Hay biografías que son políticamente correctas, otras que tienen un aroma turbio y misterioso, no pocas parecen incompletas y con silencios... Sin embargo, dentro de ese heterogéneo paisaje de vivencias, en pocas ocasiones puede tener la persona lectora una sensación de estar en mejores manos que las transmitidas por El tiempo amarillo: Memorias 1921-1997. Fernando Fernán Gómez. Todo, desde el impecable y emotivo prólogo de Luis Alegre, parece en su sitio en esta mirada perspicaz, lúcida y casi desapasionada de uno de los talentos más polifacéticos que ha dejado la actuación española.
Inmortalizado para las nuevas generaciones que no le conocieron de primera mano en youtube por un exabrupto poco afortunado, es sintomático que esa sea uno de los primeros recuerdos que vengan en el imaginario popular del país para hablar de un actor que firmó papeles memorables, dirigió grandes películas, pisó numerosos escenarios y se destacó como un gran escritor (esta propia biografía es un perfecto testimonio de su capacidad narrativa y elegante discurso, no exento de un tono terrenal que es sumamente apropiado para la atmósfera de este libro). Una contradicción, reducir a anécdota esta carrera prolífica que dejó una huella imborrable en muchos frentes de la cultura.
"Estoy en primero de Fernán Gómez", es la coletilla que el gran José Sacristán utiliza con frecuencia cuando le preguntan por su trayectoria como intérprete. Paco Martínez Soria, el popular actor maño, se justificaba cuando le inquirían sobre dar un paso más y no limitarse a lo de siempre: "Es que yo no soy Fernán Gómez". Muchos años después, José Luis Garci afirmaría que era una de las personas con las que más fácilmente se podía trabajar en un rodaje, debido a que se trataba de alguien en el escenario que tenía la mirada de un cineasta. Sin embargo, más allá de las bambalinas, ¿quién fue realmente aquella figura de voz tronadora y a quien jodía que fueran a verle en el teatro, porque no le gustaba que le vieran trabajando?
Una mirada a su pasado donde el autor dedica muchas páginas a su infancia y adolescencia, en un viaje íntimo y largo. Largo, mas no pesado. Se tratan de los cimientos que explican muy bien el particular carácter que luego desarrollaría, así como su visión de la España que le tocó vivir; una nación que presenció derruida por la guerra civil, dejando en el trayecto auténticas perlas sobre lo que le pareció ese trágico suceso que ha marcado (y sigue marcando) muchos de los males del país. Párrafos cargados de mucha humanidad y donde, como bien me apuntaba el bloguero Chespiro, no se hace especial saña de nadie, si bien queda claro el punto de vista de F. Gómez del lugar de sus simpatías y fobias.
Además, todo ello sazonado con una honestidad brutal, como diría Calamaró (entre argentinos anda el juego, pues la verdadera nacionalidad del personaje no es asunto de fácil respuesta), aunque no impúdica. Fernán Gómez refleja muchas facetas de haberse criado en un hogar sin estructura, cómo evolucionó su relación con su abuela, el tema de su padre, y vivir a vaivenes con una madre inusual y dedicada al siempre temido mundo del espectáculo. Siempre parece saber cuándo pasar de puntillas y cuál es el instante de dejar la puerta abierta.
Entre su círculo, destaca y sobresale su entrañable amistad con Manuel Alexandre. Decía Cayo Mario en la novela El primer hombre de Roma, que un amigo de verdad es aquella persona que puede sentarse a tu lado a ver una tranquila tarde sin mayor ambición, disfrutando de la mutua compañía. Así, los dos actores, mucho antes de ser famosos, se recogían en el portal del otro y daban paseos por una Madrid que buscaba reconstruirse. Pronto, llegaría el café Gijón, el gusto por los aeropuertos cuyos bares no cerraban y otros frentes donde, como el propio interesado afirmó, se intentaba encontrar esa imposible balanza entre la vida pública y la íntima, lo profesional y lo que realmente importaba.
Y eso nos lleva, inevitablemente, al tema de las mujeres. Probablemente, de joven supo desearlas pero no tratarlas, acuñando la inmortal frase de que un hombre podía ser perfectamente amigo de una señora... siempre y cuando el caballero no fuera él. Fernán Gómez presenta una mirada cervantina, una piedad de la buena que ya él mismo aplicó a su revisión de la picaresca española. Hay mucho desamor, también elegantes silencios y una parcela de privacidad en la que no deja entrar al impertinente lector, aunque, a cambio, da jugosas anécdotas de algunos de los célebres personajes en los que se inspiró para hacer su modelo de El tiempo amarillo.
En definitiva, la evolución del muchacho que creció imaginando las divinas piernas de Marlene Dietrich, justo para descubrir que no existían en la realidad... ni siquiera en el caso de la propia Marlene. El que se enamoraba de la más linda de la clase porque, a fin de cuentas, era persona de gustos vulgares. Por lo demás, en el celuloide, poco que añadir. López Vázquez, Alfredo Landa, Sacristán, Alexandre y distinguido etcétera donde, por supuesto, Fernán Gómez ocupa un puesto de honor. El que moría en Botón de ancla, Balarrasa, el padre de los turroneros que Luis García Berlanga mandaba a Madrid, don Quijote con Cantiflas, El abuelo y tantos, tantos otros. Qué momentos de este anacoreta, un tipo tan genial que respiró aliviado cuando le exoneraron de tener que entender a su personaje en El espíritu de la colmena. Lo bordó. Como casi siempre.
Como creador, simplemente decir que El extraño viaje o Viaje a ninguna parte, ya justifican per se una carrera detrás de las cámaras. ¿Irregularidades? Por supuesto, ninguna carrera artística es homogénea en calidad, pero con él siempre existía la garantía de su talento. Un tipo irrepetible y quien, precisamente por su propia personalidad, él mismo se encargó de mantener una distancia con el gran público, bajo una cortina algo gruñona y cortante. Un tipo único e irrepetible.
"Una de las crónicas más lúcidas, vibrantes y divertidas de cuantas se han escrito de aquellos años"- José Sacristán.
FOTOGRAFÍAS OBTENIDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
http://www.rafaelcastillejo.com/artis-galeri002.html
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