domingo, 29 de septiembre de 2019

EL PRECIO (FAUSTO I PARTE)


En ocasiones, hay ideas tan poderosas que se escapan incluso del control de quienes las han concebido. Fausto de Goethe es una obra universal, aunque no de fácil lectura. El literato alemán creó un conjunto trágico complejo de dos partes muy diferentes entre sí. No obstante, pese a su dificultad, es extraño que alguien no haya oído hablar del mito de Fausto, al menos una vez en su vida. Y es que el motivo principal del asunto sigue fascinando a las distintas generaciones: ¿valdría la pena vender el alma inmortal por disfrutar de todos los placeres en la Tierra? 



Con un arranque de resonancias bíblicas, observamos la apuesta que Dios y Mefistófeles hacen sobre el sabio doctor Fausto, un mortal que ha consagrado su vida al estudio y a sacar todo el conocimiento posible. Esta devoción le ha llevado a perderse muchas cosas que son más terrenales, pero igualmente necesarias. El diablo es consciente de ello y ofrecerá un curioso reto al erudito, un compromiso de ayuda donde él habrá de no dejarse cautivar, puesto que sí alcanza una felicidad plena quedará siempre sujeto a su servicio. 



En tan atractiva premisa, Goethe nos lleva por vericuetos complejos y con personajes que, en ocasiones, son muy complejos y en otras parecen casi de retablo. A pesar de su tono teatral, Fausto (en constantes revisiones y añadidos por su creador) no parece haber sido concebida para llevarse al escenario. Antes es una pieza pensada para ser leída con calma y sosiego.


Mefistófeles, siempre con varias jugadas de ventaja sobre los mortales, encuentra el primer gran sedal en Margarita, una inocente y atractiva joven que pronto capta plena atención del erudito. Como en otras cuestiones de este célebre trabajo, es más importante la esencia que la forma. Goethe incurrió en varios anacronismos en la puesta en escena del asunto, incorrecciones de contexto histórico que, sin embargo, no quitan ningún interés a una historia de amor desgraciada y que refleja la crueldad salvaje de la época con el sexo femenino.



La muchacha desencadenará de forma involuntaria unos acontecimientos que la llevarán a un destino que no habría envidiado ni la mismísima Ofelia. En unos tiempos donde la honra familiar parecía obsesionada en privar de naturalidad a sus mujeres, las seducciones de Fausto arrastrarán a una sucesión de muerte y dolor. Una de las cuestiones que, a veces, se han reprochado a Goethe son los volubles caprichos de su Príncipe de las Tinieblas, lo mismo contentado con pequeñas travesuras estudiantiles de taberna o realmente destructor en apenas un segundo. Acaso que la maldad actúa de forma incoherente sea la tesis.



De igual forma, es de justicia admitir que, en el caso de quien hace esta humilde reseña, se escapan muchas sutilezas. No parecen erradas las críticas que insisten en la necesidad de conocer esta pieza en su idioma original. Los juegos de palabras constantes y el fuerte lirismo harán que las personas versadas en la lengua teutona alcancen unos niveles de profundidad que en las traducciones se escapan, pese al muy buen hacer de distintas editoriales en castellano.


Firmada con las gotas de su propia sangre, el célebre pacto es uno de los instantes que ha perdurado en el imaginario popular hasta nuestros días. Ya sea Joaquín Sabina en su canción "Mi amigo Satán" o el alma de Bart Simpson vendida en un trozo de papel por el módico precio de cinco dólares, esta clase de contrato sigue siendo un campo abonado para la imaginación de la ficción. Como habría dicho Groucho Marx, está claro de con quiénes estamos hablando, solamente es una cuestión de fijar el coste.



¿O no? Goethe plantea una alquimia extraña que se mueve entre la magia y la espiritualidad más clásica. No es casualidad que fuese un autor del siglo XIX, una centuria que se antoja la encrucijada entre el mundo antiguo y el que estaba por venir. Los grandes avances vendrían personificados en la sabiduría completa (pero vacía en lo íntimo) de Fausto, y el diablo escenificaría el ritual atávico, el poder de la carne, la sangre y la superstición.



