Dicen que el legendario Fernando Pessoa no dejaba pasar un día sin que un barbero de su confianza contuviera los más rebeldes rincones de su reconocible bigote recortado. Hoy en día, en su casa-museo, las navajas y hojas de afeitar han sido donadas para recordar una faceta más terrenal de un poeta que alcanzó la inmortalidad tras una vida anónima (no por ello menos interesante, que no fuera popular, no excluye que su biografía sea un recorrido fascinante por una personalidad única). Y es que un buen bigote marca, aunque sea pintado como el de Groucho o disfrazado como el de Dalí, autor de la mítica frase: "Mientras todos se fijan en mi bigote, yo hago lo que me sale de los cojones".
Sería incapaz de intentar emular los brillante heterónimos del esquivo poeta lisboeta, pero creo que menos aún me veo tentado de imitar el hábito diario de pasar por la tijera. Cuestión de vagancia, puede ser, por más que una barbería siempre pueda ser lugar de conversaciones interesantes, contradiciendo la máxima de Filipo de Macedonia cuando le preguntaban cómo quería que le cortasen los cabellos: "En silencio" . De cualquier modo, los remolinos mandan y había que podar lo que empezaba a ser una rebeldía impenitente en la cabeza.
Puede parecer curioso, pero con más de dos décadas a cuestas, con alguna excepción catalana en la niñez, es la primera vez de la que tengo memoria de pelarme fuera de Córdoba. Conocido es que un día le preguntaron a ese filósofo Nietzscheano llamado Conan El Bárbaro por qué llevaba una melena tan larga que podía ser una molestia en la batalla: "Solamente pongo mi cabeza al acero de otro hombre cuando es de mi confianza. Probablemente, no vuelva a cortármelo hasta que vuelva a Cimmeria". Le quedaban unos pocos kilómetros al acólito de Crom, así que vuestro modesto cronista iba a correr el riesgo.
Puestos a aprovechar un acto rutinario para seguir disfrutando de una de las zonas más curiosas y merecedoras de pasear por la ciudad, fue una feliz coincidencia descubrir que existía una peluquería muy especial, merecedora de una frase conocida por sus clientes: "Um museu dentro da Barbearia". Efectivamente, la barbería Campos tiene una estética atávica y un aroma de tradición que gusta nada más observarla en su discreto rincón, rodeada de cafeterías que se suben bajo el resonar de los fados portugueses ambulantes. .
A través de diferentes carteles que te convencen de haber entrado en ese viaje al pasado en maquinilla de afeitar, solamente hay que pagar el peregrinaje con una cola generosa. Hay muchas butacas y el sitio es de sobras conocido como para estar concurrido un sábado por la mañana. ¿Recomendaciones? No está de más dar constancia de la intención y salir a tomar un buen frappé y volver armado con la munición periodística correspondiente (a una bajada de calle y hay variedad de quioscos, estar en un casco histórico te garantiza prensa extranjera de España, Italia, Inglaterra, etc).
El síndrome Sheldon Cooper que anida en todos nosotros (solamente las manías, la genialidad en la teoría de cuerdas no viene incluida en el símil) puede hacernos suspicaces con el cambio de le peluquería de siempre, donde te conocen y eres amigo a muerte de tu barbero (lo cual tiene un mérito enorme, siendo uno del Barça y otro del Madrid, en estos tiempos que corren), pero no puede haber quejas sibaritas ante el estupendo servicio del establecimiento... Efectivamente, la más antigua de Lisboa, pero la edad no ha hecho causar ningún estrago en su eficacia. Casi dan ganas de que te den un ticket como si hubiera estado, en efecto, en un museo.
Muy próxima a esta zona, presidida por una estatua de Pessoa, lleva casi de inmediato a una plaza con uno de los grandes ídolos del poeta, nada menos que Camôes, auténtico referente de las letras lusas. La zona tiene una agradable bajada hacia el mar, además de una nutrida tienda de cómics bajando por la Rua das Flores. Mucho cuidado a la hora de preguntar por esta dirección, hay que especificar calle, porque si no, el bienintencionado viandante lo manda a la célebre Praça das Flores. No obstante, cosas hay peores en la vida y la pequeña confusión vale para subir al Bairro Alto, acompañado siempre de hermosos miradores, variedad de restaurante y, cuando el tiempo acompaña, unos parques muy agradables.
Volviendo a la plaza del autor de Os Lusíadas, donde son frecuentes concentraciones e inicios de algunas de las manifestaciones que son tan frecuentes en la ciudad. No está la capital ajena a la crisis, esa palabra que de tanto utilizarse habrá que mandar a una cura de reposo, reflejadas en muy diferentes cuestiones. Quien haya estado por estos lares, quizás se haya fijado en la proliferación de policías y guardias de seguridad en centros comerciales, súper-mercados y otras tiendas. Estos profesionales suelen ser policías nacionales que realizan estos servicios como horas extra. Los recortes al funcionariado les han afectado también y ha sido una de las motivaciones de algunas de las quejas por las bajadas salariales.
Resulta un ejercicio interesante en taxis y cafeterías comparar notas con los amigos del otro lado de la raya; una de las sentencias donde todos nos ponemos de acuerdo es: "Mais o menos", a la hora de ver cuál de los dos países está menos mal en coyuntura económica. Con todo, este tipo de protestas están siendo modélicas, exceptuando un problema que hubo varias semanas atrás, el cual, esperemos, es la excepción que confirma la regla. No obstante, se respira, como en todos lados, que la gente está en una fase muy escéptica y deseosa de creer en algo... pero ojo, no confundir eso con en cualquier cosa, como más de algún oportunista querría, no tengamos un pelo de tontos.
"I can guarantee the closest shave you´ll ever know"- Sweeney Todd.
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