El reciente estreno de la película X-Men: Días del futuro pasado trae aparejadas varias resonancias a una época muy especial del cómic norteamericano: la etapa de Chris Claremont y John Byrne al frente de la Patrulla X en la segunda mitad de los años setenta y comienzos de la siguiente década. Unos años dorados que aún son objeto de re-ediciones a varios idiomas y que provocaban una plácida sonrisa en viejos aficionados de todo el globo. Sin embargo, quizás no sea tan conocido el hecho de que la popularidad mutante en Marvel nunca pareció destinada a ser tal.
Surgida de la fértil imaginación de Stan Lee y Jack Kirby en los comienzos de la Edad de Plata del cómic norteamericano, los hombres y mujeres X eran héroes atípicos, debido a su inadaptación como nuevo eslabón de la humanidad,obligados a aprender a usar sus precoces poderes en la academia de Charles Xavier, un benevolente, pero exigente maestro que quería evitar que sus pupilos acabasen tomando el camino que otros miembros de su especie estaban tomando con respecto a la raza humana. Pretender que sus coetáneos aplaudieran a aquellos misteriosos héroes era como aguardar que los neandertales hubieran dejado una alfombra roja al primer homo sapiens que asomase por su territorio. Esa condición de outsiders y protectores de un sistema que les quería destruir, les dio una novedad y frescura que, sin embargo, no se tradujo en ningún éxito de ventas.
Constantes cambios de equipo creativo y el oscurecimiento ante otros personajes más populares de la editorial, llevaron a la colección, tras más de más de cincuenta números, a vivir marginada como una subtrama secundaria del rico universo de súper-héroes. Todo cambió cuando Chris Claremont, guionista británico, recibió carta libre para intentar reflotar al grupo, pudiendo hacer y deshacer a su antojo el grupo original. La primera de sus medidas fue muy lógica: internacionalizar la Academia. ¿Por qué demonios iban a concentrarse todos nacidos con el factor X en los Estados Unidos? URSS, Canadá, Irlanda, África... Aquello supuso un soplo de aire fresco al conjunto y permitió captar la atención del público (aunque el mérito inicial del proyecto fue de otro buen guionista, Len Wein.
La combinación de alumnos de la primera etapa (Jean Grey, Scott Summers, Hank McCoy...) con los recién llegados (Tormenta, el alemán Rondador Nocturno, el soviético Coloso...) logró mantener al los leales lectores de la primera etapa y atraer a un nuevo espectro de audiencia. De igual forma, el azar acudió al auxilio del destino del patito feo de la editorial cuando se decidió no matar en la primera aventura a un bajito y malhumorado canadiense, conocido como Logan. El resto iba a ser leyenda, sobre todo cuando, tras la buena etapa a los lápices de Dave Cockrum, John Byrne aterrizaba de forma definitiva como dibujante regular de la serie.
Hay innumerables ejemplos de parejas bien avenidas que trasladaron su química a las viñetas (Albert Uderzo y René Goscinny, Jeph Loeb y Tim Sale...); no obstante, es verdad que, a veces, una falta de feeling o afinidad no tiene por qué ser sinónimo de fracaso, sino todo lo contrario. Claremont y Byrne tuvieron innumerables enfrentamientos artísticos, no solamente entre ellos a la hora de desarrollar a sus personajes, también hubieron de vérselas con Jim Shooter, uno de los editores más rentables y polémicos de Marvel, un hombre con gran visión comercial, con experiencia como guionista, pero asimismo un carácter difícil y una fuerte tendencia a cortar alas creativas.
Personalidades complicadas y una visión chocante con qué hacer con unos mutantes que se iban haciendo cada vez más fascinantes. Ororo, alias Tormenta, era un personaje femenino muy alejado de los clichés de la década anterior. Nacida fruto del mestizaje, niña en el Egipto de la guerra civil, adorada como una diosa en un paraíso perdido, se trataba de una mujer hecha con madera de líder y con una fácil y lógica proyección en el grupo afro-americano. De igual forma, Logan fue alcanzando una fama casi inexplicable en un tipo violento, arrebatos de ira e inexplicable carisma. El bueno de Lobezno anticipaba un nuevo modelo de héroe, tipos solitarios y de malas pulgas que poblarían las páginas súper-heroicas del nuevo milenio. En sí, la confección de Bryne y Claremont fue genial, el único problema del mutante de las garras ha sido su proliferación ad infinitum en demasiadas colecciones y una cola de imitadores sin su daimon, pero, en sí, se trató de uno de los innegables grandes aciertos de aquellas aventuras.
