Al-Shaitan Ramad. El demonio de Ramadi. Durante mucho tiempo, el SEAL Chris Kyle fue conocido con ese sobrenombre, el cual servía de tarjeta de presentación de sus servicios como francotirador. Clint Eastwood, director de El Francotirador (2014), afirmaba que la autobiografía de Kyle le había resultado apasionante. Verdaderamente, el libro se devora con fruición, aunque sospecho que los motivos por los que unas y otras personas lo encontrarán absorbente son diferentes. Sin duda, el biopic (adaptadas las memorias al guión cinematográfico por Jason Hall) ante el que nos hallamos es uno de los filmes más controvertidos de 2014.
Con una fecunda y exitosa trayectoria en el séptimo arte, Eastwood ha dejado piezas para todos los gustos. Así, Sin perdón o Gran Torino pueden considerarse como clarividentes testamentos, re-visitaciones de un tipo duro de los papeles que había hecho en sus primeros años, aportando una perspectiva más lúcida e inteligente. Así, este creador, capaz de componer bandas sonoras emotivas y de gran sensibilidad, es el mismo que se destapa con unas declaraciones de la Edad de Piedra al rebatir-amenazar a Michael Moore, otro cineasta con una visión muy distinta pero igualmente valida de su país, con un estilo chulesco que vuelve a recordar a sus sargentos de hierro.
Y es que un tema muy controvertido el que trata este film. Desde las escenas iniciales, la película demuestra a través de la caracterización de Bradley Cooper (notable labor la suya) como la infancia del personaje se basa en un sentimiento de protección de los suyos, así como una clara nitidez entre la luz y la oscuridad. Los buenos y los malos. Eso está omnipresente también en su propio relato. Un noble impulso que esconde y oculta los tonos grises, fundamentalmente que, a veces, tu familia o tu país pueden estar equivocados. Quien espere esa clase de enjuiciamientos en El Francotirador puede abandonar el barco desde esos compases iniciales.
Evidentemente, el ingreso en los SEAL es la caída de Damasco que cambia el rumbo de protagonista, si bien la versión cinematográfica suaviza incluso las lacedemonias pruebas. Sin duda, se trata de una criba brutal, tanto física como de resistencia mental. Y es en ese momento donde Kyle y sus compañeros encuentra a su otra familia, quizás la más verdadera. Muchas gente criticó Tierra hostil por dar tanta importancia a la adicción al riesgo y al peligro de muchos de estos voluntarios, pero creo que es un diagnóstico acertado. Los constantes reenganches de su cuerpo de SEAL en algunas de las zonas más peligrosas del planeta van más allá del patriotismo sincero que sin duda tienen, hay un componente de la marca que deja ese severo adiestramiento. Igual que los legionarios romanos tras más de 20 años de servicio, es virtualmente imposible que esas personas vuelvan a reincorporarse sin más a la sociedad.
Eastwood, otras cuestiones al margen, no pierde su categoría como tremendo director en ningún momento. Sabe dónde colocar la cámara y hay tormentas de arena y paisajes que resultan tremendos, mientras se observa todo lo que se va dejando atrás en la batalla. La película es realista y desagradable, como debe reflejarse la guerra, pero tampoco gratuita en lo que muestra. Lo único que inquieta es la visión que se quiere transmitir sin ninguna clase de velo.
Creo que el trágico final del propio Chris condicionó mucho el desarrollo de esta revisión. Obviamente, el respeto a su viuda (ese rol lo lleva a cabo en el film Sienna Miller) e hijos habrá primado a la hora de abordar la reconstrucción. Eastwood tiene olfato fino para estos trances (no olvidemos Los puentes de Madison), no es hay donde pueda ser censurable su discrección, sino en el significado que va más allá del azar individual del señor Kyle, realmente, American sniper te confirma, más allá de la música de Ennio Morricone, que lo que está aconteciendo en Oriente Medio no tiene solución posible.
Un negocio perfecto de sangre donde no hay rubor a la hora de apuntar a "los malos". Se trata de salvar a tus camaradas, hermanos de armas y defender a gente que se partiría el pecho por ti. El resto son "chorradas" en el Congreso y falsos patriotismos que osan cuestionar que no haya armas de destrucción masiva o que dilucidan, herejía de herejías, que aquello de meter un régimen democrático a base de pistola y extracción de petróleo va contra los principios del sueño americano. En el otro frente, mucho odio acumulado contra los soldados que patrullan las calles, una población que ha tenido años para incubar un odio que está siendo hábilmente manipulado por unos pocos, quienes les usan como corderos al matadero, una promesa de un paraíso prometido que generosamente dejan que sean esos mártires los primeros, mientras ellos se mantienen a resguardo en sus cruzadas desde su atalaya. Las atrocidades realizadas contra los "colaboracionistas" tienen momentos tan aterradores como la escena del taladro.
No es casual y es lo conveniente. Cuanto menos sepan unos de otros, más fácil les será seguir matándose sin asomo de remordimiento. Eastwood es muy vivo e incluso cuando se deja llevar por el panfleto, termina cediendo y mostrando a uno de los francotiradores enemigos con su hija y mujer en su modesto hogar. Justo hasta el momento de la llamada de sus superiores. Entonces, lo deja todo como lo haría un SEAL y va a probar su valor y audacia ante el aborrecible enemigo. ¿Cuál es la verdadera frontera entre unos y otros?
Un viaje complejo y absorbente del que es imposible conocer sus coordenadas exactas (es inconcebible poder imaginarlo todo salvo que se haya vivido una experiencia tan fuerte y decisiva en primera persona y logrado sobrevivir a ella). No obstante, como decíamos antes, los motivos por los que parecerá absorbente y fascinante serán distintos para unos y otros. Y el maestro Clint haría bien en admitirlas.
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