lunes, 27 de agosto de 2018

NEL CUORE DI NAPOLI: EL DIEGO (PARTE I DE VII)


"Maradona es napolitano. El hecho de que haya nacido en Argentina, no significa nada. Quien ha conocido a Maradona, sabe que nació en Nápoles" - Luciano de Crescenzo. 



Sigue siendo una estampa reconocible. Un código que toda la ciudad de Nápoles reconoce. Ilustra los muros de sus barrios, la entrada de tiendas de deportes, también de pequeños comercios, y es un souvenir tan típico como una imagen de Pompeya en las tiendas para turistas. Es la camiseta más vendida con el azul celeste, ya sea la oficial o hecha por fans, portando la célebre Buitoni o celebrando aquella copa UEFA donde fue estrella de la función en 1989. Diego Armando Maradona es parte de la urbe transalpina desde su fichaje salpicado de rumores hace ya más de tres décadas.  



Nada está exonerado de la presencia del 10 argentino, incluso en el célebre camino plagado de Belenes y adornos navideños en la Via San Gregorio. Junto con otros símbolos, sirve de diagnóstico de la pasión que mueve la escuadra local. Gonzalo Higuaín pasó de aplaudido artillero en San Paolo a traidor por su movimiento hacia la Juventus de Turín, el odiado y temido rival del norte. Porque, y esta es una de las primeras trampas de este relato, durante mucho tiempo se quiso vender que El Diego había llegado como bandera del sur para abatir en el césped a los gigantes norteños (Milán, Verona, Inter, etc.). 



John Ludden, quien durante tiempo se dedicó a estudiar la trayectoria de El Pelusa en el Viejo Continente, recuerda aquel aterrizaje en 1984, el cual involucró no pocos agentes, incluyendo a la temible Camorra para lograr la adquisición de una estrella que había dejado pinceladas de genialidad en Barcelona pero también sombras. Indudablemente, Napoli y su talentoso desorden eran la decisión perfecta que, en aquellos momentos, muchas personas vieron como un paso atrás. El Pibe de Oro en un club que vivía de nostalgias del pasado con nombres como Omar Sívori, aunque alejados en potencial a los verdaderos candidatos al título. Pero hasta 1990 se vivió un matrimonio a la italiana de extraña perfección, un idilio entre jugador y afición representando algo cercano a la magia y el caos, a los vicios y las virtudes dándose la mano bajo la mirada compasiva de San Gennaro. 


"Più napoletano dei napoletani"-Claudio Botti. 



Nápoles es la capital del sur italiana. Frías estadísticas en mano, es el tercer complejo urbano en cuanto a total de habitantes. No obstante, añadiendo la variable de densidad de población, resulta ocupar la posición top. En la década de los ochenta del pasado siglo, el proceso de retroceso industrial golpeaba sin piedad su entramado económico. En ese sentido, podríamos ver al presidente Ferlaino como un moderno lanista, un Léntulo Batiato en el Coliseo de San Paolo, mientras que Maradona habría ejercido el papel de gladiador estrella para entretener a la masa. Algo de eso hay, sin duda, de cualquier modo, no es menos cierto que rara vez una estrella deportiva se ha identificado más con la causa de la camiseta celeste. 



A pesar de la abundancia de librerías napolitanas, algunas de ellas a precios excelentes, el Diego afirmó que el destino le dio una patada para hacerle pasar del barrio privado (de luz, de agua...) de Villa Fiorito para colocar en el foco principal de los medios. Con cierta humildad para la arrogancia que suele caracterizar un porcentaje significativo de sus declaraciones públicas, lamentaba que nunca halló una obra titulada Cómo se Maradona para paliar su desconocimiento de muchas cuestiones. Lástima que estuviese agotado, aunque sí supo por una notable inteligencia natural ver que tenía miles de anfitriones dispuestos a montarse en camiones para verle jugar contra el modesto Aventino. Con noches de insomnio a cuestas, las amistades más peligrosas posibles y sus propios demonios, siempre intentó recompensarles con un show único. 