Tras el terrible incidente de Margarita, la primera parte concluye. La secuela, igual de accidentada en su elaboración que la anterior, resultaría un edificio mucho más complejo, una narración de difícil acceso donde Goethe prosiguió de forma inusual el peculiar acuerdo del doctor Fausto. Dentro de unas pocas semanas lo veremos. 



BIBLIOGRAFÍA:



- SALMERÓN, M. (ed.), Goethe: Fausto, Austral, Madrid, Madrid, 2018.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.amazon.es/Fausto-Austral-Singular-Johann-Wolfgang/dp/8467053666



http://filmfilicos.com/fausto



https://www.elcuadrodeldia.com/post/102076419358/manuel-dom%C3%ADnguez-s%C3%A1nchez-margarita-delante-del

domingo, 22 de septiembre de 2019

LA DRIVER


Hay películas que solamente pueden transcurrir en una ciudad. Drive (2011) no sería lo mismo si no estuviese rodada en Los Ángeles. Un entramado urbano dado a la autopista, como bien se incidía en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988); otra metrópoli que, al igual que New York, nunca duerme. El film dirigido por Nicolas Winding Refn tiene envoltorio de historia ya archi-conocida, incluso de un género que suele funcionar muy bien en taquilla y mal con la crítica. De cualquier modo, el libreto de Hossein Amini, basándose en la novela de James Sallis, juega con los tópicos, pero no los ha perpetuado. 



Desde el arranque, se van desmontando los prejuicios. Un conductor de pocas palabras (Ryan Gosling) aguarda a que unos atracadores terminen con su tarea. Es metódico con el tiempo, un margen de cortesía de cinco minutos. Tiene la radio puesta. Aguardamos, como público acostumbrado al apego del cine estadounidense por reventar coches, que está a punto de iniciarse una persecución diabólica con la policía. Nada de eso, aunque la escena tiene una tensión impresionante, apenas pasa de la segunda marcha en el recorrido. El éxito de la escapada radica en su conocimiento de los callejones, de los atascos que provoca el Staples Center a la salida de un partido y mucha sangre fría, justo lo contrario que la adrenalina furiosa del género automovilístico. 



Gosling no se va a prodigar en gestos durante el film, pero le basta un palillo y una cazadora para crear un protagonista hermanado con el universo de Raíces profundas (1953). Habla poco, pero dice mucho. Resulta evidente el contraste con su mentor, el bocazas Shannon (Bryan Cranston), quien le ayuda a conseguir trabajos como especialista en el cine y, fundamentalmente, con esos negocios menos lícitos para clientela que suele salir muy apresurada de sus negocios.


Superada esa inesperada secuencia inicial, parece que volveremos a nuestra zona de confort. El lobo solitario parece tener su corazoncito cuando conoce a una apuesta vecina, Irene (Carey Mulligan), la cual va aceptando con agrado la compañía del recién llegado al bloque, quien, además, hace buenas migas con su pequeño hijo. Como en todo cine noir que se precie, la cuestión se complica cuando ella informa de que su marido va a volver pronto de la cárcel. Esto sí que lo hemos visto antes, esperamos a un sinvergüenza agresivo que exigirá un enfrentamiento con el antihéroe. 



Nada de eso. Uno de los méritos del film es que Refn da mucho campo de experimentación a sus intérpretes. Eso permitió a un actor versátil como Oscar Isaac componer a Standard, el marido de Irene, de una forma original. Desde el brindis que hace al volver a casa, comprendemos que es un buen tipo que se equivocó. Ha pagado su deuda entre rejas y quiere retomar una vida normal. Como no es tonto y sí tiene bastante sensibilidad, intuye que algo ha pasado entre su esposa y el forastero, pero considera injusto censurar nada de lo que haya ocurrido en su ausencia. Tiende una amistosa mano al tipo que ha ayudado a su familia durante el cautiverio, creando una atmósfera original y que sí explica los sacrificios que estará dispuesto a hacer el conductor por esa familia. 



