"La gente ya dice que Filipo fue un gran general...pero Alejandro es simplemente grande". La frase es pronunciada con acento marcadamente irlandés por Val Kilmer en la película de Oliver Stone "Alejandro Magno", en una de sus secuencias más interesantes enfre el fiero monarca Filipo II y el más destacado de sus hijos, el príncipe Alejandro, futuro conquistador de Asia y a lo largo de los siglos, reconocido por el mundo como uno de los más colosales conquistadores de la Historia.
No obstante, hay muchos problemas a la hora de abordar esta pasional biografía, no es que desentone para nada un elegante Anthony Hopkins como un envejecido Ptolomeo (amigo de infancia, general y después el más destacado sucesor de El Magno en Egipto), que repasa sus días cabalgando con el hombre que ya en aquella época, era saludado como algo muy cercano a un dios por sus camaradas.
Con todo, también ya en quellos tiempos existía otra corriente, especialmente en el mundo heleno, que lo señalaba como un tirano despótico que con su maquinaria militar había pisoteado los reinos enjoyados de la tierra como un personaje de R.E.Howard. Todas y ninguna de esas personas eran el verdadero Alejandro, encarnado en esta cinta por Colin Farrell, de quien hablaremos más adelante. El primer error que puede tener la obra de Stone, director muy polémico pero motivos extra-cinematográficos, pero de gran calidad, puede ser que Alejandro, pese al notable inconveniente de haber muerto en la flor de la vida, podría llenar sin problemas una saga de 3 pelis a tres horas y media la misma (y no exagera).
La obra empieza francamente bien, explotando con mano maestra la turbulenta infancia del futuro rey. De la mano de una madre terriblemente afectuosa pero dañina (Angelina Jolie), Alejandro vive dividido en sus afectos, pues ella, Olimpia, odia profundamente a su esposo Filipo II (un gran Val Kilmer, uno de los mejores papeles de su carrera).
Olimpia era una mujer formidable, demasiado para sus propios intereses, los mitos de que descendía de la estirpe creada por el heroico Aquiles y su cautiva troyana Andrómaca, esposa del gran Héctor, domador de caballos, eran para ella totalmente reales, una superioridad casi divina que trasladó a su hijo, que terminaría siendo saludado como hijo de Zeus por el oráculo egipcio de Siwah.
Filipo, por el contrario, era un ser absolutamente terrenal. Lo cual no quitaba que haya sido uno de los discípulos más aventajados del gran tebano Epanimondas, un general soberbio, un soldado valeroso hasta el punto de perder un ojo en batalla y alguien que comprende que un soberano debe de ser capaz de herir a quienes más ama. La escena de un Filipo envejecido por su cargo, llevando a su hijo a esa cueva atemporal donde se refleja lo efímero de la gloria y castigos terribles como los de Prometeo y Edipo, muestran una calidad que desafortunadamente no se mantienen a lo largo de toda la narración, con muchas irregularidades.
Es probable que de haber tenido más tiempo o haberlo planteado como la ya citada trilogía, hubiéramos podido estar más en ese crual momento de la vida del discípulo de Aristóteles. Sorprende la calidad y renombre de algunos secundarios, todo un Briand Blessed para hacer de uno de los entrenadores de la lucha de los jóvenes nobles macedonios, donde ya intuimos que Alejandro empieza a sentir una fuerte atracción por su íntimo amigo Hefestión. Esta manera de mostrar ese idilio por parte de Stone le aleja de la tradición Hollywoodiense que estima impensable que un protagonista pueda ser homosexual, pregunten en "Troya" sobre la opción de haber mostrado a un Brad Pitt un poco más femenino, lo que hubiera provocado un shock nervioso de las quinceañeras de todo el globo.
Con un segundo acto muy intenso, donde se debe reconocer que los armamentos y vestuarios de la época son más que aceptables, vemos la faceta más militar del monarca que jamás perdió ninguna batalla campal donde participó. Bien es cierto que para ello contaba con el formidable ejército de su padre y con un Estado Mayor sin comparación en el mundo antiguo, que incluía a luminarias como Parmenio, Clito El Negro, Pérdicas, Antígono El Tuerto etc. Por motivos de espacio, podemos pensar que Stone y su equipo de asesores tuvieron que prescindir de aspectos tan vitales como la primera fase de la guerra contra Memnón de Rodas (probablemente el único comandante a las órdenes de las persas que mostró estar a la altura de su genial enemigo) o alterar algunos aspectos del triunvirato Gránico-Isos-Gaugamela (focalizado todo en la tercera).
Escenas como la entrada en Babilonia justifican la entrada sobradamente. Las mujeres que pasaron por la vida de Alejandro (salvando su visceral e insana con Olimpia), son resumidas en una sola, con una espectacular Rosario Dawson como Roxana. El gran problema de este tipo de proyectos épicos es que la realidad histórica suele tener muchísimos más personajes relevantes de los que ninguna obra de ficción querría permitirse o juzgaría necesarias para funcionar. Un curioso juego es que personajes como Filipo o Parmenio son interpretados por irlandeses, mientras que los griegos sofisticados son británicos. Asimismo, el arribista Átalo que mete en la cama de Filipo a su hija, es interpretado por el mismo y buen actor que hace lo mismo como Bolena en la serie de Los Tudor.
Farrell tiene algunos problemas que escapan a su control, especialmente en las escenas de primera madurez con Olimpia, ya que Angelina no da la sensación de ser más vieja que él. Esos detalles aparte, da una interpretación peculiar, original, alejada de los cánones, creo que verdaderamente hace un buen cometido, aunque sigue faltándome algo para creer que estoy ante ese gran personaje. Pero eso puede ser deformación profesional.
Stone parece poner su toque más personal en la faceta soñadora tipo JFK de Alejandro, explotando su manera de superar los prejuicios (que en aquellos días tenía gente del gran talento de Aristóteles) contra los supuestos bárbaros persas. Verdaderamente, Alejandro es planteado en la película como la persona más libre de un mundo en llamas.
En definitiva, una cinta muy, muy curiosa. Alterna pasajes poco inspirados con escenas de verdadera calidad de drama griego, interpretaciones con mayúsculas junto con personajes poco inspirados o con escasos minutos...
Este proyecto de Oliver Stone bien puede ser considerado un fracaso, pero en su época, este fracaso se alzó por encima de muchos éxitos de taquilla de aquella época ya olvidados.
Este proyecto de Oliver Stone bien puede ser considerado un fracaso, pero en su época, este fracaso se alzó por encima de muchos éxitos de taquilla de aquella época ya olvidados.
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ResponderEliminarBuffff... mira que sabes que me da alergia el género histórico, pero entre la reseña que te has marcado y que sé que sale Anthony Hopkins...
ResponderEliminarDo want.
PD: Perdona los comentarios borrados. ORTOgrafía y tal..
Bien sé que no es santo de tu devoción, querido amigo Easmo. Pero Oliver Stone bien te merecerá una misa...
ResponderEliminarA todo esto, el primer monólogo de Anthony Hopkins hablando de lo que fue cabalgar con Alejandro... buff, te justifica la entrada. Saludos y gracias por comentar.
PD: No te preocupes por la ortografía.