domingo, 20 de enero de 2019

ROJO


Es la primera vez que se representa en los escenarios españoles. John Logan firmó en escarlata una representación teatral que ponía en tela de juicio muchos de los fundamentos del arte. Juan Echanove aceptó el reto del texto del avezado guionista y se ocupa de dirigir una pieza de la que además es protagonista como Mark Rothko, un pintor de gran fama durante el expresionismo abstracto que ahora se encuentra en el crepúsculo de su carrera. 



La biografía de Rothko se enmarca en dos tránsitos. En su juventud se benefició del auge del nuevo movimiento, además de golpear de forma despiadada al cubismo que incluía a luminarias como Picasso. Al comienzo de Rojo, el artista siente que ahora le está pasando a la inversa, puesto que ha llegado una generación Pop Art que le hace sentir como el último dinosaurio pincel en mano, encerrado en su taller y ajeno a todo. 



Solamente tiene un vínculo verdadero con la realidad a pie de calle en New York. Y no es otro que un joven discípulo a quien acepta a regañadientes, más como botones improvisado para sus recados que con propósito didáctico. Ricardo Gómez da vida al aspirante a artista, teniendo una relación bastante parecida a la que podemos apreciar en películas actuales como Mi obra maestra (reseña película).


Gómez y Echanove han estado ya en muchas guerras juntos. Por eso encajan tan bien en los distintos actos que se va sucediendo, estando siempre como telón de fondo los cuadros que el reputado artista está haciendo para decorar el restaurante Four Seasons, un elitista lugar que choca con sus principios, aunque la paga es muy generosa y, en cierto sentido, halaga su vanidad en unos momentos donde el veterano está necesitado de ella. 



Como era de esperar, entre maestro y discípulo irán surgiendo tensiones, especialmente por el fuerte carácter del primero. Alejandro Andújar diseña un escenario simple y eficaz, puesto que todo tiene lugar en el taller de Rothko, una especie de submarino o búnker que intenta permanecer ajeno a la modernidad. 



También hay un cuidado especial por la iluminación de la mano de Juan Gómez Cornejo. Y es que la luz tiene mucho que decir en esta historia, algo que sabían Caravaggio y Miguel Ángel, entre otros ídolos a los que Rothko intenta emular, puesto que su conciencia de artista le va obligando a convertir ese encargo alimenticio en algo más. 


La coordinación que logran Echanove y Gómez es fundamental para hacer creíble algo tan privado e íntimo como el proceso de creación artística. Nos abren la mirilla para ver el taller de Rothko, las frustraciones y la inspiración que conviven en el día a día de un alma atormentada, a la par que su aprendiz nos permite conocerle mejor en la faceta más oculta, la personal. 



Naturalmente, la música es otra pieza del rompecabezas que es decisiva, a través del viejo tocadiscos que el artista guarda celosamente sin permitir a su ayudante poner lo que a él le gusta. Gerardo Vera hace una selección muy aguda que va desde el clasicismo hasta el jazz que en aquella época empezaba a sonar con fuerza. 



Una obra cargada de diálogos y diatribas, un cóctel intelectual poderoso que, por fortuna, viene acompañada de la sensación de camaradería que dejan estos dos actores, generosos el uno con el otro, dando un toque de emotividad que era justo y necesario en este recorrido por la Historia del Arte. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



- Gran Teatro de Córdoba, Rojo, función del 19 de enero de 2019 [Fotografía realizada por el autor del blog]



- Portada programa Rojo, función del 19 de enero de 2019 [Fotografía realizada por el autor del blog]



Gran Teatro de Córdoba, Rojo, función del 19 de enero de 2019 [Fotografía realizada por el autor del blog] 

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