Por utilizar terminología informática, el nuevo tándem (donde deberíamos incluir a Terry Austin, el entintador que mejor ha entendido la excelente capacidad narrativa de Byrne) supuso una actualización 7.0 de las buenas ideas originales de Lee y Kirby. Especialmente, se enriqueció el duelo de Xavier, mentor de la patrulla, con Magneto, su Némesis. Villano de opereta y casco a lo Darth Vader, Claremont dio en la tecla exacta cuando decidió explicar su fobia a la humanidad por su infancia en un campamento de concentración nazi. Esposo de Magda, una mujer de etnia gitana, también tuvo esa experiencia de su familia política para observar qué se le podía hacer a quienes eran diferentes. De un villano mega-poderoso, Magnus paso a tener un interés aparte, un discurso radical, pero cimentado en una base empírica de crueldad sufrida, una desconfianza razonable ante el prójimo y un sentido de protección de su casta. Su duelo con Xavier pasó a ser tan interesante en el campo de batalla como en el discurso ideológico que uno y otro presentaban.
Un fantástico estado de forma que alcanzó dos puntos de inflexión sin precedentes en unas sagas memorables: Fénix Oscura y Días del futuro pasado. La primera se trata de la confirmación del nuevo papel de Jean Grey en la colección, de ser la única chica del grupo e interés amoroso de Cíclope y Ángel, la pelirroja telépata pasó a ser el carácter más explosivo, pasional y moralmente más interesante del grupo y las reflexiones que lleva aparejadas el poder. Sazonada con el Club Bildelber...perdón, quería decir el Club del Fuego Infernal... el único inconveniente de Fénix Oscura han sido los remakes e intentos de volver a la magia original, siempre sin resultado, aunque puedo ser un poco hard en este apartado.
Días del futuro pasado es una pieza diferente, aunque igualmente interesante. Paradojas temporales que llevan a un futuro desolador donde el gobierno de los Estados Unidos, en una paranoia digna del senador McCarthy, da licencia a una poderosa industria para re-abrir el proyecto Centinelas, armas de destrucción masiva (en este caso, reales, no un bonito pretexto para yacimientos petrolíferos) que comienzan un programa de exterminio de mutantes sin ninguna clase de rubor.
Ni siquiera la marcha de un talento como el de Byrne impidió que la colección siguiera dando auténticos regalos como una versión particular de Dante a través del viaje de Rondador Nocturno a una versión muy especial de los siete infiernos. Un cómic extraño, pero con momentos repletos de curiosidad y de confirmación de que aquellos hombres X habían pasado de ser unos semi-desconocidos a uno de los estandartes de su editorial. Personajes clásicos como el Doctor Doom se dejaron caer en uno de los baluartes de aquellos años 80 en la auto-proclamada Casa de las Ideas.
De cualquier forma, es curioso cómo intentaron volver a repetirse algunos arcos, resucitar personajes, incorporar nuevos alumnos a las aulas de Xavier... pero ya no fue lo mismo. O, quizás, simplemente sean recuerdos de un viejo fan, todas las generaciones piensan que la música que escuchaban sus padres era de carrozas y la de sus hijos un montón de ruidos. Cada nueva hornada de personas enganchadas a este género X (y, por una vez, no estamos hablando de pornografía en el blog) tienen su particular versión de días pasados y futuros de esta increíble patrulla, la cual, hoy y siempre, permanece irreductible al invasor paso del tiempo.
Disfruté de 130 minutos en buena compañía de amigos de otra muesca más de un revólver gastado, ya no son la patrulla que leía, aunque me siguen divirtiendo mucho estas idas de olla y regresos al futuro. Detrás nuestra, un puñado de chavales afirman: "Esto es la hostia..." y empiezan a intercambiar datos de los cómics que han leído y las referencias, algunas de las cuales a mí se me han escapado. Respiro tranquilo, hemos conseguido pasar la antorcha...
No hay comentarios:
Publicar un comentario