Y es que, pese a sus buenísimas intenciones, un destino trágico parece sobrevolar cual espada de Damocles en la cabeza de Standard. Para sobrevivir en un corredor complicado de presidio, tuvo que recurrir a los servicios de protección de compañías poco recomendables. Un favor que ahora se exige con intereses desorbitados. La única manera de dejar el contador a 0 es participar en un extraño golpe que huele a chamusquina desde el primer momento. Eso intuye también a su vecino, quien se ofrece a cubrir sus espaldas al volante.


El turbio asunto permite enriquecer el que ya era un casting formidable. Christina Hendricks demuestra su versatilidad. Acostumbrada la audiencia a verla en la perfecta y sofisticada Mad Men, aquí no tiene problemas en lucir como una delincuente bastante vulgar y que también se verá inmersa en la turbia operación. Entre bambalinas estará un verdadero gángster, a quien da presencia el siempre formidable Ron Perlman.



Dicho hampón está asociado con el productor Bernie Rose (Albert Brooks), otro villano peculiar y que exhibe que no estamos ante otra cinta al uso. Lejos de los malos malísimos de gatillo fácil, serán tipos incluso tratables en algunos compases y que no están especialmente interesados en sangrías, aunque emplean la violencia brutal cuando les da beneficio. Las motivaciones de cada personaje quedan muy bien explicadas, especialmente la historia de Irene, gracias al talento Mulligan, capaz de ser tan elocuente como Cicerón estando sentada en el pasillo del bloque de pisos.



Drive es sorprendente en su difícil sencillez y su forma de sortear los caminos más trillados de la carretera. La última curiosidad es que su cineasta no tiene carnet de conducir. Y no parece casualidad. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.pinterest.es/pin/333759022371948228/



https://www.filmaffinity.com/es/film832415.html



https://moviehaku.com/pelicula/Drive/imagen/7621/

domingo, 15 de septiembre de 2019

LA SUBLIME PUERTA: WESTWORLD, SEGUNDA TEMPORADA


Cuando un perro viejo de olfato fino como el guionista Ed Brubaker participa como productor y quiere meter su pluma en un proyecto ajeno, algo hay. Mencionábamos hace unas semanas el fascinante remake televisivo que es Westworld (El laberinto), llegando hoy el momento de hacer lo propio con su segunda temporada. Pese a las acusaciones de arrancar lento, el show culminó con la última gran narración de Ford (imperial Anthony Hopkins), el gran demiurgo de un parque de atracciones de alta tecnología, una Disneyland donde se puede disparar a los forajidos y hacer con los anfitriones cualquier cosa que se antoje. 



En esta ocasión, con Jonathan Nolan y Lisa Joy continuando como maestros de ceremonias, exploramos nuevos parques, incluyendo uno ambientado en la época de los shogunes. Con inteligencia, el argumento demuestra que incluso escritores experimentados como Lee Sizemore (Simon Quarterman) caen en la tentación de repetir libretos que vuelven a hermanar a vaqueros y samuráis (algo que el cine ha confirmado desde hace décadas). Todos estos territorios inexplorados nos llevan a mantener la atención, sabemos algo más del laberinto, pero ahora el juego consiste en hallar puertas para nuevos mundos. 



Una metáfora de dicha libertad será Dolores (Evan Rachel Wood). En crecimiento constante, su personaje adquiere aquí ya los ribetes de estrella que se intuían desde su primera aparición. Desde Cleopatra al Che, cualquier liderazgo que se precie a tenido una dosis de carisma que sobrepasa a su ideología. La estampa de Wood con su rifle y montando a caballo es una propaganda revolucionaria que la hace creíble desde el primer momento. Como cualquier alzamiento, pronto habrá disidencias sobre la represión ejercida y si un régimen de abuso va a sustituir a otro de idéntico signo. Teddy (James Marsden), un personaje shakespiriano en su nobleza, se verá debatido entre el amor incondicional que profesa a la hija de Abernathy y su propio código de honor.


