"¿Sabes una cosa? Lo que mucha gente experimenta al estar a esta altura no es el miedo al vértigo...Es el pánico a sentir querer saltar"- Will Emerson, Margin Call (2011)
Grandes rascacielos. Oficinas frías, lógicamente compartimentadas, una sucesión de ordenadores con números que desfilan a velocidad infernal, tipos apurando el café en vaso de plástico, mientras lucen costosos trajes de miles de dólares, los cuales no tienen tiempo para disfrutar. Nunca dan los buenos días al personal encargado de la limpieza, ni siquiera cuando se topan en el ascensor, ellos están destinados a otros alturas. Luchan un juego brutal de supervivencia, no hay un minuto que perder.
J. C. Chandor nos traslada a una atmósfera asfixiante, las vísperas de unas decisiones que marcaron el rumbo de muchas compañías como la que ejemplifica su película, Margin call. Era la época a.c. (antes de la crisis). Wall Street ya había conocido el jueves negro, pero lo que iba a venir ahora tenía pocos precedentes en el mundo globalizado del siglo XXI. Cuando un barco se hunde, hay que decidir si salvar el propio pellejo o permanecer con la tripulación.
El despido de Eric Dale (un espléndido Stanley Tucci), uno de los cargos de la compañía en prevención de riesgos, no impide al eficiente empleado pasar sus pesquisas a uno de sus jóvenes ayudantes. Con la ayuda de otro compañero, también imberbe, ambos se dan cuenta de que Dale acaba de sumar 2+2 y se ha dado cuenta de que el sistema financiero en el que se basa la empresa para prosperar (en su gran mayoría, acciones sobre propiedades inmobiliarias) no es sostenible ni un segundo más. La gran burbuja creada va a estallar y llegará el momento de buscar cabezas de turco.
Tan atractiva premisa es el origen de un callejón sin salida. Una aguda mirada a un mundo que siempre se ha tenido mitificado y se está mostrando dolorosamente simple en el celuloide. Martin Scorsese lo hizo de una forma hiperbólica y genial en El lobo de Wall Street. Resulta que nadie tiene el Santo Grial que permite saber si una compañía sube o baja, que no hay tal alquimia secreta, sino un tablero poco claro donde unas pocas fichas se salvarán y las otras estarán destinados a pagar las consecuencias.
La escasez de escenarios de este largo día en la oficina permitiría que fuera una excelente obra de teatro. Sin embargo, esta falta de exteriores no impide sentir al espectador una fuerte conexión con lo que está ocurriendo. Cambiemos preferentes por las acciones de confianza que vende la empresa del bueno del señor John Tuld (Jeremy Irons) para sentirnos como en la propia España. Por cierto, un sagaz propietario que no tendrá reparos en preguntarle a uno de sus analista junior: "Por favor, crea que no estoy en este puesto por mi inteligencia. Explíqueme que es lo que han encontrado como si fuera a un perro o un niño chico".
Margin call narra el comienzo de esos despidos en masa, también del surgimiento de ángeles con traje negro y laico que portaban la funesta noticia a su antiguo compañero de trabajo: se le había acabado el sustento en la compañía. Era el germen de lo que luego sería el personaje de George Clooney en Up in the air. Aquí ese rol podrían desempeñarlo el "mentalista" Simon Baker como Jared Cohen (a quien su atareada agenda no le impide realizarse pulcros afeitados, horas antes de que sus gentes empiecen a vender productos sin ningún valor) y un colosal Kevin Spacey (quien encarna a Sam Rogers, cuya conmovedora preocupación por su perro avejentado y enfermo no va en consonancia con su ética de buena praxis profesional).
Un drama cotidiano que nos acerca a una realidad muy desalentadora, contando con un reparto a prueba de bomba. Demi Moore se alista en la nómina de este bloque como Sarah Robertson, una de las personas más destacadas del organigrama, si bien su posición puede salir reforzada o en grave peligro en apenas 24 horas. Un abismo que empieza a ser vislumbrado por tres de las hormiguitas que siguen el sendero dejado por Dale: Will Emerson (encarnado por Paul Bettany), Seth Bregman (Penn Bladgey) y Peter Sullivan (Zachary Quinto).
Noche de cuchillos largos bajo las calculadoras, uno casi comparte el sueño y el cansancio que parece ir agarrotando a sus integrantes, tan inaccesibles en el comienzo de esta jornada, la cual no se intuía tan amenazadora al comenzar el día. Ese picor en la nuca que sintió el patriarca de los Kennedy cuando se dio cuenta de que el limpiabotas al que había entregado unos centavos estaban tan bien informado de las acciones que subían como él (preludio del crack del 29).
Chandor y su equipo nos lo explican de forma llana y sencilla, sin ornamentos, un cuento para un forastero que acabase de llegar, situando las coordenadas de cosas que se dan por sabidas. Y, solamente, resta darle las gracias.
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