No parece probable la unanimidad. Hoy en día, el modo de saber si alguien es popular o no, es comprobar que su legión de enemigos es tan grande como la de sus admiradores. Por este parámetro, Quentin Tarantino debe ser reconocido como genio del arte cinematográfico sin duda.
Juan M. Corral conseguía que la editorial Dolmen le financiase su ambicioso proyecto de realizar la primera biografía en castellano sólida de dicho director. Un niño precoz de madre adolescente que se crió básicamente alrededor de una televisión y después, aprovechando su empleo en un videoclub para analizar por qué algunos lo hacían bien y por qué otros mal en sus cintas.
Después, a partir de Reservoir Dogs, una montaña rusa donde la cantidad está reñida con la calidad. Pocos autores han tardado tan escaso tiempo en consagrarse, en provocar que sus estrenos sean un evento social donde no cabe la posibilidad de un fracaso en taquilla. El libro plantea un buen contexto del personaje, aunque en el futuro necesitará una actualización, ya que su primera edición es del 2005 y hay varios obras (especialmente, Malditos Bastardos) que merecerían ser incorporadas en su análisis. También se abordan sus colaboraciones con individuos tan peculiares como Robert Rodríguez, un cineasta de ideas muy interesantes, no siempre bien llevadas a las prácticas, pero que tiene la desgracia de convivir con un clon suyo mejorado y que sabe narrar mejor las historias.
El ritmo del libro es ameno y sus capítulos están perfectamente estructurados, especialmente agudas sus reflexiones sobre las fuentes de las que ha bebido el creador de Pulp Fiction (que en ocasiones rayarían en la brumosa frontera con el plagio). Como fuere, también hay un cierto tono relajado en la personalista redacción que puede ir en menoscabo del rigor que nos merezcan algunas de sus consideraciones. Especialmente las pequeñas fichas que hace de algunos de los actores y actrices que han trabajado en sus filmes, reducir trayectorias tan brillantes como las de Robert de Niro, Steve Buscemi y cía, a varios chismes y consideraciones excesivamente "hards", no parece de recibo, así como algún comentario subido de tono.
Uno verdaderamente duda de que en este caso el autor de la biografía esté, como en ocasiones sucede, "enamorado" de la figura sobre la que trabaja, o por lo menos eso se desprende de su forma de despotricar sobre algunas de las supuestas virtudes del artista. Si bien hay momentos donde mete el dedo en la llaga con coherencia (especialmente haciendo un equitativo reparto en el guión de Pulp Fiction, probablemente la obra que le catapultó), en otras ocasiones parece que él está tan dispuesto a ser el enfant terrible de Tarantino como su protagonista lo ha sido con la manera de concebir el cine.
Se lee con agrado y verdaderamente, hay un fuerte conocimiento de causa a la hora de describir con inteligencia los movimientos de cámara y otra terminología técnica, pero uno tiene la sensación de que no se ha logrado la suficiente armonía entre objetividad y subjetividad, quedando algunas páginas viscerales hasta el extremo donde valoraciones muy personales se mezclan con las profesionales. No en vano durante la promoción de su trabajo, el propio Corral admitió que se sentía más atraído por los aspectos extra-cinematográficos que por su labor como director.
La opinión que cada uno tenga de Quentin Tarantino y su talento, o no, a la hora de llevar historias a la pantalla, no variaría mucho de su lectura, pero tal vez descubra varios aspectos que le sorprendan. Como que su irregular formación le lleva a ser un ávido lector, pero que redactando puede cometer algunos errores impropios de un guionista de su nivel, por adolecer de algunas enseñanzas muy básicas de su frustrada etapa como estudiante. De la misma forma, vemos como en ocasiones, aunque pueda haber fantasma de exceso de amor por ideas ajenas, Tarantino tiene un don muy especial para coger ideas que podrían parecer muy malas o espantosamente llevadas a la práctica, tornándolas en espectaculares. Asimismo, él tampoco parece haber tenido ningún problema en admitir de dónde se ha sacado algunas de sus ocurrencia y ama verdaderamente muchas de estas obras de serie Z que veía.
Quentin Tarantino es la clase de persona que si puede ver "Ciudadano Kane" o "Balada triste de trompeta", se meterá primero en la segunda, pero pedirá una copia de la primera para disfrutarla en casa. Un niño díscolo, un malcriado de la vida, un tipo con verdadero talento, heterodoxo, hipócrita, genial... Pero, alguien que respira cine por los cuatro costados. Amante de que los pistoleros hablen de sus cosas antes de ir a cargarse a alguien, un pervertido de los planos de los pies de sus musas (su relación de amor-odio con Uma Thurman, indudablemente su actriz predilecta), alguien con chispa, el creador de "Malditos Bastardos" y asimismo de "Death Proof", o le amas o lo odias...
Y, la verdad, siendo sinceros, qué placer tan grande es que te paguen por un trabajo por el que tú verdaderamente darías dinero por hacer.
Curiosamente me suelen gustar más sus películas menos pretenciosas como "Reservoir Dogs", en comparación con otras más efectistas como las de Kill Bill, aunque no le veo malas películas en general.
ResponderEliminarRespecto al libro biografía de la obra de Tarantino, parece más eso, una recapitulación de su obra a secas. Aunque no por ello eso es algo malo en el amarillismo de hoy día.
Para mí la única de sus películas que merece el calificativo de mala sería "Death Proof".
ResponderEliminarKill Bill tiene cierto efectismo y pretenciosidad, pero no por ello dejan de gustarme.
Y sí, el exceso de amarillismo nunca es bueno, amigo Easmo. Gracias por postear. Saludos.