Esta entrega se basa, fundamentalmente, en las odiseas personales que distintos personajes realizan. Una de las más importantes será la de Maeve (Thandie Newton), quien ya era uno de los pilares del asunto al comienzo, alcanzando aquí ya cotas inclusive superiores. También se da más cancha a Akecheta (Zahn McClarnon), quien tiene un capítulo espectacular titulado "Kiksuya", una verdadera revisión del mito de Orfeo y que permite conocer un poco mejor a este eterno superviviente indio del parque. 



Como de costumbre, Westworld se debate entre la más honesta ficción de serie B (dicho a modo de elogio, es decir, trepidante, rápida y original) y cierto aire pretencioso que, en ocasiones, le perjudica. Si bien "Kiksuya" es una pequeña maravilla, muchos giros de argumento y formar de alterar la narración lineal parecen obedecer más bien a un efectismo modernista que a verdaderos fines creativo. Una lástima porque no precisa de esos adornos para captar nuestra atención Lo acontecido con Bernard Lowe (Jeffrey Wright) quizás se revele como una obra maestra en próximos episodios, pero ahora mismo es una búsqueda de la confusión sin más propósito que el caos. 



Salvo pequeñas excepciones, el show mantiene el Dream Team espectacular que tanto golpeó a la audiencia, y es que esta facturación de la HBO no muestra reparos en fichar a lo mejor del mercado. Se mantienen nombres como Tessa Thompson o Ed Harris, o sea, de calibre Hollywood. Precisamente el personaje del segundo recibe uno de los caramelitos de la segunda temporada, aunque su gran aportación va a quedar un poco eclipsada por una invitada de lujo. 


Hacemos referencia a "Vanishing Point", un capítulo que nos permite conocer más cuestiones sobre el círculo familiar alrededor de Billy, más conocido como El Hombre de Negro, uno de los jugadores más hábiles sobre el tablero. No obstante, Ford puede haberle hecho un regalo envenenado al darle a este adicto a emociones fuertes una partida con muchos más riesgos de los acostumbrados. En un intenso flashback, conoceremos a su esposa, interpretada de forma magistral por Sela Ward. Ante tanto disparo y pirueta, despierta curiosidad el hecho de que uno de los momentos más dramáticos y emotivos coloque sus cimientos sobre cuestiones tan simples como buenos diálogos y lenguaje no-verbal. 



Los temas musicales siguen siendo escogidos con el mismo y esmero que caben esperarse, incluyendo bonitas variables de temas clásicos ya conocidos del poblado del Oeste. Probablemente, con menos trampas en algunas de las narraciones, Westworld se elevaría a unas cotas de calidad inclusive superiores a las que, de momento, posee. 



Entramos en sus laberínticos vericuetos y hemos abierto sus puertas. Queda ver qué más sorpresas nos aguardan y si el puzzle resultante tendrá lógica. Eso sí, indudablemente la tercera temporada ya tiene toda nuestra atención. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.silenzine.com/ver-segunda-temporada-westworld/



https://www.nytimes.com/2018/02/05/watching/westworld-season-2-trailer.html



https://pressfrom.info/us/news/entertainment/-156417-sela-ward-reveals-whether-shell-stick-around-on-westworld.html

domingo, 8 de septiembre de 2019

EL RAYO DE LUNA


En los años dorados del cómic franco-belga había una serie de normas no escritas. Por culpa de las mismas, siempre resultó más fácil identificarse con el capitán Haddock antes que con el impoluto Tintín. De la misma forma, Gil Pupila y su perfección le impedían resultar tan divertido como Libélula. Durante décadas, estábamos convencidos de que, si alguno de esos paladines debía tomar prestada una bicicleta para perseguir a un ladrón, volvería agotado a restituir el vehículo a su legítimo dueño. En cuanto a pasiones o deseos personales, buenos chicos como el botones Spirou parecieron inmunes a la sensibilidad y belleza por muchas viñetas. 



