El arte y la moral no tienen necesidad de ir ligadas por sí mimas. A lo largo de la Historia, hallamos innumerables ejemplos de personalidades horribles que lograron hitos artísticos incuestionables, mientras que con las mejores intenciones se pueden hacer obras mediocres y sin trascendencia. No obstante, sí es cierto que la extraña alquimia que se logra cuando ambas realidades se unen sin impostura es complicada de superar. Por mucho tiempo que pase, la persona lectora que encomienda un rato de ocio a Charles Dickens (1812-1870) siente que está en buenas manos, de visita con una persona amiga que busca siempre la mejor solución para todas las partes.
Uno de los escritores más dotados de la generación victoriana, lo cual es decir mucho, escapa a los objetivos de este blog dar cuenta de su magisterio en la novela, desde Historia de dos ciudades a Oliver Twist. Hoy nos ocupa su incursión en un género muy en auge en aquellos días, los cuentos de miedo. Destreza que en la actualidad sigue dando generosos dividendos (baste pensar en cuántas películas produce Hollywood al año de esa temática) y que en el pasado permitía a los literatos hacérselo pasar "agradablemente mal", como habría dicho Chicho, a muchas personas al calor de una chimenea.
Igual que Cervantes con las novelas de caballerías, Dickens era un escritor lúcido y plagado de humor, capaz de discernir los sinsentidos en los que cae cualquier estilo literario. "El abogado y el fantasma" desmonta en apenas un puñado de párrafos muchos de los axiomas de la mitología fantasmagórica. No tiene nada de extraño que el escritor trabajase en un bufete, puesto que siempre exhibe un gran conocimiento e ironía con todos los asuntos legales en su universo ficticio.
Con todo, habría que advertir, como sagazmente hacía Lisa Simpson a su hermano Bart, que los gustos sobre el miedo van cambiando con los años y lo que antes resultaba aterrador puede parecernos incluso ingenuo hoy en día. Pero no es eso lo más estimulante de estos cuentos de Dickens. "Para leer al anochecer" brinda una historia que hoy resultaría tópica sobre la tragedia que se cierne sobre un joven matrimonio en un palacio de Génova. Lo formidable de la narración es cómo con apenas un par de adjetivos el escritor nos mete por completo en situación y sentimos que estamos andando con la pareja y su guía por las habitaciones.
Es una de las ventajas de la genialidad. Aunque estos pasajes puedan ser una nota al pie en los grandes hitos literarios conseguidos por su autor, tiene chispazos como la colosal idea que exhibe en "La historia del retratista", una reformulación del episodio extraño que él había contado sobre un pintor y una joven con la que tiene un encuentro fortuito. Aquí finge ser el artista que se ha enterado de que su historia se ha difundido y aporta nuevos detalles sobre el suceso.
Pese a la benevolencia que suele mostrar a su hora de presentar el mundo, eso no implica que Dickens fuese un ingenuo con los ojos vendados. En "El fantasma de la cámara nupcial" presenta sin tapujos a un villano realmente verosímil, experto en torturar a un antiguo amor y a la hija de esta sin pegar un solo tiro o emplear la violencia. Que siempre muestre inclinación por el lado luminoso, no le impide imaginar perfectamente cómo puede ser un alma oscura.
Observaremos en la sucesión de páginas cómo se van creando los grandes lugares comunes, especialmente las casas, esas habitaciones con vistas a jardines misteriosos, elementos que hallaremos asimismo en Bram Stoker, quien supo dar una sensualidad admirable a todo el asunto. Por su lado, Dickens se especializó en la figura del fantasma y las premoniciones, dos elementos que eran más necesarios que nunca en un mundo que había vivido la Revolución Industrial pero seguía apegado a las supersticiones y la necesidad de fascinarse.
A nivel subjetivo, de alguna forma extraña, siempre se intuye que a Dickens hay que leerlo en invierno siempre, pero que en invierno es cuando más brilla, sobre todo si están próximas las festividades navideñas. Sobre esa época es cuando imaginación más se afila y su punzante ingenio le lleva a diseccionar la sociedad cual sólido cirujano y con la mirada de un niño generoso.
En resumen, un escritor que logró aunar dos quimeras en una: ser genial y un buen tipo.
Con todo, habría que advertir, como sagazmente hacía Lisa Simpson a su hermano Bart, que los gustos sobre el miedo van cambiando con los años y lo que antes resultaba aterrador puede parecernos incluso ingenuo hoy en día. Pero no es eso lo más estimulante de estos cuentos de Dickens. "Para leer al anochecer" brinda una historia que hoy resultaría tópica sobre la tragedia que se cierne sobre un joven matrimonio en un palacio de Génova. Lo formidable de la narración es cómo con apenas un par de adjetivos el escritor nos mete por completo en situación y sentimos que estamos andando con la pareja y su guía por las habitaciones.
Es una de las ventajas de la genialidad. Aunque estos pasajes puedan ser una nota al pie en los grandes hitos literarios conseguidos por su autor, tiene chispazos como la colosal idea que exhibe en "La historia del retratista", una reformulación del episodio extraño que él había contado sobre un pintor y una joven con la que tiene un encuentro fortuito. Aquí finge ser el artista que se ha enterado de que su historia se ha difundido y aporta nuevos detalles sobre el suceso.
Pese a la benevolencia que suele mostrar a su hora de presentar el mundo, eso no implica que Dickens fuese un ingenuo con los ojos vendados. En "El fantasma de la cámara nupcial" presenta sin tapujos a un villano realmente verosímil, experto en torturar a un antiguo amor y a la hija de esta sin pegar un solo tiro o emplear la violencia. Que siempre muestre inclinación por el lado luminoso, no le impide imaginar perfectamente cómo puede ser un alma oscura.
Observaremos en la sucesión de páginas cómo se van creando los grandes lugares comunes, especialmente las casas, esas habitaciones con vistas a jardines misteriosos, elementos que hallaremos asimismo en Bram Stoker, quien supo dar una sensualidad admirable a todo el asunto. Por su lado, Dickens se especializó en la figura del fantasma y las premoniciones, dos elementos que eran más necesarios que nunca en un mundo que había vivido la Revolución Industrial pero seguía apegado a las supersticiones y la necesidad de fascinarse.
A nivel subjetivo, de alguna forma extraña, siempre se intuye que a Dickens hay que leerlo en invierno siempre, pero que en invierno es cuando más brilla, sobre todo si están próximas las festividades navideñas. Sobre esa época es cuando imaginación más se afila y su punzante ingenio le lleva a diseccionar la sociedad cual sólido cirujano y con la mirada de un niño generoso.
En resumen, un escritor que logró aunar dos quimeras en una: ser genial y un buen tipo.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
- https://jackmoreno.com/2019/05/21/cuentos-de-miedo-de-charles-dickens/
- https://penguin.co.in/thepenguindigest/10-books-by-charles-dickens-every-millennial-should-read/
- https://www.bl.uk/people/charles-dickens
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