domingo, 2 de junio de 2019

IL CAVALIERE


Es lo más cerca que vamos a estar de ver el Renacimiento en HD. Una película de Paolo Sorrentino es fácilmente identificable. Apenas una escena ya refleja su toque, esa forma única de mirar que distingue al artista con voz propia. Como los grandes generales, sabe rodearse de los legados más competentes y brillantes del panorama, destacando Luca Bigazzi, un genio de la fotografía. Todo eso está presente en Silvio (y los otros), una de las películas ´más esperadas de 2018. No obstante, faltan cosas para que este peculiar biopic de Silvio Berlusconi nos atrape como sí lo hicieron La gran belleza (2013) o La juventud (2015). 



Un napolitano se sumerge, cámara en mano, en las andanzas de Il Cavaliere, uno de los políticos más polémicos y exhibicionistas del mundo actual, quien ha marcado un antes y después en la convulsa política transalpina. Hay libros que estudian como este peculiar individuo con labia de vendedor de pisos y voz de simpático barítono convirtió al AC Milán en uno de los equipos de fútbol más importantes de los noventa. Asimismo, su colosal organigrama televisivo bebía de la máxima de Lope de Vega de hablar a las masas en necio para darles gusto. No contento con esa fortuna amasada, quiso dar el salto a las cámaras representativas, convirtiendo el Senado en una red clientelar que habría envidiado Pompeyo y con sus favoritas convertidas en la nueva Capri de un moderno Tiberio. 



Con semejantes ingredientes cuesta pensar que un tipo con la sensibilidad de Sorrentino no haya logrado un film con más fuerza. No puede olvidarse que, a nivel internacional, la pieza ha llegado mutilada, fusionados en uno los dos estrenos que se vieron en su país natal. Sea como fuere, no es cuestión de metraje, nos hallamos ante una narración deslabazada con tintes brillantes, pero que, vista en conjunto, casi siempre pierde fuerza como todo. Entendemos que la pareja formada por Riccardo Scamarcio y Euridice Axen son dos hábiles pícaros de provincias que van a ir a Roma buscando impresionar al enloquecido César, solamente para comprender que en su corte de los milagros ellos ya han dejado de ser los más listos de la clase. 


Toni Servilio, uno de los intérpretes fetiches del director, da vida a un Berlusconi que es más bien una caricatura deformada en un espejo que el personaje real. Una pena porque es un actor excelente y sigue brindando varias secuencias muy buenas por encima de la media, aunque no se obtiene esa credibilidad que permitiría aborrecer o comprender al protagonista de una forma más real. 



Como los buenos cineastas, Sorrentino sabe hacer que se despierte nuestra curiosidad sobre "él". Berlusconi tarda en aparecer, aunque le intuimos tras el telón de tantas fiestas horteras y excesos. De cualquier modo, hecho llamativo en una firma de su talento, una vez se ha generado la expectación tarda demasiado en aparecer. Vamos perdiendo el interés de forma progresiva, el envoltorio es fantástico, pero empezamos a olvidar la curiosidad que nos generaba adivinar el regalo. 



Avanzamos y parece que tuviéramos recortadas partes de una gran película que nunca veremos. Il Cavaliere puede ser amable y terrible, un papa Borgia paternalista e inmisericorde en el siguiente momento. Sorrentino intenta humanizar al jefe de pista que dirigió un circo del escarnio entre los diputados. 


Hay momentos muy inspirados como las escenas que comparten Servilio y Elena Sofia Ricci. La segunda encarna a la gran pareja del dirigente, una esposa capaz de decirle "Puedes engañar a Italia, no a mí". Tienen algún momento que sería digno de clímax, pero para llegar a ese punto la cinta debería habernos atrapado mucho antes, no dejando esa percepción de brochazos desordenados, entre boceto e inspiraciones, las cuales no tienen un propósito común. 



Umberto Contarello y Sorrentino firma un argumento desequilibrado, con momentos de hermoso realismo mágico y otros surrealistas que poco aportan. Se pasa con menos mordiente de la que se habría podido por elementos tan oscuros como las conexiones con la mafia o las escandalosas fiestas a costa del erario público. Si El joven papa es una provocación inteligente y misteriosa, Silvio (y los otros) se limita, en compases, a la simple ópera bufa. 



Por su reparto y ver dos o tres florituras de Sorrentino, ya merece la pena. Sea como fuere, se sabe que hemos estado ante un trabajo del napolitano que va a estar muy por detrás de los otros elementos de su filmografía. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.mundodvd.com/silvio-y-los-otros-loro-1-2018-paolo-sorrentino-143511/



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