Aunque piezas más recientes como Diario de un ingenuo (reseña) o El botones de verde caqui (reseña) hayan demostrado que Spirou puede tener tanto (o más) carisma que su alocado compañero Fantasio, resulta sorprendente el osado experimento que el dueto creativo formado por Tome-Janry firmó en Luna fatal, publicado en verano de 1995. Con un seductor arranque en la frontera que separa Little Italy de Chinatown, la trama narra los estragos que la enigmática Suspiro de Jade está provocando en miembros destacados de la mafia italo-americana. 



Vito Cortizone, antiguo adversario de Spirou, está convencido de que el joven es la única persona capaz de no caer en el enamoramiento de la misteriosa dama china. Con la inestimable ayuda de su inteligente hija Luna, la gran estrella del álbum, logra chantajearle con técnicas dignas de Amanda Waller para que acceda a ser su agente de campo en la guerra de bandas.


Obligado por esas circunstancias a participar en la peligrosa misión en territorio hostil, Tome y Janry se permiten una trama traviesa donde pueden desmontar algunos de los axiomas de Spirou. Para hacer más creíble su identidad, el modesto paladín irá con estampa Versace y de invitado a la boda de los Corleone para convertirse en el cebo para Suspiro de Jade.



La femme fatale china resulta una antagonista a la altura. Hace poco que Mark Waid afirmaba que Víctor Von Muerte era su villano favorito de todo el universo Marvel, puesto que estaba convencido de que su supuesta horrible desfiguración apenas sería una heridita insoportable para su ego. Las motivaciones que en el pasado que llevan a Jade a tornarse en la Némesis de Vito están a la altura de la egolatría y sana concepción de sus propios méritos que debe tener cualquier carisma malvado que se precie.



De igual forma que ocurre con Selina Kyle en cualquiera de sus apariciones en Batman, Luna será la antiheroína perfecta y alejada de moldes que puede vulnerar las reglas del género para tornarse en el elemento más cautivador del tablero. Si bien Spirou hará honor a su fama de invulnerable ante los trucos y brebajes de amor orientales, puede que incluso él no sea de piedra ante una dama que sería una dignísima igual de sí mismo para librar a una aventura.


La aventura tiene el toque trepidante que puede esperarse de una guerra de bandas, territorio que ha beneficiado mucho a héroes urbanitas como Spiderman. Además, aquí hay un componente de Capuletos y Montescos que da especial mordiente y picante al asunto para hacer buenos giros de guión. Aunque pueda sonar a herejía, instantes de forma como esta etapa parecen permitir plantear el duelo de si el periplo Tome-Janry en la colección es incluso superior al del maestro Franquin.



Igual que las legiones de César en Astérix, el organigrama de Cortizone y su empresa delictiva terminan cayendo simpáticos por sus reveses constantes y torpeza que no les impide ser tercos como mulas en el esfuerzo. En su internada en las guaridas del dragón, Spirou también permitirá explorar a sus artistas sobre los tópicos de la yakuza y sus particulares códigos.



El único ingrediente que le faltaba para ser memorable era un final redondo... y vaya si se logra. Gracias a Luna la última viñeta es una de las más icónicas y recordadas. La dama que hizo dudar al infalible.  



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.comicartfans.com/gallerypiece.asp?piece=333700



http://www.comicpasion.com/1423/resena-luna-fatal.html



https://spirou.fandom.com/wiki/Luna_Cortizone

domingo, 1 de septiembre de 2019

UN BUEN TIPO


El arte y la moral no tienen necesidad de ir ligadas por sí mimas. A lo largo de la Historia, hallamos innumerables ejemplos de personalidades horribles que lograron hitos artísticos incuestionables, mientras que con las mejores intenciones se pueden hacer obras mediocres y sin trascendencia. No obstante, sí es cierto que la extraña alquimia que se logra cuando ambas realidades se unen sin impostura es complicada de superar. Por mucho tiempo que pase, la persona lectora que encomienda un rato de ocio a Charles Dickens (1812-1870) siente que está en buenas manos, de visita con una persona amiga que busca siempre la mejor solución para todas las partes. 



