De bello Gallico es una de las lecturas más apasionantes que pueden realizarse sobre la guerra en la antigua Roma. Sin embargo, esta crónica de los nueve años de campaña de Cayo Julio César frente a los pueblos galos supusieron mucho más. Y no solamente porque los Comentarios sobre la guerra de las Galias terminasen por convertirse en uno de los quebraderos de cabeza más frecuentes para los sufridos estudiantes de latín, sino porque mucho es lo que esconden las reflexiones y propaganda que el hábil César y sus partidarios dejaron sobre una de las operaciones más decisivas (y violentas) que se dieron para comprender el Mare Nostrum en el siglo I a.C.
Colleen McCullough escoge esa ambientación tan especial (Gergovia, Alesia, Avárico, etc.) para trasladar a las afortunadas personas lectoras a una recreación con mayúsculas de aquella época. César forma parte de la ambiciosa saga que dicha escritora hizo de los últimos años de la República Romana, aquellos días tumultuosos y violentos que alumbraron a personalidades controvertidas y fascinantes (Cayo Mario, Lucio Cornelio Sila, Quinto Sertorio, Lucio Licinio Lúculo...). Con precisión de notario y un amplio manejo de fuentes, la hábil escritora nos traslada desde el primer párrafo al puerto Icio donde los legados cesarianos esperan noticias de su comandante, enfrascado en la controvertida expedición contra Britania.
Sin lugar a dudas, el conquistador de la Galia es el personaje predilecto de McCullough, quien prácticamente lo coge como su ojito derecho desde el arranque de su repaso novelado en El primer hombre de Roma, cuando César acaba de nacer del vientre de Aurelia de los Cotta, también de formidable personalidad. No es casual que cuando comience este momento de madurez del futuro dictador de Roma, la escritora narre la muerte de Aurelia y Julia, la hija del primer matrimonio de César. Un vacío en los afectos que volcará todavía más al protagonista en su ambicioso cursus honorum, determinado a alcanzar la posición que cree merecer por sus excepcionales dotes, acompañadas de su abolengo patricio (el cual, dicho sea de paso, no había servido en exceso a sus antepasados por no disponer de unos niveles de fortuna acordes con la antigüedad del linaje).
A nivel de estructura esta novela tiene un acierto mayúsculo: alternar lo que está ocurriendo en las últimas operaciones bélicas de la guerra con la repercusión que está alcanzando el auge de César en Roma. Por un lado, podemos hallarnos en la contienda frente a los eubrones, mientras que en el siguiente bloque callejeamos por una Roma turbulenta donde las bandas de gladiadores de Publio Clodio y Tito Annio Milón imponen su ley. Agitadores populares en el marco de un complejo juego de intereses en el Senado que McCullough narra con una inteligencia y claridad admirables.
Si bien extenso, el relato no se hace tedioso en ningún momento, pues siempre están ocurriendo acontecimientos. La empresa va desde Vercingetórix hasta la batalla de Farsalia, que enfrentó a César con su antiguo yerno, Cneo Pompeyo Magno, hasta ese momento el general más afamado de la República. Solamente hay un error que termina condicionando en mucho la excelente narración: el sentimiento de que es inevitable que César gane.
Por ejemplo, cuando describe a Tito Labieno, la autora logra una complejidad de la que adolecen otras novelas históricas. Es capaz de presentar a un general brillante y el mejor lugarteniente posible para César, mientras que también presenta la oscuridad y violencia de muchos de sus métodos, incluso para los parámetros crueles de las legiones romanas, Lo mismo para la personalidad de un Pompeyo en el crepúsculo de su grandeza, golpeado por el fallecimiento de su joven mujer y envanecido hasta límites peligrosos por la facción optimate que antes lo despreciaba por su origen picentino y ahora lo ven como el único baluarte posible si su antiguo aliado decidiera cruzar el Rubicón.
César, en cambio, es prácticamente presentado sin fisuras. Incluso podremos vernos tentados a pensar que nada pudo ser mejor para las tribus galas que la romanización que con benevolencia les aplicaron las legiones a base de sangre y fuego. Como una hábil continuadora de la labor del inteligente Aulo Hircio (hombre de confianza de César, legado y fanático de su comandante en jefe hasta el punto de que el propio César le entregó la tarea de hacer en solitario uno de los Libros donde se despachó a gusto contra Labieno y exoneró de todo a su general), es una lástima que no se incidieran más en las partes más controvertidas del que, sin duda posible, fue el más notable romano en una época donde no existían no pocas personalidades brillantes.
En el haber hay una dimensión muy poco explorada en otras obras literarias que trabajan este período: el mundo de las mujeres. McCullough es sumamente observadora para ahondar en ellas. Fulvia, Servilia, Aurelia y otras destacadas figuras del Capitolio que siempre habían estado ahí para inspirar pero que habían pasado desapercibidas en las fuentes varoniles de la época. La autora les da vida y nos permite explotar una faceta muy desatendida.
A fin de cuentas, si algo es importante en esta clase de operaciones es conseguir agilidad y amenidad. Un mérito que César consigue sin abandonar la erudición y la riqueza descriptiva. Una pieza destacada de un fantástico engranaje (es una saga de novelas irregular, pero con picos de calidad muy altos) y que nos llevará a una de las etapas más fascinantes posibles.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
-http://www.novelahistorica.net/2009/12/cesar-colleen-mccullough.html
-http://imperioromanodexaviervalderas.blogspot.com.es/2015/05/la-rendicion-de-vercingetorix-ante-cayo.html
-http://faculty.catawba.edu/cmcallis/history/rome/rome1.htm