Llegará un momento en que no será posible. El primer otoño en que buscaremos en la cartelera el título que nos evoque la ironía del viejo maestro, pero no estará. Quizás, nos sorprendamos al pasar por los pasillos sin escuchar en alguna de las salas de proyecciones ese tono de jazz tranquilo y pausado. Decía el añorado Javier Krahe que uno salía de las películas de Woody Allen con la agradable sensación de haber sido tratado como una persona inteligente. Sin embargo, ya a sus 80 años, seguimos subestimando el regalo que es poder ir a ver la nueva película del director de Annie Hall.
Irrational Man se ha estrenado con críticas dispares, algo que viene siendo tónica habitual en los últimos filmes de uno de los artesanos más personales de la industria. "Otra obra menor", "Woody ya no es lo que era...", "Más de lo mismo...", "Ha perdido la cabeza, no es tan divertido como antes...". Las hay de todos los colores y se producirá el mismo fenómeno el año que viene. Cuando los fans se convierten en detractores, aunque uno puede intuir, espero que dentro de mucho tiempo, las genuflexiones que harán más de una de estas personas tan hards cuando el artista polémico dejé ese título para ser leyenda. "Oh, ya no habrá más cineastas como él...". No es precisamente un comportamiento racional, deificamos y arrojamos al vacío con una facilidad pasmosa. De cualquier modo, como Irrational Man (2015) exhibe, somos de todo menos cuerdos cuando nos lo proponemos.
Teniendo en cuenta su azarosa vida privada en tales parcelas, muchos torcieron el gesto al saber que la nueva obra de Allen se centraba en el enamoramiento de una avispada estudiante de su inteligente y emocionalmente destrozado profesor de Filosofía en un curso de verano, bastante mayor que ella. Afortunadamente, Abe Lucas (un Joaquin Phoenix muy cómodo en su papel) y Jill Pollard (una Emma Stone que se va intuyendo como la nueva musa de esta etapa del director) tienen una historia que va más allá de eso. Que se enamoren del todo o no, así como si finalmente se acostarán juntos en la misma cama no deja de ser un pretexto para contar muchas más cosas.
Los temas no cambian para este amante del saxo, el amor que te conviene, la pasión ciega en la que te dejas caer, el deseo, el remordimiento, la filosofía que te fascina y, que por momentos, no deja de parecerte un onanismo verbal del que convendría alejarse para tomar un buen filete. Una historia de un verano que se va apagando mientras sus protagonistas desfilan, hay una mirada tierna sobre cada uno de ellos, sin dejar de mostrar sus delitos y faltas (viniendo de quien viene...).
Aquí, nuestro mago repite truco, pero con la sapiencia de modificar los elementos del escenario. Blue Jasmine era su adaptación al siglo XXI en crisis de Un tranvía llamado deseo. Ahora, parece que uno de sus libros predilectos, Crimen y castigo, tiene su turno para flotar en una personal interpretación de este lector compulsivo en un campus universitario. Lo demás, lo conocemos ya todos de sobra. Ese ambiente burgués acomodado en el que suele enmarcar su universo, diálogos de tremendo ingenio y narración pausada, la que ha ido cogiendo con los años. Cada vez parece tener menos prisa en el rodaje.
Del elenco de secundarios sobresale Parker Posey como Rita, una profesora ya madura, nada exenta de atractivo, la cual vive rodeada en un aura mediocritas y un matrimonio complaciente que estaría dispuesta a dinamitar por el recién llegado pensador, un tipo genial y auto-destructivo, cuya forma de enfocar los problemas, desde Kant a sus relaciones amorosas, suena a una invitación a jugar a la ruleta rusa por el placer de sentirse vivo y efímero.
Y compasión. Mucha compasión de la buena, no de la hipócrita o la que tiene un aire de condescendiente superioridad. Es algo que ya estaba en los mejores momentos del tándem Berlanga-Azcona. Cuando refleja nuestras miserias y pequeñas traiciones, Allen y su equipo no se resisten a hacerlo con una sonrisa amable, invitándonos a reírnos de la imagen deformada del espejo de feria que nos muestras risibles, falibles y dignos de ayuda. Todos tenemos nuestra parte de razón en lo que hacemos y, por supuesto, un punto de locura que nos exonera a la vez que nos señala.
Se trata de un viaje que a algunos les gustará y otros no. Doctores tiene la Iglesia y no es tampoco la obra maestra del autor de escenas elevadas hoy a la categoría de clásico y guiones que casi son un modelo sin fisuras al estilo Diamond-Wilder. Tampoco creo, desde la prudente distancia del simple aficionado, que lo pretenda. Woody habla de lo que le gusta y lo que le perturba, de sus sueños y pesadillas. Nada más y nada menos.
A veces, todo se reduce a un simple golpe de suerte. Y nuestra generación, afortunados nosotros, podrá decir que asistía a los estrenos cada otoño de Woody Allen como algo nuevo, una oportunidad de ser sorprendidos.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
http://www.bbook.com/film/woody-allen-irrational-man-emma-stone-images/
http://flavorwire.com/528287/irrational-bleh-will-woody-allen-ever-make-another-good-movie
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