOS IDUS


31 de marzo. La fecha está marcada en rojo (color que será muy importante esta temporada), por muchos, muchos seguidores. Con algún trailer espectacular como el que presentamos en el blog, la adaptación a la pequeña pantalla por parte de la cadena HBO de Tormenta de Espada de George R.R.Martin, parece predestinada a ser uno de los grandes objetos de atracción de las audiencias repartidas por todo el globo. 



Aprovechando la oportunidad, resulta irresistible la tentación de recordar la mítica tercera parte de una de las sagas de fantasía heroica que mejor ha sabido aunar dos criterios en ocasiones tan enfrentados, como popularidad y calidad, Canción de Hielo y fuego. Aunque pueda sonar hiperbólico, podría considerarse como un hito en el género esta precipitación de acero que fusiona a Tolkien y Shakespeare en un universo riquísimo, creado por esa (dicho con todo el respeto) versión artística de Santa Claus, un veterano literato y guionista de televisión que ha empezado a recibir un reconocimiento que, probablemente, ya hubiera merecido previamente. 



Aunque hoy pueda parecer inconcebible que una persona no haya escuchado la expresión Winter is coming (en un acoso y derribo que me hace no culpar a quienes han decidido no acercarse a este fenómeno de masas hasta que no haya pasado un poco una fiebre que podría hacerse hasta cansina pese a sus innegables méritos), no debe olvidarse que Juego de tronos comenzó a escribirse a comienzos de la década de los 90, pasando con una relativa discrección. La carrera de Martin ha estado mucho más próxima a la de Publio Ventidio que la de Belisario, en el sentido de llegar a la cresta de la ola en plena madurez, lo cual probablemente haya hecho a este gran artesano, amante de la buena comida, el fútbol americano y viejo lector de los cómics de la Edad de Plata de Stan Lee, tomarse con buena naturalidad el éxito y ese tono de entrañable abuelo freak que parece trasmitir en sus entrevistas. 

Tras crear una versión más adulta y oscura de la mitología de La Comarca y alrededores con Juego de Tronos, donde el autor sembró las bases de su éxito (narrativa desde la óptica de diferentes personajes para dar perspectivas muy subjetivas y atractivas, finales al más puro estilo culebrón, siempre en el momento de clímax y gran capacidad de pulso para eliminar a protagonistas muy carismáticos si es necesario para evolucuonar la trama de Westeros), la secuela fue Choque de Reyes, que para algunos supone un pequeño bajón que después se reveló como los imprescindibles cimientos para tener todas las bases que llevan a Tormenta de espadas, algunas de las páginas que más adicción pueden crear, especialmente peligrosos en coyunturas como estas vacaciones que muchos inician este Domingo de Ramos.




Sin querer desmerecer a Festín de cuervos (el más bizantino de los libros, el soñado por Littlefinger y que hubiera hecho bostezar a Robert Baratheon)  o Danza de dragones (que tarda mucho en arrancar aunque vuelve a elevar el nivel de la saga), el tercero de los libros es donde los personajes alcanzan probablemente su mayor crecimiento, cuando Martin se muestra más empático con ellos y los lectores empiezan a sentirlo casi como si fueran miembros de su familia. La lista es interminable, Jaime Lannister, ese extraño y fascinante híbrido entre César Borgia y Tiran Lo Blanc, Tyrion Lannister, el ojito derecho del autor por sus brillantes diálogos, Catelyn Stark, lady Macbeth y Cordelia a partes iguales, etc...





A pesar de la confianza que suele dar la HBO en este tipo de lides y el excelente casting del que se ha revestido Game of Thrones, a la par de contar con la supervisión de Martin en los argumentos, será un reto muy interesante para abril contemplar cómo se ha intentado trasladar la atmósfera opresiva de esta Guerra de las dos rosas en la Tierra Media, el momento culminante del pulso de los 4 emperadores (Daenerys, Stannis, Joffrey y Robb), donde cada capítulo puede ser el último, en una partida de ajedrez fascinante propuesta por un verdadero genio de este género literario. 




 Con presencias  de villanos tan geniales como Tywin Lannister (aunque lo divertido es que para no pocos lectores, este personaje no será un malvado) y los acontecimientos de más allá del Muro de Adriano... perdón, quería decir de La Guardia de La Noche, una de las creaciones más fantásticas de los últimos tiempos en las letras, Tormenta de espadas es un relato poderosísimo, oscuro y que justifica la inversión de tiempo que exige por su gran extensión. 



No obstante, y buscando ser exigente casi sin motivo, afirmar también que quizás esta tercera parte suponga el punto de inflexión más alto de A song of Ice and Fire. Sin afirmar que sean malos libros (ni muchísimo menos), en la cuarta y la quinta entrega, puede que empiece a intuirse que Martin haya bajado el ritmo en cierta medida, pero no solamente por la falta de acción de las últimas entregas (que puede subsanarse holgadamente con su habilidad en los diálogos y crear atmósferas), sino por una capacidad casi alarmante de no saber cortar. Conocido es que Martin ha temido siempre que Juego de tronos no encontrase el desenlace adecuado para poner el broche de oro, como le ocurrió a Lost... No obstante, la multiplicación de personajes y un detallismo extremo en viajes y desarrollos están ralentizando una trama que, antaño, se movía con una velocidad endiablada y que, misteriosamente, no estaba para nada reñida con la profundización en personalidades de estas novelas río tan ricas. 




