Sin duda, se convirtió en un peregrinaje semanal en busca de aventuras. Hace bastantes años, más de los que me gustaría admitir, acudía raudo, gracias a la generosidad familiar, a la caza de aquellos suplementos conocidos como Gente Menuda, los cuales constituían un extra comiquero los domingos en el diario ABC. Allí, el joven lector encontraba por primera vez nombres tales como Tintín, Spiderman, Zipi y Zape, Conan el Bárbaro, Anacleto o, por supuesto, Mortadelo y Filemón. Hoy, nos detendremos en los dos inefables agentes de la TIA, concretamente en una aventura que se remonta al año de 1971, La caja de los diez cerrojos, la cual leí con suspense durante varios meses.
Varios especialistas en la obra de Francisco Ibáñez están convencidos de que este argumento (la búsqueda de una decena de llaves que puedan abrir la caja dejada por el acaudalado millonario Julius Ricus Cresus) marca un punto de inflexión en la trayectoria de los dos estandartes más punteros de las viñetas españolas. A lo largo de sus páginas, queda claramente establecida su relación con el Súper, así como su vinculación a la organización de espías, dejando atrás la época autónoma de agencia de información. De la misma manera, el modelo de buscar una serie de objetos a lo largo del mundo sería una estructura repetida (y con éxito) por dicho autor.
A nivel gráfico, el dibujo de Mortadelo y Filemón se encuentra en una fase ya muy bien definida, apostando Ibáñez por darle un toque incluso algo aniñado en determinados compases. Martínez Osete se encarga de dar la tinta al lápiz del maestro, siendo una narración repleta de viajes a diferentes lugares exóticos del globo (el desierto, un elemento muy popularizado por Vázquez, el África misteriosa, tan bien amortizada en Tintín o Spirou, China, etc.).
El tipo de gags recurrentes y un buen despliegue de disfraces del protagonista hacen que esta búsqueda sea una lectura más que amena y repleta de momentos desternillantes. Bien es cierto, como se ha apuntado previamente, que resulta un poco raro que se mande a dos agentes diez lugares para estas pesquisas, cuando resultaría más cómodo mandar a los diferentes espías de forma simultánea para hacer el trabajo con mayor rapidez. No obstante, Ibáñez bien puede ampararse en la premisa de Sir Alfred: "Pues claro que mis protagonistas podrían llamar antes a la policía. Pero entonces no habría película".
Exactamente eso acontece en este torbellino de capacidad de síntesis, donde cuatro carillas bastan para presentar el lugar donde se desarrolla la misión y sobra tiempo para el gag final, donde hay un acceso de cólera por alguna apreciación que sienta mal a los sufridos viajeros. Asimismo, cada capítulo tiene alguna de esas horripilantes, aunque carismáticas rimas bruguerianas que se han mantenido en los nuevos albumes de Mortadel y Filemón.
Con el pretexto argumental, Ibáñez se permite explorar la TIA, la cual iría mostrando todo su potencial humorístico de manera clara. La interacción de los dos merluzos, quiero decir, aclamados héroes con otros agentes, las entradas secretas, la miseria bajo la fachada James Bond (los miembros de la organización escurren el bulto ante las misiones, pero puede acudir raudos si apenas se intuye que el Súper ha abierto su mueble bar para servirse un whisky).
Exactamente eso acontece en este torbellino de capacidad de síntesis, donde cuatro carillas bastan para presentar el lugar donde se desarrolla la misión y sobra tiempo para el gag final, donde hay un acceso de cólera por alguna apreciación que sienta mal a los sufridos viajeros. Asimismo, cada capítulo tiene alguna de esas horripilantes, aunque carismáticas rimas bruguerianas que se han mantenido en los nuevos albumes de Mortadel y Filemón.
Con el pretexto argumental, Ibáñez se permite explorar la TIA, la cual iría mostrando todo su potencial humorístico de manera clara. La interacción de los dos merluzos, quiero decir, aclamados héroes con otros agentes, las entradas secretas, la miseria bajo la fachada James Bond (los miembros de la organización escurren el bulto ante las misiones, pero puede acudir raudos si apenas se intuye que el Súper ha abierto su mueble bar para servirse un whisky).
Con el transcurrir de los años, incluyéndose una alargada edad dorada (Chapeau El Esmirriau, La máquina del cambiazo, El Plano de Alí Gusano, Safari callejero...), Ibáñez hizo cómic con mayores detalles de fondo que el hoy nos ocupa (vienen a la mente dos súper-producciones, El Quinto Centenario o Bye Bye Hong Kong), también ante rivales temibles (Magín el Mago, Los invasores...) o explorando facetas ocultas de sus dos vástagos más célebres (Su vida privada); sin embargo, La caja de los diez cerrojos pervive en un justo pedestal en el recuerdo de los fans de la saga por ser la la lleve que abrió ese universo a su esencia más pura.
El uso de los animales, el humor físico, los malentendidos, el perenne estado de miseria económica de sus héroes (perfectamente ejemplificado en sus medios de transporte para ir a los objetivos) serían los cimientos que el genial humorista iría colocando para, ya definitivamente con la TIA como nexo común de esta mítica pareja, hallarle su ubicación perfecta.
Por si fuera poco, el desenlace les sorprenderá por partida doble. Un tour nostálgico que vale cada instante que se le dedica.
"Ibáñez es el hombre que me ayudó a comprender que lo más importante de este mundo es reírse". -Álex de la Iglesia.
ENLACES DE INTERÉS:
http://mortadeloyalgomas.blogspot.com.es/2008/09/la-caja-de-los-diez-cerrojos-1971.html
http://lomejordemortadelo.blogspot.com.es/2010/10/9.html
http://www.elmundo.es/elmundo/2007/11/16/cultura/1195214081.html
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
http://www.todocoleccion.net/tebeos-bruguera/tebeo-comic-mortadelo-filemon-caja-diez-cerrojos-1971-francisco-ibanez-ases-humor~x49212927
http://mortadelo-filemon.es/ficha_content?q=YWlkPTExNTY%3D
http://lomejordemortadelo.blogspot.com.es/2010/10/9.html
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