Fernando Fernán Gómez solía decir que su profesión, es decir, la de actor, era como querer ser torero en Groenlandia. El genial intérprete hacía esta comparación para explicar las dificultades de un oficio inusual en tu tierra de origen. Tal vez incluso más extraño que querer consagrarse a recorrer las leguas con compañías teatrales, sea el hecho de ambicionar ganarse la vida pintando monigotes, haciendo bocadillos en las viñetas y buscando darle cohesión a diferentes trazos.
Sin embargo, afortunadamente, el número de biografías y estudios sobre algunos de los lápices más celebrados del cómic español (Francisco Ibáñez, Vázquez, Escobar...) han ido encontrando sus estudiosos. Este naciente 2015 ha encontrado hueco para reflexionar sobre otro de los nombres destacados entre estos esforzados artesanos de la mesa de dibujo, nada menos que Juan López, aunque debemos, desde este mismo momento, empezar a utilizar el seudónimo de Jan. Concretamente, porque hoy el blog se acerca a la obra Jan: el genio humilde.
El libro es coral, muy al estilo del también excelente estudio que Dolmen dedicó al padre de Anacleto en El gran Vázquez: coge el dinero y corre, sucediéndose una sucesión de firmas de muy diferentes investigadores y admiradores del autor (David Fraile, Manuel Barrero, Carlos de Gregorio, Álvaro Pons, Javier Mesón, Daniel Fernández, Javier Alcázar, Quim Zafra, Alfons Moliné, Antoni Guiral, Juan Padrón, Froilán Escobar, Antonio Martín y Roberto Hernández). Ello da una gran riqueza a los diferentes puntos de vista y aspectos en los que se centran de biografiado (su etapa en el exilio cubano, primeros trabajos en publicidad, su vuelta a España en una etapa muy delicada de Bruguera, etc.).
Padre de un buque insignia tan emblemático del tebeo hispano como Superlópez, hay muchos aspectos de la vida de Jan que nos habían permanecido desconocidos al gran público. El problema de su sordera le impidió tener una educación normal en unos tiempos donde las escuelas no estaban preparadas para adecuarse a personas en esa situación, aunque al fin encontró acomodo en un maestro al que el artista sigue agradecido. Muchas horas solitarias en la infancia le permitieron ir garabateando en pequeños folios baratos en sus primeros bocetos. Con el tiempo, su estilo de personajes de goma, como muy acertadamente se define en el libro, sería inconfundible.
Si bien la famosa parodia de Superman es su punto culminante de popularidad, la trayectoria de Jan es sumamente prolífica. Pensar solamente en el cascarrabias Juan López y sus cajas de Pandora y monster Chapapotes sería como limitar Escobar a Zipi Zapa; o a Ibáñez con los inefables Mortadelo y Filemón. Adaptaciones de cuentos, publicidad, Lucas y Silvio, parodias de Chaparrito... Incluso, en un momento para el recuerdo, su extraordinaria mezcla de comicidad y erotismo en Laszivia, una desbocada montaña rusa en un futuro de ciencia ficción que no tendría nada que envidiar a shows como la excelente Futurama.
La iniciativa de Tebeoesfera nos brinda una oportunidad única para acercarnos a un autor emblemático, incluyendo una entrevista realizada por Javier Alcázar. Por supuesto, más de 400 páginas dan opiniones para todos los gustos; como fuere, el gemio comiquero tiene aquí una parada obligatoria para este presente año. De igual forma, se incluyen páginas que son una auténtica labor de arqueología.
Asimismo, se abordan las diferentes transiciones en su estilo de guiones. Comenzando aquella primera etapa con las brillantes parodias de Efepé sobre los cómics de corte marveliano, donde este escritor ayudó a Superlópez, trabajo en un principio de encargo, empezase a garantizarse un nombre entre los personajes de la cultura pop del país, hasta el punto de que hoy estamos en vísperas de una adaptación a la gran pantalla del mismo. Posteriormente, Jan tomó su propio rumbo para dar un cariz muy personal a su creación.
Figura de venerable barba plateada y discreta sonrisa, Jan es un creador de argumentos con un gran fondo de armario. Proyectos como la caja de Pandora o el descenso de su héroe al infra-mundo con el diablo cojuelo nos exhiben a un creador de atmósferas y micro-cosmos muy personales. Conforme han avanzado los años y el propio López se ha hecho mayor, sus cómics han ido abandonando la épica por una mayor crítica social, aprovechando incluso la crisis política y de valores para, cual clarividente y algo resabiada hormiguita de castillo de arena, para meter el dedo en la herida.
Sin duda, sin tipos como Jan, Ibáñez, Raf, Escobar, Conti, Vázquez y un largo y distinguido etcétera, aquellas tardes de invierno con los primeros tebeos hubieran sido mucho más aburridos. Benditos sean aquellos pioneros que decidieron ser toreros en Groenlandia.
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