No era algo políticamente correcto, más bien se trataba de un elemento sospechoso. Las horas en que lo emitían disuadía, el propio show se tomaba su condición a broma, advirtiendo antes de comenzar que las voces de sus personajes famosos eran burdas imitaciones, que su contenido era grosero y violento, a la par que recomendaba encarecidamente no verlo. Ahora, décadas después, uno sufre una caída de Damasco y se da cuenta de que South Park tenía razón, que se adelantó a lo que estaba por venir, que ni éramos tan listos ni, mucho menos, educados.
Creada por Trey Parker y Matt Stone en 1997, las andanzas de una pandilla de muchachos en un peculiar pintoresco pueblo de Colorado han ido sufriendo diferentes avatares. La primera equivocación es hacer cualquier clase de símil con esa obra maestra llamada Los Simpson. Una y otra han tenido vidas paralelas con algún cruce, pero, en honor a la verdad, son la noche y el día. La familia amarilla fue pionera y vivió una edad dorada difícil de repetir, South Park ha tenido un ritmo in crescendo y es mucho más transgresora, lo cual se traduce en un humor más soez, en ocasiones, y una mayor osadía a la hora de afrontar problemas sociales, si bien está en deuda, como toda la animación, con aquella genialidad surgida en 1989 (muy recomendable el magnífico guión de Trey Parker Simpsons Already Did It, donde se exorcizan las frustraciones que han sentido muchos competidores al ver que es casi imposible tratar un tema que no haya sido mostrado antes con Homer y cía).
Pero hablemos hoy del Cartman and Butters show, quiero decir, esta estupenda serie coral. Y es que, aunque se remonten a temporadas atrás, hay episodios que sorprenden por su rabiosa actualidad, tocando algunos de esos temas tabúes o controvertidos que suelen ser evitados. El extremismo religioso de cualquier signo, la eutanasia, escándalos de tipo sexual, celebrities varias y sus parafilias han desfilado por este espejo deformado de barraca de feria, estos muñecos cabezones y mal encarados. Observemos las ventajas y riesgos que tiene este formato.
Ello se ha notado con claridad en su décimo-novena temporada, donde han utilizado la polémica figura de Donald Trump para hacer un what if...? donde se pone de relieve la grave crisis de los refugiados sirios y la clase de corta-pisas (incluyendo un muro) que el sector más rancio de la sociedad puede demandar para "solucionar" el problema. Más allá de las palabrotas (muchas, constantes e ininterrumpidas), se trata de 20 minutos viscerales donde se mete el dedo en la llaga de muchos temas que escaparían a una serie de dibujos al uso.
El discurso de Trump no puede ser más enervante (sirva como muestra la brillante respuesta que Kareem Abdul Jabbar [Abdul-Jabbar respuesta] envió al candidato, advirtiéndole que se parece mucho a ISIS en sus postulados), sin embargo, lo que hacen los guionistas de South Park con su caricatura (asesinada y vejada en todas las diversas maneras posibles) vuelve a recordarnos a ese complejo de sagaz gracioso oficial de la clase que envuelve a este tipo de humoristas, no hay freno ni límite en la broma, sin sentir la necesidad de dónde parar. No en vano eso les ha llevado a muchos de ellos a sufrir censuras, amenazas y hasta, desgraciadamente, riesgo de sufrir atentados por sus parodias (aconteció, por ejemplo, con su manera de utilizar a Mahoma). No deja de ser un reflejo de uno de los grandes males que pueblan este nuevo siglo, el cual se antojaba tan correctamente político en sus compases iniciales.
Resulta perturbador que una gamberrada en una ficción, por subida de tono que sea, pueda llegar a esos extremos. Ello no quiere decir que South Park siempre haga gracia o pueda arrojarse el papel de pontífice pagano para señalar al resto que el emperador está desnudo. Ha sido muy mejorable su manera de abordar cuestiones como el drama de la frontera mexicano-estadounidense, así como pueden levantar ampollas a muchas distintas sensibilidades. En cierto sentido, nadie ha oscilado con mayor facilidad entre lo sublime y lo chabacano durante tantos episodios.
Atrae su inteligencia y desparpajo, lo desinhibido de sus formas y su lenguaje sin tapujos. Asimismo, no solamente tienen en su repertorio hablar de actualidad, episodios como "Detectives Junior" o "Go God Go" (donde Cartman tiene la genial idea de congelarse para evitar la frustración de tener que esperar el lanzamiento de la consola Wii) son monumentos al humor absurdo e hiperbólico, mientras que su manera de utilizar al inocentón y carismático Butters en una trama sórdida y rocambolesca, sin que el personaje pierda nunca su pachorra.
