Aunque pueda parecer paradójico, más si tenemos en cuenta el bombardeo publicitario que rodea estas fechas, las Navidades no dejan de esconder un pozo de tristeza o, si lo prefieren, de melancolía soterrada pero real. Recientemente, se ha celebrado Nochebuena, una velada señalada en muchos hogares, independientemente casi del signo religioso de cada cual. Nada que objetar a tan entrañables tradiciones, sin embargo, aunque se nos riña por ser malos españoles, si hay una película que exhibe los sinsabores con ternura en estas festividades es Plácido (1961), dirigida por el maestro Luis García Berlanga.
Como toda esta etapa dorada del realizador valenciano, cuenta con un reparto coral a prueba de bomba, donde el papel más nimio está interpretado por una actriz o un actor de primera línea, carismático y capaz de explotar cualquier diálogo hasta límites insospechados. Y, por supuesto, su buena mano viene acompañada de su socio ideal, Rafael Azcona, el más inteligente afilador para el ingenio natural de Berlanga. Una combinación fructífera que aunaba lo mejor del cine hispano con un toque de la magia neorrealista italiana, una mezcla ecléctica entre Milagro en Milán (1951) y El cochecito (1960).
Conviene decir que Plácido es un extraterreste en el panorama de lo que se estaba haciendo en aquellos momentos, un marciano talentoso que se coló nominada en premios del prestigio de Cannes o los Oscars. Junto con el dueto de enfants terribles Berlanga-Azcona, destaca la excelente labor de José Luis Font y José Luis Colina. Estas cuatro cabezas privilegiadas trazan un relato de provincias en plenas festividades, donde las señoras bien de la sociedad han decidido organizar una campaña benéfica con el elocuente título: "Siente a un pobre a su mesa". Con ese punto de arranque, todo se dispara a 85 minutos que, milagrosamente, escapó a la sensibilidad de la censura, la cual no fue consciente de la bomba de relojería que se introducía en sus salas.
A pesar de haber un amplio abanico de personajes, sí que hay un protagonista para justificar toda la trama, la cual se desarrolla a lo largo de un 24 de diciembre cualquiera: Plácido, el modesto conductor de motocarro a quien le vence una letra justo el mismo día de comenzar las fiestas. El actor encargado de darle vida es Cassen, quien firma, bajo mi modesta opinión, el mejor trabajo de toda su trayectoria, su más impecable combinación tragicómica. A modo de curiosidad, decir que también se barajó al añorado Paco Rabal. Resulta muy interesante pensar que lectura hubiera hecho el genial actor de Plácido, probablemente lo hubiera revestido de una gran humanidad, me gustaría haber podido tener la posibilidad de tener esas dos versiones en el altar de mi videoteca.
Volviendo al tema de las felices Pascuas, otro hombre de cine, José Luis Garci, señalaba que la Navidad ese ese momento donde, conforme pasan los años, nos vamos dando cuenta de que nos faltan piezas en el rompe-cabezas, que empezamos a tener amigos en ese lejano barrio (como el San Sixto de Plácido) donde no podemos visitarlos. Eso Berlanga lo sabe muy bien y la muerte está asimismo presente aunque nadie quiera prestarle atención con las luces y la subasta de artistas famosos que se ha organizado por la sociedad bien.
Hay muchas cicatrices en la sociedad que se presenta en este film. Pero, de alguna manera, no se percibe ni venganza ni rencor, es una lúcida invitación a reírnos de nosotros mismos ante el espejo de realidad que nos muestran, nuestras pequeñas estupideces y grandes miserias, las sábanas limpias, los maridos rectos que logran pasar la Nochebuena con la querida, o el frío que cala los huesos de mendigos que pasan anónimos ante el resto de nosotros, así como la cárcel, omnipresente, aunque no se nos muestre de manera directa.
Durante generaciones, personas doctas y eruditas se enfrascarán en el eterno debate de a quién se quiere más, si a mamá Plácido o a papá El verdugo (1963), tal vez los dos momentos donde el brillo berlanguiano alcanzó su mayor esplendor (lo cual no quiera decir que buena parte del resto de su producción sigue manteniendo un nivel sobresaliente). No caerá uno en esa tendencia a juzgar, que es pecado ya citado en los evangelios, contentándonos con poder disfrutar de esas dos joyas de inmejorable acabado, pulidas con mimo por gigantes de la actuación (Cassen, López Vázquez, Alexandre, Julia Caba, Amparo Soler, Agustín González, Ciges, Ferrandis...).
Paradojas de la vida, esta sarcástica reflexión sobre el lado menos amable de los anuncios de lotería y los brindis a la campanada en cotillones se ha terminado convirtiendo en toda una tradición navideña en mi familia. Un legado que uno acepta con justicia y de buena fe, como si Berlanga, Azcona y su gran equipo vinieran puntualmente al portal, no a cantar villancicos, sino a hacernos mover un poco la cabecita, no como a Pascual, ellos se atizan esas pequeñas células grises que nos hacen un pelín menos ingenuos y algo más divertidos. Y eso no es poco.
Felices fiestas a todos los pacientes lectores/as de este blog, siempre encantado de contar con ellos.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
https://wemovieblog.wordpress.com/2013/12/17/fuera-de-serie-placido/
http://www.lacabecita.com/2013/12/placido-siente-a-un-pobre-a-la-mesa/
http://www.divxclasico.com/foro/viewtopic.php?f=1002&t=72561