domingo, 15 de marzo de 2020

BIOGRAFÍA, EL ARMA DE DOBLE FILO


La biografía es un arma de doble filo. La persona historiadora que se aproxima corre el riesgo de fallar por falta de empatía o dejarse seducir por la personalidad analizada. Alejandro Magno fue capaz de arrastrar a muchos seguidores desde su Macedonia natal hasta los confines del mundo conocido. Su influjo llega hasta nuestro día. Excelsas cronistas como Mary Renault no dejan de mostrar una sincera admiración por el hijo de Filipo II y Olimpia de Epiro, dos figuras colosales, geniales y egoístas que tiraron de los dos extremos de su retoño hasta el punto de que el chico llegó a valorar el papel de la amistad por encima de todas las cosas. Robin Lane Fox, conocedor del Mundo Clásico de olfato fino, sigue sosteniendo hoy en día uno de los mejores análisis de aquel a quien, con toda justicia, el escritor alemán Gisbert Haefs calificó como "el señor de las diez mil almas". 



Un sello de distinción de esta fina pluma de Oxford sería su capacidad de conocer las fuentes al milímetro y luego cuestionarlas de forma detectivesca. Fox reconstruye todo y luego, con fina ironía que no debería ser incompatible con trabajos de alto nivel académico, va desmenuzando por qué apuesta por unas versiones sobre otras. Intuye el pragmatismo astuto de Ptolomeo al recordar a su general, también la devoción protectora del veterano Aristóbulo y llega hasta la laudatoria crónica de Calístenes, el sobrino de Aritóteles, su cronista más hiperbólico... y que terminó ejecutado en un episodio extraño bautizado como "la conjura de los pajes". 



Alejandro Magno: Conquistador del mundo es una carta de amor a una época. No solamente a las fuentes históricas, asimismo a la geografía, un minucioso caminar por los grandes escenarios de la vida del protagonista para determinar qué emociones debieron experimentar sus tropas cuando recorrían el Camino Real que iba desde Sardes a Susa o la casi inexplorada India con el retumbar de los elefantes. Memnón de Rodas, el más formidable estratega que se midió al macedonio, entregaba mapas en una cara de sus monedas a sus mercenarios para que conocieran bien el terreno de Asia Menor. 


A pesar de lo denso de la obra, su lectura es una delicia por su tono pausado y reflexivo. Analiza con la misma rigurosidad los movimientos de los carros persas en Gaugamela que los muchos significados que poseía el ritual de la proskynesis, arma arrojadiza en las siguientes generaciones para acusar a Alejandro de tiranía y enemigo de la libertad. Con todo, él tuvo bastante menos racismo con la cultura persa que cualquiera de sus coetáneos, con la única excepción de Hefestión, amante y amigo, cuya trágica y evitable muerte le sumió en una profunda depresión. 



En resumen, un trabajo mayúsculo que permite ir casi paso por paso en todo lo que permite una fase histórica tan remota. Si, en ocasiones, nos cuesta saber qué pensaban realmente Napoleón o Madame de Stäel, cómo no se complicará la hercúlea tarea hablando de una figura que, en muchísimos casos, tuvo obras sobre su vida redactadas siglos después que muriera, pasadas incluso a la escala de valores de la antigua Roma, bien alejadas de los códigos de un tipo que dormía con la Ilíada debajo de su almohada y creía los relatos de su madre sobre su parentesco con Aquiles. 



Un código de honor que siempre hemos asumido, si bien no encaja con las purgas tras su ascenso al trono o los siniestros episodios ocurridos cuando ya era dueño de Persia. Las ejecuciones de Filotas, Parmenión, Clito El Negro y otros miembros de su círculo cercano siempre serán motivo de revisionismo. Fox no oculta en esos pasajes sus simpatías, y es que el poderoso aura de Alejandro como "musa de la Historia" hace para la intelectualidad ponerse de su lado con mucha más facilidad que unos veteranos leales que fueron a una cruzada y luego no podían comprender que su primer inter pares vistiese ropas persas y hablase de vengar a su Némesis, el Gran Rey Darío III. 


Lo mismo ocurre con la absurda comparación que siempre se estableció entre él y su padre. Fue un choque generacional tan evidente y pueril como suelen serlo las disputas de dicha índole. Lane Fox argumenta, con datos más que objetivos, que en apenas cinco años Alejandro llevó al ejército de Macedonia y sus aliados griegos a cotas ni siquiera soñadas antes. Una verdad tan cierta como el hecho de que él había llegado a un trono con una maquinaria de guerra casi imbatible que él incluso mejoró con su genio, cuando Filipo II (con consejeros de la talla de Antípatro o Parmenión) tuvo que crear un reino de la nada y absolutamente rodeado en cada frontera.



Su fascinación y capacidad de generar moda fue casi al instante de su muerte en Babilonia, otro capítulo diseccionado con bisturí de cirujano por este magnífico historiador. Los Sucesores querían parecerse a él hasta el más mínimo gesto, incluso disputándose donde sepultar su cadáver. Aunque eran personas hábiles y de gran inteligencia, debieron asumir que era imposible igualar al mito, incluso en sus errores.  



Una lectura extensa, no fácil, pero en la que si se entra, como en los misterios de Samotracia, será imposible salir. Narrada de una forma exquisita. 



BIBLIOGRAFÍA:



- LANE FOX, R., Alejandro Magno: Conquistador del mundo, Acantilado, Barcelona, 2007. Traductora: Maite Solana. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://articulo.mercadolibre.com.uy/MLU-467654181-alejandro-magno-robin-lane-fox-acantilado-_JM



https://www.microsoft.com/en-ie/p/alexander/8d6kgwzl61gt?activetab=pivot%3aoverviewtab



https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/alejandro_magno.htm

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