Por el otro lado, pueden llegar a enervarte por su forma de tratar creencias o, creo que todavía peor, burlarse de enfermedades o deficiencias físicas. Incluso han protagonizado sus creadores vendettas poco elegantes con Isaac Hayes, el excelente doblador de Chef, quien se marchó del programa por haberse atacado la Cienciología, a la cual él pertenece. Aunque era comprensible el punto de vista de sus jefes (quienes señalaron que, durante años de trabajo, nunca antes se había quejado de que se hiciera mofa de alguna otra religión o pensamiento, incluyéndose su delirante año I de los mormones), su manera de hacer desaparecer a Chef del tablero de la serie exhibía una dosis nada despreciable de inquina.
Por eso, año tras año, sigo pensando que son un mal necesario, o, mejor aún, una medicina que necesitamos en épocas de tantos realities-shows y programación basura, una máxima aquella de "Pues toma dos tazas". Y, si a algo mueven productos como South Park es a que pensemos por nosotros mismos... incluso cuando decidimos apagar por decisión personal la caja tonta porque los muñequitos cabezones han cruzado una frontera que nos incomoda.
Ello se ha notado con claridad en su décimo-novena temporada, donde han utilizado la polémica figura de Donald Trump para hacer un what if...? donde se pone de relieve la grave crisis de los refugiados sirios y la clase de corta-pisas (incluyendo un muro) que el sector más rancio de la sociedad puede demandar para "solucionar" el problema. Más allá de las palabrotas (muchas, constantes e ininterrumpidas), se trata de 20 minutos viscerales donde se mete el dedo en la llaga de muchos temas que escaparían a una serie de dibujos al uso.
El discurso de Trump no puede ser más enervante (sirva como muestra la brillante respuesta que Kareem Abdul Jabbar [Abdul-Jabbar respuesta] envió al candidato, advirtiéndole que se parece mucho a ISIS en sus postulados), sin embargo, lo que hacen los guionistas de South Park con su caricatura (asesinada y vejada en todas las diversas maneras posibles) vuelve a recordarnos a ese complejo de sagaz gracioso oficial de la clase que envuelve a este tipo de humoristas, no hay freno ni límite en la broma, sin sentir la necesidad de dónde parar. No en vano eso les ha llevado a muchos de ellos a sufrir censuras, amenazas y hasta, desgraciadamente, riesgo de sufrir atentados por sus parodias (aconteció, por ejemplo, con su manera de utilizar a Mahoma). No deja de ser un reflejo de uno de los grandes males que pueblan este nuevo siglo, el cual se antojaba tan correctamente político en sus compases iniciales.
Resulta perturbador que una gamberrada en una ficción, por subida de tono que sea, pueda llegar a esos extremos. Ello no quiere decir que South Park siempre haga gracia o pueda arrojarse el papel de pontífice pagano para señalar al resto que el emperador está desnudo. Ha sido muy mejorable su manera de abordar cuestiones como el drama de la frontera mexicano-estadounidense, así como pueden levantar ampollas a muchas distintas sensibilidades. En cierto sentido, nadie ha oscilado con mayor facilidad entre lo sublime y lo chabacano durante tantos episodios.
Atrae su inteligencia y desparpajo, lo desinhibido de sus formas y su lenguaje sin tapujos. Asimismo, no solamente tienen en su repertorio hablar de actualidad, episodios como "Detectives Junior" o "Go God Go" (donde Cartman tiene la genial idea de congelarse para evitar la frustración de tener que esperar el lanzamiento de la consola Wii) son monumentos al humor absurdo e hiperbólico, mientras que su manera de utilizar al inocentón y carismático Butters en una trama sórdida y rocambolesca, sin que el personaje pierda nunca su pachorra.
Por el otro lado, pueden llegar a enervarte por su forma de tratar creencias o, creo que todavía peor, burlarse de enfermedades o deficiencias físicas. Incluso han protagonizado sus creadores vendettas poco elegantes con Isaac Hayes, el excelente doblador de Chef, quien se marchó del programa por haberse atacado la Cienciología, a la cual él pertenece. Aunque era comprensible el punto de vista de sus jefes (quienes señalaron que, durante años de trabajo, nunca antes se había quejado de que se hiciera mofa de alguna otra religión o pensamiento, incluyéndose su delirante año I de los mormones), su manera de hacer desaparecer a Chef del tablero de la serie exhibía una dosis nada despreciable de inquina.
Por eso, año tras año, sigo pensando que son un mal necesario, o, mejor aún, una medicina que necesitamos en épocas de tantos realities-shows y programación basura, una máxima aquella de "Pues toma dos tazas". Y, si a algo mueven productos como South Park es a que pensemos por nosotros mismos... incluso cuando decidimos apagar por decisión personal la caja tonta porque los muñequitos cabezones han cruzado una frontera que nos incomoda.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
http://goofs.wikia.com/wiki/The_Usual_Suspects
http://collider.com/101-best-written-tv-shows-of-all-time-the-sopranos/
http://southpark.wikia.com/wiki/The_Butters_Show
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