domingo, 14 de enero de 2018

MASHA Y SUS HERMANAS


Un cuento es narrar muchas cosas en poco tiempo. Dentro de ese género, pocas personas han brillado al nivel de Antón Chéjov. El literato ruso, en realidad, usaba esas breves páginas para esconder verdaderas bombas. Historias como "El beso" o "La mujer del boticario" son exponentes de cómo tocar la fibra sin artificio. No obstante, suele olvidarse que el autor de "La dama del perrito" fue también un dotado para el teatro, dejando algunas piezas donde, nuevamente, escondiendo en la vida cotidiana, se empeñó en disfrazar verdaderas tragedias. El Teatro Góngora de Córdoba acogió el pasado sábado una de ellas, quizás de las más especiales: "Tres hermanas". 



En esta ocasión es Raúl Tejón quien se atreve a adaptar y dirigir esta representación que ha influenciado a muchas sucesoras. Si Chejov no hubiese hablado de la existencia en provincias de Masha, Olga e Irina, nunca se habría filmado "Hannah y sus hermanas" (1986). Tejón logra el objetivo con tremendo acierto, actualiza lo que es necesario y mantiene la esencia del texto original, el ahogamiento que estas tres mujeres sufren tras el fallecimiento de su progenitor, con la promesa incumplida de un traslado del clan a Moscú. La capital se antoja para ellas una especie de Arcadia feliz, el punto de inflexión que las hará encontrar eso tan esquivo llamado felicidad.



Ana Fernández da vida a Olga, una maestra que esquiva las ofertas de convertirse en directora del colegio local. En un curioso paralelismo con algunas protagonistas femeninas de Lorca, Olga vive con la interna frustración de no haber logrado el matrimonio y ver pasar sus mejores años sin vida conyugal. Sin embargo, Chejov es muy listo y ya advierte con Masha (Raquel Pérez) que casarse no en sí misma la llave de la facilidad para ninguna persona. Su marido (Fernando Albizu) difiere muy poco de monsieur Bovary, una persona apacible y enamorada de su esposa, aunque incapaz de ver la frustración que ella tiene por la unión. Otra vez, la asfixia. La última pieza es Irina (Silvia Marty), la juventud sumada a la belleza. Ella tiene los pretendientes que faltaron a Olga y la posibilidad de aprender de las lecciones de Masha, pero en sus ideales románticos hay una constante insatisfacción, la sensación de que no llegarán a culminarse esas promesas de ideales caballerescos.  



La rutinaria existencia se verá alterada por la llegada de un destacamento de soldados a la provincia durante un breve período de tiempo. Eso sí, más que suficiente para que varias de las hermanas se vean afectadas por el hecho. Emilio Buale, David González y Carles Francino encarnan a tres de los militares que más van a frecuentar la casa. Cada uno de ellos con distintos propósitos e intenciones. Chejov se encarga de presentarlos cotidianos y con singularidades. Ni héroes ni villanos, cada uno buscará algo del hogar de sus anfitrionas, aunque también comprobarán que las expectativas nunca suelen cumplirse como uno ha imaginado. 



Un lugar donde hay a la par otras dos figuras masculinas. La primera es Andrei (Chema Trujillo), el hermano de Masha, Irina y Olga. Severamente dirigido por su progenitor para tener un fructífero futuro profesional, Andrei ha vivido la desaparición de su padre con cierto alivio de presiones, además de una dejadez física. Inteligente y pusilánime, él mismo ve alterado su estilo de vida cuando inicia su relación con Natacha (Sabrina Praga), una chica de aspecto retraído que, sin embargo, va a ir logrando imponer su presencia en el domicilio hasta límites insospechados. 



El último ingrediente es Antonio Vico, un viejo amigo de la familia que recuerda, por momentos, al atormentado tío Vania. Y es que Chejov parece tener una especial obsesión por esta clase de personajes que viven atormentados en el "pudo ser". Gentes a las que luego solamente queda el olvido y que quedan atrapadas en esa especie de Calle mayor de Bardem (1956). La química del elenco es fantástica y va poniendo los ingredientes para los pequeños sinsabores que van diezmando a cada una de estas personas. 



Y es que, a veces, no tiene que ocurrir nada hiperbólico o épico para que estén sucediendo grandes acontecimientos en la vida de una persona. La puesta en escena del espectáculo corresponde a esa intención con sobriedad y simples pero eficaces juegos. Un fondo oscuro, la luz artificial de las bombillas, las cortinas de humo y un puñado de asientos son más que suficientes para que el reparto exhiba todo su talento. Dentro del muy buen nivel general, sobresalen los elementos de intimidad de las tres hermanas, donde las actrices logran transmitir ese vínculo de sangre invisible. 



Durante todo el desarrollo, tenemos la fortuna de comprender las motivaciones de cada personaje. No es una historia que confronte a buenos y malos. Cada cual tiene su cuota de grandeza y miseria. De ternura y crueldad. La casa donde falleció ese severo progenitor que bien pudo hacer que su prole se educase muy por encima de la media de sus vecinos, pero sin dejarles ningún antídoto contra la infelicidad de lo gris. 



En una ocasión, le preguntaron al célebre periodista Jorge Lanata por qué la gente no veía con la regularidad que sus investigaciones merecían su programa de reportajes, prefiriendo shows más livianos de entretenimiento fácil. Gentilmente, el entrevistador afirmó que en un país ideal,  Lanata habría reventando las audiencias. La respuesta de Jorge no tuvo desperdicio: "No, en un mundo ideal los argentinos no estarían viendo la tele sino leyendo a Chejov". Cuando uno vuelve a visitar la casa de Masha, Irina y Olga, no puede dejar de darle una buena dosis de razón al argentino. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://teatrocordoba.es/espectaculo/3-hermanas/



-"Tres hermanas", representación del 14 de enero de 2018 en el Teatro Góngora [Fotografía realizada por el autor del blog]



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