domingo, 19 de mayo de 2019

JAC


Las expectativas son peligrosas. Cuando se habló de una serie de Movistar + con Julián López de protagonista y ambientada en la antigua Roma, muchas personas imaginaron que se trataría de una sucesión de gags más o menos afortunados y ligeros. Sin embargo, bastan las primeras escenas de Justo antes de Cristo (2019) para darnos cuenta de que esto es algo distinto, con pocos precedentes dentro de la producción televisiva española. 



El guión de Juan Maidagán y Pepón Montero no da puntada sin hilo. Se remiten a la Roma del 31 a.C. Manio Sempronio (Julián López) se ve inmerso en los turbulentos días donde el Mare Nostrum se va a repartir entre Marco Antonio y Octaviano, la guerra civil está a la orden del día y las familias patricias romanas demuestran ser predecesoras de la serie Juego de Tronos. Un accidente hace que acabe con la vida de un senador y el protagonista no tomará la salida honorable del suicidio que se le propone. Presionado por su propio clan, habrá de escoger entre el exilio o ingresar en las legiones. Cuando vea que el destino es Tracia, se arrepentirá de haber seleccionado la segunda. 



Justo antes de Cristo es graciosa. El contraste entre el sibarita aristócrata romano y la crudeza de la vida en un campamento en el limes da lugar a equívocos dignos de la Monty Python. De cualquier modo, no es tanto un humor de carcajada como una sonrisa cómplice. Conforme pasan los capítulos y avanzan las subtramas, vemos que hay un hilo conductor, una mirada agridulce al mundo, esa sonrisa cínica que, en ocasiones, se pone cuando no queremos darle demasiada importancia a algo malo. Xosé A. Touriñán da una muestra de ello con su personaje, Agorastocles, un esclavo muy eficaz y con bastante más habilidad que su amo, una figura que también es frecuente en el teatro clásico. 


Lo que sorprende a simple vista es la seriedad con la que el programa se toma la vestimenta y la recreación de la época. Desde los uniformes, la disposición del campamento y los guiños al pasado se ve que hay una reflexión certera. Igual que le sucede a los cómics de Astérix, cuando hay un anacronismo suele ser intencionado, con el propósito de hacer una broma que combine pasado-presente de forma acertada. Por ejemplo, cuando el liberto interpretado por Arturo Valls habla de Espartaco muestra todos los clichés del converso, enamorado de la civilización romana, al más puro estilo La vida de Brian



Y se hila fino asimismo en materia de la historia de las mujeres en un mundo tan varonil como la milicia reformada por Cayo Mario. En esta Tracia de parodia hallamos a Cneo Valerio (un impecable César Sarachu), un general de tremenda fama y que compartió aventuras con el propio padre de Sempronio, si bien en realidad es un absoluto inútil. De cualquier modo, es mangoneado de forma hábil por su hija Valeria (Cecilia Freire) y su nieta Ática (Priscilla Delgado), quienes han vivido soporíferas conversaciones con maridos y pretendientes que, todo tiene sus ventajas en la vida, las han llenado de efectivas enseñanzas sobre trucos tácticos de Filipo II, Aníbal Barca, etc. Son las verdaderas causantes de la supervivencia del clan, puesto que el paterfamilias ni siquiera es consciente de que hay una guerra civil. 



Apenas seis capítulos de media hora de duración con la carta de presentación de este show, pero es que cada escena tiene su miga. A través del estado mayor de Cneo Valerio, se explotan diversos clichés, sobresaliendo el legado Gabinio (Manolo Solo), quien vio arder su casa, morir a su hijo y el abandono de su esposa en el mismo día. El talento del actor permite cogerle cariño a una personalidad desagradable y que tendrá algunos de los giros más interesantes de esta primera entrega. En un clima enrarecido, las demagogias de Sempronio, quien asistió a las clases oratorias del maestro Cicerón (un día) podrían granjearle un ascenso o acabar crucificado. 


Las personas amantes del cine de Álex de la Iglesia reconocerán a bastantes rostros en la aventura, puesto que Justo antes de Cristo se nutre de algunos de sus magníficos secundarios. Intérpretes con empaque y encanto que dan credibilidad en cualquier situación. Los famosos magnicidios y conjuras de asesinato tan frecuentes en las antiguas Grecia y Roma son ridiculizadas de forma hábil a través de los torpes complots que se llevan a cabo en ese rinconcito del mundo donde también llegan los ecos de la lucha entre Marco Antonio y Octaviano. 



El argumento, bien planteado y original, siempre pone el dedo en la llaga en cuestiones graciosas pero que tienen su miga si se analizan. Así ocurre con la extraña pareja formada por el popular general Cornelio Pisón (Fernando Cayo) y su esclava Bárbara (Bárbara Santa-Cruz). Pisón goza de una gran popularidad entre la tropa tras participar en la batalla de Filipos, pero un pequeño malentendido con el despistado Cneo Valerio le hará dudar de su supuesto carisma. Nadie es inocente hasta que se demuestre lo contrario en Justo antes de Cristo



Termina dejando con muchas ganas de más. Se trata de un recurso lo suficientemente original, atrevido y heterodoxo para pensar que una segunda temporada merecería mucho la pena. Queremos saber más de las andanzas de Sempronio, de las peculiares legiones donde lucha y de las fascinantes maquinaciones de Valeria. Los dados están en el aire y rezamos a Júpiter y Minerva porque esto tenga continuidad. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.elindependiente.com/tendencias/series-y-television/2019/04/05/justo-antes-de-cristo-estos-romanostambien-estan-locos/



- Captura de pantalla del segundo capítulo de Justo antes de Cristo, primera temporada, titulado "El Otro". 



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