Uno de los escritores más dotados de la generación victoriana, lo cual es decir mucho, escapa a los objetivos de este blog dar cuenta de su magisterio en la novela, desde Historia de dos ciudades a Oliver Twist. Hoy nos ocupa su incursión en un género muy en auge en aquellos días, los cuentos de miedo. Destreza que en la actualidad sigue dando generosos dividendos (baste pensar en cuántas películas produce Hollywood al año de esa temática) y que en el pasado permitía a los literatos hacérselo pasar "agradablemente mal", como habría dicho Chicho, a muchas personas al calor de una chimenea. 



Igual que Cervantes con las novelas de caballerías, Dickens era un escritor lúcido y plagado de humor, capaz de discernir los sinsentidos en los que cae cualquier estilo literario. "El abogado y el fantasma" desmonta en apenas un puñado de párrafos muchos de los axiomas de la mitología fantasmagórica. No tiene nada de extraño que el escritor trabajase en un bufete, puesto que siempre exhibe un gran conocimiento e ironía con todos los asuntos legales en su universo ficticio.


Con todo, habría que advertir, como sagazmente hacía Lisa Simpson a su hermano Bart, que los gustos sobre el miedo van cambiando con los años y lo que antes resultaba aterrador puede parecernos incluso ingenuo hoy en día. Pero no es eso lo más estimulante de estos cuentos de Dickens. "Para leer al anochecer" brinda una historia que hoy resultaría tópica sobre la tragedia que se cierne sobre un joven matrimonio en un palacio de Génova. Lo formidable de la narración es cómo con apenas un par de adjetivos el escritor nos mete por completo en situación y sentimos que estamos andando con la pareja y su guía por las habitaciones.



Es una de las ventajas de la genialidad. Aunque estos pasajes puedan ser una nota al pie en los grandes hitos literarios conseguidos por su autor, tiene chispazos como la colosal idea que exhibe en "La historia del retratista", una reformulación del episodio extraño que él había contado sobre un pintor y una joven con la que tiene un encuentro fortuito. Aquí finge ser el artista que se ha enterado de que su historia se ha difundido y aporta nuevos detalles sobre el suceso.



Pese a la benevolencia que suele mostrar a su hora de presentar el mundo, eso no implica que Dickens fuese un ingenuo con los ojos vendados. En "El fantasma de la cámara nupcial" presenta sin tapujos a un villano realmente verosímil, experto en torturar a un antiguo amor y a la hija de esta sin pegar un solo tiro o emplear la violencia. Que siempre muestre inclinación por el lado luminoso, no le impide imaginar perfectamente cómo puede ser un alma oscura.


Observaremos en la sucesión de páginas cómo se van creando los grandes lugares comunes, especialmente las casas, esas habitaciones con vistas a jardines misteriosos, elementos que hallaremos asimismo en Bram Stoker, quien supo dar una sensualidad admirable a todo el asunto. Por su lado, Dickens se especializó en la figura del fantasma y las premoniciones, dos elementos que eran más necesarios que nunca en un mundo que había vivido la Revolución Industrial pero seguía apegado a las supersticiones y la necesidad de fascinarse.



A nivel subjetivo, de alguna forma extraña, siempre se intuye que a Dickens hay que leerlo en invierno siempre, pero que en invierno es cuando más brilla, sobre todo si están próximas las festividades navideñas. Sobre esa época es cuando imaginación más se afila y su punzante ingenio le lleva a diseccionar la sociedad cual sólido cirujano y con la mirada de un niño generoso.



En resumen, un escritor que logró aunar dos quimeras en una: ser genial y un buen tipo.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://jackmoreno.com/2019/05/21/cuentos-de-miedo-de-charles-dickens/



https://penguin.co.in/thepenguindigest/10-books-by-charles-dickens-every-millennial-should-read/



https://www.bl.uk/people/charles-dickens