Con una sensibilidad que lo alejaba del divismo que se pregonaba desde la curva y en el cancionero de los tifosi, nunca reclamó el brazalete espiritual de capitán hasta la retirada de Giuseppe Bruscolotti, "el más napolitano de los napolitanos", el forastero de estilo tosco pero que se metió en el bolsillo al mismo Vesubio por su entrega y corazón en cada acción. O en la verdadera causa terrenal para su look barbado en una época concreta de este período cual rey pirata, con la intención de ocultar los estragos que dejaban los excesos en su físico. Durante 90 minutos cada dos semanas, San Paolo al completo se convencía por el mago de que todo estaba en orden, fruto de su zurda mágica y desprecio incluido a los cantos de sirena de un hombre de negocios llamado a salpicar asimismo de escándalo la política italiana: Silvio Berlusconi, por aquel entonces Mecenas indiscutible del Milán. 


"Estábamos apretados dentro del coche de mi amigo, haciendo por superstición siempre el mismo recorrido, aparcando de cualquier manera y sintiendo el ruido del estadio desde la distancia"- Paolo Sorrentino. 



El espectro de personas aficionadas al club del Nápoles es muy heterogéneo, un abanico que pasa de una mega-estrella del celuloide tan icónica como Sophia Loren a humildes y muy esforzadas clases trabajadoras que se desloman en los muelles napolitanos, pasando por sensibles artistas como Paolo Sorrentino y llegando hasta temibles curvas de ultras, camorristas y carroñeros de los eventos deportivos para incitar violencia en el extremo. Enric González, en sus apasionantes crónicas sobre el Calcio transalpino, recordaba las anécdotas, a veces entrañables y otras escalofriantes, de cómo cada club reflejaba algunos de los contrastes y tensiones del país. 



Guido Trombetti, fiel seguidor y admirador del 10 en el césped, advertía de las incoherencias del seguimiento del ídolo a cualquier coste. Si una ciudad que ha acogido a Giotto, Maria Grazia Schiavo o Enrico Caruso depende en su estado de ánimo de lo que ocurra al intentar meter una pelota entre los tres palos, ni siquiera serviría como honesto entretenimiento ese equipo al que tanto quiere. El problema de las pasiones es dejarse arrastrar por ellas. Pocos lo han escenificado mejor que el propio Sorrentino en esa joya llamada La giovinezza (2015), donde una especie de alter ego del propio Diego aparece contado con una mezcla de realismo y ternura, parodia y admiración. 



Tampoco ganó nunca solo como algún épico romance quiso hacer creer. Tras el primo girone de su debut, tuvo que colaborar con el cuerpo técnico para mejorar la predisposición defensiva, además de usar su aura para traer a cracks hasta entonces prohibido como los brasileños Careca y Alemâo. "Todo cuanto sé, se lo debo a Diego", afirmó en una ocasión Gianfranco Zola, un pequeño prodigio nacido en Oliena a quien la estrella consagrado acogió bajo su protección cuando un sector del entorno intentó enfrentarlos. O Ferrara, un esforzado defensa que buscaba a su admirado compañero cuando la noche y le engullían, buscando compartir una pizza y convencerle de que debía volver a hacer lo que mejor sabía.  



Una historia rara, extraña y no por ello menos hermosa nel cuore di Napoli, cuyas huellas todavía se advierten en cada esquina ofrecida a las visitas curiosas. 



BIBLIOGRAFÍA Y ENLACES DE INTERÉS:



-AA.VV., Napoli: La città, la squadra, gli eroi: dai primi idoli a Maradona, Bradipo Libri, Nápoles, 2016. 



-GONZÁLEZ, E., Historias del calcio: una crónica de Italia a través del fútbol, RBA Libros, Barcelona, 2007. 



-LUDDEN, J., La aventura de Maradona en Europa: Una década de gloria, pasión y drama, T & B Editores, Barcelona, 2011. 



-MONOGRÁFICO "Nápoles, una ciudad a la sombra del mito", Panenka, 41 (mayo 2015). 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-Mural de Diego Armando Maradona en el Quartieri Spagnoli [Fotografía realizada por el autor del blog]



-Escaparate tienda Yamamay en Nápoles [Fotografía realizada por el autor del blog]



-Tienda oficial del Nápoles en la Via B. Croce, 14 [Fotografía realizada por el autor del blog]

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