La gallina de los huevos de oro que se ha creado con esta franquicia pocas veces ha producido mejor que en A storm of a swords, aunque confio de corazón que cuando acaben los 8 (u 80 al ritmo que se están doblando en dos ante lo inabarcable de las mismas) libros, no sea citada como la mejor, señal inequívoca de que el desenlace ha sido el esperado por Martin y sus legiones de fans.



domingo, 17 de marzo de 2013

EL EMBRUJO DE LA ACTUACIÓN

La pasada semana, Córdoba pudo disfrutar del talento de Rafael Álvarez El Bujo, quien visitó El Gran Teatro con su monólogo Las mujeres de Shakespeare



Actor de método heterodoxo e innegable talento, muy recordado por su fecunda asociación con Paco Rabal en Juncal, fecundo Lazarillo, ha optado esta temporada por recurrir a El Bardo

Paralelamente, hemos tenido otra noticia vinculada a los tablados, en esta caso, mucho menos agradable. La reciente desaparición de Pepe Sancho priva de uno de los actores más veteranos y de mayor calidad que hemos visto en los últimos tiempos dentro de la esfera nacional. Los espectadores más jóvenes le recordarán por ser miembro del Big Three (Juan Echanove, Imanol Arias y Sancho como el rufianesco don Pablo) en Cuéntame, aunque es solamente la punta del iceberg de una fecunda carrera que comenzó como el único camarada letrado de Curro Jiménez (su amigo Sancho Gracia). 




       Álvarez y Sancho son esa clase de individuos con voces singulares, estilo propio que siempre justifican la entrada a un escenario. Su forma de abordar con un sello siempre muy marcado todas sus empresas, hace que suspiremos también por los papeles que se han quedado en el tintero. Tras conseguirse finalmente la fumata blanca, uno no podía evitar recordar que Sancho (quien además de intérprete fue director de compañías teatrales) estuvo a punto de encarnar al mismísimo Alejandro VI, su paisano, el Papa Borgia. 




         El recientemente premiado en los Goya (Cómo te has hecho esperar, don Francisco...), otro grande entre los actores, José Sacristán, resumía mejor que nadie la extraña alquimia que poseen estos duendes tras el telón....


"Actuar es volver a ser niño. Jugar a ser otro. Como cuando de niño querías convencer a tu abuela de que eras un piel roja atacando un fuerte... Y siempre está ahí esa fascinación"



       No sabemos la suerte, de poder contar con esos magos.  






domingo, 3 de marzo de 2013

ELOGIO A LA MADRASTRA

Cada generación tiene su música y el inmenso derecho de pensar que es la mejor. Probablemente, juzgarán la de sus abuelos como algo avejentado y atávico, mientras que lo que oigan sus nietos será simplemente ruido. No obstante, existen elementos que ponen algo en común, una especie de ententen cordial que se traduce en lo que llamamos clásicos, las escasas canciones o melodías afortunadas que siempre sobreviven. En el también competido mundo del olvido para las letras, muy escasos cuentos han logrado hacer sobrevivir sus versos con la destreza de la desventurada princesa con la piel blanca como la nieve.



Quién iba a decirle a los talentosos, divertidos y oscuros hermanos Grimm, que su adaptación sería la fuente usada por un cineasta del norte, Pablo Berger, para bajar al sur y sumergirse en todo un folklore que entiende y mezcla con un eclecticismo notable con muchos detalles de cosecha propia, para diseñar una película muda (inevitable pensar aquí en paralelismo con "The Artist") donde la madrastra y su ahijada se vuelven a fundir para arrasar en la pasada edición de los Goya.



Mezclar tantos elementos y en tan escaso tiempo como es el metraje de una cinta, suena a trabajar con explosivos, no obstante, seis enanitos mediante, Blancanieves sale airosa de la empresa y su estilo, guste o disguste, no deja indiferente. Y eso, en una película es decir mucho. ¿Cuáles son las causas de que la popularizada narración (especialmente tras pasar por las manos de la factoría Disney) haya vuelto con esa asombrosa fuerza?


Dijo hace ya tiempo Woody Allen en Annie Hall que, mientras sus compañeros de clase se chiflaban por la muchacha adormecida por la manaza, él bebía los vientos por la madrastra. Probablemente Mario Vargas Llosa comprase su parecer cuando le dedicó un encendido elogio que además casi tenía tintes autobiográficos. Maribel Verdú ha venido a justificar a ambos en una de sus mejores interpretaciones, dándole el punto justo a la villana, ahora tornada en enfermera antes que en miembro de la realeza (visto lo visto, gana con el cambio), en una mezcla de dominatrix, villana de folletín del siglo XIX, tauromaquia y cosas de cosecha propia. 




La actriz, justamente premiada, es uno de los grandes cimientos del curioso experimento donde se descubre a Macarena García, con una heroína mucho más activa que en otras versiones y una adorable versión infantil que, como se está demostrando últimamente, el cine mudo ofrece tantas ventajas como inconvenientes, justo cuando se pensaba lo contrario. De la misma forma, el blanco y negro parece obedecer más a la ambientación gótica que a la tendencia al esnobismo que a veces la acompañan.




Con un reparto de secundarios escogido con mucho gusto, que incluye veteranos de la talla de José María Pou o Ángela Molina, Berger dirige una historia ya conocida pero con los suficientes acordes nuevos para resultar novedosa y mantener en tensión. Aquí me gustaría partir una lanza por los amigos que me recomendaron este curioso viaje cuando no había premios que justificasen el visionado. 



Ya lo decíamos al principio, elogio a la madrastra... 



Condenadas a entenderse